Luis Alberto de Cuenca

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Filólogo. Profesor de investigación del ILC/CCHS/CSIC. Poeta. De la Real Academia de la Historia.

Leandro Fernández de Moratín. Elegía a las Musas

Sobre la poesía de Leandro Fernández de Moratín.

Álvaro Mutis

Sobre la poesía de Álvaro Mutis.

Cancionero Tradicional

Cinco fueron las piezas del Cancionero Tradicional que incluí en mis Cien mejores poesías de la lengua castellana, concretamente ojos '', "Si la noche hace escura", "Al alba venidas "En Ávila, mis buen amigo", "Mal ferida iba la garza'', y "Que de noche la mataron".

Gómez Manrique

Sobre la poesía de Gómez Manrique.

Pere Gimferrer

De la vida y obra de Pere Gimferrer, poesía en estado puro.

Fernando Lanzas

Sobre la poesía de Fernando Lanzas y una breve reseña de su biografía.

Segunda Antología

Nos habla de una antología que figuran en ella seis poetas: Miguel dÓrs, Abelardo Linares, Lorenzo Martín del Burgo, Julio Martínez Mesanza, Amalia Bautista y Roger Wolfe.

Nuno Júdice

Fue mi amigo y maestro Luis Miguel Enciso, Comisario General de la Sociedad Estatal Lisboa '98, quien, por teléfono, me leyó el poema de Nuno Júdice que aparece hoy en estas páginas. "Escucha esta maravilla", me dijo, y me recitó, con la unción y el cariño que pone Luis Miguel en las cosas que de verdad le importan, "Um invernó em Lisboa" en la versión castellana del jovencísimo poeta y crítico asturiano Martín López-Vega (Clarín, núm. 5, septiembre-octubre, 1996, pág. 62). Su lectura me dejó patidifuso. Le agradecí el descubrimiento de un poeta de tal calibre y le prometí incluirlo en esta sección, cosa que ahora hago con muchísimo gusto, no sin antes haber llevado a cabo una nueva traducción del poema, bien sabe Dios que no por enmendarle la plana a mi admirado López-Vega, sino por zascandilear durante un rato sobre unos versos tan apasionantes.Nació Júdice en el Algarve en 1949. Ha escrito diez o doce libros de poemas decisivos para entender la poesía portuguesa actual. Ultimamente ha optado en el plano estético por nuestra querida "línea clara", componiendo poemas de corte narrativo que lo acercan a la mejor poesía española del fin de siglo. "El poema -ha escrito Martín López-Vega— no puede caer en el absurdo: en eso se diferencia de la vida". La inteligencia y la razón están ahí por algo y para algo, y la llamada a la irracionalidad que propugnan ciertos poetas no es más que el público reconocimiento de su propia impotencia comunicativa. Con Júdice, la poesía portuguesa se suma al nuevo clasicismo figurativo que, oponiéndose al inane retoricismo abstracto y al nonsense neovanguardista, caracteriza la mejor poesía de Occidente en vísperas del siglo XXI.UN INVIERNO EN LISBOAEs verdad que Lisboa, en invierno, no tiene la consistencia de una ciudad del norte. El aire es húmedo, el frío no entra en el alma, y no existen los blancos puros, ni los cenicientos que duran, ni siquiera el sentimiento inquietante de que el mundo se detuvo bajo la mortaja celeste.Las ciudades, no obstante, engañan. Y en Lisboa, en invierno, hay quien sufre con la soledad que cae con la tarde. Un final de frase puede traer consigo la percepción de la muerte, y ninguna palabra conseguirá dar un sentido a quien no sabe qué camino seguir, o en qué café entrar.En Lisboa, en invierno, puede verse, de vez en cuando, una mariposa perdida entre los coches mal aparcados. Sus alas no brillan, y hasta puede dudarse si estará viva o muerta. Pero cuando los dedos se aproximan para cogerla, ella se agita, parece huir y, finalmente, cae al suelo.Es verdad que, en invierno, poco le queda a una mariposa salvo morir. Pero quien ve en ella la ilusión de que la primavera se aproxima, se pregunta después: "¿Es esto la vida: crisálida de nada, vacío, angustia de nunca haber sido?".

