La Declaración de Bolonia de 1999, suscrita por los ministros europeos de Educación, se propuso «incrementar la competitividad del sistema europeo de educación superior», de forma que éste pudiera conseguir «un grado de atracción mundial igual al de nuestras extraordinarias tradiciones culturales y científicas». Puesto que año tras año las mejores universidades norteamericanas —y algunas británicas— copan los primeros puestos de los rankings más respetados, parece fácil concluir que algunas de ellas —Harvard, Yale, Columbia, Stanford, etc.— son el referente directo de ese «incremento de competitividad» al que se refiere la Declaración.
La obra de Ken Bain —director del Center for Teaching Excellence de la New York University— muestra desde el título su principal atractivo. No es un estudio teórico de lo que un profesor universitario debería hacer. El objetivo es reflejar lo que, de hecho, hacen los mejores profesores universitarios norteamericanos. Pero surgen de inmediato dos preguntas: ¿cómo definir esa excelencia?, ¿qué profesores serán objeto del estudio? Es posible que quepan muchas respuestas, pero las del autor son interesantes y sirven como punto de partida. Para definir a «los mejores» Bain se centra en dos requisitos. Primero había que encontrar profesores cuyos alumnos quedaran extraordinariamente satisfechos de su docencia y se sintieran animados a seguir aprendiendo. Y esa positiva influencia en los estudiantes tenía que resistir el paso del tiempo. Y en segundo lugar había que obtener evidencias de que esos alumnos aprendían la materia impartida de un modo duradero y profundo. Con estos criterios de selección, el autor y su equipo rastrearon durante años las opiniones de docentes y estudiantes de los campus más variados para elaborar, sirviéndose del boca a boca, la lista con «los mejores profesores». Después viene la tarea de observarlos y de tratar de presentar ordenadamente las conclusiones.
El método escogido implica cierto desorden y algunas repeticiones, ya que las fuentes principales no son teorías pedagógicas o cuadros estadísticos sino multitud de anécdotas ordenadas para intentar encontrar en ellas patrones comunes de excelencia. En cualquier caso, los resultados son apasionantes. Cualquier profesor encontrará en el libro ideas útiles para mejorar su tarea, y también ayudará a muchos estudiantes a aprovechar mejor su propio talento y el de los profesores de los que depende su formación y buena parte de su futuro.