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Sebastían Nieto Parra es jefe para América Latina y el Caribe, Centro de desarrollo de la OCDE.


AVANCE

La pandemia de COVID‑19 ha dado un impulso sin precedentes a la transformación digital pero al mismo tiempo reflejó las importantes brechas digitales existentes en América Latina. La adopción de tecnologías digitales ha sido fundamental para garantizar durante los confinamientos una cierta continuidad en la actividad empresarial, los servicios públicos y el trabajo y el estudio desde el hogar. Sin embargo, la brecha digital —en particular la falta de Internet de banda ancha de alta velocidad y de competencias digitales adecuadas— ha impedido a muchos, especialmente a los más vulnerables, aprovechar las ventajas de estas soluciones. Así, para aprovechar al máximo la transformación digital para el desarrollo de la región se deben realizar acciones de política a nivel de los hogares, empresas e instituciones y enmarcadas dentro de un contrato social que incluya las diferentes tendencias que están transformando las economías y las sociedades.


Tras la crisis del Covid-19, la digitalización ha demostrado ser un elemento fundamental para impulsar el desarrollo de América Latina. Anterior a la crisis del Covid-19, los gobiernos, las empresas y los ciudadanos percibían la transformación digital como una oportunidad para el desarrollo. Sin embargo, gracias a la multitud de actividades virtuales durante los meses de confinamiento, tales como el teletrabajo, el comercio por Internet y la educación en línea, se ha percibido que la digitalización no es solo una oportunidad sino también una necesidad para promover el desarrollo de la región.

En efecto, la reciente tendencia a nivel global del uso de Internet por parte de todos los actores económicos, sociales y gubernamentales confirma que América Latina debe incluir esta agenda como prioridad de pública política. Junto con la transición verde, la transformación digital es una tendencia global que la región debe incluir dentro de su modelo de desarrollo. Así, la transformación digital plantea desafíos y oportunidades y que, si se acompaña de políticas efectivas, puede ayudar a superar las trampas del desarrollo de América Latina y el Caribe. Aunque ya se han puesto en marcha algunas medidas para aprovechar las oportunidades que se presentan, serán necesarios nuevos planteamientos en materia de políticas y también en inversiones complementarias.

Bajo un planteamiento centrado en el bienestar de las personas, este artículo se concentra en algunos aspectos clave para un mayor y mejor uso de la digitalización a nivel de los hogares, las empresas y las instituciones.

En estos tres aspectos, algunos elementos transversales son esenciales a considerar y que son tratados en las conclusiones. Primero, la transformación digital debe hacer parte de un contrato social renovado que contribuya a promover consensos entre diferentes actores a nivel nacional. Segundo, la política fiscal, basada en mayor progresividad y en favor de la creación de empleo formal, debe garantizar la financiación de esta agenda ambiciosa y necesaria. Finalmente, la cooperación internacional renovada debe favorecer el diálogo de pares así como el intercambio de conocimiento y de tecnologías, para aprovechar plenamente el potencial de la transformación digital en la región.

Hacia una agenda digital inclusiva a nivel de los hogares

A pesar de una mejora sustancial en términos de acceso a Internet en los últimos años, en América Latina aún persiste una brecha importante con respecto al promedio de los países de la OCDE, la cual afecta ante todo a la población más vulnerable. El número de usuarios de Internet permanece todavía 15 puntos porcentuales por debajo del promedio de la OCDE y sobre todo se constata que el número de suscripciones de banda ancha fija es inferior al 15% (Gráfico 1, Paneles A y B). Además, más de 6 de cada 10 hogares con ingresos per cápita en el quintil inferior de la distribución de los ingresos no tienen acceso a la conexión fija a Internet de banda ancha de alta velocidad necesaria para trabajar o estudiar a distancia.

Los problemas estructurales preexistentes, como la brecha digital, también repercuten en los niveles de informalidad e incrementan la desigualdad. La brecha digital ha agravado la desigualdad en la región y ha afectado de manera desproporcionada a los trabajadores informales. La desigualdad generada por la pandemia queda en evidencia, principalmente, en la capacidad de teletrabajar, que guarda relación con el nivel de ingresos.

Igualmente, la falta de competencias digitales conlleva a que los trabajadores y estudiantes vulnerables sean privados de los beneficios generales de la transformación digital. A diferencia del promedio de la OCDE, una gran parte de los adultos de la región sin educación secundaria superior carecía de la competencia básica necesaria para la prueba de resolución de problemas de la Evaluación Internacional de las Competencias de los Adultos. Inclusive, al analizar los adultos con una educación terciaria, la brecha en competencias digitales con respecto a los países de la OCDE es considerable (Gráfico 1, Panel C).

