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Dispensarse de la verdad

«La idea de que, a la postre, da igual aplicar esta o aquella fórmula, seguir esta o aquella tradición, ha penetrado profundamente en el espíritu del mundo occidental. Sin ella, la verdad misma parece inalcanzable. […]. Ahora bien, allí donde no haya verdad, se podrá cambiar toda norma, estará permitido hacer lo contrario de lo que establecen: la renuncia a la verdad es el núcleo esencial de nuestra crisis. Por eso, cuando la verdad no es el soporte, deja de tener coherencia incluso la solidaridad comunitaria —que aun así conserva su belleza—, puesto que una solidaridad así carece en última instancia de fundamento. ¡Con cuánta frecuencia vivimos de la pregunta de Pilato (“¿qué es la verdad?”), aparentemente tan humilde, pero, en verdad, tan orgullosa! […]. Cuando los hombres opinan con extremada facilidad y con una seguridad tan absoluta que dispensa de la verdad, aparece un gran peligro. Todavía mayor es, sin embargo, el que surge cuando se considera imposible la manifestación comunitaria, definitiva, obligatoria y vinculante de la verdad».

(Joseph Ratzinger: Cooperadores de la verdad. Rialp, 2021, pp. 46-7. Introducción, traducción y notas de José Luis del Barco. El texto original alemán se encuentra en: Joseph Ratzinger: Zeitfragen und christlicher Glaube. Verlag Johann Wilhelm Naumann, 1983).

Verdad y cautela

«Si uno se dedica a asestar golpes a su alrededor con demasiada rapidez e imprudencia con la pretensión de la verdad y se instala en ella demasiado tranquilo y relajado, no solo puede volverse despótico sino también etiquetar con enorme facilidad como verdad algo que es secundario y pasajero.
»La cautela a la hora de reivindicar la verdad es muy adecuada, pero no debe provocar el abandono generalizado de dicha pretensión, pues entonces nos moveremos a tientas en diferentes modelos de tradición».

(Joseph Ratzinger: Dios y el mundo. Creer y vivir en nuestra época. Una conversación con Peter Seewald. Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores, 2002, p. 27. Traducción de Rosa Pilar Blanco).

Reivindicar la verdad

«He de decir que, a lo largo de mis décadas de actividad docente como catedrático, sentí con mucha fuerza dentro de mí la crisis de la reivindicación de la verdad. Temía que la forma en que manejamos el concepto de verdad en el cristianismo fuese arrogancia, incluso falta de respeto hacia los otros. La pregunta era: ¿hasta qué punto necesitamos eso todavía?
»He analizado con mucho detenimiento esta pregunta. Finalmente logré comprender que renunciar al concepto de verdad significa renunciar precisamente a sus fundamentos. Porque una de las características del cristianismo desde el principio es que la fe cristiana no transmite de manera primaria ejercicios u observancias, como sucede en algunas religiones que consisten esencialmente en observar determinadas disposiciones rituales.
»El cristianismo aparece con la pretensión de decirnos algo sobre Dios, sobre el mundo y sobre nosotros mismos; algo que es verdad y que nos ilumina. Por ello llegué a la conclusión de que precisamente en la crisis de nuestra época, que nos suministra un cúmulo de datos científicos pero nos empuja al subjetivismo en las auténticas cuestiones referidas al ser humano, necesitamos de nuevo buscar la verdad y también el valor para admitirla. En este sentido, esa frase antigua que elegí como lema [la divisa de obispo de Ratzinger es «Colaborador de la verdad»] define parte de la función de un sacerdote y teólogo, concretamente que debe intentar con toda humildad, con plena conciencia de su propia falibilidad, llegar a ser colaborador de la verdad».

(Joseph Ratzinger: Dios y el mundo. Creer y vivir en nuestra época. Una conversación con Peter Seewald. Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores, 2002, pp. 246-7. Traducción de Rosa Pilar Blanco).

Convertir al hombre en «ser verdadero»

«¿Cuál es la razón de que ser la verdad coincida con ser la bondad? ¿A qué se debe que la verdad sea buena, que sea el bien sin más? ¿Por qué vale la verdad por sí misma, sin necesidad de acreditarse por los fines que realiza? Todo ello vale si la verdad tiene en sí misma su dignidad propia, si subsiste en sí y tiene más que ser todo lo demás: si es el fundamento sobre el que descansa mi vida. Si se reflexiona detenidamente sobre la esencia de la verdad, no se puede por menos de arribar al concepto de Dios. A la larga, ni el ser propio ni la dignidad de la verdad —de la cual depende a su vez la del hombre y la del mundo— se pueden asegurar si no se aprende a ver en ella el ser propio y la dignidad del Dios vivo. Por eso, la postre, el respeto hacia la verdad no se puede separar del sentimiento de veneración que llamamos adoración. Verdad y culto se hallan en inseparable relación mutua. […] El proceso por el que el hombre se convierte en un ser verdadero es en buena parte el proceso por el que el mundo se torna un cosmos verdadero. Cuando el hombre llegue al final de ese proceso, será bueno, y el mundo lo será también».

(Joseph Ratzinger: Cooperadores de la verdad. Rialp, 2021, pp. 95-6. Introducción, traducción y notas de José Luis del Barco. El texto original alemán se encuentra en: Joseph Ratzinger: «Interpretation-Kontemplation-Aktion. Überlegungen zum Auftrag einer Katholischen Akademie», en: Katholische Akademie in Bayern, 25 Jahre Katholische Akademie in Bayern. Múnich, 1982).