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Deborah A. Cobb-Clark. Profesora de Economía de la Universidad de Sydney.

Sarah C. Dahmann. Profesora en el Instituto de Investigación Económica y Social Aplicada de Melbourne.

Daniel Kamhöfer. Doctor en Economía, profesor interino de Métodos Cuantitativos en Economía en la Universidad de Kaiserslautern-Landau.

Hannah Schildberg-Hörisch. Profesora de Economía Empírica y del Comportamiento, Instituto de Economía de la Competición de Düsseldorf.


Avance

El contexto político, económico, social y cultural puede moldear la capacidad de autocontrol de las personas, tanto o más que las circunstancias familiares. Es lo que se llaman «factores institucionales». Un caso paradigmático es el de los residentes en la antigua República Democrática Alemana, «cuyos niveles de autocontrol eran sustancialmente más altos que los de los alemanes occidentales», según un estudio publicado en The Economic Journal. El trabajo se basa en una amplia muestra de población, a través del Panel Socioeconómico Alemán (SOEP-IS) y demuestra «la correlación existente entre una vigilancia gubernamental más intensiva y un mayor autocontrol» entre los ciudadanos de la RDA, lo que indica que «la represión cívica puede ser un mecanismo detrás del mayor autocontrol de los alemanes orientales». Compartían el mismo trasfondo cultural e histórico, pero «vivieron en entornos económicos, políticos y sociales muy diferentes durante más de 40 años», desde 1949 hasta la reunificación en 1990, tras la caída del Muro de Berlín.

El estudio analiza, además, el autocontrol por edades, así como la evolución de sus niveles a lo largo de la vida. Y proporciona, por primera vez, «evidencia representativa de la población sobre los determinantes del autocontrol». Entre sus conclusiones, destaca la constatación de que «las personas mayores tienen niveles más altos de autocontrol, lo cual es una buena noticia para las sociedades que envejecen».


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a ciencia ha demostrado la importancia que para la vida de las personas tiene el autocontrol. Aquellas que logran adquirir un mayor autodominio disfrutan de estilos de vida más saludables, mejor rendimiento educativo, más éxito en el ámbito profesional, mayor bienestar financiero y mayores niveles de satisfacción general. El autocontrol depende de factores familiares o educativos que se dan en la infancia y adolescencia, pero también depende, en no menor medida, de los llamados «factores institucionales», es decir del contexto político, económico, social o cultural.

Un estudio científico —elaborado por cuatro especialistas— publicado en The Economic Journal, con el título de Vigilancia y autocontrol, analiza, sobre la base de una amplia muestra de población, el peso que pueden llegar a tener los factores institucionales en la capacidad de las personas para lograr el autodominio en sus propias vidas.

Y lo hace con el caso paradigmático de los antiguos residentes en Alemania Oriental, «cuyos niveles de autocontrol eran sustancialmente más altos que los de los alemanes occidentales». Compartían «el mismo trasfondo cultural e histórico, pero vivieron en entornos económicos, políticos y sociales muy diferentes durante más de 40 años», desde 1949 en que el país quedó dividido en dos Estados separados, hasta la reunificación en 1990, tras la caída del Muro de Berlín. El estudio demuestra «la correlación existente entre una vigilancia gubernamental más intensiva y un mayor autocontrol» entre los ciudadanos de la República Democrática Alemana (RDA), lo que indica que «la represión cívica puede ser un mecanismo detrás del mayor autocontrol de los alemanes orientales»; y también que esos niveles de autocontrol «persisten casi 30 años después de la reunificación». Dejan sentado los autores que el autocontrol también reportó algunos beneficios a esos ciudadanos, a pesar de que se trató de un autocontrol forzado por las circunstancias de un régimen político represivo, porque esas cautelas sirvieron para preservar la integridad física de ellos y de sus familias y evitar males mayores.

Muestra representativa de la población

Se indica en el estudio que los factores institucionales se refieren, en términos generales, «a las condiciones e instituciones políticas, económicas, sociales, culturales y ambientales que afectan a los individuos, pero que en gran medida están fuera de su control». Los autores recurren a la Muestra de Innovación de 2017 del Panel Socioeconómico Alemán (SOEP-IS), el primer conjunto de datos representativo de la población a gran escala que contiene una medida directa del rasgo de autocontrol de las personas.

