Tiempo de lectura: 10 min.

En el prefacio de Leaves of Grass, Walt Whitman, quizá el más genuino entre todos los poetas americanos, discernía en 1855 que esencialmente los Estados Unidos son en sí mismos el mayor de los poemas. Sin llegar a esos niveles de hipérbole lírica, George Packer viene dedicando su ejemplar carrera como periodista y escritor a la idea de que Estados Unidos es una de las mejores historias posibles, de inagotable interés e influencia. Y, por supuesto, merecedora con creces de ser explorada, analizada y contada.

 

El desmoronamiento, de George Packer. Traductor: Miguel Marqués Muñoz. Debate, 2015, 528 págs. 24,90 euros (papel). 8,50 euros (digital)
El desmoronamiento, de George Packer. Traductor: Miguel Marqués Muñoz. Debate, 2015, 528 págs. 24,90 euros (papel). 8,50 euros (digital)

 

Seguir, entender y explicar la evolución de un país tan complejo de Estados Unidos no es fácil. Ante las profundas contradicciones del gigante americano, muchas veces se tiende colectivamente a llevarse las manos a la cabeza por falta de anticipación e incredulidad ante la pregunta sin respuesta de cómo es posible que ocurran cosas así en esa pionera democracia. De este fracaso colectivo de imaginación, una de las excepciones más preclaras es George Packer con el esfuerzo pre-pandemia y pre-Trump por presentar en el El desmoronamiento los antecedentes de un país que cada vez funciona peor, con élites de capa caída y desigualdad en alza, instituciones disfuncionales y demasiados ciudadanos de a pie abandonados a su suerte.

El libro describe una sociedad cuyas referencias culturales han quedado ensombrecidas por nuevos dioses domésticos

Esa profunda soledad, tan de Estados Unidos, figura de forma destacada entre los múltiples personajes que habitan esta narrativa caleidoscópica. El libro refleja la saga de una serie de personas tan reales como terriblemente aisladas, que no encuentran ni atención ni ayuda a sus dolorosos problemas agravados por una economía capitalista con mínima regulación y muy poca red de protección social, que tiende a comportarse como un niño malcriado. Sobre todo, cuando el libre mercado se apalanca en lo peor de la globalización y la especulación tan irresponsable como la que provocó la penúltima crisis financiera del 2008.

La clave del éxito de Mr. Sam, creador de Walmart

Para ahondar en este problemático frente económico, George Packer incorpora entre otros el perfil de Sam Walton (1918- 1992), el creador de la gran cadena comercial americana Wal-Mart. A la luz de su excelencia casi innata como vendedor, la gran epifanía de Mr. Sam fue darse cuenta de que el negocio de una gran superficie no pasa por acumular grandes márgenes comerciales. Sin estudios formales pero marcado por la Gran Depresión, con una obsesión por aprender y prosperar como empresario, su case study consistió en empezar a vender medias de satín para señoras en un modesto almacén situado en la localidad de Newport, Arkansas. A la vista de esta experiencia, su resultante business plan y la clave de su éxito no fue otro que comprar productos baratos, vender a precios baratos, en grandísimas cantidades y a un ritmo acelerado.

Sam Walton contaba con la debilidad de los consumidores ante lo que perciben como un chollo. Lo que funcionaba después de la Segunda Guerra Mundial en pequeñas localidades sureñas, racialmente segregadas, de Arkansas, Oklahoma y Missouri era aplicable al resto de Estados Unidos. Con el eslogan/ promesa de «Todos los días precios bajos», para mitad de los años ochenta, Mr. Walton se había convertido oficialmente, con una fortuna personal cercana a los 3.000 millones de dólares, en el hombre más rico de Estados Unidos, a pesar de su mentalidad más barata que nunca. Como recuerda Packer, el multimillonario seguía frecuentando una peluquería local, a 5 dólares el corte y sin dejar nunca propina.

La otra cara, de mucho mayor impacto para el desmoronamiento económico de Estados Unidos, es que el imperio empresarial construido por Mr. Sam con tan mínima responsabilidad social corporativa también abarató al máximo sus costes laborales, ayudando a la preocupante consolidación de esa categoría del precariado conocida como the working poor, es decir trabajadores empleados a tiempo completo pero que con sus mínimos salarios no cubren sus gastos básicos.

