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Cristina Rivera Garza (Tamaulipas, México, 1964) escritora y catedrática en el Colegio de Artes Liberales y Ciencias Sociales de la Universidad de Houston.​ Entre sus obras, destacan Nadie me verá llorar, Autobiografía del algodón y El invencible verano de Liliana, por el cual recibió el Premio Pulitzer en la categoría memorias/autobiografía en 2024. Ha ganado diversos reconocimientos, entre ellos el Premio Anna Seghers para literatura latinoamericana, en dos ocasiones el Premio Sor Juana Inés de la Cruz y el Premio Roger Caillois.


Avance

Cristina Rivera Garza: «El invencible verano de Liliana», Penguin Random House, 2021

En el México de la década del 90, el término feminicidio no estaba incluido dentro del vocabulario judicial. Tampoco existía dentro de la conversación pública. Los casos como el de Liliana, hermana de la autora de El invencible verano de Liliana, Cristina Rivera Garza, eran con frecuencia catalogados como «crímenes pasionales» o responsabilidad de la víctima. «Ni Liliana, ni los que la quisimos, tuvimos a nuestra disposición un lenguaje que nos permitiera identificar las señales de peligro. Esa ceguera, que nunca fue voluntaria sino social, ha contribuido al asesinato de cientos de miles de mujeres en México y en el mundo», escribe Rivera Garza.

A partir de los recuerdos de amigos y familiares, y los escritos de la misma Liliana, este libro no solo hace un homenaje a su vida, sino también un reclamo de justicia, que no pasa únicamente por señalar al asesino y condenarlo, sino también por visibilizar las circunstancias y estructuras sociales —entre ellas, la falta de lenguaje para hablar sobre el abuso— que permiten que se produzca un feminicidio. El invencible verano de Liliana se enfrenta al silencio, la vergüenza y los prejuicios relativos a la violencia contra la mujer.


Artículo

Liliana Rivera Garza fue asesinada por su expareja el 16 de julio de 1990. Tenía veinte años. Hasta el día de hoy, el asesino, Ángel González Ramos, no ha sufrido ningún tipo de condena. Más de treinta años después, Cristina Rivera Garza, hermana mayor de Liliana, se acercó a la Procuraduría de la Ciudad de México para recuperar el expediente de la investigación del asesinato. Se encontró en una oficina gobernada por la lógica burocrática, desprovista de toda sensibilidad y confusa, en donde una muerte se amontona con otras cifras, y se pierde con el papel. Después de pasearse por distintos despachos sin respuesta, le dijeron que era difícil encontrar un archivo tan antiguo. Ha desaparecido, se ha perdido junto con tantos otros.

Al acudir a la memoria de sus familiares, se topó con el mismo resultado: el tiempo le había ganado al recuerdo. «Lo siento, decían. No recuerdo nada más. Algunos lloraron. Pronto tuve que darme cuenta de que en realidad sabíamos muy poco. Una muchacha desorientada, presa del maltrato cotidiano de un depredador. Una mujer acaso demasiado libre. Una nadadora disciplinada. Una joven confundida dispuesta a probarlo todo. Una niña buena y dócil, ciega ante el peligro. Una mentirosa. Una estudiante ejemplar. Una inocente. Una amiguera. Una mujer llena de amor. Una descuidada. Alguien con pasado. Las estampas que producían sus relatos e, incluso, mi propia memoria, se multiplicaban exponencialmente, contradiciéndose sin rubor alguno. El resultado, sin embargo, era el mismo: treinta años de silencio».

Cristina Rivera Garza decidió, entonces, armar su propio expediente sobre el crimen; uno personal e íntimo, que sea capaz de capturar quién fue Liliana y sacarla del anonimato de la cifra. Y así nació El invencible verano de Liliana, uno de los más recientes trabajos de esta escritora mexicana, por el cual ganó el Pulitzer en la categoría de Memoria en 2024. Es un homenaje a la vida de su hermana. Es una reiteración de la búsqueda de justicia por su feminicidio. Es, finalmente, un recordatorio de que, aunque el expediente del crimen haya desaparecido, aunque el asesino siga impune, el caso no puede ser olvidado, porque, así como Liliana, existen muchas mujeres que son víctima del mismo tipo de violencia.

El libro no se centra en el crimen ni en el asesino; este solo aparece en tanto choca con la vida de Liliana. Tampoco se trata de un testimonio del duelo de la autora; ella decide hacerse a un lado y actuar como una detective que investiga, recopila e hila recuerdos y archivos de Liliana. El libro se compone de los testimonios de sus familiares y amigos cercanos; la autora es solo una entre las muchas voces que la evocan. También incluye notas periodísticas sobre el crimen y archivos judiciales. Pero la voz principal es la de la misma Liliana, quien dejó una gran cantidad de escritos en la forma de cartas, reflexiones y poemas. A través de esta recolección de archivos podemos conocerla.

