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Eugenio Nasarre, una larga trayectoria al servicio de España a través de la política y la comunicación

La figura del político y periodista desaparecido ha concitado unanimidad al elogiar su valía profesional, su talla humana y su vocación de servicio.

Un corazón tranquilo. En memoria de Miguel Ángel Gozalo

Las palabras que los hijos de Miguel Ángel Gozalo leyeron en su despedida componen un retrato más íntimo, menos conocido del periodista. Se lo ofrecemos aquí en forma de artículo.

El hilo de la luz. Los aforismos de Gabriel Insausti

A continuación, les ofrecemos una selección. · ¿En la onda? Mejor en lo hondo. · Nuestros despistes suponen un juicio de valor. · Las agujas del reloj, cuando se cruzan, se dicen: “¿Qué, a dar una vuelta?”. · Intentar que las cosas se atengan a nuestra idea como las dunas a un mapa del desierto.
Nueva Revista

Alfonso Armada: «La supervivencia del periodismo está en la crónica»

El fotoperiodista Gervasio Sánchez se lo advirtió: a una guerra no se va enamorado. Alfonso Armada tenía 34 años y miedo, mucho miedo. Con lo del amor no pudo hacer mucho –en verdad no hizo ni caso-, pero con el miedo sí.

Adelanto: los Diarios de Ramón Loureiro

Empecemos por lo importante: la poesía. Acabo de leer –de releer- su antología, Nueva usura, editada en la célebre “colección de las rayitas” de Renacimiento. Y aunque no ha sido usted pródigo en publicaciones, su voz llama la atención por su registro culto, resonante de referencias y obsesiones, tan capaz de melancolía como de –si me lo permite- pícaro juego, y todavía con unas gotas de licor decadentista.

Nota editorial: Tomás Moro y la libertad de las conciencias

En 2012 la editorial Rialp lanzó en Madrid una cuidada traducción al español realizada por Enrique García-Máiquez y Aurora Rice Derquide de la obra sobre Tomás Moro atribuida a Shakespeare, y, en fin, UNIR/TEATRO se lanzó a su representación, con compañía propia, dirigida por Tamzin Townsend, y presentada urbi et orbi en el festival de Almagro del 2013 con la adaptación del texto o, más bien, con un nuevo texto escrito por Ignacio García May a partir del palimpsesto isabelino.
Marcel Proust © Wiki Commons

Entrevista a Miguel Ángel Garrido Gallardo: «La batalla del libro»

La pregunta presidía el cartel que anunciaba el congreso: «¿Qué libros deberán conservarse cuando todos los textos estén accesibles digitalmente?». Para buscar una respuesta a este audaz interrogante se reunieron en el Congreso Internacional «La Biblioteca de Occidente en Contexto Hispánico», celebrado en Madrid y San Millán de la Cogolla entre los días 17 y 22 de junio de 2013, un centenar de hispanistas de 35 nacionalidades.

Un Cid joven y Campeador

Con el estreno de Las mocedades del Cid, de Guillén de Castro, comienza el municipal Teatro Español de Madrid una nueva etapa de la ya larga historia de servicios prestados por su escenario al arte dramático. Durante mucho tiempo, el Teatro Español fue uno de los principales recintos del ambiente cultural de Madrid, innovador, experimental y, a la vez, profundamente clásico, intenso y teatral. Teatro clásico y teatro moderno, así como la primera presentación de muchos nuevos autores españoles, encontraron en el edificio de la plaza de Santa Ana el impulso necesario para alentar entre el público madrileño la afición a los productos del ingenio inspirados por la musa Melpémone. Después vino el aparatoso incendio que lo inhabilitó durante varios años para ser reinaugurado, ya muy entrada la democracia. Tras la aparatosa marcha de Miguel Narros, se cierra una fase del Español no presidida, precisamente, por la brillantez ni la capacidad de suscitar la vieja expectación que antaño convirtió a esta sala en un centro de encuentro cultural y de discusión literaria. ¿Será capaz Gustavo Pérez Puig de devolver al Español sus antiguos fulgores? Del estreno de Las mocedades del Cid podría razonablemente esperarse que se recuperaran los viejos destellos perdidos. Había ambiente, ilusión e interés. Un viejo héroe de las tablas, el actor José María Rodero, retirado desde hacía varios años, volvía al tablado persuadido por el nuevo director para representar un papel secundario e ilustrar al nuevo plantel de actores que ensaya la renovación y la dignificación de las artes representativas en una época poco favorable a valorar en su pureza el trabajo del actor. Sin embargo, en Las mocedades del Cid se advertían ese empeño y ese esfuerzo, el vigor de suscitar ante el público el interés por la calidad de la interpretación en sí misma. Juan Carlos Naya encarnó un Cid convincente, juvenil y auténtico; José María Rodero llenaba el escenario con su sola presencia y su voz de barítono; Lolo García hacía del príncipe don Sancho un personaje real y verdadero; Milena Montes conseguía transmitir en la voz de doña Urraca los encontrados sentimientos de amor, celos, admiración y amistad; Arturo López humanizaba la dignidad real con un paternalismo verosímil; Ana Torrent, compensaba la debilidad del tono mediante el trabajo controlado de expresar simultáneamente la lucha interior entre dos pasiones incompatibles: la lealtad al deber y las inclinaciones amorosas. Todo funcionó como el buen mecanismo de u n buen artesano. La dirección de Pérez Puig, a la vez sobria y ligera, pretendió deliberadamente acercar un texto antiguo a un espectador moderno, que ya hace tiempo ha perdido el hábito de saborear los textos en su pureza original. Tal vez sea éste el problema de fondo que ha de enjuiciarse junto al comentario del trabajo realizado. ¿Qué es lo que se vio sobre el escenario? Evidentemente se trataba de una obra aligerada, descargada de sus vestiduras literarias, desprovista de la autenticidad del testimonio primitivo. ¿Algo así como esas versiones ligera s d e la s grandes...

