Luis Núñez de Ladevéze
Las transformaciones del comunismo
A l comienzo de Las ensoñaciones, es decir, al final de su vida, Rousseau escribe: «¿Qué soy yo? He aquí lo que me queda por averiguar». No deja de ser enigmático que al final del camino la principal preocupación del caminante sea identificar su propio yo. Pero esta pregunta es sincera y valiente y tiene una base: no es fácil reconocer el error cuando en el error se halla comprometida la persona misma, es decir, la ideología con toda la carga de presuposiciones personales, de vida vertida en la justificación, de emociones, sentimientos y resentimientos. Es difícil porque reconocer el error significa avanzar algo en ese camino que Sócrates describió como el «conócete a ti mismo», y que concibió como la tarea más auténtica, plena y apropiada para el hombre. El desenlace previsto por la práctica cristiana para la rectificación del error no es muy diferente de la rusoniana ni de la socrática. Al fin, se trata de que la persona, feliz o desgraciada, triunfante o perdedora, se enfrente a sí misma y examine su conciencia, detecte las irregulares motivaciones de su conducta en la soledad de su propia compañía, profese su arrepentimiento y pene por ello. Puede haber métodos mejores, pero éste no está nada mal y parte del supuesto de que la purificación de uno mismo, la ascesis, es un camino oscuro en cuyo recodo hay una trampa que muchas veces sólo resulta superable cayendo en ella. Muchos piensan que este tipo de rectificación de la conducta es simple y fácil porque, al cabo, concluye no rectificando nada. Fue Nietzsche probablemente quien más se distinguió en censurar el proceso de toma de conciencia de la culpa resaltando la fundamentación patológica de esa pirueta interior basada en la contemplación del Sí Mismo. El sabor complaciente de la conciencia dolorida acaba convirtiendo en placer el propio dolor de la confesión. En el límite ocurre lo que Nietzsche decía: «En última instancia lo que amamos es nuestro deseo, no lo deseado». Al final, en efecto, el placer derivado del reconocimiento de la culpa acaba confundiéndonos con el punto de partida, amando el Sí Mismo, por mucho que rechacemos lejos de nosotros los objetos deseados, es decir, los constituyentes del error del que nos arrepentimos. Por eso se pregunta con razón Rousseau: «El momento en que hay que morir, ¿es tiempo de aprender cómo se había debido vivir?».
Errores sin consecuencias
Al cabo, quienes cometen el error, y toman conciencia de haberlo cometido, incluso cuando su error es incalculable, y por tanto irreparable no por ello deben verse obligados a renunciar a vivir. Posiblemente nadie tiene tampoco derecho a exigir esa renuncia a suprimir esa sutil delectación que produce el dolor en el arrepentido. Tal vez por eso nada más violento que tratar de rectificar el error ajeno mediante la pena de muerte. Nada más conmovedor y desazonante que esa imagen terrible del dictador Ceaucescu y su esposa condenados a muerte, ejecutados por un tribunal anónimo. Cierto que ni Ceaucescu ni su esposa...
Un teatro sin compromiso
Una obra representada sólo por mujeres, que fuese a la vez expresiva de sus peculiaridades, entretenida, humorística y vital, tal parece que fue la intención que inspiró a Alberto Miralles. Para que la idea pudiera representarse tenía que localizarse en algún escenario adecuado. Tal vez leyendo periódicos, a Miralles se le ocurrió que «una comisaría especial para mujeres» pudiera ser el recinto que justificase sin mengua de coherencia la pretensión de presentar en escena a un grupo de mujeres que hablaran ante el espectador de los problemas que esta sociedad igualitaria y, en cierto modo, profeminista, plantea a la condición femenina. Del mismo modo que haya una dirección general, una oficina especial de la mujer y una cuota de participación obligatoria en la dirección de algún partido, también podría haber un aparcamiento especial para mujeres, una oficina de correos para mujeres y una comisaría especial para mujeres. ¿Por qué no? Antes había piscinas para mujeres y para hombres. Ahora podría haber comisarías para mujeres y para hombres. Si no las hay es porque ta) vez hasta ahora sólo se le ha ocurrido que las haya a Aiberto Miralles.
