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El diez de mayo se subastaba en Nueva York uno de los bodegones pintados por Paul Cézanne (1839-1906) entre 1893 y 1894. El cuadro se vendía por la astronómica cifra de 60 millones y medio de dólares y se convertía así en el cuarto cuadro más caro del mundo adquirido en subasta y en el más cotizado del artista. En fechas cercanas a la venta, aparecía en el mercado español el libro Cézanne de Eugenio d’Ors (1881 -1954), en la nueva editorial El Acantilado.

No es casualidad que Eugenio d’Ors escribiera un libro sobre la biografía y la pintura de Paul Cézanne. Ambos tenían en común, el primero en la filosofía y el segundo en la pintura, el deseo constante de encontrar la serenidad, el orden y el equilibrio en el dinamismo de la vida y de la naturaleza. Sus ideales alumbrar la armonía y la jerarquía del universo por encima del caos. Los dos buscaban el diálogo continuo con la naturaleza para, sin excluirla ni aniquilarla, imprimirle su genialidad. Eugenio d’Ors había encontrado en Cézanne un espíritu con el que dialogar para alumbrar sus pensamientos más originales. Para d’Ors, cualquier estética suponía una filosofía y Cézanne era el ejemplo vivo del espíritu del Novecentismo y de su filosofía del hombre que trabaja y que juega.

Cézanne, como muchos otros libros de Eugenio d’Ors, es una recopilación de las glosas que el filósofo catalán escribió diariamente en los periódicos. El libro publicado ahora, y que sigue la edición de 1944 considerada definitiva por su autor, se parece a un puzzle de seis piezas que van encajando poco a poco mientras (1886). Cézanne y Zola fueron grandes amigos en la adolescencia y es avanza la lectura. Se trata de seis fotografías de un mismo personaje, tomadas desde perspectivas diferentes, que nos muestran algunos de los perfiles del pintor. Eugenio d’Ors ha sabido reflejar en la estructura de este libro una de sus frases más conocidas: elevar la anécdota a categoría. En los cuatro primeros perfiles nos encontramos las anécdotas sobre Cézanne, mientras que en los dos últimos hay un esfuerzo por elevar la vida y obra del artista a la categoría.

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La primera pieza toma la forma del pintor Claude Lantier recreado por Emile Zola en su libro L’Oeuvre posible que el escritor se inspirase en Cézanne para el personaje de la historia. Zola lo habría descrito como a un joven apasionado que pinta y expone junto a los impresionistas, pero que como epílogo de ese momento estético sucumbe ante la confusión del ambiente y sufre, incapaz de expresar lo que bulle en su interior. La segunda pieza describe el ambiente parisino de finales de siglo y la leyenda que sobre el artista circula por las calles de la ciudad: un pintor loco, anárquico, excéntrico y grosero. En la ciudad de los artistas, nadie escapa de la vida bohemia y los rumores engullen su fama. La tercera fotografía retrata la biografía de Cézanne. Un hombre disciplinado y burgués que, tras los fallidos intentos de su padre para que ejerza como abogado, se marcha a París para dedicarse a la pintura. Cézanne es entonces un aprendiz, estudia la tradición y visita los museos para aprender a mirar, pero rechaza la imitación. Quiere superar el pasado dejando que su ángel, su ser más personal, alumbre sus creaciones. Desilusionado por la vida en París y el mercado del arte, Cézanne se recoge en su pueblo, Aix, y pinta la naturaleza. En la conversación que hasta los últimos días de su vida mantiene con el paisaje a través de su mirada cree encontrar el secreto de lo que busca: rehacer a Poussin según la naturaleza. «Cézanne en su obra» fotografía al artista que pinta sin descanso, que ensaya una y otra vez los mismos bodegones, los bañistas o los paisajes… A partir de las quinientas telas que Cézanne pintó, d’Ors elabora los motivos, el objetivo y los períodos de su pintura. «Cézanne en su ángel» retrata al precursor del arte moderno que lucha contra el romanticismo y el impresionismo, el Cézanne que señala un punto de inflexión en la historia del arte en el final del siglo XIX. Por último, en «Cézanne en el centenario», escrito a propósito de los cien años de su nacimiento, d’Ors nos da la pieza final, la que define a Cézanne como el pintor del ritmo y del orden. El libro cuenta además con una selección de cincuenta ilustraciones de cuadros del artista y con tres apéndices que recogen textos de d’Ors sobre la liquidación del impresionismo y comentarios a algunos de los fragmentos más famosos de Cézanne.

Eugenio d’Ors creía que, después de la propia experiencia personal, las biografías de grandes personajes de la historia eran el mejor medio para aprender sobre la vida. Por este motivo, escribir sobre Cézanne le sirve para dar a conocer al artista, pero sobre todo, para dar a conocer un modelo de hombre. Cézanne, además de ser una biografía original, articulada desde seis perspectivas diferentes, es un magnífico estudio crítico y una profunda reflexión sobre la actividad creadora del artista. Este libro tiene además otra virtud, no sólo nos introduce en la historia del arte moderno de la mano de su precursor, sino que nos enseña un poco más de la desconocida filosofía de Eugenio d’Ors.