Enrique Molina

Enrique Molina nació (1910) y murió (1996) en Buenos Aires. Durante su juventud, viajó a bordo de distintos navios mercantes por el mundo y vivió en varios países americanos. Ligado al surrealismo, pero no a la escritura automática, publicó su primer libro de poemas, Las cosas y el delirio, en 1941. Siguieron Pasiones terrestres (1946), Amantes antípodas (1961), Las bellas furias (1966) y Los últimos soles (1980). Yo lo descubrí en las páginas de Hotel Pájaro, una preciosa antología de sus versos reimpresa a comienzos de los 80 por el Centro Editor de América Latina. Como narrador, escribió Una sombra donde sueña Camila O'Gorman (1974), novela centrada en la figura de una muchacha semilegendaria del patriciado porteño que se unió sentimentalmente a un sacerdote, junto con el cual fue fusilada por orden del dictador Rosas.En un viaje que hice por América Austral en 1992, coincidí con Enrique Molina en una cena. Recuerdo entre los comensales a María Kodama y a un corrosivo José Ángel Valente. De aquel primer y único encuentro con el autor de Hotel Pájaro saqué una impresión muy favorable: Molina vivía la vida con una intensidad, un desapego y una alegría tan elementales que parecía el héroe de una saga islandesa (por lo menos). Religión y erotismo eran sus temas favoritos, sin olvidar algunos nombres propios de la literatura universal, como Rubén Darío y Ernst Jünger. Cuatro años después, muy poco antes de morir, Molina publicó en el diario La Nación un bellísimo poema, titulado "Adiós", del que mi buen amigo Jorge Lebedev me proporcionó fotocopia. Lo ofrezco íntegro a continuación, para solaz y escalofrío de troyanos y tirios, propios y extraños.ADIÓS Un día más, sólo un minuto más, para estar vivo y despedirme de cuanto amé.Para decir adiós a las cosas que vi y toqué mientras moría desde el instante mismo en que nacíY vino el niño con el premio que ganó en el colegio por su sabiduría,y el ala de la gaviota golpeando en lo infinito con su vuelo, vino la cabellera derramada y el rostro de la misteriosa mujer queestuvo a mi lado, en el lecho, sin que yo lo supiera, y el río con su lenta corriente musculosa a través de cada mueble, de cada objeto y cada gesto de quien me ve partir, ¡oh Dios mío!Un instante más aún en el suelo que pisé, en el aire de mi respiración sofocada por el amor, en los vestigios de la pasión, con cuanto —mosca o sol— me deslumhró en este extraño planeta donde perduré año tras año, presintiendo este límite de espumas,este revuelto torbellino de la despedida, yo, que tanto fui deslumhrado por la centelleante atracción de la tierra, por cuanto fue caricia o solamente un espejismo del mundo en mi destino.Así, pues, me despido de los caballos, de la canoa, los pájaros, el gato y sus costumbres. Déjame una vez más mirar las flores y la lluvia. Es éste el trágico momento en que uno descubreel delirio misterioso de las cosas,...

Instruir deleitando

Fernando Iwasaki Cauti
El descubrimiento de España
Ediciones Nobel
Oviedo, 1996, 205 págs.

