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Miguel Ángel Gozalo. Periodista vocacional y de larguísima trayectoria, trabajó en agencias de noticias (Europa Press y EFE, que llegó a presidir); en medios escritos como la revista SP; el diario MadridInformaciones. Y también en radio (Cadena SER) y en Televisión Española, de la que fue director. Falleció el pasado 20 de diciembre a los 85 años de edad. En su despedida, sus hijos leyeron unas palabras que ofrecen un retrato más personal del periodista que conocíamos y que reproducimos a continuación.



«Mira a la derecha y a la izquierda del tiempo y que tu corazón aprenda a estar tranquilo». Esta cita de Federico García Lorca es la última que quiso nuestro padre que memorizáramos. Llevamos toda la vida escuchando extractos brillantes de lo que leía, párrafos de novelas, de poesías, de discursos; aforismos, palíndromos, greguerías, romances, epigramas. Siempre tenía una palabra que nos iluminaba.

Hoy, seguimos la recomendación del poeta en esta breve crónica, para que la memoria sujete un poco el terrible hecho que supone para nosotros su muerte, y para dar gracias a Dios por el privilegio de haberlo tenido entre nosotros. 

Su forma de ser impregnó cada una de sus actividades y sus logros: su amabilidad, su calidez, su simpatía, su curiosidad, su capacidad para poner buena cara a la adversidad, su sentido de la discreción, su honestidad, su compromiso, su decencia. Sabía ponerse en el lugar del otro y utilizaba el humor para que todo el mundo se sintiera bien.

Era normal verle sonreír: en las muchas fotos que hemos repasado en estos días, casi siempre lo hace. Impaciente, corto en la cólera, con una memoria cortés para los agravios, también se ponía serio cuando tocaba.

Tenía una inteligencia optimista, que distinguía lo esencial de lo irrelevante y que se sabía en el mundo para estar a favor. 

Vocacionalmente periodista

Conectado a la noticia al minuto, analizando y compartiendo con su mirada crítica la realidad de este país —de la que fue testigo en momentos de gran calado histórico— fue un periodista vocacional. Su contribución a la profesión, como le han dicho sus majestades los Reyes a nuestra madre al expresarle sus condolencias, fue la de «ser un referente para todos los periodistas de nuestro país, defendiendo la importancia de su oficio para crear conciencia y para promover una sociedad más abierta».

Su actividad profesional fue variada y prolífica: protagonizó el lanzamiento iberoamericano de la revista SP en México; fue director del periódico Informaciones con 28 años; corresponsal en Bonn y en París, trabajó en radio y televisión; de 1996 a 2004 presidió la Agencia EFE, a la que transformó y modernizó; y aportó su voz y su criterio en artículos, conferencias, cursos y tertulias. En su libro sobre Antonio Fontán hizo un cumplido retrato de la Transición.

Mantuvo un inquebrantable compromiso con la libertad. Él nos ha contado cómo le tocó leer el poema Retrato en el homenaje a Machado en Segovia, entre Dionisio Ridruejo y Antonio Buero Vallejo, en 1959. Fue procesado en la dictadura por el tribunal de orden público, a causa de un artículo publicado en el Diario Madrid con el peligroso título Retirarse a Tiempo. No al general De Gaulle. Y ya en la democracia, sufrió, como tantos, las «limpiezas ideológicas» de los medios de comunicación públicos.

Su humildad —solía calificarse a sí mismo como modesto gacetillero—, su entendimiento del periodismo —como una práctica en la que son necesarios referentes y responsabilidades y en la que contar sencillamente lo que pasa es la función esencial—, le hicieron ser considerado, como recientemente le ha reconocido la Asociación de la Prensa de Madrid, un maestro de periodistas, título que aceptaba con la distancia que su modestia y su humor le permitían. En estos días hemos recibido muchos testimonios de compañeros a los que ayudó a dar los primeros pasos en una profesión que adoraba.

Su consejo: sed «traperos del tiempo»

Cuando escribía era perfeccionista, impecable. Llenaba sus textos de clásicos, que mostraban su memoria insondable y su capacidad para atar cabos. Parafraseando a Rilke, «era poeta y odiaba lo impreciso». Afinaba en los pronósticos y era lúcido en el análisis. Y solía acertar, incluso cuando se dejaba llevar por su infatigable optimismo.

Insaciable lector, interesado en todo, su entusiasmo por saber, más que su disciplina, le hizo adquirir un conocimiento erudito en infinidad de campos, especialmente los clásicos, la poesía, la literatura actual, la inexorable política.

Escuchaba al otro y preguntaba con tino. Reflexionaba a menudo sobre el número finito de libros que nos quedaban por leer, repetía su receta: «Hay que ser trapero del tiempo, —nos solía decir—, escoge bien y lee en cualquier rato que te quede libre». Practicó ese consejo hasta el último día.

Además de su afición a la lectura, tuvo muchas pasiones, ninguna secreta: el Atlético de Madrid, las películas del Oeste, las más variadas músicas, Neruda, y, especialmente, Israel. En 1979, participó en la fundación de la Asociación de Amistad España-Israel, que cumplió un papel decisivo en el establecimiento de las relaciones diplomáticas con ese país, en 1986. Su compromiso con la causa judía fue sólido y constante. Hasta el final.

Hombre de familia

Fue un hombre de familia que escuchaba como nadie. Su pasión por sus nietos era notable. Todos ellos han sentido el lazo de su afecto. Con todos y cada uno, hasta ocho, tenía una conexión especial. Era feliz viéndolos crecer.

Todos creíamos ser su favorito. Su presencia constante, llenando nuestros días de amor y de respeto, permitiéndonos ser libres a nuestra manera, es un legado que nos acompaña. Como lo son su permanente ejemplo y la calidez de su cercanía, alentador, orgulloso de nuestros logros, mirándonos con la alegría de haber hecho bien, junto a nuestra madre, lo importante: traernos a la vida, darnos las herramientas para ser felices y dejarnos elegir nuestro destino, sin soltarnos nunca de la mano.

La relación de complicidad, de compañerismo que tenía con nuestra madre es un ejemplo fantástico. El significado de la palabra compartir es, en el caso de nuestros padres, muy profundo. Se llamaban por su apellido, porque se conocían desde la Escuela de Periodismo. Y en todas las facetas donde brillaba nuestro padre, estaba siempre la inteligencia y el amor de nuestra madre, al ciento por ciento. Cada uno era la mitad del otro. Este era el prodigio.

Vivir esa experiencia, en ese día a día que ha durado casi sesenta años, es una suerte inmensa. No hay nada que dé más seguridad en uno mismo, más alegría de vivir, más confianza en el ser humano. Haber tenido la certeza cotidiana de que el amor existe nos ha hecho ser como somos. Es justo eso lo que nos mantiene en pie, con el corazón tranquilo, mientras miramos a la derecha y a la izquierda del tiempo.

Y para que no falte una última cita, en homenaje a su estilo, queremos cerrar esta crónica con los versos de Jorge Manrique:

Así, con tal entender,
todos sentidos humanos
conservados,
cercado de su mujer,
de sus hijos y hermanos
y criados,
dio el alma a quien se la dio,
el cual la ponga en el cielo
y en su gloria,
y aunque la vida perdió,
dejonos, harto consuelo
su memoria.


El retrato fue tomado en 2013 en el Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC, donde Miguel Ángel Gozalo entrevistó al entonces director de Nueva Revista, Miguel Ángel Garrido Gallardo, tras la celebración del Congreso Internacional «La Biblioteca de Occidente en contexto hispánico».