Luis Alberto de Cuenca

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Filólogo. Profesor de investigación del ILC/CCHS/CSIC. Poeta. De la Real Academia de la Historia.

Borges, veinticinco años después

Luis Alberto de Cuenca realiza un sentido homenaje del maestro argentino Jorge Luis Borges en el veinticinco aniversario de su fallecimiento.

Poesía. Luis Alberto de Cuenca

Nunca me he considerado un profesional de la poesía, sino un enamorado de la misma. Gané un premio a los diecinueve años que me abrió las puertas de la publicación de mis versos, y desde entonces no he parado de publicarlos. Escribo porque no tengo más remedio: es una pulsión obligatoria, fruto de la mirada poética que, de manera innata, ejerzo sobre el mundo (Luis Alberto de Cuenca)

Baraja de recuerdos

Los números de la vida humana mueven a la sonrisa por su precariedad. Veinte años nos parecen, por ejemplo, una cifra respetable, de la que poder servirse para inmortalizar un tango («que veinte años no es nada», etc.) o escribir un poema («ahora que de todo hace ya veinte años», de Jaime Gil de Biedma).

El placer de la literatura universal

El mapa de la literatura es el mapa de nuestra vida. La literatura universal debe regresar a los planes de estudio con esa misma rotulación, dando con ello muestras del cosmopolitismo que ha de informar nuestra política cultural.

La poesía de Miguel d’Ors

Poeta y profesor de literatura, nieto del filósofo y ensayista catalán Eugenio D'Ors, Premio de la Crítica, Miguel es uno de los más destacados nombres de la poesía española de las últimas décadas.

Tres carteles de cine

El autor hace un recopilatorio de poemas "Misión de audaces", "La guerra de las galaxias" y "La Bella y la bestia".

La forja de un lector

De cómo transcurre la vida de un lector desde sus inicios en la lectura, los primeros libros que tuvo, los siguientes, etc.

Memoria de don Antonio

No recuerdo con precisión si fue en cuarto o en quinto curso de carrera, pero sí creo estar seguro de la materia, «Paleografía y crítica textual latinas», que me dio a conocer personalmente, allá por los primeros años setenta del siglo pasado, a don Antonio Fontán.

Álvaro Garcia

Reseña de la obra poética de Álvaro García.

Amalia Bautista.

Amalia Bautista (Madrid, 1962) acaba de rozar la efímera gloria de ser galardonada con el Premio de la Crítica. Bueno, ella no, sino su libro Cuéntamelo otra vez (Granada, La Veleta, 1999), porque son los libros los que obtienen los premios, aunque los libros suelen ir firmados, y en este caso iba firmado por ella. En última instancia, un libro de Guillermo Carnero (Valencia, 1947), Verano inglés, muy explícito esta vez y enormemente comunicativo, se llevó el galardón, pero Amalia estuvo ahí todo el rato, compitiendo en buena lid con Guillermo, creando complicidades entre los miembros del jurado, que hubiesen deseado no tener que elegir entre dos libros tan distintos y, a la vez, tan hermosos. De Carnero se ha ocupado ampliamente la prensa nacional. De Bautista escribió José Luis García Martín en «El Cultural» de El Mundo con su habitual perspicacia (fue García Martín, y no Carnero, como obstinadamente defendí ante el mismísimo autor de Verano inglés, cuando le di la enhorabuena), y ahora yo tomo el relevo de José Luis, reseñando Cuéntamelo otra vez en las páginas de este número de NUEVA REVISTA, e incluyendo un precioso poema del libro finalista del Premio de la Crítica, a mayor gloria de la más alta poesía española contemporánea.Al cabo Al cabo, son muy pocas las palabras que de verdad nos duelen, y muy pocas las que consiguen alegrar el alma. Y son también muy pocas las personas que mueven nuestro corazón, y menos aún las que lo mueven mucho tiempo. Al cabo, son poquísimas las cosas que de verdad importan en la vida: poder querer a alguien, que nos quieran y no morir después que nuestros hijos.Las maravillas de Amalia Creo firmemente que la colección La Veleta, dirigida por Andrés Trapiello, es uno de los lugares más apetecibles de la geografía editorial española para publicar un libro de versos. De manera que, ante todo, debo congratularme de la conexión de mi admirada Amalia Bautista con la admirable serie granadina, pues siempre es grato ver cómo coinciden los autores y las colecciones que prefiero en una misma entrada bibliográfica, cosa que ha sucedido en esta ocasión. Así, el libro de Amalia constituye la entrega cuadragésimo séptima de La Veleta, tras la inmortal edición de la Poesía de Rafael Lasso de la Vega, a cargo de Juan Manuel Bonet, y precediendo a los Poemas de Robert Louis Stevenson, a la Poesía de Gerard Manley Hopkins, a las Poesías de Enrique DíezCanedo, a unos Espejos de Abelardo Linares y a la Poesía completa de José del Río Sainz.Treinta y cuatro son las composiciones de que consta el libro, repartidas en tres secciones, de trece, diez y once poemas respectivamente. Algunas piezas habían visto ya la luz en diversas revistas, y un conjunto de diez poemas apareció en forma de plaquette malagueña (La mujer de Lot y otros poemas, Llama de amor viva, 1995, al cuidado de Rafael Inglada). Uno de los treinta y cuatro poemas, el que clausura la primera parte (pág....

