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Que la obra de Miguel d’Ors (Santiago de Compostela, 1946) se cuenta entre las más intensas, interesantes, auténticas e influyentes del último cuarto del siglo XX y del primero del XXI no lo discutía nadie desde 1992 (fecha de publicación de su antología Punto y aparte). Ya de un libro de 1987, recordó en Nueva Revista Luis Alberto de Cuenca: «Curso superior de ignorancia, uno de los conjuntos de poemas más hermosos y divertidos que han caído en mis manos nunca». Quien lo haya leído sabrá que De Cuenca no exagera. Ahora la publicación de su poesía completa en un grueso tomo por la editorial Renacimiento permite constatarlo todo de una tacada. Poesías completas 2019 es un libro, por tanto, que no debe pasar desapercibido.

Poesías completas 2019. Renacimiento. Sevilla, 2019. 692 págs.

Para el lector que no conozca mucho a Miguel d’Ors es una ocasión inmejorable. Casi ningún poeta tiene una obra completa tan completa. Merece la pena iniciarse con todo, aunque si ustedes necesitan hacer unas prudentes catas previas antes de la rentable inversión (40 €), hay en internet bastantes muestras (demasiadas, protesta el autor en el prólogo). Ésta de aquí es amplia y cuidada.

Incluso el lector asiduo de Miguel d’Ors, por muchos títulos suyos como tenga en la biblioteca, se llevará gratificantes sorpresas. Naturalmente, ninguna de las tres amplias antologías publicadas con anterioridad recogían todos sus poemas; y varios de sus primeros libros son prácticamente inencontrables.

Su crítica a la sociedad actual le ha puesto la etiqueta de un «malditismo desde la otra orilla”

Hablamos de un poeta inmerecidamente marginal. Su catolicismo militante y su crítica a la sociedad actual le han puesto la etiqueta, en palabras de Sultana Wahnón, de un «malditismo desde la otra orilla». Eso explica la dificultad que tuvo en sus inicios para publicar en colecciones de renombre y con aceptable difusión y, por tanto, la imposibilidad de encontrar ahora algún volumen de Es cielo y es azul (1984), Chronica (1982), Codex 3 (1981) y Ciego en Granada (1975), que son, precisamente, los libros iniciales y con más poemas sin antologar.

Este tomo viene a resarcir al lector de esos daños colaterales. Ciertamente, los poemas que d’Ors no había recogido no son los más logrados, pero qué frescura tiene la novedad de encontrarlos por sorpresa, como nuevos, más de treinta años después.

Además, como el poeta explica en el prólogo, la edición presenta una curiosidad. Los libros se ordenan en orden cronológico inverso, empezando por el más reciente. Miguel d’Ors prefiere que los lectores se encuentren primero con lo que él considera lo más maduro de su obra. Hay otra causa, quizá más objetiva, que hace que tan insólito criterio funcione muy bien.

Su evolución dibuja unas espirales de giros cada vez más amplios. En sus últimos libros, muchos versos se alargan en versículos y se acentúa un prosaísmo en la línea vigorosa de un Víctor Botas. Sin dejar ni su dicción transparente y natural ni las formas clásicas ni el uso magistral de los recursos retóricos, pero con más soltura y más versatilidad, d’Ors vuelve en sus últimos libros sobre sus temas de siempre, perdiendo quizá algo de la intensidad primera. Al leerlos «al revés», la sensación es de un continuo ahondamiento. La tensión creciente compensa el vuelo que se va dejando atrás. Para quien haya leído a d’Ors en el orden cronológico, la experiencia de variar el punto de vista acaba resultando fascinante.

Lo importante es que la poesía de Miguel d’Ors enriquece la vida de sus lectores

Aunque estos son matices para seguidores asiduos. Lo importante es que la poesía de Miguel d’Ors enriquece la vida de sus lectores. Una de las secciones de La imagen de su cara (1994) se llamaba «El arte por no helarte». La frase da una vuelta de calcetín al lema de la poesía pura. «Los libros no me sirven / si no me dejan contemplar la yerba» ha escrito, optando por una manera de leer que funciona, no como una rival de la vida, sino como una intensificadora vital. Con esa misma idea cierra el epílogo de su libro Hacia otra luz más pura (1999): «La Poesía es cosa del lenguaje, en ella vale todo (cuando vale) y es algo que brota de la vida y tiene también la vida como destino. La de usted, lector. Espero haberle ayudado a mejorarla un poco haciéndole pasar un buen rato».

Para disfrutar todavía más, es fundamental entender la dinámica interna de esta poesía. La d’orsiana tiene «la unidad que le da un esquema subyacente»; unidad que, como explicaba T.S. Eliot, equipara un conjunto de poemas breves —incluyendo aquellos que individualmente tomados puedan parecer tal vez algo ligeros—a un poema largo de primera categoría de los que justifican que consideremos grande a un poeta.

En una breve introducción magistral a una pequeña antología d’orsiana publicada en Nueva Revista en junio de 1993, Julio Martínez Mesanza aclara aún más ese esquema subyacente al destacar el hecho de que la poesía de d’Ors, como la de Francisco de Aldana, transparenta un destino, entendiendo destino «como un conjunto de tensiones biográficas que al ser sentidas, reconocidas y expresadas de manera coherente por el poeta otorgan a la obra una dimensión dramática». Martínez Mesanza habla de «la confrontación permanente de dos fuerzas, una positiva y enriquecedora, que llamaremos fe, y otra negativa y secular, que llamaremos mundo».

La lírica de d’Ors presenta, por tanto, una dimensión épica. Su poesía completa podía haberse titulado La dorsiada, porque esa épica subyacente no sólo otorga unidad a su poesía, sino la categoría de poeta grande a su autor. La publicación de sus Poesías completas es una ocasión inmejorable de comprobarlo de primera mano.

Poeta, crítico literario y traductor.