Una comisaría especial para mujeres sería diferente, a] parecer, de una cárcel, un reformatorio o una piscina separados. Lo antiguo es lo separado y lo nuevo es lo especial. Las preferencias de algunos consisten en invertir las tendencias: unir lo que estaba separado y separar lo que estaba unido. A lo primero se le llama tendencia igualitaria y a lo segundo compensación de diferencias. Este es el modo que muchos consideran adecuado para acelerar el proceso de igualación social del hombre y la mujer. Sólo eliminando las distancias se puede aspirar a que se llegue, en algún punto del camino, a la ansiada conjunción. Una de las protagonistas de Alberto Miraíles hace ese razonamiento para justificar la existencia de esta comisaría separada, administrada por féminas y sólo para fémlnas que sirve de pretexto a Miraíles para que un grupo de mujeres hable entre mujeres y sobre ellas.
Una comedia ligera
El espectador no tiene que discutir la tesis, más que discutible, que sirve de punto de partida. Aunque pudiera haberlo hecho, pues la misma urdimbre de la trama se presta a ello, Miralles no ideó una obra de tesis, sino de entretenimiento; no quiso persuadir, ni moralizar, ni adoctrinar, solamente entretener. Los cauces del teatro actual han prescindido de los viejos intelectualismos y de las pretensiones ideológicas. No hay apenas espacio para teatros comprometidos porque, ahora ra, es difícil, sino imposible, acertar a definir un contenido doctrinal con el que comprometerse. La desorientación general se manifiesta en el ámbito del teatro con la renuncia más que con el desánimo. Sencillamente se evita plantear la cuestión en esos términos. Miralles no iba a ser una excepción. La cárcel especial para mujeres es sólo una comedia. No hay denuncia, ni reivindicación, ni compromiso ideológico. Eso es, precisamente, lo que hace llevadera y aceptable la situación.
Así que Miralles teje su acción con otros ingredientes. Piensa en una...
El origen de la idea de Europa
Europa es una realidad, pero antes de serlo fue un proyecto político impulsado por personas de acción. Y antes fue un manojo de ideas de visionarios y hombres de cultura que, mirando en el trasfondo de la historia de los pueblos europeos, creyeron advertir una unidad de criterio, una afinidad cultural por encima de la diversidad de manifestaciones, un principio ideal rector compartido por debajo de las diferencias. La idea de Europa procede de su piélago medieval. Ortega en su Europa meditatio quaedom escribió que «la unidad europea mero programa político para el inmediato porvenir, es el único principio metódico para entender el pasado de Occidente y muy especialmente al hombre medieval». Esta impresión orteguiana no es un capricho del pensador español. Que la idea de Europa surge antes del Renacimiento es un valor compartido por quienes se han dedicado a hurgar en el asunto. Giovanni Spadolini , intelectual y político italiano , preocupad o y ocupad o por el origen de la vocación europeísta de los distintos pueblos europeos, estudio la Antología de Vieusseux, una revista decimonónica italiana caracterizad a po r l a promoción de la idea europeísta.
La Antología reunió texto s de lo s ilustrado s romántico s italianos principalmente. Durante varios años del primer tercio del siglo diecinueve sirvió con ímpetu a la mentalidad europeísta. Sus escritores fueron moderados representantes de la tradición ilustrada. Herederos de la creencia en una Europa que, en expresión de Voltaire, ya era una «sociedad de los espíritus», promovieron el sentimiento de la identidad cultura! europea. Tiene de interés el vigor con que expusieron que e! sentimiento europeísta nacía del germen medieval cristiano y su empeño en ampliar la visión de quienes, como el hegeliano Michelet, identificaban la actitud europeísta con el centroeuropeísmo germánico a acoger como elemento de esa europeidad a la contribución de los pueblos europeos meridionales.
