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Abel Quentin (Lyon, 1985) es abogado penalista y escritor. Fue candidato al Premio Goncourt con su primera novela, Soeur (2019). Su segunda novela, El visionario (2021) ha recibido el Prix de Flore y el Prix Maison Rouge y estuvo asimismo seleccionada para los premios Goncourt, Femina y Renaudot.

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AVANCE 

La capacidad del novelista Abel Quentin para la sátira, transforma en tragicomedia la caída en desgracia de un personaje convertido en una marioneta del destino. Jean Roscoff, el antihéroe patético y fracasado de “El visionario”, sufre en su persona una lamentable maldición. El profesor universitario especialista en la caza de brujas del macartismo, ahora ya retirado, va a soportar el acoso y derribo de la nueva caza salvaje de las redes sociales. Lo que el autor quiere poner en solfa es la llamada “cultura de la cancelación”. El fenómeno, potenciado y amplificado por internet y los nuevos altavoces digitales, consiste en anular, borrar, quitar la tierra bajo los pies a alguien que manifiesta algo ofensivo o cuestionable para un grupo determinado

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ARTÍCULO COMPLETO

Esta es la segunda novela de Abel Quentin (Lyon, 1985), dotado de una aguda capacidad de observación y de un sutil manejo de la caricatura, sin perder la intención crítica de su obra. Entre humoradas y momentos grotescos, se transparenta el serio cuestionamiento de los excesos del movimiento woke, o revisionismo histórico sobre el esclavismo norteamericano.  La novela fue seleccionada para los premios Goncourt y Renaudot, y recibió el Prix de Flore 2021.

El visionario. Libros del Asteroide. Barcelona, 2023. 369 páginas. Traducción de Regina López Muñoz. 21,80 € (papel) / 10,44 € (digital).

La comicidad y la autoironía acompañan el despeñamiento de Roscoff por el precipicio social, y, sin embargo, la farsa humana y la mordacidad no disimulan el ataque a la tiranía de lo políticamente correcto. Lo que el autor quiere poner en solfa es la llamada “cultura de la cancelación”. El fenómeno, potenciado y amplificado por internet y los nuevos altavoces digitales, consiste en anular, borrar, quitar la tierra bajo los pies a alguien que manifiesta algo ofensivo o cuestionable para un grupo determinado. Lo terrible es que el protagonista víctima de esta persecución no sabía hasta qué punto un librito minoritario escrito por él podía provocar tal acoso por parte de desconocidos y tal cataclismo en su existencia.

La historia de un descalabro, o mejor de una vida descalabrada, está contada en primera persona por el propio Jean Roscoff, un antiguo militante de SOS Racismo, que va a ser acusado de reaccionario, de fascista, y, paradójicamente, de racista. Con 65 años, Roscoff vive en un diálogo consigo mismo y con un mundo que se le escapa, recordando los viejos tiempos cuando participó en la marcha por la igualdad y contra el racismo, en 1983. Recién jubilado como profesor de historia de la Universidad de París-VIII  y divorciado,  sufre “el cáncer de la nostalgia”:  “Era mi destino y mi ingrata vocación ser Jean Roscoff, la promesa incumplida. Aquel cuyas cualidades alguien enumera antes de añadir en voz baja: qué desperdicio”. Alcoholizado, decepcionado de él mismo y de su generación, jóvenes comprometidos que cambiaron la lucha política por el poder, los trajes caros y los entrenadores personales, no consigue comprender a su propia hija, y mucho menos a la novia de ésta, una feminista radical que le desprecia.

La historia de un descalabro está contada en primera persona por el propio Jean Roscoff, un antiguo militante de SOS Racismo, que va a ser acusado de reaccionario, de fascista, y, paradójicamente, de racista

Pero Roscoff no se da por vencido; diariamente se hace la promesa solemne de ordenar su vida, aunque él mismo acepta sus derrotas: “Cada día terminaba con la misma constatación de impotencia, el mismo hastío profundo”.  El profesor Roscoff, con tiempo disponible, decide, finalmente, retomar el viejo proyecto, iniciado cuarenta años atrás, de escribir un libro sobre el desconocido e inclasificable poeta Robert Willow.  Escritor y músico de jazz estadounidense, escapó de Norteamérica a principios de los cincuenta, posiblemente, según Roscoff, por su cercanía a los comunistas y “para huir de la locura macartista”.  Refugiado en París, donde frecuentó a Sartre y a Boris Vian, vivió las noches hirvientes del existencialismo de Saint-Germain-des-Prés. “Reuniones en pisos, recogidas de firmas constantes, manifestaciones antiimperialistas, amoríos ocasionales y un dogmatismo de hierro: Willow vino a encontrar más o menos la misma efervescencia que le había conquistado en Harlem”, relata Jean Roscoff.  Súbitamente, el americano, de quien ocultamos aquí un dato para los futuros lectores, se fue a vivir a la pequeña localidad de Étampes, donde llevó una vida misteriosa y escribió dos poemarios en francés, publicados póstumamente por una minúscula editorial. Súbitamente, también, el poeta de Carolina del Norte murió en 1960 en un accidente al volante de su coche.

Inofensiva biografía, bomba de relojería

A medida que progresa la historia y Roscoff publica su libro sobre Robert Willow en una pequeña editorial en la que, a priori, nadie repara, vamos adivinando, en las incipientes reacciones en internet, en los errores de percepción de Roscoff sobre su personaje americano, en la reacción del mundo académico, que la inofensiva biografía poética va a ser una bomba de relojería. La persecución a Jean Roscoff  se inicia con una polémica devastadora en las redes sociales, pero va a continuar con una intensa cacería hasta poner en peligro su vida. Las inquisiciones modernas se van a cebar en este antihéroe que no encuentra el modo de defenderse. Cada acción suya, como una participación exculpatoria en un programa de radio, le irá poniendo más y más en la picota.

Nadie se quiere acercar, ni su propia familia, a un apestado que está siendo atacado como un enemigo de las causas más puras en las redes sociales. Jean Roscoff es culpable, sobre todo, como tantos de su generación, de no conocer los nuevos lenguajes. Los lenguajes digitales, los del revisionismo, del neofeminismo, del black lives matter. Es en las redes donde se alza la guillotina que amenaza al personaje de esta novela. Roscoff ha caído en desgracia, aunque su libro apenas haya sido leído, porque es culpable de ser machista, cisgénero, un viejo macho alfa blanco de izquierdas que se atreve a ejercer el “apropiacionismo cultural”, es decir si no eres esclavo, no puedes escribir de lo que siente un esclavo; aunque Roscoff insista en que él, un miembro de SOS Racismo, no puede ser un racista.

Novela cáustica y provocativa

La catástrofe que asola al protagonista de El visionario es haber publicado su apasionado libro sobre Willow en los tiempos de las redes, un espacio a menudo anónimo donde las cazas de brujas tienen lugar sin saber de dónde te llega la violencia. Abel Quentin ha retratado lo peor de los sectarismos, y lo ha hecho con una novela cáustica y provocativa, excesiva a veces, pero con el talento de quién da varias vueltas de tuerca a la narración, dejándonos con la curiosidad de saber qué pasará a continuación. Y por supuesto, hay imprevistos finales.

Crítica, ensayista y novelista. Doctora en Literatura por la Universidad de Pau.