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Carlos Soria: «El laberinto informativo: una salida ética», Eunsa, 1997

La ética se puede aprender, pero propiamente no se puede enseñar. Ésta es la premisa de la que parte el último libro de Carlos Soria, precisamente profesor de Ética de la Información de la Universidad de Navarra, donde desde hace años ejerce su magisterio. La afirmación puede causar sorpresa o incluso estupor, pero la lectura de este libro demostrará que no puede ser de otra manera. Entre otras cosas, porque como bien dice el autor, «solo se puede saber Ética de la información sabiendo información»; porque «solo se puede saber de Información sabiendo, entre otras cosas, de Ética de la información»; porque «la Ética de la información es poder responder a estas preguntas: qué es, por qué es y para qué es la información» y porque, en definitiva, profesión y Ética son una misma cosa.

El libro está estructurado en dos partes. En la primera de ellas, Soria aborda, entre otros temas, las enfermedades que padece la Ética de las empresas informativas y los problemas y falsos dilemas que plantea; la cuestión siempre candente de la actuación en conciencia y la necesidad de armonizar el Derecho a la información (siempre de la mano de la Ética) con el resto de los derechos humanos. Todo ello desde la convicción profunda de que los criterios éticos deben encontrar su piedra de toque en la experiencia profesional, pues día a día los periodistas se enfrentan a situaciones que exigen una ética abierta, que aporte algo más que soluciones fosilizadas. El autor es consciente de que no solo hay razones para ser ético, sino también para no serlo, y las enumera con la gracia y el espíritu provocador que siempre le han caracterizado.

La segunda parte va al corazón de profesión. Soria no huye de temas espinosos (información y derecho a la vida) ni explica con distancia los criterios que debe seguir la información sobre lo público, lo privado y lo íntimo. Al concepto del honor, uno de los temas centrales en el campo de los derechos de la personalidad, el autor le dedica un capítulo completo, pues no en vano el derecho al honor desempeña un papel configurador (atención, no delimitador) del derecho a la información.

Se equivoca quien crea que El laberinto informativo. Una salida ética ignora las situaciones reales para embarcarse en aventuras abstractas poco realistas. Carlos Soria desciende al detalle en capítulos como el que explica la ética de los procedimientos.
Partiendo del principio insobornable de que el fin no justifica los medios, Soria compone una lista de diez procedimientos «que plantean perplejidades, dudas o fuertes aristas éticas»: la ocultación de la condición de periodista y cambio de identidad; la apropiación indebida de documentos; el «periodismo de rebaño»; la aceptación de dádivas, regalos y agasajos; el plagio de textos, fotos e infográficos, etc. ¿Le suenan conocidos? El autor ofrece incluso un cuestionario práctico para que cada periodista resuelva las dudas que puedan suscitarle algunos de sus propios procedimientos.

No se queda ahí. Soria reflexiona también sobre la información de la violencia, las tentaciones del fotoperiodismo, los fundamentos éticos de la presunción de inocencia y la ética de la comunicación audiovisual, la información publicitaria y las relaciones públicas. Termina con unas páginas absolutamente necesarias, las dedicadas a los deberes del periodista de responder, trascender, mantener o rectificar la información.

En definitiva, un bienvenido manual para alumnos y una excelente reflexión para cualquier informador preocupado por el deterioro que la ética periodística sufre a diario en las sociedades de la información. Como señala el autor en algún momento, un sistema ético para una comunicación underground, la que hoy conocemos.

Asesora en el Parlamento Europeo