Mientras el mundo desarrollado vive bajo los efectos, todavía perceptibles, de la gran crisis financiera internacional de 2008, buena parte de las regiones emergentes han retomado la senda del crecimiento económico. Este es el caso de los países asiáticos, comenzando por India y China, y también de América Latina. En relación con esta última son muchos los analistas y académicos que han comenzado a hablar de la «década de América Latina».
En efecto, aprovechando el fuerte tirón de la demanda asiática de materias primas (alimentos, minerales e hidrocarburos), las exportaciones latinoamericanas no han dejado de crecer en el último año y medio, retomando la senda del crecimiento abierta a partir de 2002-2003 e interrumpida brevemente tras el colapso de Lehman Brothers. Si bien las tasas de crecimiento regionales no son las mismas que las asiáticas sino algo inferiores, son extremadamente importantes para las economías regionales.
Llegados a este punto habría que señalar que, pese a la bonanza, en el horizonte se perfilan algunos riesgos importantes y que no todos los países crecen de la misma manera. Así, por ejemplo, Venezuela cerró 2010 sumida en la recesión, pese a contar en su subsuelo con importantes reservas de petróleo, su principal, y casi único, en los últimos años, producto de exportación.
Entre los riesgos más perjudiciales para el futuro latinoamericano habría que citar básicamente dos: la inflación y los efectos sobre las economías regionales de la llamada guerra de divisas y, por tanto, de la evolución del tipo de cambio entre las monedas locales y el dólar, que podría terminar afectando negativamente a las exportaciones y, por tanto, a la principal palanca del crecimiento. Respecto a la inflación ésta se está situando en muchos países latinoamericanos por encima del 5 % anual, aunque hay dos países que superan ampliamente al resto. Se trata de Venezuela y Argentina, que en 2010 alcanzaron prácticamente el 30 % de inflación anual. Pero mientras en Venezuela contamos con cifras oficiales, en Argentina se trata de estimaciones privadas, toda vez que las estadísticas oficiales están burdamente manipuladas por agentes gubernamentales y, de momento, no hay ninguna intención de rectificar esta política de falsificación de los resultados.
De acuerdo con las previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI) para 2011, las economías de América Latina y el Caribe podrán seguir creciendo a tasas continuadas durante este año. La institución financiera multilateral ha revisado al alza su previsión de crecimiento para la región en 2011, situándola por encima del 5 %. De entre toda la región destaca América del Sur, que podría alcanzar el 6 % y tan sólo sería superada por Asia emergente, que se espera que crezca por encima del 8 %.
Por el contrario, las perspectivas macroeconómicas para México, los países de América Central y el Caribe son, en general, menos optimistas que las sudamericanas, ya que dependen en mucha menor medida de las exportaciones de productos primarios. Analizando las cosas desde una perspectiva nacional, llama la atención el potencial de crecimiento de algunos países, como Brasil y Argentina (que en 2010 crecieron un 7,5 %) y México (5 %). Hay, sin embargo, otros casos más destacados, como los de Paraguay, Uruguay y Perú que en 2010 superaron el 8 %, y Chile y Colombia que estuvieron en torno al 5 %. Sólo decrecieron Venezuela y Haití. Para 2011 las perspectivas menos favorables se concentran en Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua.
Gracias a este marco de bonanza económica que se vive en la mayor parte de la región, las expectativas políticas latinoamericanas para 2011 se caracterizan por el predominio de la continuidad sobre el cambio o, inclusive, de algunas eventuales rupturas que puedan tener lugar. El peso de la continuidad no implica que en los distintos comicios que tengan lugar a lo largo de este año (tanto elecciones presidenciales como regionales o locales, incluso referendos), las opciones oficialistas deban triunfar necesariamente. Sin embargo los logros económicos pesarán lo suyo y la defensa de la gestión gubernamental se verá enormemente facilitada por los buenos datos proporcionados por la economía.
Es más, en muchos lugares buena parte de los excedentes fiscales serán destinados a políticas públicas claramente clientelísticas que busquen un determinado impacto electoral, especialmente en aquellos países que tienen gobiernos definibles a priori como populistas. Sin embargo, en algunos casos, como ya se está pudiendo observar en Bolivia, la inflación y el aumento en los precios de los productos básicos de consumo está generando algunas protestas importantes que provocan bajadas en los porcentajes de aprobación y popularidad de los presidentes regionales.
