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el_heroe_de_luto.jpgEl catedrático emérito de Filosofía Pedro Cerezo Galán ha reunido en este libro doce textos de hermenéutica filosófica —cuatro de ellos ya publicados anteriormente en revistas o libros colectivos; el resto, inéditos— en los que analiza la obra de Baltasar Gracián, que para él constituye «el monumento más complejo y valioso del pensamiento barroco español».

Ya en 2012 el profesor Cerezo recogió en Claves y figuras del pensamiento hispánico sus estudios sobre autores relevantes del Siglo de Oro y el Barroco, con los que culminaba una trayectoria investigadora dedicada sobre todo a la filosofía española del siglo XX, con trabajos monográficos sobre Unamuno, Ortega, Machado y Zubiri, entre otros. De este modo, Cerezo se ha ido convirtiendo en uno de los principales referentes en el ámbito del hispanismo filosófico.

Frente a las insistentes calificaciones peyorativas que se han vertido sobre la obra de Gracián, que confunden su retórica con un juego de argucias y estratagemas («Laberintos, retruécanos, emblemas, / helada y laboriosa nadería», como resume maliciosamente Borges en uno de sus poemas) y que reducen su ética a mera prudencia mundana y cálculo de utilidades, Pedro Cerezo reivindica los méritos del estilo conciso y pregnante del jesuita aragonés, el valor inventivo de su teoría del ingenio en la producción de conceptos y el denso trasfondo humanístico de su pensamiento, que anticipa en cierto modo la autonomía moral moderna.

La tesis fundamental que subyace a los planteamientos de este libro, como anticipa el autor en el prólogo, se halla en la «inspiración teológica de la obra de Gracián, bien patente en la idea clave de infinito, que está implicada en su ontología de la potencia, su política de la maiestas, su retórica del ingenio creativo y su ética del héroe», si bien se apresura a aclarar que no se trata de una fundamentación metafísica de su pensamiento, puesto que el discurso graciano se mantiene siempre dentro de los límites de una «filosofía autónoma de la praxis». Desde este punto de vista, el ansia de infinito y el afán de verdad parecen erigirse como los dos motores fundamentales del pensamiento del belmontino.

Tras ocuparse en la «Obertura» de la injusta y cicatera opinión que Gracián mantuvo respecto a Cervantes, exponiendo su dispar concepción sobre la figura del héroe, los distintos capítulos que componen este libro se van centrando en el análisis de algunos de los principales conceptos que articulan el pensamiento graciano: el poder y sus artificios, el ingenio y el juicio, el infinito, el gran teatro de la corte, la ostentación y la disimulación, la razón de Estado y la política de la maiestas, la controversia entre la libertad y la gracia, la empresa de ser persona, la prudencia y la autorreflexión, el mixto y los dobles, la máscara y el simulacro, el mundo al revés, la sabiduría de la conversación, la virtud de la entereza, etc.

La fórmula de «El héroe de luto», que sirve de título tanto al conjunto del libro como a uno de sus capítulos, se enmarca en la caracterización del héroe graciano, atravesado por la gravedad y la melancolía, frente al intrahombre cristiano de Pascal, lleno de gracia natural, y al superhombre nietzscheano, henchido de entusiasmo dionisíaco. Según esto, el pesimismo ascético, desengañado y combativo del Barroco es el que domina en el ideal heroico de Gracián, heredero de la espiritualidad ignaciana, la institucionalidad jesuítica y el ascetismo contrarreformista; de hecho, como explica Pedro Cerezo, en la simbología graciana el negro es el color de la muerte y representa la sabiduría melancólica que se alcanza mediante el desengaño, así como el esfuerzo de los héroes por lograr la inmortalidad de la fama.

Para la adecuada comprensión del pensamiento de Gracián, como bien se apunta desde el comienzo de este libro, es fundamental tener en cuenta que aquel se desarrolla en una época de fuerte crisis cultural, fluctuante entre la metafísica teológica y la nueva ciencia, entre la fe religiosa y el secularismo, entre la ética cristiana de corte neoestoico y la prudencia mundana secular, entre la política heroica de la maiestas y la práctica del maquiavelismo. Por tanto, sus formulaciones se ven acompañadas, cuando menos como telón de fondo, por la controversia entre jesuitismo y jansenismo, por el conflicto entre los intereses político-religiosos del Papado y los del regalismo secular y por la tensión entre el humanismo pagano y la Contrarreforma.

En este sentido, no se deja de subrayar en todo momento el estatuto peculiar de Gracián como «pensador de la Contrarreforma», pues es en ese marco cultural en el que es preciso circunscribirlo para entender de forma adecuada, como hace Pedro Cerezo, el conjunto de su obra. •

Ernesto Baltar

Doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid y profesor en la Universidad Rey Juan Carlos.