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UNIR organizó el pasado 13 de noviembre una jornada sobre Innovación y Transferencia de Conocimiento. Emilio Lora-Tamayo, catedrático de Electrónica de la Universidad Autónoma de Barcelona, rector de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), ex presidente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), disertó sobre “La innovación, su cultura y su vinculación a la I+D y a la generación del conocimiento”. Después mantuvo esta conversación con Nueva Revista.

¿Posee la investigación científica la exclusiva como fuente de innovación?

No. En absoluto. La innovación, que es la fuente de la competitividad, se alimenta también de otros medios. Por supuesto que la investigación científica es uno de ellos, me atrevería a decir que el principal. Pero también se innova sin investigación tecnológica: desde la innovación en estructuras, en recursos humanos, en compras…, hasta la propia aplicación de patentes, que lo que requiere es comercialización. En cualquier caso es válido que si se desea estar en la frontera y más allá de la frontera del conocimiento y de la competitividad, se ha de investigar.

¿Corresponde a la empresa y solo a ella la innovación?

No. No. La empresa es naturalmente la principal receptora de todo lo que supone el ecosistema de la innovación. Pero yo creo que el máximo fruto que se puede extraer o la máxima capacidad que se puede extraer de la innovación viene de la colaboración de la empresa con el mundo de la innovación, lo que llamamos, a veces incluso algo despectivamente, el mundo académico, el mundo formado por los centros de investigación, mayoritariamente centros públicos. La colaboración, la interpenetración, de motivaciones y de objetivos de estos dos mundos es fundamental para conseguir un aporte fructífero innovador.

¿Qué es la investigación blue sky?

El término blue sky research se viene utilizando desde hace algunos años para referirse a la investigación dirigida exclusivamente por el ansia de conocimiento, es decir, sin una focalización a priori vinculada a un problema del mundo real. Ha sustituido a la vieja denominación de “investigación básica”, “investigación fundamental”. En la medida en que el blue sky research integra precisamente esa búsqueda del conocimiento per se, está sin duda alguna en el origen de cualquier otra innovación, al margen de si lo veremos o en cuántos años. Yo he puesto en mi conferencia algún ejemplo de que han tenido que transcurrir a veces decenios para que comprendamos qué razón de fondo había tras la necesidad de ampliar conocimientos en una determinada área. Algo que al principio nos parecía puro blue sky research luego encuentra mucha aplicación práctica.

¿Qué propone para reducir la brecha entre el mundo de la investigación y el mundo de la empresa?

Cualquier iniciativa que tienda a mejorar el conocimiento de los problemas que tienen las empresas, por parte de los investigadores, y el conocimiento de los problemas o de las inquietudes de los investigadores, por parte de las empresas, sin duda es un estímulo para cerrar el gap entre ellas. Por supuesto, los instrumentos clásicos hay que utilizarlos, pero yo pondría en juego otros nuevos: los «colaboratorios», es decir, la instalación de empresas dentro de centros de investigación; y las iniciativas de tipo Instituto Carnot (Francia), en que una investigación muy aplicada fuera compensada al grupo de investigación que la realiza con una financiación básica para generar nuevo conocimiento blue sky. Pienso que eso son estímulos que en el mundo de la investigación se verían con muy buenos ojos, para realmente dinamizar todo este ecosistema. Cabe señalar, no obstante, que la brecha se está reduciendo y tengo que decir que está dando más pasos en este sentido el mundo académico que el mundo industrial, que también los está dando.

Los «colaboratorios» y los institutos tipo Carnot reducen la brecha entre la investigación y la empresa

¿Puede mencionar algún caso de éxito de innovación y transferencia del conocimiento que le haya tocado vivir de cerca desde el observatorio del CSIC?

En el CSIC hay muchos casos de éxito. Detrás de mí, en la jornada que se está celebrando en UNIR, venía un compañero, otro conferenciante, que es el profesor Corma, investigador del CSIC. Avelino Corma tiene una grandísima lista de patentes que se originan desde un área blue sky research, pero con una traducción comercial importantísima, en el mundo de la petroquímica y de la química en general. Por ejemplo, el desarrollo de catalizadores que ha hecho para la industria, fundamentalmente para la industria petroquímica. El profesor Corma ha desarrollado un gran número de patentes, como decía, y lo que es más importante: muchas de estas patentes han sido licenciadas y están siendo explotadas a dimensión industrial, con unos resultados comerciales que por supuesto a las compañías que las están utilizando les está compensando y mucho. Otro caso muy notorio es el de la polimerasa, desarrollada en su momento por la profesora Margarita Salas, que también está extendida a nivel mundial y que viene de una patente del instituto del CSIC donde ella trabaja.

¿Cómo definiría usted la misión de la universidad?

Ya es conocido que cada cierto tiempo se amplía su misión. Desde la Edad Media se habla de la universidad como transmisora del conocimiento. Desde hace cincuenta, sesenta o setenta años, la universidad juega un papel fundamental como centro público de investigación. Ahora hemos pasado a una tercera misión, que es la de transferir este conocimiento a aquellas entidades, las empresas sobre todo, que son capaces o susceptibles de utilizarlo. Las empresas son el principal destinatario, pero no el único, como dije antes. Últimamente también se habla de una cuarta misión de la universidad, que es la de contribuir a la generación de empleo. Pero formar para el empleo ya debe ser elemento constitutivo de las tres primeras misiones.

¿Considera indispensable la estancia en universidades extranjeras para alcanzar el perfil docente e investigador adecuados?

Considero absolutamente necesario que todos los investigadores, al acabar su postgrado, salgan al extranjero o que vayan a otro centro de investigación distinto del suyo de origen. ¿Por qué? Porque por un lado eso les sirve a ellos mismos para afianzar su autoestima al desarrollar su labor en un entorno diferente. Por otro lado, amplían sus conocimientos Luego volverán o no al centro de partida. En este sentido, cuando se habla de reincorporar a los que se han ido a estudiar fuera, yo no sería tan generalista. Yo lo que creo es que hemos de tener capacidades, plazas, oportunidades de estabilizar a los investigadores mejores que hay en el mercado mundial. Una parte de ellos son los nuestros que han salido y que deben salir. Pero no necesariamente tienen que ser esos. Estamos ahora mismo en una situación de globalización del mercado de investigación, por decirlo de alguna manera, y lo que hay que hacer siempre es desear incorporar a los mejores para un determinado ámbito, para un determinado problema, para una determinada investigación.

Director de «Nueva Revista», doctor en Periodismo (Universidad de Navarra) y licenciado en Ciencias Físicas (Universidad Complutense de Madrid). Ha sido corresponsal de «ABC» y director de Comunicación del Ministerio de Educación y Cultura.