Otro tema que incidirá de una forma contundente en la agenda política y electoral de la mayor parte de los países latinoamericanos es el de la seguridad ciudadana. Los altos niveles de violencia en algunos países (Venezuela, El Salvador, Guatemala o México, entre otros), asociados en numerosas ocasiones al narcotráfico y a su combate, preocupan cada vez más a la ciudadanía, como muestran repetidamente, año tras año, los resultados del Latinobarómetro. En Venezuela, por ejemplo, la tasa de homicidios es de 48 por cada 100.000 habitantes, lo que la sitúa muy por encima de la media latinoamericana. Sin embargo, sólo en Caracas la tasa es de 130 homicidios por 100.000 habitantes, 2,5 veces mayor que la tasa nacional venezolana.
Desde una perspectiva electoral no se puede estudiar de forma aislada a 2011, sino que debe integrarse en el intenso periodo de elecciones que tendrá lugar entre 2009 y 2012 en toda América Latina. En todos estos años, la totalidad de los países latinoamericanos, salvo Paraguay, que recién lo hará en 2013, habrán elegido o reelegido a sus gobiernos. Tanto en 2011, como en los años anteriores o inclusive en 2012, cuando se celebren elecciones en Venezuela, una de las preguntas claves en torno a las consultas electorales es la de continuidad o alternancia. Desde esta óptica, la región ha proporcionado resultados para todos los gustos, como la alternancia producida en Chile tras la derrota de la Concertación, la continuidad brasileña con la elección de Dilma Rousseff o la alternancia dentro de la continuidad en Colombia a partir de la presencia de Juan Manuel Santos, visto inicialmente como el delfín de Álvaro Uribe aunque con muchos puntos de ruptura, tanto de estilo como de fondo, con su predecesor.
En 2011 habrá elecciones presidenciales en cinco países de América Latina: Haití, Perú, Guatemala, Argentina y Nicaragua. A esto hay que sumar elecciones regionales y locales, entre las que destacan la elección a gobernador del estado de México, cuyo resultado será crucial para el desenlace de la elección presidencial de julio de 2012. También hay que contemplar una probable consulta popular en Ecuador, que busca reformar el sistema de justicia y algunos artículos de la Constitución recientemente aprobada. Sin embargo, todavía está pendiente la legitimación y aprobación de la legalidad de las diez preguntas planteadas (entre ellas una para abolir las corridas de toros) por parte de la Corte Constitucional.
En los últimos años se han consolidado en América Latina una serie de prácticas políticas, algunas de las cuales inciden directamente en los sistemas electorales. Entre ellas destacan el de la reelección, bien consecutiva o bien alterna, y el de la doble vuelta en las elecciones presidenciales. En lo referente a la reelección, asociada generalmente a la reforma constitucional, Venezuela marca el punto máximo de la tendencia, con la posibilidad de reelegir al presidente en un número indeterminado de oportunidades. Respecto a la segunda vuelta, la idea es dotar de mayor legitimidad a los presidentes electos, aunque esto también provoca importantes desajustes en la relación entre el ejecutivo y el legislativo.
Teóricamente se convoca a una segunda vuelta electoral cuando ninguno de los candidatos presentados obtiene la mayoría absoluta (más del 50 %) de los votos emitidos. Sin embargo esto no siempre es así en los sistemas electorales latinoamericanos, al existir una importante casuística, que varía de país a país, especialmente en lo relativo a las exigencias para ser elegido o no en la primera vuelta.
En las cinco elecciones presidenciales convocadas para 2011 hay un mecanismo aprobado de segunda vuelta. Nicaragua y Argentina son de los países que pone el listón más bajo para evitar la segunda vuelta, de forma que de esta forma se facilita a determinadas opciones políticas (el sandinismo en un caso y el peronismo en el otro) un acceso más fácil al poder. En Nicaragua basta para ganar obtener al menos el 40 % de los votos válidos, salvo aquellos casos que habiendo obtenido un mínimo del 35 % de la votación, supere al siguiente en un 5 % de diferencia con respecto al segundo candidato más votado. De no existir esta cláusula le sería muy complicado a Daniel Ortega ganar en la primera vuelta, y en una segunda lo tendría francamente mal para ser elegido.
En Argentina, el mínimo para ganar es del 45 % o una votación superior al 40 % con una diferencia de al menos un 10 % respecto al segundo. Este sistema le permitió a Cristina Fernández de Kirchner acceder a la presidencia en 2007, en la primera vuelta, con el 45,29 % de los votos. Por el contrario, en Haití, Guatemala o Perú, se exige obtener más del 50 % de los votos válidos para evitar la segunda vuelta. En estos sistemas se prima la política de alianzas más que en los primeros países, especialmente de cara a la segunda vuelta.