Amalia Bautista

La ha celebrado gente tan diversa como Ramón Irigoyen, Felipe Benítez Reyes y Emilio Quintana. Su nombre es Amalia Bautista.Nació en Madrid en 1962. Yo la conocí cuando tenía veinte años y estudiaba Ciencias de la Información en la Complutense. Paco Aguilar Piñal acababa de descubrir una tragedia inédita de Cadalso, Solaya o los circasianos. Celebré el venturoso hallazgo en las páginas de Pueblo y formé parte del grupo de amigos que leyó la tragedia en público. Entre ellos estaba Amalia, que daba voz a la protagonista. Me parece que entonces aún no escribía versos, pero recitaba como los ángeles. Tardaría seis años en ver la luz su primer y único libro, Cárcel de amor (Sevilla, Renacimiento, 1988), y siete más en publicarse La mujer de Lot y otros poemas (Málaga, Llama de Amor Viva, 1995), una plaquette con el sello inconfundible de Rafael Inglada.La "línea clara" se hizo para Amalia Bautista. Su poesía esgrime el mismo pulso firme y verdadero que la de d'Ors, Juaristi o Martínez Mesanza. Cuenta cosas cercanas, que nos turban o nos consuelan, pero que siempre nos son útiles, porque están hechas de la misma tela con que están tejidos nuestro corazón y nuestro cerebro. Inteligencia y sensibilidad se dan la mano en esta mujer que no escribe para mujeres, sino para ti y para mí, y hasta para usted, que se oculta tras la máscara neofascista de la political correctness y niega la libertad desde una Inquisición hecha de cuotas y discriminaciones positivas. Jugando y divirtiéndose con el lenguaje, como Marcial, como Louise Labé, Amalia ha concebido un mundo de palabras extraordinariamente fresco, habitable, distinto. Un mundo que comienza a insinuarse donde terminan estas líneas de admiración y reconocimiento.LAS ANTIGUAS LLAMAS No pude confesarte dónde había estado tanto tiempo, ni explicarte mi vuelta inesperada. Sólo pude hacerte sospechar que en aquel año te había sido infiel impunemente. Y era mejor así. Volví a rendirme ante tus ojos y ante tu perdón. Me olvidé de que estuve en aquel centro para enfermos mentales. Volvió todo a ser como fue siempre antes de irme. Volvió el amor desgarrador y dulce, y la pasión nociva, y en mi pecho volvieron a encenderse sin clemenciaaquel dolor y las antiguas llamas.(Cárcel de amor)CÁRCEL DE AMOR De todas las mujeres que has tenido que me quieres a mí más que a ninguna es lo que dices siempre. Sin embargo, ellas pudieron compartir tu cama, y a mí me has encerrado en este cuarto en el que me visitas por las tardes, me traes dulces y libros, y me hablas de arte y literatura. Al despedirte me das un paternal beso en la frete y así hasta el otro día. Y yo me quedo sola y me aburro. Y echo en falta un hombre. Por eso no te extrañes, amor mío, si vienes a mi celda por sorpresa y me ves abrazada al carcelero.(Cárcel de amor)MARGARITA DE PROVENZA Sólo tú permaneces a mi lado, anciano caballero, y bien conoces mis...

André Breton

Todo empezó el 3 de noviembre de 1969, cuando compré con Rita en la librería "Buchholz" del Paseo de Recoletos madrileño un ejemplar de la estupenda Antología de la poesía surrealista de lengua francesa de Aldo Pellegrini (Buenos Aires, Compañía General Fabril Editora, 1961). Además de ir envuelto en una camisa ilustrada con dos preciosas fotos de Man Ray, ese libro incluía (págs. 86-88) la versión castellana del poema "L'union libre" de André Bretón (1896-1966), publicado por éste en forma de plaquette anónima en París, 1931, un año después de la incongruente revista Le Surréalisme au service de la Révolution. Por si fuera poco, en el frontis del florilegio pellegriniano aparecía Bretón acompañado de su bella esposa, Elisa, prestando rostro y nombre propio, no sé si con el rigor biográfico debido, a la mujer anónima del poema.L'union libre" es uno de los poemas de amor más hermosos de la literatura contemporánea. El himno bretoniano a la mujer es brillante, apasionado, inaugural, distinto. Lo leí por primera vez en francés en La poésie surrealiste de Jean-Louis Bédouin (París, Seghers, 1970, págs. 82-84). Supone entonces que Pellegrini había interpretado bien el texto original, tan asimilable —como tantos otros poemas de los autores vanguardistas del primer tercio de este siglo- a los postulados estéticos de la "línea clara", pero que su versión podía mejorarse. A tal efecto, y más de un cuarto de siglo después, concretamente la tarde del 7 de septiembre de 1996, mi buen amigo Miguel Veyrat y yo, trabajando sobre una primera versión del propio Miguel y dándole mil vueltas a cada término, urdimos una nueva traducción del poema, que empieza donde acaban estas palabras.LA UNIÓN LIBREMi mujer con cabellera de lumbre de leña Con pensamientos de relámpagos de calor Con talle de reloj de arena Mi mujer con talle de nutria entre los dientes de tigre Mi mujer con boca de escarapela y de ramillete de estrellas deprimera magnitudCon dientes de huellas de ratón blanco sobre la tierra blanca Con lengua de ámbar y de vidrio bruñidos Mi mujer con lengua de hostia apuñalada Con lengua de muñeca que abre y cierra los ojos Con lengua de piedra increíble Mi mujer con pestañas de palotes escritos por un niño Con cejas de borde de nido de golondrina Mi mujer con sienes de pizarra de techo de invernadero y de vaho en los cristales Mi mujer con hombros de champán Y de fuente con cabezas de delfines bajo el hielo Mi mujer con muñecas de cerillas Mi mujer con dedos de azar y de as de corazones Con dedos de heno segado Mi mujer con axilas de marta y de rastrojos De noche de San Juan De alheña y de nido de escalarías Con brazos de espuma de mar y de esclusa Y de mezcla de trigo y de molino Mi mujer con piernas de cohete Con movimientos de relojería y desesperación Mi mujer con pantorrillas de médula de saúco Mi mujer con pies de iniciales Con pies de llaveros...