El espíritu del cristianismo
En la presentación de textos de Spadolini, qoe constituye una antología de la Antología, este universitario que llegó a presidir la máxima magistratura del Estado italiano, insiste en que el aliento definidor de la actitud europeísta procede del espíritu diferencial del cristianismo. En su comentario Spadolini rastrea cómo evoluciona ese núcleo inspirador, cómo se manifiesta incluso en las versiones laicistas de una Europa cultural y secular de ilustrados influyentes, y cómo, en fin, toma conciencia expresa en la reacción romántica. La idea de Europa entre la ilustración y el romanticismo indaga el reencuentro de dos mentalidades que tanto en su origen como en su despliegue más profundo acaban reencontrándose para, más allá de los textos recogidos en esta antología de la revista Antología, acabar fructificando en una realidad prác tica, como unidad económica y política. La idea subyacente es que no hubiera sido posible esa aglutinación administrativa, todavía en consolidación, esa convergencia regulada entre las naciones de Europa, que hoy se llama Mercado Común, si no hubiera existido, subyacente a la diversidad cultural y social, una unidad espiritual más profunda e intensa que emerge de la identidad cristiana de...
EL teatro de Shaffer
No es frecuente encontrar un autor que sepa sintetizar en la unidad de la pieza dramática registros tan equidistantes y, generalmente, dispersos como la intensidad literaria, la facilidad narrativa y la profundidad discursiva. Pretender no es lo mismo que ser. Cuando el autor pretende que su obra sea interpretada como alegoría, conflicto o metáfora discursiva no debe necesitar explicarlo. Si el texto o la trama requieren una interpretación explícita de sus pretensiones es que las intenciones del autor se quedan en eso, en pretensiones, sin alcanzar a tener un valor por sí mismas. No es el caso de Peter Shaffer. un autor que consigue fundir en la síntesis de la obra los más dispares valores, incluido el más ambicioso y más inaprensible: la profundidad.
Ser profundo sin ser abstracto ni aburrido, ser literario sin ser amanerado, ser filosófico sin ser discursivo, éste es el problema, que diría Hamlet, Y, naturalmente, no todos los que lo intentan lo consiguen. Peter Shaffer sí, Y la razón estriba en que Shaffer es, ante todo, un autor teatral que no subordina la acción al pensamiento, pero no renuncia a servirse de la trama como vehículo para expresar un pensamiento. Porque sabe integrar estos diversos planos, sus personajes no se quedan en meros pretextos de una intriga sin que por ello se disuelva la intriga en la densidad de los personajes; sus conflictos psicológicos no son experimentos psicoanalíticos, sino auténticos dramas humanos representados dramáticamente. Tal vez el mayor valor de Amadeus procedía de la verosimilitud psicológica de un patetismo cuya singularidad, si no hubiera sido dominada por el oficio de) escritor, hubiera fácilmente degenerado en artificiosidad retórica.
Virtudes del actor
Hay un rasgo en el teatro de Shaffer que, por otro lado, es efecto de esa misma habilidad que trataba de ilustrar, cuyo comentario puede ser especialmente oportuno para comprender el sentido más cabal de Leticia, la última obra suya estrenada en Madrid. Se trata de que esa preocupación de Shaffer por no claudicar del tono literario convierte a su teatro en un instrumento especialmente adecuado para que resalten las virtudes del actor. Como Amadeus, también Leticia es obra para actor, o. mejor en este caso, para actrices. Pero, entiéndase bien, Shaffer no pretende potenciar los aspectos histriónicos de la acción, sino que concibe el texto como como medio literario para el lucimiento elocutivo. La eficacia dramática se basa en la explotación del contenido discursivo. Los actores, más que comediantes son disertantes, y la intriga se basa más en la desenvoltura del texto que en los lances de la acción.
Leticia es una gran pieza, intensamente irónica. Sus sugerentes apuntes sarcásticos, controlados por un humorismo inocente, no enturbian con asperezas el tono satírico. La idea de Shaffer parece, en principio, centrarse en la oposición entre dos heroínas de muy diferente, casi puede decirse opuesto, semblante moral. Prácticamente, se trata de una obra de sólo dos personajes, y si Shaffer hubiera intentado dominar aspectos anecdóticos de la trama hubiera podido prescindir de todo el reparto para concentrar la tensión...
