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Klara es una Amiga Artificial (AA), un robot B2 de la cuarta serie, que nos cuenta su vida en Klara y el Sol. Narra en primera persona, pero por limitaciones robóticas se dirige al interlocutor en tercera. Klara ve y oye, pero no huele. Absorbe y relaciona todo lo que percibe a su alrededor. Como resultado, goza de un entendimiento sofisticado, mucho mayor que el de Rosa, su querida compañera de escaparate y, como ella, AA.

«Klara y el Sol»
«Klara y el Sol». Anagrama. 384 págs. (Versión original: «Klara and the Sun», Faber & Faber, Londres, 2021). Traducción: Mauricio Bach. 19,85 € (papel) / 14,24 € (digital).

Klara detecta que las familias cambian a la nueva gama robótica B3, ya a la venta y con olfato moderado, y desechan robots menos perfectos. Se pregunta cómo se sentirá una AA «habiendo encontrado una casa pero sabiendo que tu niño no te quiere» (p. 28). Sabe que los pequeños son caprichosos.

Con ocasión de una «amiga artificial», Ishiguro profundiza en el significado del perdón, la soledad, la aceptación de la muerte y lo irrepetible de cada ser humano

El recuento de su vida comienza en una tienda de la ciudad, esperando en el mostrador a que un cliente la adquiera. Josie, una niña enferma, pálida y delgada, de unos catorce años y medio, se fija en ella. Convence a su mamá para que compre a Klara, no a uno de los B3 que también sopesan. Klara, a partir de entonces, atenderá a Josie y vivirán bajo un mismo techo.

La madre de Josie (Madre, con mayúscula, en la novela) es una mujer de cabello negro, delgada y de cuarenta y cinco años. Su nombre de pila es Chrissie, divorciada. Cerca de su domicilio se sitúa el granero del señor McBain y el chalet de Rick, el mejor amigo de Josie.

En su nuevo hogar, Klara descubre reuniones para «niños mejorados» y que las personas sienten «a veces la necesidad de mostrar una cara diferente de sí mismas ante los demás», como harían ante los transeúntes si estuvieran en una vitrina (p. 100). Al poco de comenzar su nuevo destino, la Madre le confiesa: «A veces debe estar bien no tener sentimientos. Te envidio» (p. 114). Pero Klara juzga que tiene sentimientos y que los acumula con el análisis.

En una ocasión, Madre se la lleva de paseo. Josie se queda en casa porque se encuentra mal. Al final de la jornada, Madre indica a Klara: «Creo que será mejor que no le digamos nada de esto a Josie. Que no le contemos lo que has hecho ahí arriba. Lo de imitarla. Se lo podría tomar a mal» (p. 124).

En esa época, Josie se pasa buena parte del día en la cama. Rick la visita. Es lo que más agradece. Klara está con ellos pero les concede «privacidad». Le preocupa que durante los encuentros Klara dibuje o Rick escriba algo que pueda generar tensiones.

En cuanto se recupera un poco, Josie asiste a unas sesiones misteriosas, en la ciudad, con el señor Capaldi. «Prefiere sacarme fotos porque de este modo yo no me fatigo teniendo que permanecer inmóvil durante horas posando al modo tradicional. […] Mamá está siempre conmigo» (p. 138).

Josie quiere que su amigo Rick estudie en Atlas Brookings, pero Rick es un chico «no mejorado» y «el porcentaje de no mejorados que aceptan es de menos del dos por ciento» (p. 147). Josie y Rick discuten y dejan de verse. Por ello, Josie está de mal humor y en una ocasión se desahoga con Klara: «Mira, no va a funcionar. Da igual que hayas estado escuchando, no puedes sustituir a Rick. Es imposible» (p. 150). Klara se propone intervenir para que se reconcilien, a pesar de que no distingue bien quién debe pedir perdón a quién, si Josie a Rick o si Rick a Josie. «Todavía no entiendo el funcionamiento del perdón» (p. 153).

Confiesa Klara: «Hasta hace poco no creía que los humanos pudieran elegir de manera voluntaria la soledad. No sabía que a veces hay fuerzas más poderosas que el deseo de evitar la soledad»

En su papel de apaciguadora, Klara acude al chalet de Rick y habla con su madre. Es la señora Helen, ex actriz de teatro y amiga de Chrissie. Al ver a Klara, Helen exclama: «Una nunca sabe cómo saludar a una invitada como tú. Después de todo, ¿eres una invitada? ¿O te trato como a una aspiradora? Supongo que acabo de tratarte así. Lo siento» (p. 163). Le pregunta si ha notado que sea inglesa. «¿Estás capacitada para identificar acentos?». Conjetura que Klara incluso está preparada para analizar sus entrañas, «hasta llegar a mi genética» (p. 164).

