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Andrea Marcolongo. Nacida en Milán, en 1987, es escritora y periodista. Licenciada en Letras Clásicas por la Universidad de Milán, es autora de La lengua de los dioses, La medida de los héroes y de Etimologías para sobrevivir al caos, todos en Taurus. Sus libros han sido traducidos a 28 lenguas. El arte de resistir, que aquí se reseña, es su libro más reciente.


Avance

En El arte de resistir: Lo que la Eneida nos enseña sobre cómo superar una crisis, Andrea Marcolongo, ofrece su personal relectura del clásico y presenta a su protagonista como un modelo de resistencia ante la adversidad, cuyo viaje y actitud puede inspirar los recorridos vitales contemporáneos. En opinión del catedrático de Filología Griega en la Universidad Complutense Miguel Herrero de Jáuregui, la obra proviene del diálogo social con y sobre los clásicos que en Italia, a diferencia de España, «forma parte de la conversación cultivada general con absoluta naturalidad».

Andrea Marcolongo: El arte de resistir: Lo que la Eneida nos enseña sobre cómo superar una crisis. Taurus, 2023

Tras un capítulo inicial, titulado como la edición en italiano La lección de Eneas, Marcolongo cuenta el origen de la obra —su vuelta a la Eneida en el año más duro de la pandemia— y defiende su tesis: presentar a Eneas como héroe para los tiempos actuales. Le siguen otros ocho capítulos que se centran en diversos aspectos del poema. En el segundo, por ejemplo, se narra la biografía del autor y se incide en la perenne cuestión del carácter inacabado de la Eneida, que Augusto rescató para publicar contra el deseo de un Virgilio moribundo. En el tercero se examina el papel del Hado: «¿Por qué Eneas sigue rezando si el hombre es una criatura en manos del Hado que ni siquiera los dioses pueden doblegar?». Lo hace, dice Marcolongo, porque honrar a los dioses «forma parte de su resistencia». A continuación se analizan los pormenores de la pietas, cuya clave reside en la solidez que muestra el héroe en la persecución de su objetivo, siempre dispuesto a levantarse y mirar hacia adelante.

La continuación del viaje, abandonado a Dido tras sus amoríos, o el descenso de Eneas al Averno para obtener de su padre Anquises la profecía del destino de Roma ocupan los siguientes capítulos. Los últimos se dedican a la manipulación de la Eneida en la Italia fascista, a diversas cuestiones estilísticas y a la recepción de la obra.

Entre las conclusiones, incide el autor del texto en cómo la autora usa con profusión la enfática expresión «ha llegado el momento», es hora de reivindicar a Eneas, pero para ello, «no hace falta construir una supuesta querella entre partidarios de Homero y de Virgilio». Es innegable que Homero está más presente en la cultura general contemporánea, pero el «estudioso de la Antigüedad, en general, ama ambos poetas por igual, y al leer a Virgilio tiene siempre Homero en mente, del mismo modo que el homerista venera la recepción virgiliana». Con todo, el libro transmite amor a Virgilio, a su texto, a su héroe y ese amor no solo impregna sus páginas, sino que se contagia desde ellas.


Artículo

Hay muchas cosas que España debe aprender de Italia, tal como hacía en sus mejores tiempos. Quizá la finezza política que proverbialmente manca en nuestros lares proviene de una falta más amplia y difícil de remediar en corto plazo, porque es fruto de una inercia de generaciones. En Italia hay una amplísima cultura literaria general, que proviene de una educación secundaria muy sólida, tanto en el liceo classico como el scientifico, y que es fácil notar en ejemplos tan simples como las librerías de aeropuerto: donde aquí tenemos algunos thrillers de colorines, en Italia abundan los clásicos de todas las épocas, italianos y extranjeros, y por supuesto griegos y latinos, en ediciones de bolsillo, accesibles, bilingües y bien anotadas. Y es que los clásicos son realmente bestsellers en Italia, y forman parte de la conversación cultivada general con absoluta naturalidad.

El último libro de Andrea Marcolongo proviene de esta conversación social con y sobre los clásicos, y tiene, como sus obras anteriores, evidente vocación de bestseller. Esta es la cara y la cruz de la obra, que precisamente en su traducción española muestra más aún sus virtudes y sus límites: los lectores hispanófonos necesitamos un flujo continuo de obras de lectura fácil sobre los clásicos, pero a su vez un libro así es difícil de encajar en las expectativas de quien se asoma en español a la alta divulgación sobre la Eneida. Pues la familiaridad de los italianos con los clásicos produce resultados que no son exportables con facilidad a otras culturas: esta obra, sin embargo, lo consigue hacer en la mayor parte de sus páginas, pues no en vano están escritas desde París y se esfuerza por hacer comprensibles a los extranjeros los aspectos más específicamente italianos del libro.