Crónica de una familia especial

Se cumplirán, en este 1990, 15 años de la muerte de Antonio Bienvenida, sin que su memoria se haya borrado del  recuerdo de los aficionados.

La fin del mundo y el fin de la historia

El azar me ha hecho leer a la vez dos libros muy distintos, uno tedioso y otro ameno: The End of Mistory and the Last Man de Fukuyama y las cartas de Evelyn Waugh y Diana Cooper. Hablaré sobre lodo de! pesado, no por sadomasoquismo sino porque me parece mucho más influyente que el ameno, y porque aquél me permitirá aludir luego a éste como modelo de sensatez comparado con ios vaticinios del nipo-yartqui Fukuyama. No es que el novelista y la mujer de mundo fuesen más inteligentes que el sesudo analista político, es tjue hay simplezas que sólo se le ocurren a un filósofo de la historia. De las tres principales cualidades que Feíjóo atribuye a Mariana como ejemplo de historiadores (ser desengañado, excelente sectario de la virtud y desnudo de toda pasión), Fukuyama acaso posea el segundo don, pues se muestra ardiente partidario de las tibias virtudes burguesas, pero desde luego incumple los otros dos requisitos profesionales; se apasiona con la filosofía alemana y ésta lo engaña con la historia, que no está tan muerta como se decía. Eso en cuanto a su epistemología pero veamos el contenido de su discurso, simple en esencia aunque farragoso en detalles. Resumiéndolo, consiste en cuatro premisas y una conclusión; Falsedades El hombre es racional. A mi entender esto es un postulado a todas luces falso. No merece la pena discutirlo a fondo; baste con recordar dos casos recientes que demuestran la congénita estupidez humana. El primero es el entusiasmo con que el pueblo más instruido del mundo, el alemán, escogió por jefe a un psicópata. Hitler, que fatalmente había de conducirlo al crimen y al desastre, como se sabía ya por su obra publicada Mein Kampf. El segundo es el súbito y duradero (1920-1990) enamoramiento de casi toda una clase social -los intelectuales, es decir la gente que por definición más inteligencia tiene- por una doctrina, el marxismo, cuya evidente aplicación práctica consistía en asesinar a unos y lobotomizar a los demás. Y no digo que todos los intelectuales abrazaron el marxismo porque muchos, entre 1925 y 1945, se prendaron del nacional-socialismo fascista, hermano gemelo y rival hegeliano de aquél en irracionalidad. La historia es «direccional». Con ese neologismo, que explica bastante mal en la página 71, Fukuyama quiere decir que la historia no sigue un curso cíclico ni fortuito. Se alista, pues, en una vieja concepción ideológica de la historia, como es natural en un epígono de otro epígono (Kojéve) de Hegel. Ahí está en compañía ilustre. No sólo los hegelianos de toda laya creen que la historia tiene sentido -es decir una dirección hacia algún fin u objetivo futuro que orienta el presente y justificará el pasado- sino que todas las ramas del pensamiento semítico, desde el judaismo hasta el marxismo pasando por el cristianismo y el islam, son de alguna manera mesiánicas y por tanto teleológicas. Esta proposición no es ni falsa ni verdadera, es indemostrable. Se puede creer que la consumación de los siglos tendrá un sentido...