Una temporada de teatro
Lo primero que se aprecia es la clara diferenciación de la programación de las salas comerciales y las salas subvencionadas, ya sea, en el caso madrileño, por el Apuntamiento, por la Comunidad o en concepto de teatro nacional. Amparados bajo el patrocinio público, el teatro clásico y el teatro que podríamos denominar crítico consigue representarse en los escenarios. A veces con brillantez y éxito, como en algunos estrenos del Teatro Español, desde Las mocedades del Cid, con que comenzó la etapa renovadora de Gustavo Pérez Puig, y en el Centro Dramático Nacional, que consiguió llevar hasta final de temporada el ambicioso espectáculo de representar unificadamente las Comedias bárbaras de Valle Inclán. En otros casos, con menos éxito de público que de información. Tal fue el caso del Festival de Teatro de Madrid, llamado a exaltar un teatro de tipo experimental y muy selectivo, de compañías de aficionados puristas y exigentes cuya devoción por el arte de Melpómene tiende a convertirlo en un recinto de gustos exclusivistas y cerrados. No se trata de discutir sí esto es bueno o malo para el público, sino de describir la distancia que media entre el aficionado comercial y el aficionado experimental. El teatro vive de ambos aspectos, aunque de manera muy diversa.
Falta renovación
En cuanto al teatro comercial, los signos resultan equívocos, sin que predominen razones halagüeñas. Podrían describirse tres hechos principales. En primer lugar, el de la ausencia de nuevos nombres. La falta de renovación del teatro es patente y no deja de sembrar una sensación de desaliento. No ha habido, nombres nuevos en la cartelera madrileña.
Como novedad más interesante, si se quiere interpretar así, habría que señalar Matrimonio para tres, de Martínez Ballesteros. El vodevil sentimental, el teatro ligero crítico y apacible, la comedia de enredo literaria y ligera, la crítica de actualidad, dramática y penetrante, son los rasgos más característicos que pueden distribuirse entre las representaciones del año.
Si hay que hablar de triunfadores, pueden señalarse principalmente dos: María Manuela Reina y Juan José Alonso Millán. No son, sin duda, renovadores de la escena, pero sí valores consolidados sobre los cuales los empresarios no arriesgan mucho al apostar. Ni siquiera podría decirse que la ligereza literaria de Alonso Millán para enhebrar la comedia de enredo, su facilidad y desenvoltura, se convierten, precisamente por su prodigalidad, en su punto más débil. Sería fácil decirlo, sin duda, pero también injusto. Aplicado ese mismo criterio a nuestra tradición teatral, tendríase que censurar a nuestros mejores dramaturgos, empezando por Lope de Vega y terminando por Benavente.
Nunca la facilidad es signo de debilidad, sino de destreza en el oficio. Y si alguien la tiene hoy día es Alonso Millán. Durante la temporada, Alonso Millán estuvo en tres carteleras y, durante algunas semanas, simultáneamente. En el mes de agosto se programa Pasarse de la raya, en el Teatro Maravillas, Es como un talismán para asegurara: en plena canícula la inauguración de la temporada. Aunque en esa época la capital suele estar despoblada, queda aún público para todo, siempre...
Libertad y justicia
La obra de John Rawls Teoría de la justicia, publicada ahora hace exactamente veinte años, se ha convertido en uno de los principales centros de atención y de reflexión de la filosofía política y moral contemporánea. Este monumental esfuerzo constructivo del profesor de Harvard fue objeto de importantes críticas, a las que Rawls ha venido contestando, a veces matizando sus ideas originales, a veces replicando las objeciones de sus comentaristas. Sobre las libertades es el título de una reciente edición castellana de parte de las «Tanner lectures» que Rawls pronunció, en las que se ocupaba de las críticas y comentarios y, muy especialmente, de los de Hart y Kalven.
