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(Este es el tercer perfil de una serie de tres autores que reflejan en su obra el impacto del cristianismo)

Michael Haneke (Múnich, 1942) se estableció en 1970 como guionista y director teatral y cinematográfico. Desde entonces su carrera ascendente ha sido constante, hasta conseguir dos premios en Cannes por Caché (2005) y La cinta blanca (2009), y el Óscar a la mejor película en lengua no inglesa con Amor (2012).

Caché («Escondido») es un filme sobre la mentira como medio de supervivencia y sobre la venganza inesperada del engaño en forma de sentimientos de culpabilidad. No es infrecuente que alguien trate de guardar en secreto algo poco confesable de su pasado y que elija la senda del olvido, sin procurar sanar el agravio. Sucede que luego la culpa brota, con consecuencias muchas veces devastadoras.

«Siempre soy yo el que decide portarse bien o mal con alguien. Si el otro es un idiota, nada me obliga a serlo a mí también»

La cinta blanca narra la historia de un pueblecito alemán hechizado por una serie de incidentes macabros perpetrados por niños. Los chicos observan cuidadosamente a sus padres y concluyen que no viven la moral que predican. Pero Haneke no redime a los niños. Al contrario, los muchachos amplifican los delitos de los padres. La acción se desarrolla poco antes del estallido de la Primera Guerra Mundial y del ascenso del nacionalsocialismo. Haneke preanuncia el Tercer Reich, sin nombrarlo, a base de retratar con meticulosidad la disciplina, el principio de autoridad y el protestantismo luterano.

En Amor, Haneke rueda a dos octogenarios en el hogar común. El ictus que sobreviene a la señora transforma progresivamente la relación de la pareja y con la hija emancipada, que los visita de vez en cuando. Prácticamente la mitad de la civilización occidental se puede ver reflejada en Amor. Nada en este drama es espectacular y a la vez todo resulta sobresaliente. Hay ternura que se materializa en servicio y un resultado final, sin embargo, muy perturbador.

Prácticamente la mitad de la civilización occidental se puede ver reflejada en «Amor» 

La pregunta que nos planteábamos en este número de Nueva Revista era sobre la huella cristiana en creadores teóricamente al margen del cristianismo. En el caso de Haneke, el surco es profundo.

La madre de Haneke, en su día una actriz famosa austriaca, era católica, y su padre, un célebre actor alemán, protestante. Michael Haneke no es ni uno ni lo otro. A él no lo criaron sus padres, que se divorciaron pronto, sino su tía. Con todo, «la religión –expone el cineasta– no se puede ignorar como artista dramático. Siempre ha sido uno de los pilares de la civilización y siempre lo será de una forma u otra».

El núcleo del mensaje cristiano se resume en el seguimiento de Jesús de Nazaret, una persona humana que reclama ser Dios, y en intentar imitar su ser (amor) y cumplir sus leyes.

«Todo lo posmoderno es de una gran pobreza»  

Sobre lo primero (Cristo, persona y Dios), Haneke es un buscador  al que no le convence nada el panorama actual de soluciones. Afirma: «Todo lo posmoderno es de una gran pobreza. Si tanto desean distraerse significa que el nivel de frustración es enorme». ¿Un aguafiestas? Él no se ve así. Subraya: «La realidad es compleja, contradictoria y no necesariamente agradable. Si ahora me preguntasen si soy pesimista, les contestaría que soy realista».

En cuanto al amor (querer el bien del otro), llama la atención que Haneke combata decididamente los tópicos de la justicia social y defienda el servicio práctico al ser cercano. «Si todos fuéramos amables –declara–, el mundo sería muy diferente. Siempre soy yo el que decide portarse bien o mal con alguien. Si el otro es un idiota, nada me obliga a serlo a mí también».

Por último, sus temas recurrentes (la culpa, las calamidades consecuencia del embuste, la violencia y la represión) proceden de lo que Haneke mismo llama pecado original.

Director de «Nueva Revista», doctor en Periodismo (Universidad de Navarra) y licenciado en Ciencias Físicas (Universidad Complutense de Madrid). Ha sido corresponsal de «ABC» y director de Comunicación del Ministerio de Educación y Cultura.