Esteban Torre

Esteban Torre es médico. Cuando llevaba ya bastantes años ejerciendo la profesión que ennobleciera Hipócrates, lo asaltó la Filología en un descampado de su mente y lo atrajo hacia su partido. Se convirtió en uno de nuestros mayores especialistas en métrica y obtuvo una cátedra en el Departamento de Lengua Española, Lingüística y Teoría de la Literatura de la Universidad de Sevilla, donde ejerce su magisterio. Hizo una tesis doctoral sobre Huarte de San Juan y su Examen de ingenios para las ciencias que continúa siendo imprescindible. Fue precisamente con motivo de su dedicación al también médico Huarte como vi impreso por primera vez el nombre de Esteban, ligado a una preciosa edición del Examen en Editora Nacional. En su calidad de experto en métrica, no podía dejar de interesarle una estrofa tan compleja como la sextina, que tanta habilidad y sabiduría requiere. Torre es, también, poeta, y de los buenos, de manera que su brillante desempeño profesional se ve enriquecido, en su caso, por una sensibilidad poética muy depurada. Para corroborar lo que les digo, ahí está «Certidumbre». CERTIDUMBRE Poco importa seguir en sombras, cerca del horror del vacío, si a lo lejos una cálida luz alumbra, y todo nos hace ver el triunfo de una vida que se levanta al fin sobre la muerte, más allá de la niebla de la nada. Pero la negra espira de la nada se arremolina cada vez más cerca, y el terrible zumbido de la muerte horada nuestras sienes desde lejos, mientras en la pantalla de la vida se va tiñendo de amargura todo. Y hay un ansia febril que, sobre todo, nos empuja al abismo de la nada, y es la conciencia plena de la vida, la delicia real de lo más cerca, mientras que se divisa muy de lejos la oscura silueta de la muerte. Porque lo más horrible no es la muerte, sino esta certidumbre de que todo se va desmoronando y, a lo lejos, surge el hueco castillo de la nada, que, cuando lo miramos más de cerca, es el dulce palacio de la vida. Hacerse y deshacerse en clara vida, deshacerse y hacerse en turbia muerte, saberse dura, tercamente cerca del bosque del destino, en el que todo tiene la misma fronda que la nada y la proximidad de lo más lejos. Sí, todavía se mantiene lejos la verdadera fuente de la vida, que extiende sus veneros en la nada y anega los eriales de la muerte, y lo florece de alegría todo con la esperanza de sentirse cerca. No importaría estar cerca ni lejos del árbol de la vida, o de la muerte, si todo fuera niebla, y sombra, y nada.

Claudio Rodríguez

En su libro Alianza y condena, publicado en 1965 (Revista de Occidente), incluía Claudio Rodríguez (1934-1999) un poema titulado«Adiós», que me gusta muchísimo. Figuraba en la postal con que el grabador Dimitri convocaba a los amantes de la poesía a una lectura de Claudio en su estudio de la calle Modesto Lafuente, allá por los últimos ochenta o primeros noventa, una lectura que yo iba a presentar, como consta en la invitación. Luego me puse enfermo o tuve que viajar a no se sabe dónde, no recuerdo muy bien lo que pasó, pero la cosa es que no estuve con el maestro zamorano en el estudio de Dimitri el día de su recital. Ahora Claudio Rodríguez vive en otro país desde hace unos meses. El país de la muerte, ese país de donde nadie vuelve a dar buenas o malas noticias, como decía Hamlet en su más célebre monólogo. Y su poema «Adiós» cobra un nuevo sentido, al margen del literal, y es importante para mí copiarlo dentro de esta sección, porque mi amigo Claudio, por el simple hecho de haber nacido después de 1930, no aparecía en las páginas de mis Cien mejores poesías de la lengua castellana, y su ausencia, la ausencia de uno de los poetas más grandes que han dado el siglo xx y la lengua castellana, tenía que paliarse de alguna forma.Cualquier cosa valiera por mi vida esta tarde. Cualquier cosa pequeña si alguna hay. Martirio me es el ruido sereno, sin escrúpulos, sin vuelta, de tu zapato bajo. ¿Qué victorias busca el que ama? ¿Por qué son tan derechas estas calles? Ni miro atrás ni puedo perderte ya de vista. Esta es la tierra del escarmiento: hasta los amigos dan mala información. Mi boca besa lo que muere, y lo acepta. Y la piel misma del labio es la del viento. Adiós. Es útil, normal este suceso, dicen. Queda tú con las cosas nuestras, tú, que puedes, que yo me iré donde la noche quiera.

