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El pasado día 28 de octubre fue investido doctor «honoris causa» por la Universidad Complutense el profesor Karl Popper. Después de tantos nombramientos extraños a los que las universidades españolas nos han acostumbrado en los últimos años, la investidura de Popper significa volver a reconocer con este tipo de distinciones el mérito académico en su más elevado grado.

No tiene mucho sentido detenerse a justificar tal afirmación. La importancia de la obra de Popper en el pensamiento del siglo XX es tal que no parece equivocado pensar que, aunque el homenajeado pueda sentirse muy honrado por el nombramiento, es la propia universidad española la que queda dignificada por su presencia entre nosotros. Por eso resulta bastante sorprendente que ese día no se llenara el paraninfo de la calle de San Bernardo, que ha recibido, a menudo, mucha más gente en homenajes a personajes de mucha menor categoría intelectual. Pero el mundo cultural español es así. Cuando llega a escribirse —y a firmarse— en la prensa que Popper es el filósofo de la burguesía o el ideólogo de la política norteamericana, cualquier cosa puede esperarse.

Comunista

Además de las dos conferencias que pronunció en Madrid, Popper participó en un seminario restringido en el que expresó sus opiniones acerca del marxismo y el socialismo y mantuvo una larga conversación con los asistentes, de la cual se reproducen más adelante algunos de sus puntos más significativos.

En su autobiografía afirma Popper que ha sido antimarxista desde que tenía diecisiete años. Pero señala también que antes había sido comunista durante algunos meses, influenciado por el ambiente de la Viena inmediatamente posterior a la I Guerra Mundial. Pronto quedó, sin embargo, desencantado por un doble motivo. En primer lugar, por el carácter dogmático del credo comunista y su arrogancia intelectual. Pero, además, por un incidente que le afectó mucho personalmente: la muerte de algunos jóvenes socialistas en una manifestación instigada por los comunistas para intentar ayudar a escapar a varios detenidos en la comisaría central de Viena. Lo que repugnó al joven estudiante de este suceso fue no sólo el hecho en sí, sino también la propia teoría marxista, que exige este tipo de acciones para intensificar la lucha de clases y acelerar el triunfo del socialismo.

A lo largo del seminario, la tesis principal de Popper fue que la causa principal por la que la sociedad ha cambiado en el último siglo ha sido la revolución científica y tecnológica, que Marx no fue en absoluto capaz de prever. Esto ha hecho que las predicciones del pensador alemán resultaran equivocadas. No es cierto que las clases trabajadoras se hayan empobrecido con el desarrollo del capitalismo. Lo contrario es lo verdadero. Y hoy, gracias a esa revolución tecnológica, un trabajador puede disponer de bienes que el siglo pasado no habría podido soñar el más rico de los hombres.

Los intelectuales

La actitud de los intelectuales ante estos cambios sociales ha sido lamentable. En sus propias palabras: «Han transcurrido ya varias décadas de continuas refutaciones de las teorías de Marx, Los intelectuales han visto lo que sucedió en Rusia, han sido testigos de los crímenes de Stalin, y aun algunos siguen siendo marxistas, l ales intelectuales se niegan a aceptar la crítica y a ver la realidad de los hechos. Me han dicho, por ejemplo. que en Australia, en la Universidad de Sidney, algunos departamentos —entre ellos el de Economía— se han dividido en dos partes: marxista y no marxista. Los profesores no marxistas se oponían. Fueron los marxistas los que insistieron en llevar a cabo la separación. Tal vez querían evitar críticas y hablar sólo con gente que estuviera de acuerdo con ellos». ¿Están las ideas que han formado la base del socialismo real en el pensamiento de Marx o más bien fue Engels quien introdujo algunas de ellas? Con respecto a esta cuestión, que tantas veces se ha planteado. Popper hizo la siguiente afirmación contundente: «Sobre el marxismo y lo que Marx ha dicho o quiso decir se ha escrito muchísimo; más de diez mil libros, tal vez. Pero estas discusiones sobre matices no me interesan. Son cuestiones de detalle que no abordan el problema principal». Preguntado por el marxismo alemán actual, y en concreto por la «escuela de Frankfurt», Popper dijo: «No hay nada en ella. Es un inmenso vacío intelectual.

Me recuerda a una historia que se contaba en Viena hace muchos años. En una feria un adivino tenia una gran bola de cristal en la que era capaz de materializar los pensamientos de la persona a la que miraba fijamente a los ojos. Uno de los presentes era un oficia) del Estado Mayor del ejército austriaco. El adivino se concentró, le miró a los ojos… y nada apareció en la bola. Volvió a intentarlo y el resultado fue el mismo ¡No había una sola idea en la mente de aquel oficial! Algo similar ocurre con los filósofos de la escuela de Frankfurt. Carecen por completo de ideas».

Los errores del socialismo

Otra pregunta planteada al profesor vienés fue si aceptaba la idea de Hayek según la cual el origen del socialismo está en un error intelectual, en la incapacidad de las personas de comprender cómo funcionan una sociedad y una economía moderna.

«Hay mucho más en el socialismo —respondió—, mucho más. Los socialistas del siglo pasado estaban muy impresionados por las malas condiciones de vida de mucha gente en las ciudades. Aun en Viena, a principios de siglo, había sirvientes que vivían casi como esclavos. Había sirvientes que apenas si tenían libres unas horas cada dos semanas. El trabajo doméstico era muy duro y esto hacía que ta vida fuera muy difícil, sobre todo para las mujeres; con la única excepción de las de la clase alta, que podran contratar a otras mujeres para que hicieran tales labores. Todo esto provocó una condena ética y moral a la que se sumó mucha gente. Hoy las cosas, afortunadamente, han cambiado, Pero lo han hecho por la revolución tecnológica, no por las ideas socialistas».

Sin embargo —se le argumentó—, aunque se ha producido este cambio tecnológico y esta mejora de la calidad de vida, hoy sigue habiendo mucha gente que se considera marxista y socialista. Al responder a esta cuestión, introdujo Popper su visión optimista del mundo contemporáneo:

«Lo que sucede es que los sindicatos y algunos partidos siguen con la idea de que su misión es luchar por los pobres. Durante años estas organizaciones han recibido dinero para hacer propaganda en este sentido. Pero la razón principal de que hoy se sigan manteniendo estas ideas es la creencia errónea de que nuestro mundo es malo. Y esto no es cierto. Hoy vivimos en el mejor de los mundos conocidos. Mucha gente no lo cree así, sin embargo, y consideran que deben cambiarse sus principios básicos. Esto es lo que se piensa también en las iglesias. Recuerdo a un obispo inglés que dijo una vez que quien no apoyara a Stalin estaba movido por el diablo. Y esta idea de que hay que defender el socialismo sigue dominando en la iglesia anglicana. No parece que la historia de la humanidad sea una historia de ideas racionales, sino, más bien, una historia de ataques de locura».

Catedrático emérito de Economía Aplicada de la Universidad Complutense de Madrid y profesor Eminent Senior en UNIR. Fue director del Instituto de Economía de Mercado, Senior Associated Member del St. Antony’s College de la University of Oxford y presidente del Consejo Económico y Social de la Comunidad de Madrid.