Toparse con un asesino

Dar testimonio de la vida de alguien a quien se quiso no es una tarea fácil. Mucho menos cuando se trata de alguien que perdió la vida bajo las circunstancias en que lo hizo Liliana. Es fácil que el recuerdo ceda ante la nostalgia, la pena y la cólera. En realidad, es inevitable que suceda, y ello se transparenta en los recuerdos de quienes participan en el libro. Aun así, la imagen que la autora nos da de ella no es idealizada ni elevada. Liliana es presentada como una joven inteligente, cariñosa, creativa, sarcástica, aguda, incisiva, curiosa. A veces reservada, indecisa. El agobio por la presencia controladora de una pareja que la vigila con recelo es palpable. La sensación de aprisionamiento y su lucha por liberarse de él también. Pero ello no anula sus otras facetas como amiga, hermana, hija, estudiante, y joven que da sus primeros pasos en dirección a la adultez.

La minuciosidad con la que Rivera Garza recopila información sobre su hermana y nos la presenta es una gran virtud en su escritura, pues nos permite tener una mirada amplia y rica de Liliana que sustenta una idea fundamental de este libro: ella fue mucho más que la violencia que sufrió. No era una joven trastornada, destinada a involucrarse en una relación abusiva. La autora insiste en que la única diferencia entre ella y su hermana es que Liliana se topó con un asesino. La única diferencia entre cualquier lectora y Liliana, agrega.

Nombrar la violencia

Un hecho tan atroz como el asesinato siempre nos obliga a preguntarnos cómo es posible que algo así haya sido posible. ¿Cómo es que una joven como Liliana llega a estar en una relación con alguien capaz de asesinarla? ¿Por qué su expareja lo hizo? Necesitamos señalar culpables, sopesar las circunstancias. La forma en la que creamos una narrativa para explicar por qué pasó lo que pasó nos hace tomar inevitablemente una posición y atribuir responsabilidad. Para Cristina Rivera Garza, el caso es claro: el único responsable fue el asesino. No fue capaz de concebir que Liliana viviera separada de él, lejos de su control. Fue un feminicidio.

Sin embargo, la autora subraya que en el momento en que se produjo el crimen, el término «feminicidio» no existía en el vocabulario del sistema de justicia en México, y tampoco en el de la sociedad. Con frecuencia, casos como el de Liliana eran catalogados como «crímenes pasionales», es decir, crímenes que no son premeditados, sino que se producen cuando el agresor sufre una alteración mental y «está fuera de sí». Y muchas veces, también, las víctimas han sido señaladas como las culpables: por ser provocadoras, por exponerse, por su apariencia.

La manera en que nombramos los hechos moldea nuestra comprensión sobre ellos. Y la falta de palabras también: «La capacidad del lenguaje para descubrir y encubrir al mismo tiempo. Ventana y cortina. Telescopio y niebla», escribe Rivera Garza. La filósofa inglesa Miranda Fricker acuñó el término «injusticia epistémica» para referirse a la incapacidad de comunicar una experiencia por la falta de un concepto que pueda explicarlo. Así, ciertas experiencias y conductas quedan relegadas como poco importantes, como algo a lo que ni siquiera vale la pena darle un nombre, y son invisibilizadas. El libro sostiene que es ello, justamente, lo que le sucedió a Liliana ¿Cómo saber que uno se encuentra en una relación abusiva si ni siquiera se sabe qué es eso? ¿Cómo saber que la violencia que uno experimenta no es normal? ¿Cómo pedir ayuda?

«Ni Liliana, ni los que la quisimos, tuvimos a nuestra disposición un lenguaje que nos permitiera identificar las señales de peligro. Esa ceguera, que nunca fue voluntaria sino social, ha contribuido al asesinato de cientos de miles de mujeres en México y en el mundo». La falta de palabras, como bien afirma Rivera Garza, es un hecho social. La justicia no pasa solo por señalar al asesino y condenarlo, sino también por crear las condiciones necesarias —y con ello un vocabulario— para que no se repitan casos como el de Liliana. Y es precisamente eso lo que hace que un libro como El invencible verano de Liliana tenga una relevancia tan grande en el contexto actual, en donde, en lo que va del año, se han producido 33 feminicidios en España [en el tiempo que me tomó escribir este artículo, he tenido que actualizar esta cifra varias veces].

El invencible verano de Liliana se enfrenta al silencio, la vergüenza y los prejuicios relativos a la violencia contra la mujer; le da un nombre al crimen que sufrió Liliana y muestra las circunstancias reales en las que se produce un feminicidio y los factores de riesgo. «La falta de lenguaje nos maniata, nos sofoca, nos estrangula, nos dispara, nos desuella, nos cercena, nos condena», dice García Garza, y es justamente ello lo que combate.

Licenciada en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica del Perú.