Gabriel Ferrater

Gabriel Ferrater (Reus, 1922-Sant Cugat del Valles, 1972), hermano del filólogo y crítico Joan Ferraté (Reus, 1924), es el primer poeta español de lengua catalana que se asoma a esta sección. Traductor al catalán y al castellano de obras de Kafka, Hemingway, Chomsky, Boomfield y Gombrowicz, y autor de una importante y variada obra ensayística, su producción poética comprende los libros Da nuces pueris (1960), Menja't una cama (1962) y Teoría dels cossos (1966), reunidos en el volumen Les dones i els dies (1968). Representa para la poesía catalana lo que Jaime Gil de Biedma, siete años más joven que él supuso para la castellana: la expresión de la experiencia diaria, que funde serenamente los niveles de la ironía, del sentimiento amoroso y de la reflexión cívica.Su posición teórica ante el hecho poético se resume en esta frase: «El ideal sería que todo poema fuese claro, sensato, lúcido y apasionado, es decir, y en una palabra, divertido.» Cuando mi amigo José Luis Gallero andaba preparando su excelente Antología de poetas suicidas (1770-1985), que vería la luz en 1989 (Madrid, Fugaz Ediciones Universitarias), me encomendó la versión de los poemas de Ferrater. En aquella ocasión traduje cinco piezas breves: «Poseído», «Si puedo», «Ocio», «La ciudad» y «Útero». Ahora y basándome como entonces en la antología bilingüe Mujeres y días (Barcelona, Seix Barral, 1979), he elegido un poema largo, «By Natural Piety», que pasa por ser uno de los mejores de Gabriel. Dedico mi traducción a Francesc Parcerisas, recordando su fantástico libro Focs d'octubre.BY NATURAL PIETY¿Obra del solo instante, este fugaz quiliedro diamantino: la luz sobre tu cabeza corta de pelo? No. Lento en construirse, y exigente, con dura finalidad. Piensas en los días, noches de confiado olvido, muchas idas y vueltas por sendas que conducen a la aurora, y rellanos asfixiantes de los mediodías, y collados de fría desazón en los crepúsculos enmarañados de rodeos. Tu cuerpo ha subido hasta aquí. Quiero ahora que me lleves abajo. Quiero que me enseñes los lugares que tienes en la memoria, y te cuentan cómo has ido naciendo. Condúceme a las hoyas donde aprendiste a nadar, a las grutas que se irisan de fiebre de unas aguas donde te has zambullido. Vamos a perdernos por el bosque de robles bajos de tus primeros miedos. Seguimos la carretera por donde te hacían ir en bici al pueblo a comprar pan para los huéspedes inesperados.Estamos ya en el cruce donde esperabas el autobús de los regresos a Barcelona. Tomémoslo. Nos dejará en el bar suburbano leño de artificios importantes: el prisma de vidrio largo te entregaba chicles, la báscula te marcaba el beneficio de cada verano. Dentro de la ciudad, busquemos el barrio de las cosas que ahora son corpúsculos de tu instinto, y son todavía cosas que puedo ver. Descúbreme el escaparate prodigioso de botellas de facetas difíciles, que eran sueños s everos y a la vez dúctiles, como augurios de cuando pudieses alcanzar tu cerrada y total naturaleza femenina.Aquí, tomemos un vaso de...