La magia del color

Se ha celebrado con gran éxito la exposición de pintura del artista madrileño Andrés I. Landín Ysasia en la Galería Kreisler, durante los meses de noviembre y diciembre de !99L La colección, que se mueve por cauces del mejor impresionismo, ha gustado por su calidad, belleza y color. Durante años hemos contemplado resignadamente obras de pintura (¿camelos? ¿enigmas?) cuya interpretación exigía previamente un diagnóstico de psiquiatra, expresiones cada vez más lejanas de lo que hasta entonces habíamos entendido como significado de las palabras «estética» y «belleza». Tales obras llegaron a hacernos creer que nuestra sensibilidad se estaba muriendo. Ahora, al visitar la exposición de Landín Ysasia, hay que felicitarse porque el artista se haya mantenido fiel a sus principios y siguiera trabajando en su misma línea, sin dejarse llevar por unas modas que, si bien alejadas de los cauces del auténtico arte, han convertido en millonarios a muchos de sus avispados cultivadores, Andrés Landín trata con respeto a los objetos en si, emplea toda la gama de colores, utiliza la luz adecuada en cada ambiente y su indudable buena técnica le ayudará a adquirir una mayor soltura. Sus composiciones están cargadas de intimidad, transmiten alegría y consiguen integrarnos en el paisaje. Interiores muy cálidos. casi de fuego, ambientes fríos, de crista), atrayentes cafés, jardines, flores suaves llenas de frescura y el maravilloso espectáculo de unos caballitos de madera corriendo enloquecidos por un mar de dudas. Landín Ysasia consigue que casi todos sus cuadros tengan algo de mágicos. que logren captar el ánimo del que los contemple, con una cualidad —no demasiado frecuente— a la que podemos llamar, sin temor a equivocarnos, arte. Andrés I. Landín Ysasia. Nacido en Madrid en abril de 1957, licenciado en Bellas Artes y profesor de Interiorismo en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura, de Madrid. Ha realizado exposiciones individuales y colectivas en diversas galerías de arte españolas y obras suyas figuran en museos y entidades públicas de Boston. Nueva York , Washington. Lisboa. Londres y Buenos Aires.

Encuesta a Vitoriano Reinoso

Vitoriano Reinoso Reinoso (Consejero delegado de Unión Fenosa). 1. ¿Desde su subsector, cuáles son las carencias de planificación estratégica que tiene el PEN? Las directrices de política energética que para esta década establece el Plan Energético contemplan algunos aspectos que creo son relevantes para la planificación estratégica del sector eléctrico. El primero sería un crecimiento de la demanda final de energía eléctrica de un 3,44% anual para la década. En mi opinión. es claro que este crecimiento constante y acumulativo deberá verse refrendado por los acontecimientos y por el desarrollo económico real, y por ello el PEN debe verse como una orientación con flexibilidad suficiente para adaptarse a los acontecimientos e incertidumbres del futuro, incluyendo las asociadas a opciones energéticas que contempla este PEN. El segundo aspecto de interés es que se prevé un escenario internacional con precios de los productos energéticos moderados. Las crisis de los setenta, y la reciente crisis y guerra del Golfo mi Pérsico, no deberían hacernos olvidar la inestabilidad de los precios del petróleo y el hecho de que en las situaciones de precios elevados y de incertidumbre de los aprovisionamientos el ahorro energético cobra impulso propio. No parece, pues, que el escenario de precios moderados se la situación de la Europa Comunitaria. Se debería haber tenido en cuenta la experiencia de algunos de los países miembros de la CEE más desarrollados que España desde un punto de vista socioeconómico, sin olvidarse de las empresas generadoras de electricidad, así como del propio usuario. Una ley consensuada con todas las fuerzas sociales y que establezca unos principios de funcionamiento, para que una liberalización futura, insistimos, no contemplada en el actual PEN, no desemboque en sobreexplotaciones, abusos y en problemas socioambientales. Tal ley puede ser positiva, de acuerdo con nuestra idea del papel que debe asumir el nuevo Estado ante la crisis de la economía planificada y el papel de empresario que ha venido desarrollando; idea de mercado en relación con la iniciativa privada pero controlando sus efectos y actuaciones. Lo que ya no se entiende es la formulación de esa ley y la elaboración futura de un plan de calidad global; ¿acaso no se puede considerar la calidad del servicio y de la generación en ella?; ¿qué persigue ese plan de calidad? Incluso a la hora de su futuro desarrollo se habla de considerar el binomio gobierno central-comunidades autónomas, cuando estas últimas no han sido tenidas en cuenta a la hora de elaborar e! PEN, y por otra parte no se cita la necesidad de contar con instancias superiores, caso de la Europa Comunitaria, o inferiores, empresarios y usuarios. En definitiva la futura ley o un nuevo plan de calidad, son aspectos que oscurecen la futura trayectoria del subsector eléctrico, dentro del contexto energético, determinando una inquietud justificada en el empresario y en el usuario, enfrentándose a la propia filosofía o declaración de principios del PEN. tendente a esa posible liberalización. Moratoria nuclear Ya más centrados en el análisis concreto de la oferta energética en relación con las fuentes de aprovisionamiento, un segundo principio...

