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Isaiah Berlin
J G. Hamann y el origen del irracionalismo moderno
Tecnos, Madrid 1997, 243 págs.

En la primera semana del pasado noviembre nos llegaba la triste  noticia  del  fallecimiento de Isaiah Berlin (1909- 1997). Con él se extinguía un noble linaje intelectual que ha incluido a figuras tan señeras del pensamiento liberal como Raymond Aron, Friedich von Hayek o Karl Popper. Todos ellos pertenecen a la misma tradición humanista y liberal defensora, frente a modas ideológicas y mera falta de criterio, de los valores de la razón, la libertad, el pluralismo ideológico y el realismo político y económico,   que  han   marcado   de manera indeleble el pensamiento de la segunda mitad de este siglo.

Nacido en Riga, en el seno de una familia burguesa judía, Berlin se vio obligado a emigrar a Inglaterra con el resto de los suyos a causa de la revolución bolchevique. Tras realizar brillantes estudios en Oxford, trabajó para el servicio exterior británico durante la  Segunda Guerra Mundial, en Washington primero, y en Moscú más tarde, al final de la guerra. Allí conoció a la poetisa Akhmatova, con la que al parecer tuvo una breve, pero apasionada relación sentimental. Posteriormente, se afincó en Oxford, desde donde sus ensayos sobre el pensamiento de Occidente llegaron a nuestros países.

El libro que ahora comento, brillantemente traducido y prologado por Juan Bosco Díaz-Urmeneta Muñoz, nace de una conferencia pronunciada en 1965 durante las Woodbridge lectures de la Universidad de Nueva York. Esta edición incluye un interesante estudio sobre las ideas y valores románticos, en contraste con los ilustrados, de Díaz-Urmeneta, a quien quizá solo se pueda reprochar el uso de algún que otro vocablo oscuro  o  meramente   incomprensible (¿qué les parece "quiasmo", "inexhaurible" o "cimerio"?).

Johann Georg Hamann es un oscuro pensador alemán, natural de Koenigsberg, amigo y coetano de Kant. Se ganó la vida como pequeño funcionario de la administración prusiana, a la que aborrecía tanto como a su cabeza visible, el Rey Federico el Grande, a quien no podía perdonar su antirreligiosidad y frío racionalismo, y para quien la eficacia y la razón de Estado se anteponían a la humanidad y a la riqueza de la diversidad histórica de los pueblos bajo su gobierno. Hamann procedía de una familia pietista y fue educado en la creencia de un Dios personal y en la exaltación de la emotividad religiosa. A lo largo de su vida rechazaría el puritanismo característico de los pietistas, si bien seguiría fiel al núcleo de pensamiento de esta secta luterana, inspirada -como lo fue en el mundo católico el jansenismo- en una lectura extrema de san Agustín.

A partir de esta educación familiar, nuestro pensador desarrolló una feroz oposición al pensamiento de la ilustración, por lo que éste tenía de racionalista y universalista, así como a la metafísica católica, quizá por razones similares. En realidad, Finan fue el último epígono de la doctrina nominalista. Para él, las únicas fuentes de conocimiento válidas son la revelación, la tradición y la experiencia. Dios es un poeta que habla, a través de la Naturaleza y de la Historia, al Hombre no pervertido  por el afán de racionalización.  Concibe al ser humano como una unidad en la que aspectos racionales e irracionales se integran sin fisuras. Precisamente, cualquier intento de supresión de las pasiones que lleva a privilegiar como facultad suprema (y excluyente) el análisis racional constituye una auténtica automutilación, que suele degenerar en una perversión que impide el acceso a la verdad. Por esa razón, Finan entendía que la doctrina de la Ilustración suponía una disección de las capacidades humanas, en perjuicio de la misma Naturaleza que pretendía estudiar.

