Luis Alberto de Cuenca

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Filólogo. Profesor de investigación del ILC/CCHS/CSIC. Poeta. De la Real Academia de la Historia.

Latín Lovers. La lengua que hablamos (aunque no nos demos cuenta). Emilio del Río

Junto a los aspectos puramente lingüísticos, Del Río incluye en cada uno de sus más de cincuenta capítulos de Latín lovers infinidad de referencias al mundo extra-lingüístico, tanto extraídas de su riquísimo acervo cultural como de la más rabiosa actualidad, preparando un cóctel imparable en el que no faltan las dosis necesarias de buen humor

Poemas

Dos poemas de Luis Alberto de Cuenca con motivo del cuarto centenario de la muerte de Shakespeare y Miguel de Cervantes.

Cuentos (1832-1849). Edgar Allan Poe

Uno de los autores que han marcado la literatura contemporánea. Edgar Allan Poe (1809-1849) plasmó su torturada personalidad en sus famosos Cuentos, una de las obras de la Biblioteca de Occidente en contexto hispánico.

Canción de Roldán

Comentario de Luis Alberto de Cuenca a la Canción de Roldán (Siglo XII) en la Colección Biblioteca de Occidente en contexto hispánico.

Biblioteca de Occidente: Metamorfosis (Ovidio)

Comentario de Luis Alberto de Cuenca a la Metamorfosis de Ovidio (Siglo I. a. C. – I. d. C.) en la Colección Biblioteca de Occidente en contexto hispánico.

Biblioteca de Occidente: Odas (Horacio)

Comentario de Luis Alberto de Cuenca a las "Odas" de Horacio (Siglo I.C.) en la Biblioteca de Occidente en contexto hispánico.

Biblioteca de Occidente: «Eneida», de Virgilio

Comentario de Luis Alberto de Cuenca a la "Eneida" de Virgilio (Siglo I.C.) en la Biblioteca de Occidente en contexto hispánico.

Biblioteca de Occidente: Hamlet (William Shakespeare)

Comentario de Luis Alberto de Cuenca al Hamlet de Shakespeare en la Colección Biblioteca de Occidente en contexto hispánico.

Cantar de los Nibelungos

Comentario de Luis Alberto de Cuenca a el "Cantar de los Nibelungos" (Siglo XIII) en la Colección Biblioteca de Occidente en contexto hispánico.

Baladas líricas (Coleridge)

Comentario de Luis Alberto de Cuenca a "Baladas líricas" de Coleridge (1798) en Colección Biblioteca de Occidente en contexto hispánico.

Hojas de hierba (Walt Whitman)

Comentario de Luis Alberto de Cuenca a "Hojas de hierba" (1855), obra capital de Walt Whitman (1819-1892), en la Biblioteca de Occidente en contexto hispánico.

Prosas profanas (Rubén Darío)

Comentario de Luis Alberto de Cuenca a "Prosas profanas" de Rubén Darío (1896) en la Colección Biblioteca de Occidente en contexto hispánico.

Gargantúa y Pantagruel (Rabelais)

Comentario de Luis Alberto de Cuenca a "Gargantúa y Pantagruel" de Rabelais (1532-1564) en Colección Biblioteca de Occidente en contexto hispánico.

Obra poética (Jorge Manrique)

Comentario de Luis Alberto de Cuenca a la Obra poética de Jorge Manrique (1465) en Colección Biblioteca de Occidente en contexto hispánico.

