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Con ocasión del número 100 de nuestra publicación, hemos querido hacer un «regalo de lujo» a nuestros lectores y a cuantos han colaborado con nosotros en esta empresa editorial, que anda ya por su decimosexto año de existencia. Es difícil no haber oído hablar de la mítica pieza teatral de Strindberg, Ettdrómspel (1901); título que se ha vertido al castellano de las más variadas formas: «Un sueño», «Ensoñación», «Sueños»… Los lectores de Kafka, por ejemplo, lo habrán oído nombrar entre los precedentes de El castillo; los de lonesco, como antecesor del «teatro del absurdo»; Borges defendió esta pieza frente a Bioy Casares, y, en fin, quienquiera que ame el teatro o el cine que ha hecho I. Bergman durante más de cincuenta años sabrá cuántas veces lo ha llevado él a escena (de ello, más en la introducción del traductor, Francisco J. Uriz) o a las pantallas (que en Fannyy Alexander (1981), por ejemplo, como en Después de la repetición (1983), la obra que se ensaya en los respectivos teatros es esta de Strindberg). Pero no es sólo que la sombra de esta pieza que nació con el siglo pasado se haya proyectado hasta nuestros días; su potencia es manifiesta también por sus raíces, pues en Comedia onírica —así la llamará en adelante nuestra traducción— apreciamos un naturalismo social a lo Zola, un racionalismo ético a lo Tolstói o un esoterismo romántico a lo Hoffmann, todo ello servido en equilibradas y, por tanto, gustosas proporciones. En fin, que de una obra así no hubiera en nuestra lengua una traducción como Dios manda era un «agujero negro» (mini) que Nueva Revista ha tratado de enmendar en una ocasión señalada como ésta con un no desdeñable y, por tanto, tampoco cómico esfuerzo.

[PRESENTACIÓN DEL TRADUCTOR ]
Una novedad entre nosotros ¿desde 1901?

August Strindberg (1849-1912), el escritor más grande de la literatura sueca y uno de los dramaturgos más importantes del siglo pasado, escribió Ett drómspel, la obra cuya traducción al castellano les presentamos con el título de Comedia onírica, en 1901. Al año siguiente el autor, que buscaba el reconocimiento europeo o mundial y al que Suecia se le había quedado pequeña, la tradujo él mismo al francés. A su traductor alemán, Schering, le confesó que era «mi Drama más querido, hijo de mi más profundo dolor». Se estrenó en 1907 en el «Svenska Teatern» de Estocolmo y no tuvo el éxito esperado por Strindberg, sobre todo, debido a las complicaciones técnicas que implicaba el montaje, casi insuperables para la época. Es una pieza cuya modernidad y vanguardismo admiraron grandes directores de teatro. La pusieron en escena, ya en la década de 1920, Max Reinhart y Antonin Artaud. En Suecia,. el famoso director Olof Molander
hizo, entre 1935 y 1955, cuatro montajes históricos, y en la actualidad su valedor es Ingmar Bergman, que ha hecho por lo menos tres. Es una de las piezas consideradas precursoras del teatro moderno y se ha representado en todo el mundo.

He buscado referencias del estreno en España y no he podido encontrar, desde Estocolmo, donde escribo estas líneas, datos de representaciones en teatros profesionales.