La obra parte de una premisa cierta en parte: al público de hoy le gusta más Homero que Virgilio. Como testigos cita a Giacomo Leopardi y, sobre todo, a Simone Weil. Lo cierto es que el estudioso de la Antigüedad, en general, ama ambos poetas por igual, y al leer a Virgilio tiene siempre Homero en mente, del mismo modo que el homerista venera la recepción virgiliana. Pero es innegable una mayor presencia de Homero en la cultura general contemporánea, desde la literatura al cine. Que el fascismo utilizara a Virgilio hasta la náusea, tal como explica la autora en un interesante séptimo capítulo, explica solo en parte este fenómeno, que no se circunscribe a Italia ni a nuestro tiempo. La clave, como señala Marcolongo, está en la fría personalidad del héroe virgiliano, que al contrario que Aquiles, Héctor, o Ulises, no parece candidato a protagonizar película ninguna. Ya nuestro Quevedo se burlaba de Eneas «bribón troyano, muerto de hambre y frío / y tan precisado de llamarte pío / que al principio pensaba que eras pollo». En este libro, los saltos entre el poeta y su héroe son constantes, pero no conviene olvidar que los críticos de Eneas no dejan de ser atentos lectores de Virgilio.

Eneas, «héroe de posguerra»

La tesis de Marcolongo es que en épocas de paz se prefiere a Homero y en épocas de problemas a Virgilio. Enunciada sin pruebas, no es difícil de rebatir (el propio ataque de Simone Weil a Virgilio en 1941 bastaría para demostrarlo). Más importancia tiene la reivindicación del héroe con un novedoso argumento: en el país de Dante ser virgiliano es casi obligado, pero Marcolongo va más allá y se declara defensora de Eneas, como «héroe de posguerra» (p. 84), sin duda una formulación acertada de su carácter heroico. A partir de su relectura personal de la Eneida en el año más duro de la pandemia, lo presenta como un modelo de resistencia ante la adversidad, cuyo periplo puede inspirar los recorridos vitales contemporáneos de individuos y colectivos para mantener la esperanza y la tensión vital aun en medio de las mayores dificultades. Tras un capítulo inicial que cuenta este origen de la obra, siguen otros ocho capítulos que exponen diversos aspectos del poema. No todos tienen que ver inmediatamente con esta tesis inicial, pero el engarce entre uno y otro es fácil.

El segundo capítulo es una recreación de la vida de Virgilio, a partir de las parcas fuentes antiguas, con ciertas licencias literarias sobre su personalidad y motivaciones cambiantes, cuyo momento clave es la caída en desgracia y muerte de su amigo Galo. Finalmente, se acerca al lector a la perenne cuestión del carácter inacabado de la Eneida, que Augusto rescató para publicarlo, contra el deseo del poeta moribundo.

Creencia y resiliencia de Eneas

El tercero reflexiona sobre el papel del Hado en el poema. La clave está en la pregunta «¿por qué Eneas sigue rezando si el hombre es una criatura en manos del Hado que ni siquiera los dioses pueden doblegar?». Lo hace, dice Marcolongo, porque honrar a los dioses «forma parte de su resistencia». (pp. 80-81). La religión romana, centrada en el hacer más que en el creer, proporciona un modelo sorprendentemente actual para una perspectiva vital centrada no en el qué hacer, sino en el cómo hacerlo.

El cuarto capítulo se centra en el epíteto más característico de Eneas, ese pius del que se burlaba Quevedo, como tantos otros que lo interpretan como mera observancia ritual. En la interpretación de Marcolongo, la esencia de esta pietas está en la solidez que muestra el héroe en la persecución de su objetivo, siempre dispuesto a levantarse y mirar hacia adelante, una y otra vez, tras cualquier contratiempo.

El viaje debe continuar

El quinto capítulo se torna hacia la más controvertida decisión de Eneas: el abandono de Dido tras su fugaz pero intensa historia de amor lleva al suicidio de la reina de Cartago. Frente a la legión secular de críticos del héroe troyano, Marcolongo se centra en analizar sus motivos a la luz de lo explicado anteriormente, así como la reacción autodestructiva de una Dido consumida por el desengaño, figura trágica que se enlaza hábilmente con estereotipos femeninos de nuestro tiempo. La parte final del capítulo trata otros amores del poema, como los de las esposas de Eneas, Creúsa y Lavinia, o los jóvenes Niso y Euríalo, proyección quizá, sugiere la autora, del propio Virgilio y el desdichado Galo.

Del libro sexto de la Eneida se ocupa el capítulo homónimo, que describe el viaje de Eneas al Averno para obtener de su padre Anquises la profecía del destino de Roma, que llega hasta la propia época de Augusto. Virgilio renueva un tema muy trillado ya desde los griegos, y por tanto no inventa ex novo la topografía infernal (pese a lo que asevera la p. 50). Pero un uso tan político del viaje al inframundo no tiene parangón en la Antigüedad y explica su impacto a nuestro siglo, que ha empezado a replantearse la propaganda de la pax Augusta que aparece en boca de Anquises. Las fórmulas imperiales sobre el destino universal de Roma se entrelazan con otras más ambiguas en las que asoma cierta tristeza y desasosiego. La duda principal es la que deja la autora como intriga para el lector: ¿por qué salen del Elíseo por la puerta de los sueños ilusorios y no por la de los verdaderos? Y es que este final, como es sabido, arroja una sombra de duda sobre todo el viaje catabático y las visiones allí descritas.

