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J. R. R. Tolkien (1892-1973) y C. S. Lewis (1898-1963) son mundialmente conocidos por El señor de los anilos Las crónicas de Narnia respectivamente, que forman parte del acervo literario de carácter imaginario del siglo XX. Lo que quizá algunos lectores no sepan es que ambos, además de ser amigos, lucharon en la Primera Guerra Mundial, y que su experiencia influyó en quehacer narrativo.

Un hobbit, un armario y una Gran Guerra (Larrad Ediciones), 336 págs.

Este es la perspectiva que adopta Joseph Loconte en Un hobbit, un armario y una gran guerra, que ha sido best seller en las listas de The New York TimesLoconte es profesor asociado de Historia en el Kings College de Nueva York. Y, detalle significativo, su abuelo intervino en la Gran Guerra. El libro recorre la trayectoria de los dos escritores, explora sus imaginarios literarios y ofrece una reflexión sobre cómo el arte es capaz de trascender el horror y crear belleza.

Tolkien y Lewis se valieron del conflicto para crear un legado imaginario de componente heroico

En el verano de 1915, el joven Tolkien abandona Oxford, se despide de su esposa, Edith Mary Bratt, y se alista como subteniente en el ejército. Trasladado a la región de Somme (Francia), trabajó como mensajero, por su dominio de idiomas, y allí comenzó a tomar apuntes del horror que contemplaba. Cuando contrajo la llamada fiebre de las trincheras fue desmovilizado.

En octubre de 1916, durante su convalecencia y sumido en una depresión, escribió Los cuentos perdidosque serían el origen de El SimarillonEn el primero de ellos, La caída de Goldolinaparecen ya algunos elementos bélicos que desarrollaría posteriormente. «Todos muertos, todos putrefactos. Elfos y hombres y orcos. La ciénaga de los muertos… Fue una gran batalla. Hombres altos con largas espadas, y elfos terribles, y orcos que aullaban». Palabras que parecen evocar la batalla del Somme que causó en su primer día 57.740 bajas británicas.

Por su parte, C. S. Lewis vivía refugiado en la literatura romántica. Pero en 1916 se alistó, con 19 años. Subteniente de la Infantería Ligera de Somerset, fue testigo de cruentas batallas que le llevaron a escribir poemas sobre la guerra. También fue víctima de la fiebre de las trincheras pero, restablecido, se reincorporó. En la ofensiva de Riez du Vinage fue herido por la metralla y volvió a Inglaterra.

Loconte contextualiza la atmósfera histórica en la que se movieron los dos escritores (la Gran Guerra y luego la llegada de los fascismos y comunismos), y describe secuencias de trincheras para mostrar el posible foco de inspiración de sus aventuras. Pero los amargos recuerdos de la guerra y el pesimismo que vivió todo Occidente no ensombrecieron la esperanza de Tolkien y Lewis.

Se valieron del conflicto para crear un legado imaginario de componente heroico en el que aparecen conceptos como la culpa, la valentía, la compasión, el honor, el ideal y también el perdón y el consuelo de las verdades eternas. En palabras de Loconte: «Tolkien y Lewis eligieron no recordar sus horrores y penurias: querían recordar el coraje, el sacrificio y las amistades que hicieron que esta guerra fuera soportable».

De las escenas que contempló Tolkien quizá nacerían los orcos y seguramente también sus impresionantes animales —los olifantes— que podían asemejarse a los tanques; y también, Saruman, Gandalf y los héroes de la Tierra Media. El hobbit comienza así: «En un agujero en el suelo, vivía un hobbit. No un agujero húmedo, sucio, repugnante, con restos de gusanos y olor a fango», que bien podría recordar a una trinchera. Y, probablemente, se inspiró en los numerosos soldados anónimos para crear los hobbits, «seres pequeños para mostrar mediante criaturas de muy escasa potencia física el asombroso e inesperado heroísmo de los hombres normales en casos de apuro».

«Y ahora dijo el mago volviéndose hacia Frodo: “La decisión depende de ti. Pero puedes contar siempre con mi ayuda”

Sus héroes hacen todo lo que está en su mano y mantienen una gran fe. En El señor de los anillos Gandalf llama a batalla. «Y ahora dijo el mago volviéndose hacia Frodo: “La decisión depende de ti. Pero puedes contar siempre con mi ayuda”. Puso una mano sobre el hombro de Frodo. “Te ayudaré a llevar esta carga todo el tiempo que sea necesario. Pero tenemos que hacerlo rápido. El enemigo se mueve”».

Análogamente en Lewis, es el león Aslan, de las Crónicas de Narniael que hace una llamada la niña Polly. «Aslan alzó su melenuda cabeza, abrió la boca, y emitió una única y prolongada nota: muy fuerte, pero llena de poder. El corazón de Polly dio un brinco al oírla. Estaba segura de que se trataba de una llamada, y de que cualquiera que oyera aquella llamada querría obedecerla y (lo que es más) sería capaz de obedecerla, sin importar cuántos mundos y épocas les separaran».

Tolkien y Lewis no ahorran a sus personajes el tener que asumir decisiones difíciles. Como apunta Loconte, lo que les caracteriza no es el triunfalismo del guerrero sino la creencia en un orden moral como medio para defender la paz y la justicia y su experiencia bélica les sirvió para empatizar con aquellos que arriesgan su vida por una causa noble.

Tolkien era católico, factor que le ayudó para valorar adecuadamente lo sufrido en la guerra, en tanto que Lewis era ateo aunque más tarde se convirtió, como recoge el libro. La clave de su conversión fue la amistad de Tolkien mientras ambos eran profesores en la Universidad de Oxford, y miembros de un informal grupo de debate literario conocido como los Inklings.

«Lo que confiere a las obras de Tolkien y Lewis su dignidad y poder es una creencia firme en el mal y en la responsabilidad de resistirse a él», subraya Loconte. Tolkien concibe el anillo como una fuerza que corrompe y domina al hombre y cuando Frodo posee el anillo siente cómo las fuerzas del mal le presionan. Lewis, al hablar de la Bruja Blanca en Las crónicas de Narniadice: «Es ella quien hace que siempre sea invierno. Siempre es invierno y nunca Navidad, ¡imagínate!»

MEZCLA DE NOBLEZA Y TRAGEDIA

Sus obras son relatos épicos que enhebran las virtudes y carencias de unos personajes que luchan por la justicia y nos conducen a reinos misteriosos de gran belleza donde encarnan y recrean nuestras vivencias cotidianas. Realismo y fantasía unidos. Para Tolkien, «el escenario de mi historia es este mundo, la tierra en que ahora vivimos».

«El gran logro de Tolkien y Lewis —sintetiza Loconte— es la creación de figuras míticas y épicas que, sin embargo, reivindican nuestras vidas concretas y cotidianas» y «no importa cuán desesperadas que sean las circunstancias, los personajes de sus historias mantienen la capacidad de resistirse al mal y elegir el bien». Ambos dibujan la naturaleza humana como una mezcla de nobleza y tragedia, y logran transmitir un mensaje luminoso.

Periodista y escritora.