El libro desarrolla principalmente la base filosófica en que descansa su «teoría de la justicia» que arraiga en la concepción ilustrada y liberal de la persona expuesta a partir de Locke y Montesquieu. Pero Rawls trata de fundar su idea de justicia no en una versión utilitaria de la felicidad, el bien o la libertad humana, sino en una base formal, válida en sí misma y que conecta expresamente con la noción kantiana de «deber moral». No se trata de un recetario para conseguir la felicidad práctica de las personas a partir de la organización recíproca de las libertades individuales, sino de cómo establecer el conjunto de relaciones armónico para que la persona sea digna de ser feliz.
Desde el punto de vista práctico, la diferencia no es importante, ya que la concepción de la libertad se desarrolla de modo muy similar, de acuerdo con la tradición liberal, es decir, el pensamiento ilustrado moderado, cuya culminación, y también su punto de inflexión, se encuentra en Kant. Puede decirse que la obra de Rawls se podría interpretar, como tantas otras del pensamiento contemporáneo, por ejemplo Popper, como una vuelta a Kant y un abandono de los excesos cometidos tras la recepción radical del hegelianismo.
La idea que tiene Rawls de la justicia se basa en una previa idea de la libertad personal. El filósofo es explícito acerca de que no es posible separar el desarrollo de una organización racional y democrática del Estado de una previa concepción de la persona. En cierto modo, la principal objeción de Hart, a la que trata de responder Rawls, consiste en reprocharle que no hay modo de explicar, si se parte de la ficción contractualista de la sociedad que Rawls acepta, por qué las partes o ciudadanos fundantes de la organización política adoptan libertades y establecen una relación de preferencia entre ellas.
Ciertamente, no hay manera de desembarazarse de ese reproche, y, en suma, Rawls acepta un concepto de «persona» que en realidad no es otro que el del reconocimiento de la autonomía moral, es decir, de la conciencia personal, la gran aportación de la tradición cristiana. A partir de este supuesto se diseña un núcleo de libertades básicas entre las cuales las de pensamiento y expresión son fundantes. Pero ¡o importante, y en contra del radicalismo ilustrado, es que Rawls concibe, como Locke, que la sociedad es de...
Semblanza de una sociedad consumista
El teatro de Alonso Millán constituye ya un valor en sí mismo. Cada nueva obra es una nueva prueba de habilidad en el oficio y de dominio de la carpintería teatral. Cada estreno es también una apuesta segura a favor de la imaginación, la construcción y la profesionalidad. Ya caben pocas dudas de que Alonso Millán es el principal activo de la comedia española y que su teatro está destinado a mantener la tradición renovadora iniciada por Jardiel Poncela, y consolidada por Mihura y Alfonso Paso, principalmente. También como estos autores, las obras de Millán se caracterizan por tener más en cuenta el interés del espectador que los juicios del crítico, y por eludir ese complejo intelectualista, procedente del masoquismo trascendente que durante muchos años trató de someter la producción estética a la disciplina ideológica.
Alonso Millán concibe sus obras como ejercicios para el autor y como pasatiempos para el espectador. De este modo engarza con el más profundo sentido de la comedia clásica, en que la dimensión literaria era el efecto de la naturalidad expresiva procedente de la propia acción y no un fin deliberadamente añadido al servicio de las pretensiones narcisistas del autor. El título del último estreno es en cierto modo disonante por su propia inexpresividad: Oportunidad: bonito chalet familiar parece un mal reclamo de un viejo anuncio publicitario. Y de eso se trata, además.
Trama
La materia de que se sirve el comediógrafo para alimentar la trama es bastante elemental. Eso no es un demérito si se consigue que a través de la concreción de la anécdota el observador consiga retener en el campo de visión el alcance social del ejemplo que se representa. El interés de la comedia —y su éxito— depende de que satisfaga dos clases de exigencias complementarias. Las exigencias de la trama, que en suma consisten en elaborar una intriga narrativa coherente y capaz de mantener viva la curiosidad del espectador; y las exigencias descriptivas que incitan al auditorio a ver tras la trama en la escena, el ejemplo de un caso general, y a los personajes vivos de la acción como encarnaciones de conductas sociales generalizadas. Convertir los elementos narrativos en elementos descriptivos no es tarea fácil, sólo los buenos comediógrafos lo consiguen. Juan José Alonso Millán es uno de ellos, y lo consigue con facilidad y eficacia, aunque también con levedad y ligereza.