Nueva temporada

En el primer número de NUEVA REVISTA hice una descripción de la situación de los teatros madrileños y una comparación entre el tipo de teatro que se representaba en la época de la dictadura y el panorama que ofrecían las artes de Melpémone durante la democracia. Mi conclusión fue que las condiciones sociopolíticas no influyen ni favorable ni desfavorablemente en las condiciones socioculturales. No era una conclusión importante. Debería aceptarse como un valor convenido que los regímenes políticos no se justifican ni por sus efectos en la moral positiva de los ciudadanos ni por sus consecuencias en !a cultura positiva de las masas. Todos los autoritarismos han tratado de dignificar sus abusos sobre la libertad individual mostrando su eficacia en el ámbito cultural o en el moral. ¿Qué otra cosa puede significar la eclosión de medallas olímpicas de los países del Este? ¿Cómo negarse a verificar que el estruendo de la novela hispanoamericana durante la guerra fría se fraguó en el interior de dictaduras oprobiosas? ¿Por qué, pues, habría que esperar que la democracia regenerase los hábitos culturales de los ciudadanos españoles? Ni ha ocurrido así, ni tenía por qué ocurrir, Y eso no es argumento contra la democracia —porque la defensa de las libertades no requiere de justificaciones— pero sí es argumento contra quienes, en nombre de la cultura, a uno u otro lado de la barricada, pretenden instrumentalizar esas libertades. El sociólogo Daniel Bell diagnosticó hace ya dos decenios que la sociedad postindustrial se caracterizaba por la escisión de sus impulsos profundos. El impulso económico-social se orienta bajo el estímulo de la competencia y de la rentabilidad, el sociopolítico bajo el de la influencia y la persuasión y el sociocultural bajo el de la crítica y la realización personal. No hay, en la sociedad industrial una determinación de la cultura por la economía, y tal vez no la hubo en ninguna sociedad. No hay, por eso, posibilidad para justificar las condiciones políticas de la sociedad sobre la base de sus efectos culturales o económicos. Las virtudes culturales o morales no son efecto de la norma política o jurídica, sino de la conciencia o del talante personal. Ningún sistema de organización puede lucir como mérito el haber contribuido a modificar las cualidades morales o culturales. En todo caso, la democracia, aliada al mercado, es el único sistema capaz de modificar las condiciones materiales y sociales que facilitan el aumento cuantitativo y distributivo de las riquezas, lo cual es un buen punto de partida para cualquier otra modificación. Empecé hablando de teatro. El asunto es que el panorama de la cartelera madrileña de hace un año no es muy diferente del que ofrece el nuevo curso. Triunfos de Lina Morgan, estrenos de Alonso Millán y María Manuela Reina y competencia, no se si leal o desleal, de los teatros públicos. Al comienzo de esta temporada sólo hay que añadir los nombres de Martínez Ballesteros y María Luisa Luca de Tena. Alonso Millán se presenta por triplicado en los teatros comerciales madrileños....

Bases para una politica teatral en libertad

Eduardo Galán Se camina decididamente hacia un modelo en el que la sociedad sustituya al Estado en el protagonismo del hecho teatral, sin la coacción de los políticos de turno, o se apoya el actual modelo de intervencionismo y de estatalización del teatro. El descenso espectacular de espectadores en los últimos diez años, el aumento del paro entre los profesionales del teatro, la desaparición de numerosos locales escénicos, la pérdida de actividad económica en el sector, la crisis que sufre la empresa privada, el predominio del teatro de iniciativa pública, la marginación de los autores españoles vivos, el muy criticado sistema de subvenciones, la inexistencia de vías alternativas de financiación para el teatro en España, el intervencionismo, la progresiva estatalización y las acusaciones de clientelismo en la programación de los teatros públicos y en la concesión de las subvenciones, son índices elocuentes del fracaso de la política teatral del gobierno socialista. Intervencionismo y estatalismo En el campo de las artes escénicas, el Estado controla casi por completo la actividad teatral, de tal manera que la intervención del Poder se manifiesta por medio de la subvención y del fomento de los teatros públicos. La mayor parte de los espectáculos profesionales que se exhiben en España lleva el sello del Estado (administraciones central, autonómica y municipal) a través de las subvenciones o de las producciones de los teatros públicos. Son escasísimas las producciones profesionales que no reciben una ayuda económica de las administraciones. De ahí que no pueda negarse que nos hallamos ante un teatro fundamentalmente estatalizado, en el que el poder político ejerce un férreo control presupuestario. Las consecuencias de esta estatalización han sido negativas para la actividad escénica. La empresa privada (productores y compañías) se ha visto envuelta en una situación de inferioridad económica y de difícil competencia con respecto a la empresa pública. Tanto los locales privados como las empresas o compañías de producción deben competir con las magníficas instalaciones de los teatros públicos (con infraestructras excelentes y equipos técnicos y personal, cuyo número es al menos cuatro veces superior a los de los teatros privados) y con las superproducciones de la empresa pública (número de actores, escenografías, vestuario, publicidad, etc.). La empresa privada, pues, produce sus espectáculos en desigualdad económica con respecto a la empresa pública, pues ésta puede disponer de unos presupuestos más elevados y no asume en ningún caso el riesgo del fracaso. La empresa privada necesita de la participación de los espectadores (de la aprobación de la sociedad) mientras que el teatro público programa independientemente de los gustos o intereses de los ciudadanos, pues ni el balance económico del teatro ni la estabilidad financiera de sus gestores dependen de los ingresos de taquilla. En esta situación, los empresarios privados apenas si se arriesgan a una producción si no cuentan con la ayuda económica que concede el Estado a través de las subvenciones. Por otra parte, la proliferación desmedida de teatros públicos resta oportunidades de exhibición de sus espectáculos a las compañías privadas, a pesar de la...