Otro coste asociado a la expansión de Wal-Mart será la destrucción del comercio tradicional, que a pesar de su valiosa función de vertebración social será incapaz de competir en precios. Aunque con diferencia, la obsesión por lo barato de Sam Walton ayudará a la expansión de China, que empezará como fábrica mundial de productos de baja calidad para convertirse en el gran rival hegemónico de Estados Unidos. Un ejemplo de globalización en el que la clase trabajadora americana saldrá especialmente mal parada al no poder competir con los mínimos costes asiáticos.

De acuerdo a la conclusión de George Packer: «Con los años, América se parecía cada vez más a Wal-Mart. Se había vuelto barata. Los precios eran más bajos y los salarios eran más bajos. Existirían menos trabajos industriales protegidos por sindicatos y más mini-trabajos como saludadores de grandes superficies. Los pequeños pueblos donde Mr. Sam había visto su oportunidad se empobrecían, lo que significaba que sus consumidores eran cada vez más y más dependientes de bajos precios diarios, y hacían todas sus compras en Wal-Mart, y quizá trabajaban allí también. La deslocalización del corazón americano era buena para la cuenta de resultados de la compañía. Y en partes del país que se estaban haciendo más ricas, en las costas y algunas grandes ciudades, muchos consumidores percibían con horror Wal-Mart con sus pasillos llenos de productos hechos en China defectuosos, si no peligrosos, y en su lugar adquirían sus zapatos y su carne en boutiques caras como si pagar extra les inoculara contra el contagio de lo barato, mientras grandes almacenes como Macy’s, los bastiones de la antigua economía de la casa blanca, desaparecían, y América empezaba a parecerse una vez más al país en el que Mr. Sam había crecido».

Con el agravante de que tan solo seis de los herederos del señor Walton, fallecido en 1992, terminarán teniendo tanto dinero como la suma del 30 por ciento de los ciudadanos de Estados Unidos con menores ingresos. Disparidad aumentada por el gran negocio que Wal-Mart ha conseguido hacer durante la pandemia con su estrategia de «tan barato y tan caro».

Un collage de 30 años de Estados Unidos

Para ilustrar su intenso collage sobre treinta años de la historia de Estados Unidos (1978-2012) que llevan hasta justo antes del trumpismo, Packer no duda en mezclar montajes con titulares, eslóganes publicitarios, letras de canciones, discursos políticos y noticias. El libro está construido a partir de las historias de personas más o menos anónimas y también un puñado de celebridades y personajes de la política, las finanzas y la cultura popular. En este sentido, la estructura de El desmoronamiento está inspirada por la trilogía U.S.A., escrita en los años treinta por John Dos Passos. El representante de la llamada «generación perdida» combinó en esas tres novelas (The 42nd Parallel, Nineteen Nineteen y The Big Money) largas narrativas de sus personajes con pequeños perfiles de figuras con influencia en aquellos años también traumáticos y transformadores para Estados Unidos.

Los protagonistas individuales utilizados por George Packer, con algunas historias publicadas en el prestigioso semanario The New Yorker, son en realidad una excusa para abordar el impacto que han tenido (y tienen) en Estados Unidos grandes cuestiones como la crisis de las hipotecas subprime, el declive en la producción industrial americana y la transformación a una economía de servicios y subempleo; y la influencia cada vez más tóxica de grandes intereses financieros y empresariales en la política de Estados Unidos. Como decía el senador Bill Bradley, el dinero en la política es como quien tiene hormigas en la cocina, o se tapan todos y cada uno de los agujeros o las hormigas encontrarán siempre la forma de volver.

Entre el grupo de ciudadanos anónimos figura Dean Price, hijo de granjeros del tabaco sureños, que intenta reconvertirse en un abanderado de la nueva economía con un negocio de biodiésel. Su historia es la saga quijotesca de un pequeño empresario de Carolina del Norte que intenta hacer frente a los conglomerados empresariales que quitan más que suman a las economías locales de Estados Unidos. Frente a la idea elitista de que América necesita más programadores de ordenadores o ingenieros financieros, la solución quizá pase por emprendedores en serie como Dean Price que intentan salvar sitios no precisamente famosos.