La anécdota, como decía, toma pie en las presiones consumistas que fomentó la inicial sociedad de mercado de hace un cuarto de siglo. Obligada, en parte, por la concentración urbana, y, por otra, por la exaltación publicitaria de un anhelo de novedad, independencia e individualismo, buena parte de las clases profesionales se comprometieron en la aventura de adquirir un chalet de los que llaman «unifamiliares» fuera de la ciudad. Un cuarto de siglo después la realidad acaba destronando la imaginación y el sueño de una autonomía bucólica queda sustituido por la realidad más prosaica de los accesos saturados y una infraestructura en estado de permanente provisionalidad. Las modificaciones sociales que...
Palomas sin palomar
No sé si la razón por la que «el oficio más viejo del mundo» ha sido por lo común un coto reservado a la condición femenina, tiene un origen biológico o se debe a motivos sólo sociológicos, psicológicos o, en fin, meramente culturales. Lo curioso es que Miguel Sierra, autor de Palomas intrépidas, no juzga que ha sido la manifestación de un privilegio, uno de los históricamente raros privilegios femeninos, sino que es la manifestación de una desigualdad porque si los hombres no ejercieron el oficio, las mujeres tampoco pudieron disfrutar de sus servicios. En el mundo moderno ya no ha lugar para esa distinción, de aquí que el autor Sierra imagine una situación en la que dos «palomas intrépidas» se hallen en tan asfixiante y desesperada necesidad que urdan una estratagema para procurarse un varón que remedie su irreprimible ansiedad fisiológica.
No son Paloma y Rosa, protagonistas de este juego cómico, sin nervio suficiente para que pueda calificársele de «vodevíl» o de «enredo», dos mujeres de su casa, sino dos profesionales liberadas, que ejercen su trabajo y viven independientes de todo vínculo afectivo y hogareño. Solteronas más por motivos técnicos que afectivos, entradas en años aunque todavía no en carnes, viven con egoísmo y en soledad su autonomía. Pero la vida pasa su factura. La ausencia de varón se deja notar más en el plano sexual que en el afectivo. La convivencia de ambas amigas en el domicilio de una de ellas compensa de la segunda carencia, pero sólo contribuye a alimentar la primera. Pues continuamente aburridas una de la otra, parece que no tienen otro tema de conversación ni otra cosa en qué pensar.
Como a grandes males grandes remedios, Paloma y Rosa, y más Paloma que Rosa, aunque aparentemente el ardor apriete más a Rosa que a Paloma, deciden cortar por lo sano. Pudieron haber recurrido a las páginas amarillas, o tal vez a los anuncios por palabras, pero a Sierra se le ocurre, para complicar algo más la trama, que en sí misma no deja de ser esquemática, otro procedimiento de búsqueda del puto (que así se le llama en la obra).
Con estos mimbres, el cesto reúne a tres personajes: las dos palomas, más voraces que torcaces, y el puto, que no lo es por profesión sino por aprovechar la ocasión. La combinación de estos elementos podría haber inspirado una fábula moral, una sátira de costumbres, una comedia de enredo, un vodevil moralizador. Pero a) autor le falta nervio e imaginación para construir un ovillo con el hilo y apenas se limita a tirar del hilo para ver lo que sale o medir dónde llega. Sale poco y llega menos. Apenas algún juego de palabras, algún equívoco que rápidamente se aclara, un diálogo que tiene cierta soltura pero al que falta densidad, algunas frases acertadas y otras que se limitan a prolongar la situación, ya que no la acción.
Dos actrices excelentes, Lola Herrera y Marta Puig, capaces por sí solas de resucitar a un muerto, consiguen que...
