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Borja Hermoso. Licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Entre 1989 y 1994, fue corresponsal en París para el diario El Mundo, y posteriormente jefe de la sección de Cultura y reportero. Entre 2007 y 2016 fue redactor jefe de Cultura del diario El País. Actualmente forma parte del equipo de El País Semanal, donde publica reportajes y entrevistas.


Avance

Borja Hermoso: «La conversación infinita». Siruela, 2023

Publicado por Siruela, La conversación infinita recopila algunas de las entrevistas que Borja Hermoso ha hecho a lo largo de su carrera. Es un testimonio de ese incansable proceso de aprendizaje en una entrevista donde, como en toda conversación, uno se ve en una situación de vulnerabilidad al abrirse al otro sin saber qué esperar de él. Sin embargo, Hermoso demuestra que un buen entrevistador debe ser capaz de argumentar, escuchar y empatizar. Así, su libro no solo nos abre las puertas a los pensamientos íntimos de grandes figuras, sino que, además, nos enseña, a través del ejemplo, en qué consiste una buena entrevista.

La conversación infinita incluye un prólogo escrito por Nuccio Ordine, y una introducción del mismo autor titulada Sabrán perdonar. A continuación, ofrecemos la introducción, donde Hermoso nos cuenta el desafío, trabajo y miedo que provoca una entrevista: «que siempre me lo hace pasar horrible y que casi siempre, creo, me mejora como persona».


No es misión fácil citarte con alguien que sabes sabio, preparar el momento intensiva, obsesivamente, atemperar la tormenta que arrecia en el estómago, en el cerebro y en el corazón hasta la descomposición física y mental como si de un lobezno en prácticas se tratase y hasta el punto de que tu familia no te aguante, llegar, establecer el imprescindible intercambio protocolario de cortesía, saludos y parabienes, encender la grabadora, mirar a los ojos, obviar en lo posible todo cuestionario previo —si lo hay— y acometer la entrevista con preguntas y repreguntas como si nada, como si fuera una conversación.

Sólo contemplo el género periodístico de la entrevista como conversación.

Lo demás son conveniencias prefabricadas, muy en boga en tiempos así de prisa, cancelación, tú me das/yo te doy y sobre todo esto es lo que toca decir y prohibido molestar.

Y no es misión fácil porque nadie tiene garantizada la brillantez perenne. Ni siquiera los sabios, que, como los toreros, los futbolistas o los fresadores, a veces tienen un mal día. No digamos los periodistas, que de sabios tenemos tirando a nada y cuyos mejores momentos se limitan al destello, y eso en el mejor de los casos. Escaso bagaje para tener la indecencia de atreverse a visitar en su casa a George Steiner, o a Jürgen Habermas, o a Fernando Savater, o a Clara Janés, o a Javier Marías, o a Lobo Antunes, o a Pablo d’Ors, o a Adela Cortina, o a Magda Hollander-Lafon. Ellos sabrán perdonar.

Sentarse en una terraza a tomar un vino y decidir que vas a proponer a una editora publicar un libro de entrevistas con escritores y pensadores que has reunido en los últimos veinte años y esperar a recibir un «sí» es una desfachatez. Que esa editora acabe escribiéndote a ti con un «vale, de acuerdo» es un milagro. Los lectores sabrán perdonar.

Por este volumen pululan la filosofía, la literatura, la sociología, la antropología, el psicoanálisis, el arte, la universidad, la escuela, la política, la vejez, la religión y la espiritualidad, la historia, la ciencia, la tecnología, el horror, los calvarios personales, los éxitos y los fracasos, la alegría —otro cantar es la felicidad— y la pena —otro cantar es la amargura—, la enfermedad, la violencia, el espíritu de resistencia y superación —que siempre existió, aunque algunos parecen haberlo inventado ahora acuñando la palabra «resiliencia»—, la capacidad de escuchar y tratar de conectar y comprender al otro —que siempre existió, aunque algunos parecen haberlo inventado ahora acuñando la palabra «empatía»—…; todo mezclado, pero todo argumentado. Los lectores sabrán perdonar.

Algunas de estas entrevistas seleccionadas (todas ellas publicadas en el diario El País o en El País Semanal, excepto una con António Lobo Antunes, que fue publicada en el diario El Mundo) son largas. Otras son cortas. El tamaño, aquí, no importa. Con el fin de respetar al máximo el sentido y el momento en que fueron escritas, decidí conservar tal cual el texto de cada una de ellas en la misma versión en que fueron publicadas en su día, lo que obligatoriamente lleva a incluir referencias, datos y fechas que hoy pueden resultar anacrónicos. Ya sabrán perdonar.