La legitimidad del mercado

La eficacia de la economía de libre mercado es indudable. Y está injustificada la sospecha de que necesitaría el control público porque es un mal necesario sin principios éticos: es la propia tutela pública politizada lo que ha ocasionado a veces los abusos del mercado. Los últimos y bien conocidos acontecimientos por los que sendas crisis empresariales han terminado con el reciente ingreso en prisión de destacados personajes de la economía española ponen de nuevo en duda, ante la opinión pública, dos principios básicos de la economía de mercado: la legitimidad del enriquecimiento y la eficacia del mercado para resolver en solitario las patologías que en él puedan aparecer. Aceptada por casi todos la mayor eficacia del mercado como instrumento de asignación de recursos para algunos más por la evidencia de las experiencias históricas recientes que por convicción intelectual-, ahora surgen con más fuerza las críticas basadas en su presunta carencia de principios éticos en los que sustentar su funcionamiento. El mercado se convierte así en un mal necesario con el que nos vemos obligados a convivir, y del que constantemente hemos de desconfiar para evitar a tiempo sus mayores abusos. Los fenómenos de enriquecimiento rápido, los especuladores, la "cultura del pelotazo" parecen ser para algunos las indeseables pero inevitables consecuencias de una forma de organizar la actividad económica al margen de consideración alguna de justicia pero que, eso sí, parece eficaz. Sin embargo, no hay nada más alejado de la realidad que los anteriores planteamientos. La economía de mercado basa su legitimidad en la libre aceptación de todos y cada uno de los intercambios realizados. Capitalistas, trabajadores, empresarios y consumidores, entendidos no como grupos de personas diferentes sino como distintas posiciones económicas que todos los individuos simultánea o sucesivamente ocupan, disponen libremente de sus recursos ahorrando, invirtiendo, trabajando o consumiendo en la medida de sus respectivas posibilidades, y en función de la capacidad conjunta de generar riqueza. La libertad para aceptar las transacciones propuestas, y para rechazarlas cuando no se estimen favorables, garantiza que de todas ellas se derive un beneficio mutuo. En este marco de libertad, la función empresarial resulta crucial. Descubrir las demandas de los consumidores y satisfacerlas de manera eficiente es el reto del empresario. No es esencial que posea capital propio, puesto que podrá reclamarlo en préstamo para desarrollar su proyecto; sí es imprescindible que no se equivoque en sus hipótesis de trabajo. Si produce bienes o servicios no demandados, o lo hace ineficazmente, a un coste superior al de sus competidores, se verá condenado a la quiebra. La retribución por el riesgo asumido es el beneficio, y la justicia de su percepción deriva de una mayor satisfacción social, producida como resultado de su actuación. El empresario que es capaz de intuir la demanda de un bien, y que lo produce a un coste tal que los compradores consideren que el precio pagado es inferior a la ganancia obtenida por su adquisición, es un empresario eficaz y es justamente retribuido por la sociedad a través del beneficio. Beneficios mutuos o...