Daniel Bell. El Estado nacional se ha quedado estrecho para el capital
El sociólogo Daniel Bell, colaborador de Nueva Revista (ver número 4: «Por una sociedad civil»), visitó Madrid, invitado por el seminario permanente Empresa y Humanismo. Este seminario fue fundado por un grupo de empresas (BBV, IBM, Iberduero, Compañía Sevillana de Electricidad e Hidroeléctrica) en colaboración con la Universidad de Navarra. Actualmente otras empresas de gran importancia figuran como asociadas al seminario.
Un miembro del Consejo Editorial de Nueva Revista participó en el seminario, asistió a la conferencia de Bell sobre «La empresa en la sociedad postindustrial» y conversó con el sociólogo de la Universidad de Harvard sobre aspectos de su disertación.
Según el profesor Bell, la crisis de! Golfo Pérsico ha puesto de manifiesto que se ha producido un importante cambio en el orden mundial cuyo aspecto más significativo es la unificación de criterios en las Naciones Unidas. La caída del comunismo está en el origen de ese cambio importantísimo, que modifica esencialmente el sentido de las relaciones internacionales. Para Bell, la guerra del Golfo Pérsico es el último ejemplo de conflicto bélico basado en el antiguo orden internacional de enfrenamiento entre bloques y el primer ejemplo de unificación de un nuevo orden en el que la acción política internacional deja de estar impulsada por la rivalidad ideológica para pasar a ser orientada por motivos de técnica económica. Pero —puntualiza— no habrá más conflictos bélicos causados por problemas energéticos.
El profesor Bell opina, en efecto, que la crisis petrolífera será pasajera. El Club de Roma —observa— estaba equivocado. Interpretó que el crecimiento y el desarrollo estaban subordinados a la explotación del petróleo y de otros recursos naturales que acabarían agotándose, pero no calculó la innovación de recursos promovida por la renovación tecnológica. «La importancia del petróleo bajará, pues será sustituido por otras energías. El petróleo es el último recurso natural que puede organizarse como un cártel».
«No es posible prever el futuro», dijo Bell, pero sí es posible interpretar las tendencias y orientarnos acerca del sentido del devenir. «Antes de la II Guerra Mundial el poder nacional de las potencias europeas dependía de su poder militar. Hoy Japón y Alemania tienen más poder que entonces; tienen más poder sin ejército que con ejército, porque el poder procede ahora de la economía, y la economía es la prolongación de la guerra por otros medios». El origen del poder tiene actualmente su fuente en la combinación de la actividad económica con la tecnología de la inteligencia. Estamos en la sociedad posindustrial, un tipo de organización cuyo dinamismo se basa en la sustitución de la tecnología mecánica por la tecnología intelectual. Actualmente ya no es necesario centralizar la producción, pues la antigua concentración urbana por recursos se sustituye por un sistema de distribución de la producción. Lo único que se necesita centralizar es la información. «El mercado se ha convertido en una red de comunicación»; ya no es un lugar, un sitio geográfico. Pero del mismo modo que cambia la naturaleza del mercado, también cambra el fundamento de la productividad, No estaba tan equivocado Marx en...
Algunos recuerdos de la infancia
El pasado lunes 3 de noviembre nos decía adiós nuestro querido amigo Juan Pablo de Villanueva, ilustre periodista y empresario de la comunicación, que colaboró con Nueva Revista de Política, Cultura y Arte como miembro del Consejo Editorial y vicepresidente de la Fundación Nueva Revista desde sus comienzos allá por el año 1990.
La segunda alfabetización
La idea de internet como herramienta esencialmente democratizadora e igualitaria porque toda persona puede conectarse sin impedimento. Permite la transmisión y el acceso individualizado y simultáneo de cualquier información.
Los éxitos de una profunda crisis
La afición al teatro retrocede a causa del avance de los espectáculos de masa, y se convierte en dedicación de minorías. Las televisiones públicas no favorecen una programación exigente ni atienden el cuidado de la cultura. La marginación del teatro por parte de la televisión pública resulta paradójica ya que los presupuestos comunitarios dedican grandes cantidades a la difusión del teatro.