José María Michavila Núñez

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Abogado. MInistro de Justicia (2000-2004)

Novedad en las Cajas de Ahorro

Con la publicación, en el BOE del 30 de mayo, del Real Decreto 664/90, se abre jurídicamente la posibilidad de lanzamiento en el mercado financiero de un título absolutamente novedoso y de muy peculiares características: las denominadas «cuotas participativas» de las Cajas de Ahorros. Es indudable la importancia que tal nacimiento va a tener en el futuro del sistema financiero español. Prueba de ello es el eco que ha tenido en la prensa económica y en múltiples reelaboraciones que el proyecto ha sufrido. Como sucede con todo lo novedoso, la figura ha merecido las palmas de unos y los pitos de otros. Estas líneas van a escribirse sin entrar en polémica, con ánimo descriptivo, buscando sencillamente acercar al lector al conocimiento de tan singulares títulos valores. Las causas de su aparición No es debido a demandas de los inversores por lo que surgen las cuotas participativas, sino respondiendo a una necesidad de ciertas Cajas de Ahorros. Estas instituciones financieras se encuentran inmersas, desde hace algunos años, en un necesario proceso de evolución, tendente a equiparar su operatividad con los bancos, compitiendo con ellos en el mismo terreno y con idénticos instrumentos. Bien lejos queda el origen de las Cajas, en las que éstas eran entidades estrictamente fundacionales en su naturaleza y benéfico-sociales en sus fines, características que las distanciaban radicalmente de los bancos, de naturaleza societaria y lucrativos en sus fines. El carácter estrictamente fundacional de las Cajas se manifestaba, de una parte, en su gobierno por un patronato que debía atender a la voluntad del fundador como criterio básico y de otra en la existencia de unos recursos propios bien delimitados: la aportación del fundador. El primer aspecto fue profundamente modificado en la Ley de Órganos Rectores de las Cajas de Ahorros. El segundo lo será con la emisión de cuotas participativas. Por lo que respecta a los fines la distinción entre Cajas y Bancos también se ha desdibujado, entre otras razones porque hoy todos los bancos buscan atender a fines sociales. Es sintomática la presentación en sociedad de tres grandes fundaciones creadas por grandes bancos. En tal proceso de asimilación con los demás intermediarios financieros, la meta indudable es la competitividad y ésta va íntimamente ligada al volumen de recursos propios de la entidad, en virtud del cual la legislación establece los límites a la asunción de riesgos. Precisamente, como fórmula para permitir una expansión en los recursos propios de las Cajas de Ahorros, aparecen las cuotas participativas. Con meridiana claridad manifiesta tal intención el propio legislador, que la primera y única vez que las regula lo hace modificando la definición que la Ley 13/85 estableciera del concepto «recursos propios» para las Cajas de Ahorros. De esta manera, mediante una disposición adicional de la Ley de Disciplina e Intervención de las entidades de Crédito, el legislador crea la figura, colocándola exactamente en el mismo plano que los fondos fundacionales. Esta conveniencia, o necesidad, de incrementar los recursos propios, ampliando así su capacidad expansiva, en instituciones de carácter fundacional, en las que el...