Antología

En este número de verano de NUEVA REVISTA, y en estas latitudes donde el calor ejerce su magisterio inmisericorde, se me ocurre ofrecerles unas cuantas pildoras de línea clara, para aligerarles la digestión y entonarles el alma. He buscado en el gran depósito de psicotrópicos de nuestra lírica más reciente y he separado seis pastillas que por su aspecto (del contenido ya opinarán ustedes más tarde) me han parecido dignas de ser seleccionadas. La primera de ellas salió del laboratorio alquímico de Miguel d'Ors (Santiago de Compostela, 1946) y habla de esa mujer que hemos perdido incluso antes de encontrarla. Dice así:A ti, que serás siempre La Ignorada, a ti, que llegaste a quién sabe qué lugar cuando yo, ay, acababa de salir de él, o perdiste aquel tren, no sé cuál, que te hubiera traído al centro de mi vida, o estabas en un banco de algún parque un día que yo no quise pasear entre las hojas verlenianas, a ti, por la chacarera de tu mirada que nunca he visto, por ese corazón que desconozco y es como una playa en septiembre, a ti, por todo lo que me hubiera obligado a amarte, a ti, que me hubieses amado hasta nunca, que ahora puedes estar llorando en la luz fría de una habitación de hotel, o con tus hijos en el British Museum, o ves el arco iris en una telaraña, o piensas en mí sin saber que soy yo, a ti, retrospectiva, condicional, perdida, dondequiera que estés, este poema.La segunda es del bibliómano Abelardo Linares (Sevilla, 1952) y nos habla del vértigo del amor:Toda lentitud tiene algo de muerte. Todo cuerpo en reposo ensaya una postura de cadáver.Rapidísimo, entre convulsiones de montaña rusa, brusco como un pistoletazo en la sien o la dentellada de un cocodrilo, resbaladizo como la sangre recién derramada o la mirada del asesino, el futuro me arrastra, ya no importa hacia dónde, a la única velocidad recomendable, a la velocidad de la luz de tus ojos.La tercera se debe a Lorenzo Martín del Burgo (Almagro, 1952) y es una de las grageas líricas más tristes que he tomado en mi vida:Yo estaba en un café, sentado en un café. Yo estaba leyendo un libro, sentado en un café. Yo estaba leyendo un libro o un periódico, no consigo acordarme, sentado en un café. Yo estaba bebiendo en un café, sentado en el diván de un café. Yo estaba bebiendo cerveza o vino o coñac, no consigo acordarme. Yo estaba borracho en un café, perdido en un café, leyendo un libro, soñando con otros mundos, con otras gentes, con otros lugares. Yo estaba pensando en ti en un café, mientras leía un libro (no recuerdo qué libro era el que yo leía), mientras bebía una copa (no recuerdo de qué era esa copa que yo bebía). Yo estaba perdido, borracho en un café, esperando a un amigo. Yo esperaba a un amigo que no llegaba, o tal vez no esperaba a nadie, simplemente...
Paul Valery

España y Paul Valéry

La especialista Monique Allaín-Castrillo hace un documentado estudio sobre la figura y la obra del gran poeta francés en el libro "Paul Valéry y el mundo hispánico" (editorial Gredos).

