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El modelo de una Unión Europea que sea norma sin el recurso de la fuerza choca con lideratos cuya ostentación de la fuerza sin norma –en diverso grado, Putin o Daesh- les sitúa en posición de belicosidad ventajosa, del mismo modo que sin el uso de la capacidad coactiva contra el tráfico de inmigrantes ilegales seguirá alterándose el mapa político europeo con tanto emocionalismo nutrido de temor y desconfianza. En 2017 y cuanto antes mejor, concertar una estrategia común frente a Putin e instrumentar la operación de cirugía expeditiva y precisa con las mafias que trafican con inmigrantes –a estas alturas, ya más rentable que el narcotráfico- es un pre-requisito “sine qua non” para deslindar semánticamente el inmigrante económico de quien pide asilo político y para controlar al máximo la penetración de terrorismo islamista que en 2016 ha atacado el corazón de Europa. El peso de la ley no puede prescindir de su presión de fuerza, del mismo modo que la diligencia en la interacción de los servicios de inteligencia da mucho más resultado de los que ha de conocer la opinión pública. El año entrante justifica sobradamente la elisión de un buenismo que agiganta la distancia entre los ciudadanos y las instituciones, con letales dosis de inseguridad.

2017 va a ser a la vez un año limítrofe para el secesionismo catalán a partir de las más recientes fases de repliegue independentista –de un tacticismo confuso y rudimentario- al constatar la consistencia del Estado de Derecho y la falta de una mayoría social significativa que avale la ruptura con España. Seguirá la demagogia de fractura, pero con un gran desapego de las clases medias y con las ambivalencias de Ada Colau. Al entregarse la exConvergència a manos del anticapitalismo de la CUP y su desprecio por la ley, en unas elecciones anticipadas Esquerra Republicana puede ser el partido más votado, como umbral de un nuevo tripartito intrínsecamente ambiguo, pero sin capacidad real para ejecutar unilateralmente una secesión. Mientras tanto, Cataluña pierde energía económica y social, autoestima y creatividad. No parece que, en su caso, la recuperación del centro catalanista llegue a tiempo para ser significativa en otras elecciones anticipadas.

Esos son factores regresivos, especialmente cuando el mundo va adentrándose en una nueva época, de paradigmas todavía indefinidos. Al pasar del “shock” del futuro al “shock” del presente, lo que vivimos no es una crisis sino una acumulación caótica de sinergias y dispersiones eruptivas, un vacío de poder mundial y de fragilidades sistémicas. Microdrones del tamaña de un insecto incrementarán el efecto mariposa, en plena mutación tecnocientífica, la caída de Aleppo, anemia institucional, ética de “selfie” y la toxicidad global de las falsas noticias en la red, en un mundo sin liderato global, sin el gran gendarme. Seguir sobrevalorando lo que creemos saber nos lleva a subestimar la progresión geométrica de la incertidumbre. No habrá un perfil claro de transmodernidad que aleje de nuestros destinos el componente trágico de la Historia. Gran oportunidad para los demagogos simplificadores.