La recuperacion del Estado de Derecho

La concepción de la democracia que Madison y Jefferson llamaron el "despotismo electivo" ha ejercido tradicionalmente una gran atracción sobre el pensamiento socialista español, y se convirtió en una de las fuentes que inspiraron la política de construcción y articulación del Estado llevada a cabo por los gobiernos socialistas desde su famosa mayoría electoral de octubre de 1982. Como es sabido, esa concepción se basa en la idea de que una mayoría lograda en las urnas posee la máxima legitimación para ordenar la sociedad mediante el ejercicio del poder. Los socialistas, con sus diez millones de votos, se creyeron legitimados para llevar adelante sus proyectos y transformar la sociedad española conforme a sus deseos. Esa legitimidad hacía irresistibles las decisiones de esa mayoría, al convertirlas, formalmente, en leyes. Algunas de las tesis mantenidas por significativos e influyentes autores socialistas son reveladoras de estos planteamientos. Por ejemplo, en las dos posturas tomadas en la polémica académica sobre la obediencia al derecho, que mantuvieron a comienzos de los años ochenta F. González Vicén y Elias Díaz. Según el primero, la desobediencia, en caso de disociación entre mi conciencia moral y la norma jurídica, constituía siempre un deber. El segundo, en cambio, se resistía a admitir la posibilidad de la desobediencia a la ley, si ésta poseía legitimidad democrática, es decir, si era expresión de la voluntad de la mayoría. De este modo, la problemática relación entre moral y derecho quedaba resuelta, en el supuesto de que la ley emanara de verdad de la "voluntad general". Frente al irreductible individualismo de González Vicén, la tesis de Elias Díaz conducía a defender la superioridad moral (al menos formal) de la norma dictada por la mayoría. Los fenómenos de desobediencia al derecho ya no tendrían, en consecuencia, justificación. Lo único que podrían hacer las minorías (y cada individuo) sería intentar convertirse en una nueva mayoría que desplazase a la anterior. El sistema democrático garantizaría esa posibilidad mediante la celebración de elecciones periódicas, auténticamente libres y competitivas. En esa misma línea, Gregorio Peces-Barba ha defendido, de acuerdo con su versión de la "teoría democrática de la justicia", que "si no podemos formular criterios de justicia objetivos, permanentes y abstractos como modelos del derecho positivo, hagamos que el derecho positivo creado por el poder tenga el apoyo de la mayoría". "El fundamento de un derecho justo -continúa- es un poder democrático". Todos estos planteamientos conducen, a la postre, a una hipervaloración de la regla de la mayoría, devastadora para todo el edificio del Estado de Derecho. Jefferson advertía ya, en su primer "Discurso inaugural", que "aunque la voluntad de la mayoría debe prevalecer en todos los casos, para que sea justa debe ser razonable". El criterio de justicia no puede nunca descansar exclusivamente en los números. La regla de la mayoría no puede considerarse el único principio legitimador de un Estado democrático de Derecho. Porque salvaguardar la libertad y evitar un gobierno tiránico no son capacidades que residan sólo en el establecimiento de mecanismos para determinar "quién" debe ejercer el poder, sino...

Aroma de nuevos tiempos

La sociedad sólo puede ser justa si previamente es libre, y la libertad no es sólo la de cientos, miles o millones, sino la de todos. Historiadores, politólogos, periodistas e intelectuales de varia condición tienden a comparar los acontecimientos revolucionarios franceses de 1789 y años siguientes con lo acaecido m en la Europa del Este y en Moscú doscientos años después. Así como la toma de la Bastilla, el 14 de julio de 1789, se consideró un símbolo de la Revolución Francesa, el principio del fin del Estado comunista suele identificarse con la caída del muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989. La aceleración de la caída del comunismo, según Revel, es consecuencia de tres series causales: el síncope del sistema central, la intransigencia de los países democráticos entre 1980 y 1985 y su rechazo a hacer concesiones para ayudar a los países comunistas a remontar provisionalmente los efectos de este síncope; y, por fin, el deseo de ciertos jefes comunistas de reformar el sistema en su país, con la doble ilusión de que podría ser renovado sin ser abolido(l). Pero, en el fondo, el drama que sobrenadaba era la pérdida de la fe en sí mismos de los regímenes del Este. La primera de las series enunciadas por Revel no se hubiera producido, probablemente, sin el concurso de las otras dos. Hasta Gorbachov, y este mérito es tal vez el de mayor calado del último Secretario General del PCUS, los jefes comunistas habían interrumpido la reestructuración del sistema en el momento en que iba a franquear el umbral más allá del cual (se) pondría en peligro el monopolio del Estadopartido improductivo, sin el cual el comunismo pierde su identidad y no puede mantenerse(2). Se ha dicho, con fundamento, que Gorbachov no había programado su propio fracaso ni presentido que este fracaso traería el éxito de la democracia. Pero, preocupado por hacer a los ciudadanos soviéticos responsables del bien común y de revelarles después todos los defectos del sistema confiándoles la tarea de enmendarlos y devolviéndoles el derecho a criticarlo, les incitaba, lo quisiera o no, a destruirlo). Lo cierto es que el diseñador de la perestroika se vio traicionado por sus propias carencias, las complicidades con el pasado y la escasa capacidad de reacción. Su diseño de programa, presentado al Comité Central del PCUS en julio de 1991, resultó ser un instrumento envejecido y no apropiado para abrir cauce a una nueva situación. Y la misma naturaleza y etiología tienen los reproches dirigidos a Boris Yeltsin por haber prohibido en la República de Rusia la actividad política del PCUS dentro de las empresas y de las administraciones. El golpe de Estado fallido del 19 de agosto de 1991 marcó la hora final del proyecto gorbachoviano. En su libro El Putsch, publicado en el otoño de 1991 y donde el líder sigue abogando por una repristinización del marxismoleninismo, Gorbachov no era ya el Napoleón vencedor de Wagram, sino el vencido de Waterloo. Signos de nuevos tiempos El ocaso del marxismo en Europa...