Milenios y cometas

Acabo de leer El año mil. de Georges Duby, el historiador de moda. Hace veinte años leí otro libro, espléndido, de Henri Focillon que llevaha el mismo título. El milenarismo me ha parecido siempre un tema fascinante. Los párrafos que siguen son un ligero memorámdum de mis lecturas al respecto, con una incursión en el campo -o, mejor, en el cielo- de los cometas, precursores del fín del mundo hasta el desarrollo de la astronomía moderna. Adsón, abad de Montier-en-Der, en la Champaña francesa, dirigió en 954 una carta a la reina Gerberga sobre el lema del Anticristo (Epistula ad Gerbergam reginatn de ortu el tempore Antichristi. editada por E. Saekur a finales del siglo XIX). Era la tal Gerberga esposa del rey francés Luis IV de Ultramar, que murió precisamente en 954, el año en que su reina solicitó de Adsón información acerca de asunto tan espinoso. Tras exponer lo que entiende por Anticristo y demostrar que hubo y habrá siempre ministros suyos -como los que cometen injusticias, aquellos que violan las leyes y los que no se atienen a las normas de la moral pública y privada-, Adsón dice que el Anticristo nacerá de la tribu de Dan, en Babilonia, y que se alzará en Betsaida, añadiendo que reedificará el templo de Jemsalén y que, después de haber ejercido su terrible poder durante tres años y medio, será entregado a la muerte en el Monte de los Olivos. El bueno de Adsón confunde con harta frecuencia lo que sólo concierne a la misteriosa bestia del Apocalipsis con lo que atañe al Anticristo. Sin emprender el vuelo de un polemista que pretende destruir un error doctrinal fuertemente arraigado, su argumentación principal intenta extirpar de raíz la falsa creencia de los que suponían próximo el fin del mundo (entre ellos, acaso, Gerberga, la destinataria del libro). Adsón asegura a su soberana que la aparición del Anticristo no tendrá lugar hasta que se cumpla la apostasia general vaticinada por San Pablo, y que, aun después de la aparición y ulterior destrucción del Anticristo, no tiene por qué seguirse de inmediato el Juicio Final y, como consecuencia, el fin del mundo. Las últimas palabras de la carta insisten en que sólo Dios sabe la hora en que tendrá lugar el Juicio Universal y que, por consiguiente, son inútiles todas las conjeturas al respecto. Adsón asegura a su soberana que la aparición del Anticristo no tendrá lugar hasta que se cumpla la apostasia general vaticinada por San Pablo, y que, aun después de la aparición y ulterior destrucción del Anticristo, no tiene por qué seguirse de inmediato el Juicio Final y, como consecuencia, el fin del mundo. Las últimas palabras de la carta insisten en que sólo Dios sabe la hora en que tendrá lugar el Juicio Universal y que, por consiguiente, son inútiles todas las conjeturas al respecto. El tratado de Adsón en forma de epístola se hizo tan famoso que, en siglos posteriores, se atribuyó ni más ni menos que a San Agustín, y...