Manipulación, estilo y recepción

El siguiente capítulo presenta la manipulación de la Eneida en la Italia fascista, como santo y seña de la nueva identidad nacional e imperial que pretendía forjar Mussolini. Marcolongo reconoce el influjo de Paul Veyne en su acertado análisis de los pueblos itálicos, rivales de Eneas, aparentes bárbaros que el fascismo silencia. Pese a cierta sobreabundancia de adjetivos que enfatizan un antifascismo obvio, el capítulo es de notable interés para quienes no conocen este aspecto de la recepción de los clásicos que tan bien describió tiempo ha Luciano Canfora.

El octavo capítulo es una convincente exposición del estilo virgiliano, cuyo equilibrio y contención son evidentes por supuesto en los hexámetros latinos, pero que se trasluce también en las traducciones, como es propio de los verdaderos clásicos. La comparación con Livio Andronico, Nevio y Ennio, predecesores de Virgilio en la épica romana y cuyo arcaísmo realza al mantuano como modelo clásico de perfección formal, prescinde del tono de coach de capítulos anteriores y va directa y certeramente a la esencia del estilo virgiliano.

El capítulo noveno y último resume en pocas páginas la recepción de la Eneida y su poeta en la literatura posterior, una empresa inabarcable más allá de algunos trazos, entre los que, por supuesto, el centro es la Comedia de Dante. Pese a su brevedad, los vericuetos de lo que ha representado la figura de Virgilio en diferentes épocas a lo largo de veinte siglos se intuyen bien en este capítulo final.

Cierran el libro, tras unos agradecimientos en tono personal, unas breves notas bibliográficas para cada capítulo y unos apéndices que son demasiado básicos para el lector de los capítulos anteriores: un resumen de la Eneida, una página con una breve biografía de Eneas, y un árbol genealógico de su estirpe hasta Rómulo y Remo. Es claro que las editoriales obligan a estas prácticas supuestamente divulgativas que desdicen del resto del libro, de un nivel claramente más elevado. En cualquier caso, Taurus no parece haber cuidado la edición con la atención exigible, pues la traducción está plagada no ya de erratas («descartado» por «descontado» en p. 61; «idílica» por «iliádica» en p. 126), sino de frases de sentido oscuro que es de suponer lo tenían más claro en el original («el relato de un contexto no depende del contexto», p. 66; «dejarse no transportar», p. 80; «no se nos rasga la piel que antes era nuestra sin sufrir», p. 87; «no porque no sea capaz de ello sino porque no puede», p. 99).

¿Virgilio vs Homero? Virgilio y Homero

Concluyamos. A veces da la impresión de que la autora se ha fabricado un saco de boxeo artificial con los supuestos críticos de Virgilio que habrían ensuciado su figura hasta que ahora «ha llegado el momento» (enfática expresión repetida una y otra vez) de reivindicar a Eneas. Para ensalzar al héroe como modelo de ciertas virtudes necesarias hoy día, loable objetivo de la obra, no hace falta construir una supuesta querella entre partidarios de Homero y de Virgilio. Más que al salón ilustrado, recuerda a las fogosas discusiones que los buenos estudiantes de secundaria, aplicados y románticos, pueden entablar sobre qué poeta prefieren. El tono coloquial, que se permite hablar de un Virgilio «un poco chapucero» (p. 50), puede fastidiar a algunos lectores (entre los que admito que me encuentro), pero no cabe duda de que será popular entre quienes lo prefieren a la olímpica elevación o la erudición ilegible con las que a veces se escribe sobre los clásicos. No faltan las formulaciones apresuradas sobre temas complicados que producen errores factuales o interpretativos. Y en los primeros capítulos sobreabundan las consideraciones de coaching emocional que van desapareciendo según avanza (y mejora) el libro. Pero con todo esto, esta obra despierta y mantiene el interés en la Eneida, y transmite a los lectores la curiosidad por (re)leerla con las preocupaciones «de posguerra» en mente.

Desde los refugiados que arriban a las costas italianas huyendo de la guerra, a la identidad de Italia forjada a través de siglos de recepción virgiliana, hay una dimensión del libro específicamente transalpina. Sin embargo, para los demás lectores también estos son en buena parte temas universales, porque la italianidad ha sido un agente primordial para elevar la cultura occidental toda en muy diversos momentos de la historia. Y en este libro Marcolongo, desde el género literario y el peculiar estilo que ha aprendido a cultivar con innegable éxito, continúa esta empresa. Con independencia de que se comparta o no cada uno de sus juicios sobre la Eneida, el amor a Virgilio y al estudio atento de los textos impregna sus páginas y se contagia desde ellas.


Imagen: La huida de Eneas de Troya (1598), de Federico Barocci. Galleria Borghese, Roma. Archivo: Wikimedia Commons

Profesor de Filología Clásica. Universidad Complútense de Madrid