El tribunal constitucional aleman y la ayuda a la familia

El 28 de Mayo de 1993, el Tribunal Constitucional de Alemania dictó sentencia sobre la constitucionalidad de la nueva Ley de ayuda al embarazo y a la familia, de fecha 27 de julio de 1992. Presentamos aquí la traducción de la nota oficial que resume la sentencia (Nota de prensa del Tribunal Constitucional federal, del 28. 5. 1993 ), y los dos votos particulares de tres jueces (uno de Mahrenholz y Sommer, el segundo de Böckenförde). Añadimos las diecisiete directrices (Leitsätze) del extenso documento. La Sala segunda del Tribunal Constitucional federal, a instancia del gobierno bávaro y de 249 diputados del grupo parlamentario de la CDUCSU en el parlamento federal alemán, se ha pronunciado acerca de la constitucionalidad de la normativa de la Ley de ayuda al embarazo y a la familia (SFHG) de 27 de julio de 1992. Esta ley debía determinar una regulación de la interrupción del embarazo con vigencia para toda Alemania, suprimiendo las diferencias jurídicas existentes entre las dos partes reunificadas de Alemania. Se declaran nulas especialmente la nueva versión del parágrafo 218 a, Título 1. del Código Penal (StGB), porque declaraba no contraria a derecho la interrupción del embarazo que, después de una consulta obligatoria dentro de las doce primeras semanas tras la concepción, se permitiera efectuar a un médico, e igualmente la nueva normativa del parágrafo 219 del StGB sobre el contenido y la forma de la consulta obligatoria. La Sala considera legal y constitucionalmente admisible que, para la protección de la vida humana del no nacido, el legislador elija un modo de reglamentación que, en la fase precoz de un embarazo, ofrezca sobre todo orientación y ayuda a la mujer embarazada en sus problemas de embarazo, a fin de obtener la gestación del hijo, y que, al mismo tiempo, la notoriedad y los efectos de la consulta no impliquen una amenaza penal para la interrupción del embarazo que la mujer llevara a cabo después de la consulta. La Ley Fundamental plantea, con todo, exigencias respecto al contenido y al cuadro de condiciones de semejante protección (orientación que anime a la protección de la vida; deberes del médico y del entorno familiar, fortalecimiento del sentido general de la justicia) que exigen modificaciones en las leyes de ayuda al embarazo y a la familia. La Sala... ha corroborado que a la vida humana del no nacido compete, por razón de su dignidad humana, desde el comienzo del embarazo un derecho a la vida, que ha de ser defendido como un bien jurídico independiente incluso frente a su madre. De ahí se sigue el deber del Estado de intervenir como protector y promotor de esa vida y, sobre todo, de defenderla de agresiones ilegales por parte de otros. La protección del no nacido sólo es posible si el legislador por principio prohibe la interrupción del embarazo e impone a la madre el deber jurídico fundamental de la gestación. Sin embargo, en atención a los derechos fundamentales de la mujer, está permitido, en casos de excepción (en algunos de esos casos, en...