Madame d’Aulnoy

El francés Paul Hazard es autor de varios excelentes libros de historia —entre ellos La crisis de la conciencia europea (¡680-1715) y El pensamiento europeo en el siglo xvitt, traducidos al castellano por Julián Marías hace casi cincuenta años—, pero también de un estupendo ensayo sobre literatura infantil, Los libros, los niños y los hombres, cuya versión española, publicada en 1950, cuando yo estaba ocupadísimo naciendo, ha caído hace poco en mis manos. Hazard nos habla con desenvoltura y buen humor de los tres elementos de que consta el título de su libro, relacionándolos con ingenio y sabiduría. Gracias a él he recordado, entre otras cosas, que los seres humanos, al llegar a la edad madura, distan mucho de ser agradables a la vista; que, cuando acaban de despertarse, o después de una larga jornada de trabajo, ofrecen un aspecto deplorable, con la cara surcada de arrugas, la piel barrosa y los ojos febriles y cansados. Cada vez que un adulto se mira en el espejo, la cruel Naturaleza le dice: has dejado de interesarme, tu tiempo ya pasó, debes morirte cuanto antes. Y el alma se conserva aún peor que el cuerpo. Las personas mayores carecen de libertad: son prisioneras de la grave razón. Si juegan, lo hacen para distraerse, para olvidar, para no pensar en el tiempo que les queda de vida o, mejor, de supervivencia, Nunca por el puro placer del juego, que es lo que hace libres y leves a los niños, ajenos a la angustia que inspira el paso del tiempo y el peso abrumador de la muerte. Los niños, esa extraña especie que habita el reino de la infancia. Esas infatigables criaturas que de la mañana a ¡a noche corren, gritan, pelean, hacen las paces, saitan y brincan sin cesar, desempeñando siempre su papel de protagonistas del cuento, de héroes de la película. Al final, cuando el día muere, se caen de puro sueño, pero volverán a empezar en cuanto amanezca. Porque si la frescura y la lozanía reinan en su cuerpo, también lo hacen en su espíritu, atento siempre a imaginar, a forjar imágenes, que no es sólo su primordial ocupación, sino también el signo de su libertad, Y es que la mediocre razón no los somete aún a sus falaces restricciones. De modo que su juego, puro e inútil, consiste en proyectar continuamente ensueños no reprimidos por la razón. Pero ninguna imaginación se nutre de sí misma, y el espíritu infantil reclama también su sustento. pues no es capaz de autoabastecerse. Los niños se dirigen entonces a aquellos poderes benévolos que, en el drama del Universo, los amparan contra los lobos que pueblan la terrible noche. E imploran de ellos nuevas imágenes, imágenes en abundancia, pues son insaciables, y apenas ha acabado uno de enseñarles o de contarles algo, ya piden más... Los cuentos de hadas Mucho antes de saber leer, esperan maravillas de esos inexplicables y menudos caracteres negros que se alinean ante sus ojos. Intuyen que con los libros van a ampliarse sus dominios,...

Pedro Calderón de la Barca

Reseña de la vida y obra poética de Calderón de la Barca.

C.Cavafis

Luis Alberto de Cuenca El alejandrino C. P. Cavafis (1863-1933) es, sin duda, el poeta neogriego que más influencia ha ejercido en las letras universales. Dejó al morir un corpus muy exiguo de poemas, 154 en total, que reconocía como suyos. Luego los eruditos empezaron a encontrar muchos más para fastidiar al autor, como hacen siempre, pero los poemas mejores son, con mucho, los seleccionados por Cavafis. Traducido a multitud de lenguas, cuenta en España con algunas versiones memorables: Caries Riba lo tradujo, espléndidamente, al catalán (1962); en castellano, José Angel Valente lo dio a conocer en 1964 (Veinticinco poemas, Málaga, Caffarena León), y Pedro Bádenas, Alfonso Silván y Ramón Irigoyen, entre otros, lo han trasladado con pulcritud y mimo en los últimos años. Fue en las páginas de una Literatura griega medieval y moderna, firmada por José Alsina y Carlos Miralles (Barcelona, Credsa, 1966), donde leí por primera vez el poema de Cavafis Esperando a los bárbaros. Hoy, casi treinta años después, el contenido de ese poema resulta más vigente que nunca, tras el derrumbe de la utopía comunista. Dedico esta nueva versión de tan emblemática pieza a la memoria de mi maestro, Manuel FernándezGaliano (19181988), cuya estupenda traducción de los poemas canónicos de Cavafis aún permanece, por desgracia, inédita. ESPERANDO A LOS BÁRBAROS ¿A qué esperamos todos, reunidos en el foro? Es que hoy llegan los bárbaros. ¿Por qué nadie trabaja en el Senado? ¿Qué hacen sin legislar, sentados, los senadores? Es que hoy llegan los bárbaros y no vale la pena dictar leyes: que las dicten los bárbaros. ¿Por qué el emperador ha madrugado tanto y se ha ido con su trono a la puerta mayor de la ciudad, solemne y coronado? Porque hoy llegan los bárbaros Y nuestro emperador está esperando para recibir a su jefe como es debido. Incluso preparó un pergamino para él, con mercedes, dignidades y títulos sin cuento. ¿Por qué nuestros dos cónsules y pretores salieron hoy con togas de fiesta, recamadas de púrpura? ¿A qué esos brazaletes cuajados de amatistas y esos anillos con radiantes esmeraldas? ¿Por qué empuñan hoy báculos tan preciosos, labrados maravillosamente en plata y oro? Porque hoy llegan los bárbaros, y esas cosas deslumhran a los bárbaros. ¿Por qué no acuden hoy los oradores a decir sus discursos habituales? Porque hoy llegan los bárbaros, y los bárbaros odian los discursos. ¿Por qué se ha levantado de pronto esa inquietud y confusión? (¡Qué serios esos rostros!) ¿Por qué se han vaciado las calles y las plazas, y han vuelto a casa todos, taciturnos? Porque se hace de noche y no llegan los bárbaros, y desde las fronteras no sé quién ha venido diciendo que no hay bárbaros. Y ahora, ¿qué va a ser de nosotros sin bárbaros? De algún modo esa gente era una solución.