Este libro está dedicado a la mayoría de los americanos cuyas vidas se han vuelto más atomizadas y económicamente inseguras durante la última generación

Figura también la afroamericana Tammy Thomas, una obrera del cinturón industrial americano que reencarnándose en activista social intenta hacer frente al colapso económico de su ciudad, Youngstown, en Ohio, especializada en la ya no rentable producción de acero. Cada año, Thomas era despedida después de noventa días de trabajo para que su empresa no tuviera que pagarle el seguro médico. Recuerda que, cuando era joven, todo el mundo trabajaba en las industrias de Ohio y eran capaces de ganarse la vida. Ahora, malviven con trabajos precarios que no pagan más de ocho dólares la hora en una ciudad donde las oportunidades vienen asociadas al crimen y las drogas.

En este reparto también figura Jeff Connaughton, miembro del círculo político de Joe Biden en Washington, que oscila entre el idealismo romántico y el brutal poder del dinero. Ya que de joven ayudante del senador Biden termina convirtiéndose en lobista dispuesto a capitalizar sus conexiones políticas. Por cierto, Biden antes de llegar a candidato presidencial en 2020 es presentado como un político tan decepcionante como desagradecido. Todo este elenco es completado por Peter Thiel, primer inversor en Facebook convertido en un multimillonario de Silicon Valley, políticamente conservador pero con una visión radical del futuro; y otra serie de pequeños inversores implicados en el especulativo mercado inmobiliario de Florida.

Entre todas estas detalladas historias, George Packer intercala retratos de variados personajes con un alto perfil como Newt Gingrich, político republicano (y posterior aliado incondicional de Donald Trump); Colin Powell, general jefe del Estado Mayor y secretario de Estado con la Administración de Bush hijo; el rapero Jay-Z; Robert Rubin, banquero y secretario del Tesoro con la Administración Clinton; Andrew Breitbart, emprendedor conservador de medios de comunicación; y Alice Walker, la chef y activista de la alimentación.

Televisión, el ocaso de Oprhah Winfrey

Dentro de esta lista de personajes selectos abordados en El desmoronamiento, destaca el nombre de Oprah Winfrey, la afroamericana de origen humilde que terminó exprimiendo hasta la última gota el sueño americano al convertirse en la reina incondicional de la televisión para mujeres, «haciéndolas sentir que no estaban solas» según Packer. Durante cinco tardes a la semana, su programa era seguido por 40 millones de personas en Estados Unidos, además de la audiencia internacional acumulada en 145 países. A pesar de llegar a ser la mujer negra con mayor fortuna en el mundo, realmente nunca perdió su capacidad para conectar con su público incondicional.

En esta historia de éxito trascendental, Oprah habría intentado aprovechar su condición de über-celebrity para enseñar a su audiencia muchas y relevantes cosas: a decir que no; a leer grandes libros y meditar; a luchar contra el sobrepeso; a destruir la mentalidad dependiente de los subsidios públicos relacionada con la resignación y el acomodo a la pobreza; a superar el problema racial. Como dice Packer, «ella quería ayudar a que la gente viviera su mejor vida posible». Y como ejemplo, todas las Navidades regalaba al público congregado en su estudio de Chicago sus «cosas favoritas», desde grandísimas televisiones hasta cruceros pasando por coches de lujo.

Quizá por tomarse demasiado en serio a sí misma, en su multimillonario egocentrismo Oprah terminó creyéndose sus grandes pretensiones y empezó a desarrollar un peligroso pensamiento mágico que habría llegado a su paroxismo con Trump. Según la estrella de la televisión, las vacunas provocaban autismo y los pensamientos positivos generaban riqueza y éxito. Al final, su audiencia no estaba a su altura. Como elocuentemente explica George Packer: «A pesar de ver a Oprah siempre haciendo más, haciendo más negocio, no todos sus televidentes empezaron a vivir sus mejores vidas. No tenían nueve casas, o quizá ninguna; no podían considerar a John Travolta como su amigo; las leyes del universo les dejaban más vulnerables a ser atracados en la calle; no sintonizaban siempre con su interior divido; nunca fueron todo lo que podían ser. Y puesto que no existe sufrimiento aleatorio en la vida, Oprah les dejó sin ninguna excusa». Dejando atrás un lujoso y contradictorio reguero de mucha tontería y sin sentido.