Hay una traducción española, obra de José María Martín Triana, publicada en 1976 por Ediciones Felmar, en la colección La Fontana literaria. Reproduce en portada un grabado que podría ser de Munch, y debajo de él, el título «Sueño» con los nombres de August Strinberg (s/c) – Ingmar Bergman, en la misma línea y con el mismo tamaño de letra, dando la impresión de ser los dos los autores del libro. Encabeza la página 5 el nombre del autor August Strinberg (sic) seguido de «Sueño» y debajo «Adaptada
por Ingmar Bergman», y al pie de la página: «Edición según la
traducción (al inglés, el paréntesis es mío) e introducción de Michael Meyer». En toda la estupenda introducción se repite el contumaz error de «Strinberg». En el texto español hay bastantes equivocaciones, no trascendentales para la comprensión de la pieza, pero irritantes, por ejemplo: se habla del «collar» de la camisa (collar en inglés, «cuello») y de la lluvia que cae sobre los «tilos» (tiles, en inglés, es decir, «tejas»). Esta adaptación de Ingmar Bergman, que elimina más de la cuarta parte del original, le sirvió al gran director para hacer, en 1970, un inolvidable montaje de la pieza, con una escenografía milagrosa de Lennart Mórk, en el Dramaten (Teatro Nacional de Suecia). Bergman la puso también en escena en Munich en 1977, esa vez con la traducción del texto completo de Strindberg hecha nada menos que por Peter Weiss (¡todo un lujo!). Por una de esas cosas que pasan, en la ficha número 84-3790088-3 del ISBN, aparece Ingmar Bergman como traductor al español de la obra de Strindberg Ett Drómspel. Tal vez el autor de la ficha pensó que «adaptada» era sinónimo de «traducida» y, ni corto ni perezoso, le atribuyó la autoría del trabajo de Martín Triana al director sueco.
Así estaba hace un par de años en el ISBN, no sé si se habrá corregido. En el año 1964 la Editorial Nacional de Cuba, con el loable intento de la Revolución de poner a los clásicos al alcance de los cubanos, publicó un volumen «Strindberg /Teatro» con, tal vez, las seis mejores piezas del dramaturgo sueco. Entre ellas la traducción de Jorge A. Ramos del texto completo de Ett drómspel titulada «El ensueño». Acaso esta edición cubana sea copia de la que, según mis noticias, se había publicado en Argentina. Son traducciones hechas probablemente del italiano y plagadas de graves errores.

Existen muy buenas ediciones de Ett drómspel en sueco; mi favorita es la de Cari Reinhold Smedmark —¿tal vez por ser la primera que leí?—. Sin embargo esta traducción siguirá el texto preparado y comentado por Gunnar Ollén que se publicó, en 1988, en el volumen 46 de la Edición nacional de las obras completas de Strindberg, hoy la definitiva. En dicho volumen va incluido el «Prólogo» que el autor escribió en 1906 y la llamada «escena del callejón». Incluyo aquí la traducción del «Prólogo» tal como va publicado en estas edición, es decir, detrás de la pieza. En la edición de Smedmark se incluye como primer cuadro. En la
versión de Ingmar Bergman que hemos comentado, se coloca como tercer o cuarto cuadro. Este prólogo se utilizó en el estreno y no provocó entusiasmo, tal vez porque no proporciona nada relevante a la pieza. «La escena del callejón», que no es más que el borrador de la primera escena de la pieza naturalista que dio origen a Ett drómspel, está recogida con ciertas variantes en esta obra. Strindberg la tradujo al francés en 1902, con el título Réverie y como es lógico su traducción no lleva el Prólogo y, a la apostilla preliminar, le faltan las últimas cuatro líneas. Esta versión francesa le ha servido a Gunnar Ollén, como él mismo dice, para aclarar un par de dudas del original sueco. Yo la
he leído y he incorporado los números, inexistentes en la versión original, que introdujo Strindberg para señalar la separación de cuadros. Curiosamente la protagonista no lleva el nombre de «Hija de Indra» sino «Agnes», su nombre terrenal. Y es muy instructivo ver cómo los autores que se traducen a sí mismos cortan los nudos gordianos de sus propios textos.
He seguido el texto conservando la abundosa puntuación del original: los incontables signos de admiración, puntos suspensivos y guiones largos que marcan el ritmo, las pausas y la intensidad del diálogo. He suprimido la mayor parte de los asteriscos que pululan en el texto, situados en el centro de la línea; quedan unos pocos que señalan diferentes escenas dentro de los cuadros.
En dos casos he elegido la puntuación de la versión de Smedmark por ser más adecuada al sentido.