G.K. Chesterton

Luis Alberto de Cuenca En estas mismas páginas (núm. 31, octubre 1993), decía yo a propósito de José Hierro que se daban en él todas las cualidades que adornan a un poeta verdadero, entre ellas las dos imprescindibles sin las cuales la poesía se convierte en un mero ejercicio capaz de agotar la paciencia del mismísimo Job: buen oído no existe poesía sin música y claridad la oscuridad en poesía no es más que defecto de expresión. La mejor poesía española de las últimas décadas del siglo xx escrita en castellano ha sido una poesía de línea clara, por emplear un marbete tomado del lenguaje de los tebeos, sobre todo del cómic francobelga, el que tiene en Hergé (Tintín) y en Edgar Jacobs (Blake y Mortimer) a sus indiscutibles maestros. ¿Quiénes son, a su vez, los maestros de los poetas españoles de línea clara? En primer lugar, Borges. Luego, Pessoa, Cavafis, JuanEduardo Cirlot. Y Gilbert Keith Chesterton, cuyo poema Lepanto es sumamente representativo de esa manera de entender la poesía. Quiero iniciar esta sección poética con una traducción de la espléndida pieza chestertoniana, recuperando y corrigiendo la versión que hace muchos años publicamos mi admirado amigo Julio Martínez Mesanza y yo en las páginas de la Nueva Estafeta de Luis Rosales. Ustedes juzgarán si he elegido bien. A mí Lepanto me parece uno de los poemas más bellos de las letras universales. «LEPANTO» Las blancas fuentes manan en los patios del sol, y el Sultán de Bizancio ríe al verlas correr. Y es su risa otra fuente en su temible rostro, una risa que agita la selvática sombra de su barba y enarca la sangrienta media luna de sus labios, porque hasta el más remoto mar de la tierra lo estremecen sus naves. Han desafiado a las blancas repúblicas por los cabos de Italia, han estrellado el Adriático contra el León del Mar, y el Papa ha tendido sus brazos a todas partes ante la agonía y la perdición, y ha reclamado a los reyes de la Cristiandad espadas para defender la Cruz. La fría reina de Inglaterra se mira en el espejo; la sombra de los Valois bosteza en Misa; desde las fantásticas islas del ocaso se oyen apenas los cañones de España, y el Señor del Cuerno de Oro sigue riendo al sol. Las colinas mitigan el batir de confusos tambores allí donde sólo un príncipe sin corona se ha conmovido en un trono sin nombre, allí donde, surgiendo de dudoso solio y afrentado sitial, el último caballero de Europa descuelga las armas del muro, el último trovador rezagado que escuchó el canto del pájaro, que otro tiempo marchara cantando hacia el Sur cuando el mundo era joven. En aquel enorme silencio, por el sinuoso camino asciende poco a poco y sin miedo el clamor de la Cruzada. Entre el gemido de los fuertes gongs y el retumbar de los cañones, Don Juan de Austria marcha a la guerra, y hay rígidas banderas que forcejean con las heladas...

Borges, veinticinco años después

Luis Alberto de Cuenca realiza un sentido homenaje del maestro argentino Jorge Luis Borges en el veinticinco aniversario de su fallecimiento.