Un testimonio elocuente

El magistral retrato de la portada, obra de Alberto Schommer, nos introduce a un libro que es, a la vez, balance de una vida de producción intelectual y acción política, y fiel trasunto de la personalidad de su autor. En efecto, Miguel Herrero reúne las poco frecuentes cualidades entre la clase política española de parlamentario y político, con altas responsabilidades en los sucesivos partidos de la derecha democrática española desde la transición al presente, y gran teórico, racionalizador y divulgador del pensamiento de esa misma derecha. En realidad, la lectura de estas Memorias de estío parece sugerirnos que el autor ha ido a la política con objeto de plasmar y hacer operativas las ideas que el intelectual elaboraba. Miguel Herrero cuenta con una sólida formación jurídica y filosófica, adquirida en España y ampliada en Oxford, Lovaina, Ginebra y Edimburgo. Precisamente, son esos estudios de filosofía los que permiten comprender la profundidad del pensamiento y su engarce lógico que, unida a una precisa metodología, son algunos de los caracteres más sobresalientes de este libro. Herrero de Miñón comienza su vida profesional y política participando, en su calidad de joven letrado del Consejo de Estado, en las deliberaciones y proyectos que rodearon el proceso de independencia de Guinea Ecuatorial. En este caso, su labor de asesoría constitucional -su tesis doctoral había versado, precisamente, sobre el Constitucionalismo de los países emergidos de la descolonización- estuvo encuadrada en el equipo que Fernando Castiella formó en el Ministerio de Asuntos Exteriores. Como sucede en otros pasajes del libro con diversos asuntos, Herrero explica el problema, expone su razonada posición y nos cuenta el desenlace, a menudo contrario al que él defiende. El lector no puede dejar de compartir la frustración de que, a menudo, no sean las opciones más sensatas e inteligentes las que se impongan entre nosotros. A la muerte de Franco, Miguel Herrero formó parte del grupo "Libra", a cuyo frente se encontraban Joaquín Garrigues y Antonio Fontán, y más tarde del Partido Demócrata, cuyo ideario redactó. Desde ese momento y a través del cargo de secretario general técnico del Ministerio de Justicia, estuvo en el origen de algunas de las más importantes medidas políticas y jurídicas del período de la transición. Su libro “El principio monárquico” sirvió de fundamento teórico al papel promotor de la Corona en la democratización de España, en esa reforma consistente en ir "de la ley a la ley", evitando así la ruptura del orden jurídico e institucional interno. Tras las elecciones de 1977, se abre, con la creación de la UCD y el inicio del proceso constituyente, la época más apasionante y quizá mejor tratada en el libro. Miguel Herrero enumera los tres problemas fundamentales que debía abordar la Constitución in fierv. la definición de las competencias de la Corona, la consagración y la garantía de los derechos y libertades fundamentales, y el reconocimiento y plasmación a través de instituciones de las reivindicaciones nacionalistas de vascos y catalanes, las únicas realmente consistentes en la España del 78. En el primer...
Nueva Revista

Fundamentos del Estado Liberal de Derecho

Ilustre Señor Presidente Federal, Señor Presidente del Bundestag, Señora Canciller Federal, Señor Presidente del Bundesrat, Señoras y Señores Diputados. Es para mí un honor y una alegría hablar ante esta Cámara alta, ante el Parlamento de mi patria alemana, que se reúne aquí como representación del pueblo, elegido democráticamente, para trabajar por el bien común de la República Federal de Alemania. Agradezco al señor presidente del Bundestag su invitación a pronunciar este discurso, así como sus gentiles palabras de bienvenida y aprecio con las que me ha acogido. Me dirijo en este momento a ustedes, estimados señoras y señores, también como un connacional que por sus orígenes está vinculado de por vida y sigue con particular atención los acontecimientos de la patria alemana. Pero la invitación a pronunciar este discurso se me ha hecho en cuanto Papa, en cuanto obispo de Roma, que tiene la suprema responsabilidad sobre los cristianos católicos. De este modo, ustedes reconocen el papel que le corresponde a la Santa Sede como miembro dentro de la Comunidad de los Pueblos y de los Estados. Desde mi responsabilidad internacional, quisiera proponerles algunas consideraciones sobre los fundamentos del Estado liberal de derecho. Permítanme que comience mis reflexiones sobre los fundamentos del derecho con un breve relato tomado de la Sagrada Escritura. En el primer Libro de los Reyes, se dice que Dios concedió al joven rey Salomón, con ocasión de su entronización, formular una petición. ¿Qué pedirá el joven soberano en este momento tan importante? ¿Éxito, riqueza, una larga vida, la eliminación de los enemigos? No pide nada de todo eso. En cambio, suplica: «Concede a tu siervo un corazón dócil, para que sepa juzgar a tu pueblo y distinguir entre el bien y mal» (1 R 3,9). Con este relato, la Biblia quiere indicarnos lo que en definitiva debe ser importante para un político. Su criterio último, y la motivación para su trabajo como político, no debe ser el éxito y mucho menos el beneficio material. La política debe ser un compromiso por la justicia y crear así las condiciones básicas para la paz. Naturalmente, un político buscará el éxito, sin el cual nunca tendría la posibilidad de una acción política efectiva. Pero el éxito está subordinado al criterio de la justicia, a la voluntad de aplicar el derecho y a la comprensión del derecho. El éxito puede ser también una seducción y, de esta forma, abre la puerta a la desvirtuación del derecho, a la destrucción de la justicia. «Quita el derecho y, entonces, ¿qué distingue el Estado de una gran banda de bandidos?», dijo en cierta ocasión san Agustín1. Nosotros, los alemanes, sabemos por experiencia que estas palabras no son una mera quimera. Hemos experimentado cómo el poder se separó del derecho, se enfrentó contra él; cómo se pisoteó el derecho, de manera que el Estado se convirtió en el instrumento para la destrucción del derecho; se transformó en una cuadrilla de bandidos muy bien organizada, que podía amenazar el mundo entero y llevarlo hasta el...