Apuntes Parlamentarios

Apuntes Parlamentarios es el modesto título con el que Víctor Márquez Reviriego nos presenta un extraordinario libro. Su lectura nos zambulle en el río de la historia de nuestra democracia. Lo hace en su cauce más definido, el Parlamento, y en un tramo tan pleno de interés como es el de su nacimiento. Esto le da un mayor atractivo. Sus páginas son un apasionante ejercicio de rafting sobre las aguas vigorosas de nuestra vida política. Sus recodos, riscos y rápidos —propios de las aguas de alta montaña— son recorridos con soltura de ganchero experto, crónica tras crónica, por el autor. La metáfora la aplica él mismo a los diputados constituyentes, a los que llama gancheros en las aguas del concenso.Prueba de la buena salud de nuestra democracia es que un periodista tan libre y tan dotado de juicio crítico como el autor pueda sentirse como en su propia casa en la casa de la democracia, el Parlamento. Así lo demuestra en todas las crónicas parlamentarias que con acierto se compilan en este libro.La crónica parlamentaria bien hecha, y es el caso, es siempre una fuente de extraordinario valor historiográfico para escribir la historia política y social de un país. El siglo XIX español es buen ejemplo de ello. No es posible tener cabal conocimiento de tantos episodios, de una u otra índole, como protagonizamos en el siglo de las Constituciones, sin aludir a las crónicas parlamentarias de la época.Las nuevas tecnologías de la información, la inmediatez de la noticia, podían hacer creer que la crónica ya no es tan importante. Debiera ser lo contrario. La abundancia de mercancía, de información, requiere lo que se denomina en las redes de comunicación, un «navegador». Este es el papel que con inteligencia, picardía y perspicacia realiza magistralmente Víctor Márquez Reviriego para ayudar al lector a seguir el hilo de una etapa crucial de nuestra historia.Dotado de una intensa sensibilidad democrática, el autor pone el acento en la anécdota que sirve para ilustrar o realzar un comportamiento, un valor o una coordenada clara de nuestra transición. Es fácil hacer un repaso rápido de algunos ejemplos. La amargura de las «dos Españas» enfrentadas se supera con la democracia, asentada en un sólido pacto de reconciliación, de no dejar fijar la vista atrás. La expresión más gráfica está en el Congreso de los Diputados recién designado por primera vez en unas elecciones democráticas y libres en la sesión celebrada el 13 de julio de 1977. Este día se inauguran las Cortes Democráticas. En la mesa de la Presidencia, por razón de edad, ocupa lugar destacado Dolores Ibarruri. «Las dos Españas se han reconciliado y pueden vivir en paz». Será tan solo dos años después cuando la otra cámara, el Senado, adopte una resolución absolutamente impensable unos meses antes. En efecto, en septiembre de 1979 se reconoce pensiones a los familiares de fallecidos en el lado republicano. Esta decisión es más, mucho más, que la expresión contable de la reconciliación.La elaboración de la Constitución, sus trabajos,...
Nueva Revista

España 1999, bases de un proyecto compartido

EL PRIMER DOMINGO DE MAYO DE 1998, España participó, junto con otras diez naciones europeas, en el arranque de una nueva página de nuestra historia. Un siglo antes, en el primer domingo de mayo de 1898, la Escuadra española era derrotada en la bahía de Cavite y el coronel Villamil escribía al Almirante Cervera, jefe de la Armada: «Pobre patria merecedora de otra suerte que la deparada por nuestros Gobiernos a finales de este siglo».1898 - 1998 : DEL FRACASO AL ÉXITO COLECTIVOSi entonces, en mayo de 1898, se pintó el cuadro final de una tragedia iniciada con el siglo, y el principio de una era de aislamiento internacional de España, el primer domingo de mayo de 1998 fue, sin duda, símbolo evidente de una situación diametralmente opuesta. Hoy España no se bate en retirada ni se aisla. Hoy nuestro país está en la vanguardia y es protagonista de una de las transformaciones más ambiciosas y prometedoras de la institución política que por excelencia ha vertebrado la convivencia de los europeos desde el siglo XVI: el Estado.El monopolio sobre el derecho de acuñar moneda, y todo lo que ello supone, ha venido siendo durante estos cinco siglos uno de los símbolos más nítidos del moderno Estado europeo.El primer símbolo de que un territorio se integraba en alguna nación moderna era, junto al ondear de la bandera, la circulación de la moneda. Hoy, España, sin renunciar a seguir siendo, ahora más que nunca, España comparte su moneda, la integra en una más amplia y fuerte. Como ha escrito Marcelino Oreja: «El euro será el ejercicio más importante de soberanía compartida que vivirá la Europa Comunitaria, desde que vio la luz». El fin del colonialismo vino a suponer el final de un modo de concebir el Estado como imperio, como sumisión a una metrópoli. Como señala Carmen Iglesias, el llamado año del desastre «se vivió en los lustros siguientes como el fin no de una época, sino en algunos casos de una nación». Por el contrario, la moneda única es el principio de un renovado concepto del Estado como empeño de colaboración, de cooperación, de suma de esfuerzos entre naciones. Como afirma Oppenheimer, el euro permitirá a Europa abordar su integración en el siglo XXI. España ahora no pierde. España suma y, por lo tanto, gana. La moneda única aporta un horizonte de confianza, estabilidad en el crecimiento y generación de empleo, en definitiva, un impulso a nuestra calidad de vida.Esta coincidencia de fechas permite contraponer en la historia de España, el fracaso colectivo y de tintes oscuros con que cerró sus puertas el siglo XIX, con el éxito colectivo que ha supuesto poner a nuestro país en condiciones de ingresar, por derecho propio, en una de las más prometedoras aventuras del continente europeo. España finaliza el siglo XX abriendo la puerta al siglo XXI, un siglo que vamos a construir sobre sólidos cimientos de progreso. Un siglo donde, recordando la expresión de Unamuno, ya no sólo inventan ellos, sino que...