La modernidad desolada de «La tierra baldía»: Centenario del poema de T. S. Eliot

LITERATURA / "La tierra baldía" (en inglés, The Waste Land), de T. S. Eliot, está considerado uno de los poemas más significativos del siglo XX. Coincidiendo con el centenario de su publicación, en octubre de 1922, el autor de este artículo analiza a fondo el poema, que considera el «más emblemático, innovador, enigmático y oracular» del siglo XX.
Kazuo Ishiguro

«Klara y el Sol», nuevo reto de Kazuo Ishiguro para el lector

La literatura de Kazuo Ishiguro no solo entretiene, reta al lector. En «Klara y el Sol» (Anagrama), con ocasión de un robot, el autor profundiza en el significado del perdón, la soledad, la aceptación de la muerte y lo irrepetible de cada ser humano.

«La anomalía»: la realidad duplicada en la ultima novela de Hervé Le Tellier

El autor francés, Premio Goncourt, aborda un asunto que desde el mito de la caverna de Platón, ha hecho reflexionar a la filosofía y a la ciencia. El juego literario de esta novela sirve en bandeja algunas reflexiones sobre las vidas contemporáneas: la dudosa realidad de internet, la violencia machista, la inestabilidad sentimental, la violencia o las mentiras políticas.
Stefan Zweig © Wiki Commons

«Encuentros con los libros», el taller literario de Stefan Zweig

La pasión del escritor austriaco Stefan Zweig (1881-1942) fue concentrar, en pinceladas o en libros monográficos, el significado y las cualidades, de grandes de la literatura. En “Encuentros con los libros” Knut Beck recoge diversos ensayos críticos de Zweig sobre figuras como Goethe, Joyce o Thomas Mann, sobre la literatura y su experiencia intelectual como lector.

José Saramago, un ensayista que no escribe ensayos

El éxito internacional de El hombre duplicado, su última novela, ha vuelto a provocar una catarata de intervenciones públicas del escritor portugués. Desde hace años, pero especialmente desde que en 1998 obtuviese el Premio Nobel de Literatura, Saramago ha multiplicado su presencia activa en los medios de comunicación (en unos más que en otros), recuperando la figura del escritor comprometido —confusa etiqueta ideológica que siempre apunta en la misma dirección, ya que sólo se puede ser comprometido si se es de izquierdas—. Y Saramago lo es, sin fisuras: «Soy comunista y no encuentro ningún motivo para dejar de serlo». «ME SIENTO VERDADERAMENTE MAL EN ESTE MUNDO» En las entrevistas, ruedas de prensa y presentaciones de libros, Saramago suele hablar un poco de literatura —lo justo— y mucho de política. Disfruta cuando le piden su opinión sobre todo tipo de cuestiones sociales, políticas y económicas, pues ello le permite, dice él, subrayar su compromiso ético como ciudadano. Eso sí, su inamovible comunismo, nada alegórico, traspasa todos los comentarios. Por lo general, en sus intervenciones le sale una perseverante faceta visionaria y apocalíptica que, además, consolida su imagen de escritor pesimista, lo que le viene muy bien para destacar literariamente su filiación kafkiana. «Hemos llegado al fin de una civilización», ha comentado lacrimógenamente en más de una ocasión. Sobre su visión del mundo, suele responder: « ¿Que cómo es la percepción que tengo del mundo? La peor que cada uno de ustedes tenga del mundo siempre será mejor que la mía». Este cansancio vital tiene, en su caso, unas concretas raíces políticas: «La democracia es una falacia», dice; «Los Gobiernos son los comisarios políticos del poder económico», «La explotación ha alcanzado una exquisitez diabólica», «El neoliberalismo es un nuevo totalitarismo, disfrazado de democracia», «La globalización económica es incompatible con los derechos humanos» —así ha expresado algunas de sus convicciones políticas—. Su alternativa política tiene nombres y apellidos: Fidel Castro y el movimiento antiglobalización. «En Cuba se mantiene la esperanza en el ser humano», sostiene. Delante de un micrófono, no tiene reparo en opinar de todo. En su visita a Palestina, comparó la política de Israel con los campos de exterminio de Auschwitz y Buchenwald. A la pregunta sobre los libros de Harry Potter, se despachó diciendo que el éxito se debe a «una necesidad de relacionarse con lo sobrenatural, algo que también se nota en la multiplicación de sectas religiosas». También son conocidas sus reiteradas opiniones contra la Iglesia católica y su identificación con una visión del mundo radicalmente atea: «Dios, definitivamente, no existe. Y si existe, es rematadamente imbécil. Porque sólo un imbécil de ese calibre se habría dispuesto a crear la especia humana como ésta ha sido, es y será». Esta imagen pública, combativa y conflictiva, ha contaminado su faceta como escritor, a pesar de que Saramago, en su literatura, se aleja bastante de los presupuestos del realismo socialista. «No recuerdo haber escrito una sola palabra que estuviera en contradicción con mis convicciones políticas, pero eso no significa que alguna vez haya puesto la...