En 2011, y dentro de la incertidumbre que rodea a las elecciones programadas, las reflexiones que se efectúen deben tener en cuenta que los comicios de Guatemala, Argentina y Nicaragua se celebrarán en los meses de septiembre, octubre y noviembre, respectivamente. De este modo todavía queda un largo trecho hasta la celebración de los comicios, y la mayor parte de los partidos en liza no han terminado aún de decidir sus candidaturas. Por eso es difícil hacer proyecciones de futuro, ya que la irrupción de nuevos candidatos y la marcha de la coyuntura política todavía pueden provocar bastantes sorpresas en algunos casos, convirtiendo las proyecciones en meras especulaciones.
En el primer semestre de 2011 sólo habrá elecciones presidenciales en Haití y Perú. Haití finalmente celebrará la segunda vuelta el 20 de marzo y en esta oportunidad compiten dos candidatos de la oposición, Mirlande Manigat (la ganadora indiscutida de la primera vuelta) y el cantante de música pop, Michel Martelly. Tras las numerosas denuncias de fraude y la presión ejercida por la Organización de Estados Americanos (OEA), el Consejo Electoral haitiano descalificó a Jude Célestin, el candidato del pre- sidente René Préval, que gracias a las maniobras cometidas había quedado segundo en la primera vuelta.
Las encuestas celebradas hasta ahora en Perú no dan un claro ganador para la primera vuelta que se celebrará en abril próximo, lo que implica necesariamente la convocatoria de una segunda ronda entre los dos candidatos más votados. Sin embargo, a diferencia de lo ocurrido en 2007, cuando ganó Alan García, en esta oportunidad las opciones del candidato nacionalista Ollanta Humala son bastante menores, lo que reduce las posibilidades de un cambio de rumbo radical, que amenazaría el despegue económico que está conociendo el país en los últimos años. De lo que no cabe duda en Perú, sin embargo, es que habrá alternancia, ya que por un lado está prohibida la reelección en dos mandatos consecutivos, aunque no alternos, y, por el otro, el APRA actualmente gobernante finalmente no presenta ningún candidato propio. Las encuestas favorecen al ex presidente Alejandro Toledo, que expresa otra tendencia dominante en la región: la dificultad de los ex presidentes de alejarse de la vida política activa, especialmente si pueden presentarse a la reelección.
De los tres casos restantes, en dos, Argentina y Nicaragua, puede estar en juego la reelección, aunque todavía quedan pendientes numerosos interrogantes. En Argentina la duda gira en torno a la actual presidente, Cristina Fernández de Kirchner, y su decisión de concurrir como candidata a los comicios de octubre próximo. En Nicaragua, la justicia del país debe terminar de dirimir la cuestión de la constitucionalidad o inconstitucionalidad de la reelección de Daniel Ortega. Los precedentes no son demasiado halagüeños dada la forma en que el tema ha sido manejado hasta ahora, con una constante ingerencia del gobierno sandinista en la labor de la justicia.
Guatemala es la primera cita electoral del último cuatrimestre del año. En el país centroamericano no es posible la reelección consecutiva, por lo que el actual presidente, Álvaro Colom, no podrá presentarse. Sin embargo, continuando la estela de lo que ocurre en otros países de la región, donde se ha puesto de moda la política matrimonial, de gran impacto en países como Argentina o Nicaragua, se baraja la posibilidad de que Sandra Torres, la esposa de Colom, pueda presentarse como candidata. De hacerlo ampliará otra tendencia regional en auge.
El comienzo del siglo XXI marcaba desde el punto de vista político y electoral lo que algunos denominaron el «giro a la izquierda» en América Latina. Más allá de las diversidades entre los distintos presidentes electos, lo cierto es que un aire de cambio inundó el continente. Hoy nos encontramos en una situación diferente y más equilibrada entre las distintas opciones, con procesos de alternancia y continuidad, pero sin que ninguna propuesta ni política ni ideológica pueda marcar una tendencia claramente dominante.
Por otro lado, los resultados electorales que se produzcan en 2011 y en los dos próximos años no incidirán únicamente en la política de los respectivos países. También tendrán una indudable lectura regional, especialmente en lo que a la implantación continental del proyecto del ALBA (Alianza bolivariana de los pueblos de nuestra América) se refiere. Tras unos años de continuo crecimiento, el golpe que desplazó del poder a Mel Zelaya en Honduras e impidió su maniobra reeleccionista marcó el inicio del fin de la expansión del proyecto bolivariano. ¿Qué ocurrirá con las elecciones de 2011.