Iglesia y revolución en Cuba
Enrique Pérez Serantes
Encuentro, Madrid, 2011, 624 págs., 26,92 €
Es conocido que durante la dictadura de Franco los hispanistas desempeñaron una importante labor a la hora de plantear con plena libertad cuestiones o análisis sobre nuestro pasado reciente que los historiadores españoles no podían o no lo hacían debido a las circunstancias internas por las que atravesaba España. Ese fue el caso de las obras de autores como Raymond Carr, Hugh Thomas o Stanley Payne sobre el siglo XX español, la guerra civil o el régimen de Franco. El impacto de estos autores fue insustituible tanto por el contenido de sus obras como por la renovación historiográfica que aportaron al ámbito de la historia contemporánea.
No es exagerado decir que este libro —que ha sido reconocido en España con el Premio Internacional Jovellanos de investigación histórica— va a tener una influencia equivalente en Cuba y es una aportación valiosa para los estudios americanistas en España. El autor, Ignacio Uría, investigador de la Universidad de Georgetown en el Cuba XXI Project, traza a través de la biografía del que fuera arzobispo de Santiago de Cuba, Enrique Pérez Serantes, la historia política y el papel de la Iglesia y los católicos en Cuba desde la independencia hasta 1968. Por el volumen y la importancia de los archivos consultados en España, Cuba y Estados Unidos y la documentación que el autor ha manejado supone, sin duda, una obra de singular importancia.
En cualquier caso, lo más relevante de Iglesia y Revolución en Cuba es la relectura que se hace sobre la Revolución cubana, el acontecimiento más importante en la isla después de su independencia en 1898, y el papel que desempeñó el arzobispo primado de Cuba en todos los acontecimientos capitales de la misma, las esperanzas y la sintonía con que acogió el triunfo de Fidel Castro, las primeras tensiones y la frustración con la que acabó sus días.
Precisamente, la relación personal y familiar del comandante Castro con monseñor Pérez Serantes es el centro de esta investigación, demostrando el decidido apoyo de los católicos cubanos —o al menos una parte significativa de ellos— al movimiento rebelde 26 de Julio, nacido tras el asalto al cuartel Moncada en 1953 y la mediación por la vida de Fidel por parte del eclesiástico tras la desastrosa operación. Como señala el autor, Pérez Serantes fue un representante de la voluntad mayoritaria de la burguesía cubana. Una burguesía de la que Fidel Castro era miembro tanto por su origen familiar como por el hecho de estar casado con una hija de un ministro del dictador Batista. Junto a todo lo concerniente a la detención de Fidel en 1953, quizás el acontecimiento de mayor impacto que narra el autor es el acto celebrado el 1 de enero de 1959 en el balcón del ayuntamiento de Santiago de Cuba. Para el discurso que dirigió a la nación desde dicha sede, Fidel se hizo acompañar del arzobispo, que hizo abrir las puertas de la catedral de tal forma que Castro pudiese ver el sagrario mientras pronunciaba un histórico discurso en el que junto a otras cuestiones agradeció el apoyo de la Iglesia y los católicos a la revolución.
Esa significativa unión era el sueño de la Weltanschauung tradicionalista. Pérez Serantes tuvo que despertar de forma abrupta cuando fue comprendiendo que los planes que le hubieran gustado para Cuba no eran los que Fidel y especialmente Raúl y el Che Guevara tenían para la isla. Conforme los revolucionarios desintegraron todos los focos de resistencia en el seno de una sociedad cubana que había acogido a la revolución con enormes esperanzas y regocijo, la figura de Pérez Serantes emergió como la de un defensor tenaz de los derechos de los católicos cubanos. Un prelado de origen español, que había llegado a la isla prófugo del servicio militar en España, pero que amó al pueblo de Cuba hasta el punto de permanecer como buen pastor entre sus ovejas mientras no pocas de ellas tuvieron que huir ante la llegada de los lobos.
No estamos meramente, pues, ante la biografía de un eclesiástico de cierta notoriedad en un tiempo singular. Estamos ante una obra que aborda las cuestiones medulares de la relación entre la política y la fe, el papel de los católicos en la historia de Cuba, la miopía que supuso la cultura tradicionalista y la capacidad y las limitaciones de la única institución —la Iglesia católica— que ha sido capaz de resistir a la feroz deconstrucción revolucionaria enCuba.
La historia de Cuba en el siglo XX ha sido una historia compleja y trágica de la que todavía, a estas alturas del siglo XXI, aguarda el desenlace feliz que merecen los cubanos. La Iglesia de Cuba está jugando hoy una relevante labor gracias a que se levanta sobre los hombros de gigantes como Pérez Serantes. La historia no se repite, pero lo que sí podemos hacer es aprender de los errores y los aciertos que nos precedieron y que tuvieron que enfrentarse a situaciones similares. Por eso, esta historia de las decisiones libres de un hombre, Enrique Pérez Serantes, en el momento de la historia que le tocó actuar, es una obra de gran valor.