Jaime Gil de Biedma

«Después de la muerte de Jaime Gil de Biedma» es, para mí, el mejor poema de Jaime Gil de Biedma (1929-1990). Figura en las páginas 32-35 de su librito Poemas póstumos, sexta entrega de la colección «Poesía para todos», Madrid, 1968 (digo lo del librito porque tiene cuarenta páginas y tan sólo doce poemas, aunque se cuenten entre ellos algunos de los más hermosos que se han escrito en castellano en los últimos cien años). Fue en verano de 1996, y en su casa de campo de Nava de la Asunción (Segovia), cuando Jaime escribió este poema, que evoca a su vez sucesos del verano de 1965, pues existe una fotografía de agosto de ese año en la que puede verse a algunos de sus personajes en la piscina de la casa (foto reproducida por Shirley Mangini en su Gil de Biedma, Madrid, Júcar, 1980, pág. 103).Paradójicamente, cuando «el otro» Jaime Gil de Biedma hace que Jaime Gil de Biedma se suicide después del último verano de su juventud, lo que está haciendo es salvarse a sí mismo, y ello en la medida en que no concibe seguir viviendo una vez ida la juventud y, por lo tanto, tiene que morir, siquiera en el poema. «Después de la muerte de J. G. de B.» es una pieza memorable. Resulta fácil percibir su huella en un amplísimo abanico de poetas contemporáneos, desde Miguel Veyrat a Miguel d'Ors, pasando por mí mismo. Otros autores, como Julio Martínez Mesanza, no aprecian lo más mínimo la  obra poética de Jaime, una poesía de rigurosa «línea clara» y alta calidad expresiva que, dependiendo del lector, puede fascinar o irritar, pero que a nadie deja indiferente.DESPUÉS  DE LA MUERTE DE JAIME GIL DE BIEDMAEn el jardín,  leyendo, la sombra de la casa me oscurece las páginas y el frío repentino de finales de agosto hace que piense en ti.El jardín y la casa cercana donde pían los pájaros en las enredaderas, una tarde de agosto, cuando va a oscurecer y se tiene aún el libro en la mano, eran, me acuerdo, símbolo tuyo de la muerte. Ojalá en el infierno de tus últimos días te diera esta visión un poco de dulzura, aunque no lo creo.En paz al fin conmigo, puedo ya recordarte no en las horas horribles, sino aquí en el verano del año pasado, cuando agolpadamente -tantos meses borrados- regresan las imágenes felices traídas por tu imagen de la muerte ... Agosto en el jardín,  a pleno día.Cerca de la piscina vasos de vino blanco dejados en la hierba, calor bajo los árboles. Y voces que gritan nombres.                        Ángel, Juan, María Rosa, Marcelino, Joaquina -Joaquina de pechitos de manzana. Tú volvías riendo del teléfono anunciando más gente que venía: te recuerdo correr, la apagada explosión de tu cuerpo en el agua. Y las noches también de libertad completa en la casa espaciosa, toda para nosotros lo mismo que un convento abandonado, y la nostalgia de puertas secretas, aquel correr por las habitaciones, buscar...

Jose del Rio Sainz

José del Río Sainz (Santander, 1884-Madrid, 1964) estudió Náutica en su ciudad natal y navegó durante muchos años como capitán de barco por esos mares de Dios, aprehendiendo la variedad del mundo y la inanidad de las cosas. Se dedicó más tarde al periodismo, popularizando el pseudónimo de «Pick» tanto en la prensa cántabra como en la nacional. En el ínterin, había ido publicando libros de poemas como Versos del mar y de los viajes (1912), La belleza y el dolor de la guerra. Versos de un neutral (1922), Hampa (1923) y Versos del mar y otros poemas (1924 y 1925). Es autor, también, de una estupenda obra de teatro (La amazona de Estella, 1926) y de documentadas biografías de Nelson, Zumalacárregui y Churchill. Tradujo, entre otros libros, La maga de la montaña, de Sir Walter Scott.Si bellos son los poemas de asunto marinero de José del Río, aún lo son más los que componen la serie de Hampa, uno de los libros más frescos, originales y divertidos de la poesía española del siglo XX (además de un objeto memorable, adornado con unas bellísimas maderas que constituyen la única obra gráfica conocida de Pancho Cossío). En Hampa, del Río, desde su experiencia de marino desengañado, nos habla de ese lado oscuro que todos intentamos ocultar, muy en la línea postmodernista de la "poesía canalla". Ofrezco a continuación el último poema de Hampa, «Apelación» (págs. 103-105), en el que el poeta justifica la hechura de su libro, y un maravilloso soneto publicado en el raro volumen colectivo Sonatina al soneto (Santander, Talleres tipográficos de El Diario Montañés, 1935, pág. 59).APELACIÓN Burguesitas románticas, sensitivas Ofelias,que lloráis viendo La Dama de las Camelias;a vosotras someto mi libro taciturno,que los hombres sin alma tacharán de inmoralporque pinto un estado social que, cual Saturno,a sus hijos devora en un festín bestial.Muchachitas de tierno corazón, sed mis jueces;si el cáliz de la vida muestro lleno de heces,no es para recrearme con el licor viscoso,sino por ver si presto un latido piadoso al corazón del mundo.La vida es una sima y en su fondo profundo,oculta por la capa de un espejo radioso,de un rosicler jocundo,hay mucho negro légamo, hay mucho turbio poso.Margarita Gautier, la de tierna raigambre,no es la más desgraciada flor de este mundo abyecto;ella no sufrió apenas los mordiscos del hambrey murió consolada por un amante afecto.¡ Ay, las que caen comidas de tisis y gangrenasen salas de hospitales frías cual catacumbas,y el ansia de ser puras y el ansia de ser buenascomo un sueño imposible se llevan a las tumbas!Esas hoscas mujeres, pesadillas que oprimenel ánimo y que a veces resbalan hasta el crimen,quizá dentro llevaban un ángel del hogary empezaron su vida con un ingenuo idilio.¡Ay, si hubieran tenido quien les prestara auxilio,como se salva a un náufrago de la furia del mar!En casi todas ellas, intactos y latentes,se hubieran encontrado de la virtud los rasgos;la mayor parte de ellas, víctimas inocentes,fueron pasto de monstruo y carnaza de trasgos.Yo llevo en mi...

