El yo aburrido: por qué el yoes el único objeto del cosmos que se aburre. Ésta es una de las cuestiones planteadas por el novelista norteamericano Walker Percy en el «Twenty-Question SelfHelp Quiz» de su Lost in the Cosmos. The last Self-Help Book (1983). Y una de las respuestas a elegir dice: «porque el yo creyó comprenderse primero a través del mito, de un modo un tanto incorrec to; más tarde a través de la religión, como criatura de Dios, y ahora cree haber explicado, a través de la ciencia positiva, el entero cosmos -excepto a sí mismo, claro, porque el yo no puede ser explicado por la ciencia positiva y, por tanto, solo puede entenderse a sí mismo como un fantasma dentro de una máquina-. Y … ¿cómo va a sentirse un fantasma en una máq uina, más que aburrido?».
De un modo igualmente serio, aunque más académico, Gilbert Ryle y gran parte de la tradición analítica en filosofía ha opinado lo mismo sobre el dilema científico-filosófico en que las cuestiones body-souly mente-cerebro han quedado, tanto a partir de la doctrina oficial moderna -la fisiología fantástica de Descartes y todas las antropologías de bestiario racionalistas, con su déscredito del cuerpo, de la teoría de la inteligencia y de la psicología-, como desde el materialismo. Estas cuestiones han ocupado a algunas de las cabezas más privilegiadas, han dividido las opiniones, han hecho nacer auténticas tradiciones y siguen siendo unas de las vías de investigación filosófica más pobladas de viajeros. Y José Luis González Quirós se ha adentrado en ellas en las cinco partes de este bien escrito y mejor organizado estudio, para examinar las paradojas de las diver-sas soluciones propuestas y «apuntar (…) las vías de un entendimiento «transmaterialista», por decirlo así, de la realidad».
El tema, como apunta el autor, no afecta solo a una parcela concreta de lo real, sino que «implica una visión completamente distinta de la. realidad entera». El autor examina en el capítulo n la «solución» materialista, que escamotea el problema («el materialismo ha sido siempre tan de sentido común que ni siquiera ha movido a la razonable conveniencia de investigarse a sí mismo»: p. 30). Dedica el m al olvidado análisis de Bergson, y en los capítulos IV y v vuelve a ocuparse de las versiones más contemporáneas del materialismo. La última parte (cap. VI, «Para una teoría de la mente») es un elaborado estado de la cuestión enormemente clarificador.
El libro está muy bien escrito. El autor ha sabido escapar de la mera yuxtaposición de textos y soluciones, incluso de limitarse a la comparación: abunda en juicios y no rehuye apostar por causas y hechos históricos que alumbren y sitúen las soluciones propuestas al «wide open and extremely confusing» (Saul Kripke) problema del alma y el cuerpo, la mente y el cerebro, el intelecto y su complejísimo «sustrato»(¿?) orgánico.
Una crítica: el autor se disculpa (pág. 7) por «un cierto exceso de re-ferencias y, tal vez, el vicio académico de defender una posición precisa». Bueno, probablemente ningún lector interesado considerará necesario que el autor se disculpe por las huellas que el aparato crítico -propio del origen doctoral del trabajo ha dejado en su versión publicada: la filosofía está sobrada de autores que hacen solitarias travesías ensayísticas a través de desiertos perfectamente vacíos, desde los que se traen las manos rebosantes de nada mientras despachan incontenibles libro tras libro. Y entre tanto libro de gente que no solo no ha leído los libros de los demás, sino que ni si quiera ha releído los propios, el tono serio de la ciencia y lo académico se agradece: las notas a pie de página son los minúsculos sitios de la erudición y la honestidad intelectual, en los que el autor se ha parado y releído a sí mismo, donde ha con trastado, donde demuestra que ha estudiado las contribuciones del resto de la comunidad científica (un libro es un sitio donde uno se encuentra con otra gente); después de hacer todo eso, algunos autores siguen considerando que tienen algo que decir, y entonces van y escriben un buen libro.
Pues éste, además del interés reseñado, tiene muchas referencias y notas a pie de página, un útil índice onomástico y una bibliografía selecta.