Así, la mejora de la conectividad es solo el primer paso para aprovechar al máximo las tecnologías y oportunidades digitales y los Estados, mediante su intervención en las políticas abiertas en el mercado laboral así como en las políticas educativas, deben abordar las brechas en competencias básicas y habilidades digitales. Así, estas brechas del conocimiento pueden agravar la brecha digital. Por lo tanto, los Estados deben elaborar estrategias integrales en relación con las habilidades, en coherencia con sus estrategias productivas, incluyendo la etapa de la educación infantil y la formación continua para que las habilidades cognitivas, metacognitivas, técnicas y digitales lleguen a todos.

Los puestos de trabajo menos cualificados y los que requieren una formación media baja corren un mayor riesgo de desaparecer en un futuro próximo. En particular, se estima que 1 de cada 4 trabajos tiene un alto riesgo de automatización. Estos desafíos ponen de manifiesto la importancia de construir una transformación digital que funcione para todos en el período de recuperación posterior a la pandemia. En este sentido, es preciso adoptar políticas que vayan más allá de la dimensión social y favorezcan la formalización del empleo. Estas políticas deben estar encaminadas a reducir la brecha digital y aumentar las competencias digitales para aprovechar al máximo las nuevas tecnologías.

Si se quiere cerrar brechas, es fundamental trabajar las habilidades digitales desde una edad temprana. En todos los niveles de educación y formación, las nuevas tecnologías ofrecen oportunidades de aprendizaje. Las nuevas tecnologías en el ámbito de la educación pueden apoyar el desarrollo de las habilidades del siglo XXI. El cuerpo docente desempeña un papel fundamental para que la transformación digital sea inclusiva, puede integrar las tecnologías digitales en el aula y velar por que las TIC (Tecnología de la información y las comunicaciones) tengan un efecto positivo en el aprendizaje. Esto exige una alta capacitación de los profesores, amplia y apropiada. No será suficiente que los centros educativos y los estudiantes de entornos desfavorecidos tengan más acceso a Internet. También hay que ofrecer plataformas eficaces para el aprendizaje, como puede ser el apoyo al aprendizaje en línea a todos los niveles socioeconómicos (Gráfico 1, Panel D).

La transformación digital debe ofrecer oportunidades a las mujeres con el fin de buscar una mejor inserción en el mercado laboral. Las nuevas tecnologías y la aceleración de la digitalización durante la pandemia pueden ayudar a las mujeres en el futuro a seguir trabajando desde casa, ofrecer trabajo a tiempo parcial, conciliar la vida familiar y laboral de forma más eficaz y reducir los costos y el tiempo invertido en transporte. Sin embargo, la brecha digital de género puede dificultar la inclusión de la mujer en el futuro del trabajo, por ejemplo debido a diferencias en la edad del primer acceso a dispositivos digitales y en la percepción de las competencias necesarias para desenvolverse en el mundo digital. Conseguir una transformación digital inclusiva que englobe el acceso de la mujer a las tecnologías digitales y desarrollar medidas para impartir las competencias necesarias para usarlas facilitará que las mujeres se incorporen al mercado laboral a través de nuevas formas de trabajo; un ejemplo es el de la economía de las plataformas.

Para garantizar un mejor aprovechamiento de la transformación digital en los hogares, y en particular los trabajadores, los estudiantes y las mujeres, el gasto público debería dirigirse a la población más vulnerable y gradualmente promover un mayor gasto de capital. Estas acciones deberán estar compaginadas junto con la transición a una economía con bajas emisiones de carbono.

Promoviendo la transformación digital en el tejido empresarial

A pesar de los avances en términos de conectividad, el ritmo de la transformación digital ha sido moderado en las empresas. La digitalización de los procesos productivos está muy rezagada en comparación con otras regiones. El crecimiento promedio de la adopción digital para la transformación productiva en la región ha sido relativamente moderado en comparación con los avances conseguidos en otras economías emergentes, sobre todo en China y en el Sudeste Asiático. Además, cuando se analiza la adopción por parte de las empresas de las tecnologías emergentes, como la inteligencia artificial o la robótica, la brecha es considerable con respecto a los países de la OCDE (Gráfico 1, Panel E).