Manuel Machado

Sin Manuel Machado (1874-1947) y sin Borges no es concebible la poesía española del fin de siglo. Su huella es perceptible en Julio Martínez Mesanza, Miguel d'Ors y Jon Juaristi, la tríada capitolina de nuestra lírica contemporánea. Su rastro es luz y orienta a los más jóvenes por el oscuro bosque de la creación literaria. A Borges ya me he referido en esta misma sección. De Manuel Machado poco puedo decir salvo que, en compañía de Federico García Lorca, me parece el poeta español más genial de este si glo que ahora termina. En una ocasión ya lejana, intervine en un curso tinerfeño de la UIMP, dirigido por mis amigos Blanca Garí y Juan Francisco Fuentes, con el tema «Autorretratos líricos contemporáneos». Y, claro, no paré de hablar de los de don Manuel Machado, auténtico inventor del género.Desde «Adelfos», en Alma (1898-1900), hasta el «Nuevo autorretrato», de Phoenix (1935), pasando por «Retrato», «Prólogo-Epílogo» y «Yo, poeta decadente», de El mal poema (1909), Manuel Machado se dibuja poéticamente a sí mismo con un ingenio, una frescura y una claridad tales que se diría que asistimos en sus versos al teatro sin tiempo de los mitos, cuando podía uno tumbarse a la sombra de un árbol a oír el canto del ruiseñor y el reloj suspendía, por un siglo o por un milenio, su carrera veloz hacia la muerte. Transcribo ahora el primer autorretrato de don Manuel ( Poesía. Opera omnia lyrica, Madrid, Editora Nacional, 1942, páginas 3-4), ese que casi todo el mundo se sabe de memoria, y un poema mío en honor del maestro, publicado en  Cuadernos Hispanoamericanos allá por 1974, coincidiendo con su centenario.ADELFOS Yo soy como las gentes que a mi tierra vinieron -soy de la raza mora, vieja amiga del Sol-, que todo lo ganaron y todo lo perdieron. Tengo el alma de nardo del árabe español.Mi voluntad se ha muerto una noche de luna en que era muy hermoso no pensar ni querer... Mi ideal es tenderme, sin ilusión ninguna ... De cuando en cuando, un beso y un nombre de mujer.En mi alma, hermana de la tarde, no hay contornos ...; y la rosa simbólica de mi única pasión es una flor que nace en tierras ignoradas y que no tiene aroma, ni forma, ni color.Besos, ¡para no darlos! Gloria ... ¡la que me deben! ¡Que todo como un aura se venga para mí! ¡Que las olas me traigan y las olas me lleven y que jamás me obliguen el camino a elegir!¡Ambición! No la tengo. ¡Amor! No lo he sentido. No ardí nunca en un fuego de fe ni gratitud. Un vago afán de arte tuve... Ya lo he perdido.Ni el vicio me seduce, ni adoro la virtud.De mi alta aristocracia dudar jamás  se pudo.No se ganan, se heredan, elegancia y blasón ...Pero el lema de casa, el mote del escudo, es una nube vaga que eclipsa un vano sol.Nada os pido. Ni os amo, ni os odio.Con dejarme, lo que hago por...

