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Meditación española
José María Pemán
Afrodisio Aguado, 1963, Pp. 550

A José María Pemán nadie lo reivindica como los que lo revientan. A costa de quitarle calles, bustos, filiaciones adoptivas y quién sabe si hasta teatros, nos han regalado releerle, que es lo esencial. Y qué sorpresa. Tiene una solera de vino de su tierra que logra que el tiempo lo afine y mejore. Hughes ya ha reivindicado lo más difícil: su pensamiento político o, mejor dicho, su visión de la jugada.

Pero Pemán ha mejorado incluso en aquello que hizo mejor y donde tuvo más éxito: en su articulismo de costumbres. Crece hasta en su apogeo, que fue el personaje de “El Séneca”, hombre de campo (podría haberse llamado “El Columela”) con una filosofía estoica pasada por un hedonismo bajoandaluz. “El Séneca” se impone como soñaba Eugenio d’Ors, paradójicamente, “cuando empezaba a meditar, cuando su ágil espíritu andaluz saltaba de la noticia a la filosofía”.

José María Pemán quiso ser, y lo fue, pero menor, un poeta neopopular, a lo Alberti y a lo Lorca. Como quien no quiere la cosa, con “El Séneca”, Pemán dio en filósofo neopopular. Y con esto, ojo, no rebajo ni su acierto literario (creó un género) ni su pensamiento de fondo (sostuvo una cosmovisión).

“El Séneca” dijo, por ejemplo:

El que hace versos debe preguntarle a cualquier amigo, un día, si están claros.

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Los baches son el atraso; las zanjas son el progreso. [Saboréese qué resuelta retranca reaccionaria.]

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La gracia es un aviso con que Dios nos dice que una cosa está ya en su punto…

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Ese acento de por aquí, que se come unas letras y otras las hace vapor, quita importancia a las cosas y en cierto modo va absolviendo lo que se dice.

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Hay una castidad del cansancio, y una sobriedad de la úlcera de estómago. Quiero decir que, si las virtudes no son una resolución nuestra, acaban siendo un tratamiento médico.

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[Los niños y sus deseos] Pero siempre hacen más ruido en el modo de pedirlos y desearlos que en el jolgorio de conseguirlos. Yo creo que todo juguete defrauda un poco a los niños.

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Es podando mucho como los bosques se convierten en jardines. 

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¿Qué sería del progreso si se difundiera demasiado ese secreto andaluz que sabe que como se trabaja para poder descansar, no deja de ser razonable empezar por el final, o sea, por el descanso?

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La pereza tiene mucha mano en eso de los inventos.

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[Un indiano] Yo creo que es un hombre que está acabando por donde yo empecé. Se fue precisamente para volver. Yo empecé por no irme.

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La mucha ambición viene a ser eso: una falta de respeto a los claveles de nuestra maceta.

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[Lamentando la burocracia] No hay palabra de honor que valga lo que una póliza de peseta.

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Los hacemos dos veces tristes: “trabajos forzados”.

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El mundo empieza por el campo y acaba por el arte. En esas dos puntas están toda la elegancia y toda la libertad. En medio están los reglamentos y los sindicatos.

 


Entregas anteriores:

Poeta, crítico literario y traductor.