Helen estima que «aunque Rick no fue mejorado», todavía goza de opciones para ingresar en Atlas Brookings, la única universidad decente que «acepta a un pequeño número de estudiantes no mejorados». Los de Atlas Brookings, «gracias a Dios, tienen principios» (p. 166). Lo único que necesita es un poco de ayuda. Helen le ha comprado los mejores libros de texto. «Son de la época anterior a que los niños fueran mejorados y son los más adecuados para él» (p. 170).

El interés de Helen por el ingreso de Rick en Altas Brookings, a pesar de que eso supone que la abandone, sorprende mucho a Klara, quien le confiesa: «Hasta hace poco no creía que los humanos pudieran elegir de manera voluntaria la soledad. No sabía que a veces hay fuerzas más poderosas que el deseo de evitar la soledad». El padre de Rick ya ha fallecido. Rick no tiene ningún recuerdo de él.

A pesar de todos los desaires de Josie, Klara subraya que es muy feliz en ese hogar y que no tiene otro deseo que ser su AA. Sabe que su enfermedad es grave. Es posible que se debilite tanto que acabe muriéndose, como le ocurrió a su hermana, Sal. Pero investiga una posibilidad de que pueda recuperarse que los adultos no han tenido en cuenta. Para ello, pide ayuda a Rick. Este la acompaña al granero del señor McBain. Lo calcula todo para no «alterar su privacidad» (p. 176). Allí, implora al Sol.

Josie está al borde de la muerte. Chrissie lamenta que en su día no permitiera que la «mejoraran» y recurre con urgencia al señor Capaldi. Al principio, Paul, el ex marido de Chrissie, se opone a sus planes. No cree que funcione lo de sustituir a Josie por Klara, cuando Josie muera.

Klara reconforta a Paul, el padre de Josie: «Por supuesto que un corazón humano debe ser complejo. Pero tiene que tener un límite»

Klara entiende lo que ocurre y se presta al sacrificio: «No será como la última vez con Sal [la hermana fallecida de Josie], porque esta vez estaré yo para ayudar. Ahora entiendo por qué me ha estado pidiendo que observase y aprendiese todo sobre Josie» (p. 231). Ni Chrissie ni Paul se convencen de que Klara será exactamente como Josie, pero aun así le piden la inmolación y que se convierta en ella.

En este trance, la gran duda es el corazón humano. Klara reconforta a Paul, el padre de Josie: «Por supuesto que un corazón humano debe ser complejo. Pero tiene que tener un límite. Incluso si el señor Paul habla en un sentido poético [lo tienen enfrente, pero se dirige a él en tercera persona], lo que haya que aprender tendrá un final. El corazón de Josie puede asemejarse a una casa misteriosa con habitaciones dentro de las habitaciones, pero si esa es la mejor manera de salvarla, me esforzaré al máximo. Y creo que tengo posibilidades de lograr el objetivo» (p. 243).

Dejo sin contar el desenlace.

EL PERDÓN, LA SOLEDAD, LA PRIVACIDAD

Desde el comienzo de su carrera, pero singularmente con The Remains of the Day (Los restos del día), texto publicado en 1989, Kazuo Ishiguro (1954) ha brillado en todas sus novelas. Sus obras pertenecen al selecto conjunto de realizaciones que entretienen, retan, exigen del lector, enseñan y abren nuevas perspectivas. Ishiguro obtuvo el premio Nobel de Literatura en 2017.​

Klara y el Sol es una pieza más en su cadena de aciertos. Nos presenta un mundo distópico, utópico o sencillamente a la vuelta de la esquina, en el que la edición genética es moneda común y en el que los niños se sienten tan aislados que necesitan la compañía de robots. Cabe añadir que esos robots, o al menos Klara, son magníficos y no imitan los malos sentimiento de las personas, como la venganza y el odio. Klara, además, halla lírica en lo más sencillo, como la bendición de un rayo del sol en un día frío, al igual que un niño pequeño al que las amarguras de la vida aún no lo hubieran agriado.

Finalmente: con ocasión de una encantadora Amiga Artificial, Ishiguro profundiza en el significado del perdón, la soledad, la aceptación de la muerte, la privacidad, lo irrepetible de cada ser humano (esté o no «perfeccionado»), la trascendencia como recurso salvador (el Sol) y las dificultades del corazón. Este último, el corazón, es un centro de sentimientos quizá imitable por un robot, pero difícilmente repetible porque se configura en función de cómo los demás lo tratan y lo juzgan, y esas variables siempre cambiantes son infinitas. ¿Llegará, pues, el corazón de una Amiga Artificial a ser exactamente igual que el de un ser humano? Ishiguro quizá lo sepa.

Director de «Nueva Revista», doctor en Periodismo (Universidad de Navarra) y licenciado en Ciencias Físicas (Universidad Complutense de Madrid). Ha sido corresponsal de «ABC» y director de Comunicación del Ministerio de Educación y Cultura.