Realmente, este libro está dedicado a la mayoría de los americanos cuyas vidas se han vuelto más atomizadas y económicamente inseguras durante la última generación. Y como si hablara de la ascensión política de Trump, el libro describe una sociedad cuyas referencias culturales han quedado ensombrecidas por nuevos dioses domésticos: «Celebridades que solo se enaltecen más a medida que otras cosas se alejan».

Apocalipsis sin trompetas

El desmoronamiento arranca con el tono de una novela de terror, tal y como han catalogado el libro de Packer algunos críticos en Estados Unidos al reconocer lo certero de su narración. Siempre hay un interés casi forense por determinar cuándo las crisis dejan de ser pasajeras para convertirse en irreversibles. De hecho, el libro comienza así: «Nadie puede decir cuándo comenzó la liberación, cuándo la rosca que mantenía a los americanos unidos en su seguro y a veces sofocante agarre cedió por primera vez».

“Los ganadores ganan más que nunca –escribe Packer– y los perdedores tienen un largo camino para caer antes de tocar fondo, y a veces nunca lo hacen”

El antes y el después en esta crónica del declive americano sería la década de los sesenta. Al calor de la contracultura, Vietnam y ese 1968 que nunca ha acabado realmente para Estados Unidos, muchas cosas tradicionales e importantes han terminado para los americanos. En esa relación de bajas, Packer incluye entre otros las pequeñas granjas, el paisaje urbano y suburbano, el sistema de educación público y un cierto sentido de la dignidad, las buenas maneras y la moral. Con premonición, el autor insiste en que todas esas instituciones desaparecidas han sido reemplazadas por lo que él denomina como el «dinero organizado», así como una sociedad en la que «los ganadores ganan más que nunca, flotando como dirigibles hinchados, y los perdedores tienen un largo camino para caer antes de tocar fondo, y a veces nunca lo hacen».

Entre los pocos héroes que contiene El desmoronamiento destaca Elizabeth Warren, senadora por Massachusetts y aspirante frustrada a la nominación presidencial del Partido Demócrata para las elecciones de 2020. En su lucha parlamentaria por regular los abusos de instituciones bancarias y financieras, Warren es descrita como parte de una intensa tradición americana de populismo progresista: «Parecía haber entrado en la sala de audiencias y tomado su asiento en el estrado del pasado, de la época en que la pradera americana criaba furiosos y elocuentes campeones entre la gente común, William Jennings Bryan y Robert La Follette, George Norris y Hubert Humphrey. Su sola presencia inquietaba a los que estaban dentro porque les recordaba la acogedora corrupción que se había convertido en la forma normal de hacer negocios en el Capitolio. Y eso era imperdonable».

Packer insiste, con escalofriante anticipación, en referirse al declive de Estados Unidos como una enfermedad, una plaga, una infección e incluso un nuevo virus

La Administración Obama también planea sobre este libro tan doloroso de leer. Las referencias limitadas sobre la presidencia de Obama indican una larga distancia entre las promesas realizadas y los logros conseguidos. Además de confirmar la existencia de un cierto establishment progre que con su sofisticación percibida como arrogancia defrauda a muchos votantes, haciéndoles vulnerables a la venganza populista perpetrada por Donald Tump en el 2016. Si George Packer escribiera la segunda parte de El desmoronamiento, debería analizar el ajuste de cuentas en que ha degenerado la política de Estados Unidos. Y debería explicar el alto precio que los votantes de Trump están dispuestos a pagar por participar en este ajuste de cuentas. Lo peor es que todos los gravísimos problemas que describe Packer permanecen sin solución a la vista.

Si había muchas cosas que no funcionaban en América entre 1978 y 2012, la pandemia no ha hecho más que exacerbarlas. Por eso llama tanto la atención la insistencia de Packer a la hora de hablar con escalofriante anticipación sobre el declive de Estados Unidos como una enfermedad, una plaga, una infección e incluso un nuevo virus.

Profesor de Relaciones Internacionales. Universidad Pontificia de Comillas y UCM