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“Soy una reportera de guerra en mi propio país” afirmó la periodista y activista en derechos humanos, Lydia Cacho, en la tercera sesión del seminario “Libertad de Expresión en la era digital”, celebrado en la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR). Autora de bestsellers internacionales sobre trata de blancas y esclavismo, defensora de los derechos humanos, Lydia Cacho es superviviente de torturas por sus investigaciones sobre redes de explotación infantil. 

El ciclo de conferencias, organizado por Nueva Revista, está dirigido por Cruz Sánchez de Lara, presidenta de Tribune for Human Rights (THRibune), directora para Europa de International Human Rights Legal (IHRLegal), socia titular de Sánchez de Lara Abogados y vicepresidenta de El Español.

Sánchez de Lara señaló que se puede considerar a “la libertad de expresión como la hermana mayor de los derechos humanos”; y que esta cobra su máximo sentido cuando se encuentra con “personas valientes que luchan por defenderla, como es el caso de Lydia Cacho”. 

Cruz Sánchez de Lara y Lydia Cacho.
Cruz Sánchez de Lara y Lydia Cacho.

En su intervención la periodista mexicana manifestó que “el periodismo es una linterna para iluminar el mundo” y “una profesión indispensable para la sociedad, pero para poder ejercerlo necesitamos la libertad de expresión”.

«Pude demostrar la connivencia entre políticos, banqueros y tratantes de niños en una red de explotacion sexual»

Relató su propia experiencia al enfrentarse, hace quince años, con “una poderosa red de explotación sexual infantil, de más de 200 niños, entre 3 y 13 años, por los que se pagaban 3.000 dólares, y en la que estaban involucrados empresarios y políticos mexicanos”. “Pude demostrar con mis investigaciones la connivencia entre políticos, banqueros y tratantes de personas y grandes empresas transnacionales y lo publiqué en el libro Los demonios del edén” explicó. Recibió fuertes presiones para que se retractara, e impedir que sus investigaciones llegaran a cortes internacionales, y fue arrestada ilegalmente y sometida a torturas. 

Durante una noche y una día policías vestidos de civiles le amenazaron de muerte. Años después, la Justicia le dió la razón, el Gobierno de México le pidió públicas disculpas, siete de los miembros de la red mafiosa fueron detenidos y sentenciados los policías torturadores.  

También contó Lydia Cacho que investigó a las redes internacionales de explotación sexual de mujeres, entrevistando a seis de las víctimas, y siguiendo la pista del blanqueo de dinero por varios países, como refleja su libro Esclavas del poder. 

LA AUTOCENSURA ES LA HIJA DESGRACIADA DEL MIEDO

Lydia Cacho ha pagado un precio muy caro, porque abandonó México y tuvo que aprender a convivir con el miedo, desde que “hace 25 años me pusieron una pistola en la cabeza”. “El miedo -dijo- me ayudó a salir corriendo cuando entraron los sicarios en mi casa para matarme”. Y explicó que la autocensura “es la hija desgraciada del miedo”, porque “paraliza” e impide ejercer el periodismo con libertad. 

Esa situación es más complicada en países de América Latina, como México o Guatemala, donde “el índice de impunidad es alto y el Estado de derecho está ausente en muchos casos”. En México, por ejemplo, falla el sistema judicial que defiende a la ciudadanía, y donde «la libertad de expresión siempre está bajo condena del poder político”.

“¿Compensa?” le preguntó Cruz Sánchez de Lara. “Absolutamente” respondió Lydia Cacho. Sobre todo cuando “gracias a la labor de investigación se desmantelan redes mafiosas”. El 90% de los miembros de la mafia de explotación infantil que ella denunció en Los demonios del Edén están en la cárcel, incluido el gobernador de Puebla, que fue quien ordenó la detención ilegal y las torturas que sufrió Lydia Cacho. 

“El feminismo ha creado una nueva cultura narrativa para explicar los derechos humanos” sostiene

Cuando comenzó, hace 30 años, con un reportaje en la zona turística de Cancún, y descubrió los abusos y la violencia doméstica que sufrían las mujeres mayas de los trabajadores, Lydia Cacho tomó conciencia de la conexión “entre el periodismo y la defensa de los derechos humanos”, al ver que “no era escuchada en los medios la voz de las mujeres” y decidió aportar una perspectiva de género, en sus investigaciones periodísticas. 

“El feminismo ha creado una nueva cultura narrativa para explicar los derechos humanos” sostiene. Lo cual se refiere a “los abusos contra la mujer”, en el ámbito de la violencia doméstica entre otros, pero también “contra el varón, en la trata de niños, en redes de droga, prostitución y organizaciones paramilitares”. Las posibilidades de que un niño no salga de esa situación de violencia “son tres veces mayores que en el caso de las niñas, y eso también es disciminación por género contra los varones”. 

Todo esto ha llevado a la periodista a involucrarse en la defensa de los derechos humanos en otros ámbitos. Entre otras actuaciones, fundó un refugio para mujeres de alta seguridad en México. Cacho entiende “el activismo humanitario como una continuación de la lucha por la libertad de expresión”. 

Se refirió, por último, a otra amenaza contra la libertad de expresión: “la desinformación en las redes sociales”. Señaló, por un lado, que “la libertad de expresión no consiste en subir tuits a la red para descalificar a personas, de forma encubierta”. Sino que requiere la búsqueda de la verdad, y una labor concienzuda de investigación, documentación y contraste de fuentes. “Yo no me limito al double check del periodismo anglosajón, yo hago triple check, contrasto una información no dos sino tres veces”.

«La desinformación supone una estrategia para destruir los elementos del conocimiento público e impedir toda posibilidad de cuestionamiento»

Y criticó, por otro lado, la estrategia de desinformación usando herramientas de las nuevas tecnologías, algo que va más allá que las fake news

Citando el caso de Donald Trump, explicó que la desinformación no sólo consiste en “implantar mentiras en el discurso colectivo”, sino que también supone organizar  paralelamente “una estrategia para destruir los elementos del conocimiento público” e impedir “toda posibilidad de cuestionamiento”. Y añadió que es preciso “desactivar a los que desinforman”.