Juan-Eduardo Cirlot

Juan-Eduardo Cirlot (1916-1973) es uno de los poetas en lengua castellana más interesantes del siglo xx. Le pasó lo mismo que a Cavafis y a Pessoa: tuvo que morirse para que los estudiosos empezaran a valorar su poesía, oscurecida por su tarea como crítico de arte, que fue muy aplaudida en el tiempo que le tocó vivir. Discípulo del musicólogo y etnógrafo Marius Schneider -el célebre autor de El origen musical de los animales-símbolos en la mitología y la escultura antiguas (Barcelona, CSIC, 1946) y de La danza de espadas y la tarantela (Barcelona, CSIC, 1948)-, Cirlot paseó por Cataluña y por España el brillo de unos ojos lúcidamente alucinados, haciendo gala en todo momento de un envidiable sentido de la independencia y de una aristocracia de espíritu poco frecuente en estos días.Sea en rotundos endecasílabos castellanos, sea en permutaciones gráficas o aliteraciones fonéticas de gusto arcaico y vanguardista a la vez, Cirlot continúa en sus versos el camino trazado por el antiguo bardo céltico, un camino de amor y de belleza "para la nada y donde nunca". Son caracteres rúnicos los suyos, surgidos de no sé cuál hechizo antiquísimo que los fijó desde el principio al metal o a la roca, asegurando así su permanencia. Cada letra reclama su pasado ideográfico y pictográfico, un pretérito sacro de espadas, cruces góticas y dragones. Entre los escasos, pero magníficos, poemas de "línea clara" de Cirlot figura el que ofrezco a continuación; puede leerse en Poesía 1966-1972, edición de Leopoldo Azancot, Madrid, Editora Nacional, 1974, páginas 128-129.MOMENTOMi cuerpo se pasea por una habitación llena de libros y de espadas y con dos cruces góticas; sobre mi mesa están Art of the European Iron Age y The Age of Plantagenets and Valois, aparte de un resumen de la Ars Magna de Lulio.Las fotografías de Bronwyn están en sus carpetas, como tantas otras cosas que guardo (versos, ideas, citas, fotos).Si ahora fuera a morir, en esta tarde (son las 6) de finales de mayo de 1971, y lo supiera de antemano, no me conmovería mucho, ni siquiera a causa del poema «La Quete de Bronwyn» que está en imprenta.En rigor, no creo en la «otra vida», ni en la reencarnación, ni tengo la dicha (menos aún) de creer que se puede renacer hacia atrás, por ejemplo, en el siglo XI.Sé que me espera la nada, y como la nada es inexperimentable, me espera algo no sé dónde ni cómo, posiblemente ser en cualquier existente como ahora soy en Juan-Eduardo Cirlot.Mi cuerpo me estorbaría y desearía la muerte -¡ah, cómo la desearía!- si pudiera creer en que el alma es algo en sí que se puede alejar e ir hacia los bosques estelares donde el triángulo invertido de los ojos y boca de Rosemary Forsyth me lanzaría de nuevo a la tierra de los hombres, porque en esta vida no he sabido o no he podido trascender la condición humana, y el amor ha sido mi elemento, aunque fuese un amor hecho de nada,...

Cultura en libertad

Mucha gente lo ha dicho, pero creo que fue Aranguren quien patentó la frasecilla: la cultura es de izquierdas. Nunca entendí cómo podía teñirse de un determinado color político algo tan sustancialmente ligado al único animal con dos apellidos, el homo sapiens sapiens, ese individuo perteneciente a la especie de monos erguidos que hace sólo unos pocos miles de años comenzó a imponer su ley en el planeta Tierra.