Hamann  participó  de manera original y vigorosa en la polémica planteada por Condillac acerca del origen del lenguaje. Frente a los que concebían el lenguaje como hábito adquirido, creía que se trataba de un don innato que, como señalaron posteriormente sus discípulos Herder y Jacobi, se va desarrollando progresivamente a la par que otras capacidades humanas. Para él, las palabras o símbolos son indisociables del pensamiento. Hamann, ferviente defensor de la originalidad, hizo un apasionado alegato en favor del mantenimiento de la letra "H", muestra de irregularidad y excepción a cualquier regla que pretendiese moldear el lenguaje siguiendo un patrón lógico. Señaló también que contenido, forma, estilo  y  lenguaje no se pueden separar en la obra de arte, pues su identidad es indisoluble y orgánica.

Sin duda, Hamann fue inspirador directo del movimiento literario Sturm und Drang, marcado por el odio a las normas  y  caracterizado por el abandono al sentimiento y a la pasión espontánea. Como hicieron los cultivadores de esta corriente literaria, Hamann enfatizó los orígenes irracionales del genio creador. Éste es un hábito divino, la manifestación y el instrumento de un poder superior. La genialidad es una enfermedad divina que permite  la unión del cielo y la tierra, que se constituye en altavoz de la divinidad. Estamos en este punto en el precedente inmediato y directo de la concepción contemporánea del artista, caracterizada por una autoafirmación sin límites, así como por la exaltación de una libertad creativa irrestricta. Ello dará origen a lo más creativo, y a la vez a lo más destructivo, en el ámbito de la cultura de nuestra época. Lo cierto es que su huella se hizo sentir sobre las generaciones siguientes, y ya en su época se le calificó de "Mago del Norte", apelativo del que se sentía especialmente orgulloso.

Con todo, Berlin traza una crítica clara de las doctrinas de Hamann. En  efecto, como  acertadamente  señala al comentar la epistemología de éste, cierto nivel de generalización es necesario  para  que  puedan   existir símbolos,  palabras  y  pensamientos. Atacar  el  pensamiento  crítico  y  el análisis racional es ir contra el mismo proceso del raciocinio humano. En realidad, Hamann es un fanático que exagera los caracteres individuales y específicos de cada hombre y de cada cosa, en detrimento de sus características comunes y de su universalidad. Su irracionalismo abonó posteriormente el irracionalismo político y social, al desacreditar la discusión basada en términos de principios inteligibles que,  como expone lúcidamente el filósofo de Oxford, son los únicos que pueden llevar a un aumento del acervo de nuestros conocimientos. No obstante,  también reconoce que Hamann ha hecho una positiva contribución al resaltar aquellos aspectos de la vida humana que las ciencias y el racionalismo tienden a ignorar: los sentimientos y la fuerza de lo inconsciente y de lo irracional en el hombre. El confuso pensador prusiano encendió la mecha de la gran revolución romántica y existencialista, cuyas consecuencias aún no se han extinguido.

En cualquier caso, este sugerente ensayo, dedicado a un pensador en las antípodas ideológicas de Berlin, es buena muestra de aquello sobre lo que giró su obra: la defensa del pluralismo elevado a idea central y valor máximo del legado filosófico occidental. En esta característica, expuesta por John Gray en su ensayo "Isaiah  Berlin",  y  en  la antiutopía, entendida por oposición a toda elucubración tendente a encontrar Estados perfectos y soluciones definitivas a los problemas humanos, radica la mayor grandeza de la valiosa contribución de Berlin a la filosofía contemporánea.

Alfonso López Perona (Madrid, 1956) es licenciado en Derecho e ingresó en 1984 en la Carrera Diplomática. Ha estado destinado en las representaciones diplomáticas españolas en Zaire, Perú, Estados Unidos, India, Portugal, Argelia y Guinea Bissau. Ha sido subdirector general de Programas de Cooperación de la Agencia Española de Cooperación Internacional; jefe del Gabinete Técnico del presidente del Tribunal Constitucional, y subdirector general de América del Norte.