Pienso que todas estas conversaciones tienen el mismo valor porque pienso que la sinceridad y la intensidad las guían todas. En algunas lloró el entrevistado, en otras lloré yo, y en otras los dos. A veces el entrevistador se pasó meses persiguiendo al entrevistado, como ocurrió con Steiner, un hombre sabio al que logré acceder gracias al recurso último de una carta escrita a mano que él tuvo a bien contestar. A veces di varias vueltas a la casa, con bolas en la garganta y ganas de devolver, antes de atreverme a tocar el timbre del entrevistado. Otra vez Steiner. Con Habermas, con el fotógrafo Gorka Lejarcegi y con el profesor Daniel Innerarity acabamos bebiendo riojas y rieslings en la casa de Starnberg donde vive el viejo profesor de la Escuela de Fráncfort. El encuentro con Ernesto Cardenal, un sábado por la tarde en un hotelucho de Madrid, fue un infierno, con perdón de Dios y de Marx. La visita a Arrabal en su casa-museo de París, una locura. Entrevistar a la poeta Clara Janés fue aparentemente fácil, y en realidad, complicadísimo. No es fácil igualar la capacidad de transmisión de sabiduría, lógica y belleza que subyace bajo el discurso de Pablo d’Ors. Nazareth Castellanos te deja claro, en seis o siete retazos y casi como si te contara un cuento, que no sospechamos la relación que hay entre nuestro cerebro y el resto de nuestro cuerpo. Admiré profundamente el pensamiento visual y literario de nuestro llorado Alberto Corazón. Y los ojillos plagados de inteligencia de Peter Brook. Y la socarronería faltona y prolija de Juan Marsé. La autoridad con la que se expresaba Javier Marías. Lo fácilmente que cuenta lo difícil el escritor José Ángel González Sainz… La fragilidad disfrazada de altanería de alguien como Antonio Gala.

Hará 25 años leí un tocho extraordinario de 600 páginas titulado Las grandes entrevistas de la Historia, publicado por Editorial Aguilar. Los protagonistas se llamaban Hitler y Picasso, Greta Garbo y Karl Marx, Hitchcock y Kennedy, Zola y Al Capone, Bette Davis y Hemingway, Margaret Thatcher y Marilyn Monroe, Thomas Edison y Ghandi, y en ese plan hasta un total de 61 personajes, digamos, relativamente importantes de los siglos XIX y XX. Los entrevistadores escribían para publicaciones como The New York Herald, The New York Times, The Paris Review, Vogue, Marie-Claire, Rolling Stone, Playboy… Evidentemente, no es que aquel libro tenga nada que ver con este que el lector tiene entre sus manos, ni en el volumen ni en la cantidad de dioses, diosas y demonios que salpican sus páginas, ni en la calidad de sus preguntadores. Pero sí que me hizo confirmar la fuerza de la entrevista como género, su capacidad de transmisión de conceptos e ideas, y, sobre todo, algo que llamaría algo así como una dimensión expresionista: la de poder expresar a veces, no solo desde lo empírico y lo tangible, sino también desde la mancha informe y lo no evidente —incluso lo no dicho, a menudo tan relevante como lo dicho—, las mayores verdades… y también las mayores mentiras.

Creo que mi primera entrevista como tal tuvo lugar en 1987. Yo era becario de la sección de «Cultura» del fenecido y añorado Diario-16. Eran las ocho y media de la mañana. Había salido la noche anterior hasta sería indecente decir qué horas. Sonó el teléfono (el fijo: no había otro) en el cochambroso estudio que me acogía en la calle de Viriato de Madrid. Era mi jefe. «A las 11 tienes que entrevistar a un ruso». Le pregunté que cómo se llamada. «Espera…, eeeeh…, un tal Brodsky». Joseph Brodsky. Fui a un hotel de la plaza de España a entrevistar a un Premio Nobel de Literatura no ya sin haber leído un poema suyo, sino sin tener claro si era poeta o responsable de seguridad del Kremlin. Bueno, exagero un poco: presa del pánico, desde casa había llamado a una amiga del servicio de Documentación del periódico pidiendo auxilio. Me dijo que era escritor, que era poeta y que había ganado el Nobel, y que me deseaba mucha suerte con semejante embolao. Cuando todo acabó, me pareció que la cosa no había ido tan mal. Brodsky puso cara de «vale, chaval, no está mal». La entrevista salió a página entera y se tituló «No sé si me siento o no como un exiliado», o sea, un no-titular. Mi jefe me felicitó. Por supuesto, aquella conversación no está en el libro.

Con el paso del tiempo entendí que la lección había sido impagable: cómo no hay que afrontar, ni hacer, ni publicar una entrevista. Desde entonces, trato de hacer todo lo contrario a lo que hice con el pobre Brodsky. Calibro, preparo, leo, estudio, dudo, siento miedo, replanteo, pregunto, repregunto, elijo, descarto, escribo, publico y siempre extraigo la misma conclusión: pudo ser mucho mejor. Espero que este libro sea el resultado de semejante proceso, que siempre me lo hace pasar horrible y que casi siempre, creo, me mejora como persona.

Y todos sabrán perdonar.

Monasterio de Silos, otoño de 2022


Este texto, Sabrán perdonar, procede de la introducción del libro La conversación infinita de Borja Hermoso. Se publica en Nueva Revista con autorización de la editorial Siruela y del autor.

Foto de cabecera: Motivo de la portada del libro La conversación infinita editada en canva.com.

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Entre 1989 y 1994, fue corresponsal en París para el diario «El Mundo», y posteriormente jefe de la sección de Cultura y reportero. Entre 2007 y 2016 fue redactor jefe de Cultura del diario «El País». Actualmente forma parte del equipo de «El País Semanal», donde publica reportajes y entrevistas.