Analizan, en primer lugar, el papel de la edad, el género y los antecedentes de los padres como factores del autocontrol a nivel individual, y extraen algunas conclusiones significativas. «La distribución del autocontrol es prácticamente idéntica para hombres y mujeres», lo que sugiere que el género «no es una fuente de brechas en los comportamientos relacionados con la salud, la educación o los resultados en el mercado laboral»; «la capacidad de autocontrol de los adultos parece seguir evolucionando incluso cuando llegan a la vejez», lo que permite deducir que el autocontrol aumenta con la edad, ya que «la socialización continúa dándose durante toda la vida»; y «los antecedentes familiares condicionan menos en la edad adulta que en la infancia».

El estudio de The Economic Journal se centra, a continuación, en el potencial de los factores institucionales para moldear la capacidad de autocontrol de una población, a través del caso de los residentes en las dos Alemanias. Se documenta, en este trabajo, que tres décadas después de la reunificación, los antiguos residentes de Alemania del Este tienen puntuaciones de autocontrol más altas que las de sus homólogos de la Alemania Occidental. Lo cual es lógico, pues durante buena parte de su vida, quienes vivieron bajo el régimen comunista «tenían que evaluar cuidadosamente lo que decían y hacían para evitar poner en riesgo sus perspectivas educativas y laborales, proteger a sus familias y preservar su libertad individual». Dado el férreo control del régimen sobre «la educación, el empleo e incluso el consumo privado —hasta el punto de que el Estado concedía el derecho a comprar un automóvil—, el régimen podía usar su poder, y lo hizo, para castigar a las personas que criticaban abiertamente al Estado o al gobierno del Partido Socialista Unificado».

Era frecuente que muchos padres de familia alentaran a sus hijos a reprimir lo que decían para evitar las sanciones impuestas por el régimen de la RDA. Este ejercía la represión de forma sistemática, «a través de la vigilancia, mediante los llamados informantes no oficiales del Ministerio de Seguridad del Estado, también conocido como STASI». Estos eran ciudadanos corrientes que informaban del comportamiento de compañeros de trabajo, vecinos e incluso familiares. El promedio de informantes no oficiales entre las personas de la muestra analizada es de 3,3 por cada 1.000 habitantes, si bien cada informante no oficial podría espiar a docenas de personas, lo cual generaba «un clima de desconfianza generalizada en la sociedad», puesto que nadie sabía quién trabajaba como informante no oficial. El estudio establece una relación causal entre un mayor número de informantes no oficiales, a nivel local, con un mayor nivel de autocontrol.

Otro factor institucional de autocontrol de la RDA era el económico: la elección de productos era más limitada que en la Alemania Occidental, los ingresos eran más bajos y los viajes estaban restringidos, lo cual «puede haber contribuido a que las personas desarrollaran más autocontrol simplemente porque no podían consumir tan libremente como muchos de sus homólogos del Oeste, que crecieron en una sociedad capitalista».

Además, el estudio analiza el autocontrol por edades, así como la evolución de sus niveles a lo largo de la vida. Y proporciona, por primera vez, «evidencia representativa de la población sobre los determinantes del autocontrol. Los datos representativos de la población son extremadamente útiles para arrojar luz sobre cómo se desarrolla el autocontrol a lo largo del ciclo vital». El análisis documenta que «las personas mayores tienen niveles más altos de autocontrol, lo cual es una buena noticia para las sociedades que envejecen dado el vínculo entre un mayor autocontrol y una mejor salud, un mejor desempeño en el mercado laboral, reducción de la criminalidad y mayor bienestar general».

En este sentido, el análisis sobre «las consecuencias de los factores institucionales en la configuración del autocontrol parece clave, dado el potencial de un diseño inteligente de políticas para mejorar los resultados para los grupos vulnerables al cambiar el contexto en el que operan». Aunque el caso estudiado tenga un origen negativo —la vigilancia impuesta por un Estado que restringe las libertades—, se pueden extraer conclusiones positivas de las políticas que promueven el autocontrol. Es importante ir más allá de los individuos y las familias para «considerar el autocontrol en toda la sociedad en su conjunto, ya que […] el nivel educativo, el éxito en el mercado laboral y el estado de salud, que están relacionados con el autocontrol, también pueden impulsar la productividad general de una sociedad y, por ende, los niveles de vida».


Imagen: Bandera de la República Democrática Alemana (RDA). © Wikimedia Commons