Madera de boj

"Madera de boj" fue la última novela de Camilo José Cela (1916-2002), Premio Nobel de Literatura, obra personalísima sobre la Costa de la Muerte gallega, en la que no falta la poesía. Culmina así la trayectoria del autor de "La colmena", "La familia de Pascual Duarte" o "Viaje a la Alcarria"

Borges y el mundo clasico

Borges y el mundo clásico La literatura de Borges es deudora de los mitos y personajes aportadospor la cultura grecolatina. El artículo de Luis Alberto de Cuenca bucea en esas influencias, entre las que sobresalen nombres propíos como Heráclito el oscuro, el gran Virgilio y, sobre todos, Ulises, el héroe de las mil caras de la Antigüedad Clásica, por quien Borges siente una especial veneración.

Un poema inacabado de Enrique Jardiel Poncela

Sobre la poesía de Enrique Jardiel Poncela y una breve reseña de su vida.

Dos sonetos del Conde Salinas

El historiador e hispanista británico Trevor J. Dadson (1947-2020) estudió la obra de importantes poetas del Siglo de Oro: los hermanos Lupercio Leonardo y Bartolomé Leonardo de Argensola o el conde de Salinas, del que reproducimos dos sonetos.

Vicente Nuñez

Nacido en Aguilar de la Frontera (Córdoba) en 1929, Vicente Núñez formó parte del grupo cordobés de la revista Cántico y del grupo malagueño de la revista Caracola, dirigida por Bernabé Fernández Canivell. Por Ocaso en Poley (Sevilla, Renacimiento, 1982; 2a ed., 1983) obtuvo el Premio de la Crítica. A ese maravilloso libro pertenece el poema «La limosna», que tantas veces habremos recitado mis amigos y yo en las madrugadas memorables, cuando el mundo nos sonreía y la luna coronaba de plata las copas de los árboles frutales en el jardín de nuestra juventud. He coincidido con Vicente Núñez en tres o cuatro ocasiones. Es un tipo entrañable, divertido y profundo, lo que tiene auténtico mérito, pues hay poquísimas personas a las que puedan aplicarse esos tres adjetivos a la vez. La poesía de Vicente le gusta mucho a mis amigos andaluces, entre otros a Félix Piñero, Abelardo Linares, Juan Lamillar, Luis García Montero y Felipe Benítez Reyes, a quienes mando desde aquí el sonido y la furia de mi complicidad. LA LIMOSNA Una noche de invierno, de tantas en la vida, sintiéndome el más pobre de los pobres del mundo, me arrojé por las calles en busca de sustento mientras la lluvia hería mi rostro como un látigo. Como pude, arrastrándome por aquel torbellino de vértigo y de frío, logré alcanzar su casa. Llamé con la ternura que precede a la muerte; besé, con el helor que en mis labios traía, aquellos aldabones que yo soñé imposibles. Salieron a la puerta sus hijos, como rosas en el trono encendido del hogar que vibraba. Yo no sé qué limosna pedí, ni con qué harapos quise ocultar mi fiebre, mi amor y mi miseria. Del fondo de la casa, del fondo de la vida, sentí su voz decirme, mientras agonizaba mi corazón: «Perdone. Por Dios, perdone, hermano».

José María Eguren

EL 2 DE ENERO DE 1999 mi amigo Enrique Andrés Ruiz me escribió una carta que está en el origen de estas líneas. Me comentaba que hacia el otoño del año en curso iba a organizar una exposición en la que pensaba «reunir a la plana mayor de los pintores españoles figurativos de la última década».El hecho es que dicha exposición llevará por título Canción de las figuras, y que ese rótulo se lo ha prestado a Enrique un poeta peruano formidable llamado José María Eguren (1882-1942). A Enrique le fascina ese poeta. Dice textualmente en su carta: «Eguren, una especie de Rubén Darío minimalista, es uno de los pocos poetas que eché en falta en tus Cien mejores poesías de la lengua castellana, de Austral, y por eso te lo propongo para la sección de NUEVA REVISTA». Dicho por ti y hecho por mí, querido Enrique. A mí también me gusta mucho Eguren. De los tres poemas suyos que prefiero —«Juan Volatín», de Simbólicas (1911); «Efímera», de Canción de Lis figuras (1916), y «Los gigantones», de Rondinelas (1929)—, he elegido «Efímera» por aquello de que pertenece al libro cuyo título va a presidir la exposición que prepara mi admirado corresponsal. Lo copio de la edición de Gema Areta Marigó (Madrid, Visor, 1992, página 100).   EFÍMERA Da vespertino rayo la zarca luna,ronda efímera verde por la laguna. Por las aguas doradas dichosa vuelascelebrando la vida con tarantelas. Ya miras las luciólas de los jardinesy en ribereñas casas los lamparines. Y en tu vuelo, soñando, buscas la orquestade la luz nacarina por la floresta. No temes las cercanas plomizas lluviasy en la laguna gozas las fiestas rubias. Y desoyes la culpa de las ninfeaspor los juegos de amores que centelleas. En tus celos las alas tiendes velocesa la naciente imagen que desconoces. Tú, ideal tempranero que el mundo invoca,dejas tanta hermosura por fuga loca. Y sueñas instintiva o iluminadaen la luz de la muerte ¡Flor de la nada!

Luis Rosales

Poesía de Luis Rosales, incluido en uno de los cien mejores poetas de la lengua castellana.

Agustín de Foxá

Sobre la poesía de Agustín de Foxá.