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El profesor Roberto Saumells ha dado a conocer en este libro los hallazgos de una larga vida dedicada enteramente al estudio y, en particular, al análisis de esa clase tan importante de conocimiento que es la visión. El resultado es un libro intensamente hermoso y original, un libro en el que no sobra una línea y que se lee y se relee con creciente interés, pese a su dificultad.

Hoy vivimos en una época en que los lectores están acostumbrados a ciertas formas de trivialidad y de pedantería, pues muy frecuentemente se escriben libros perfectamente innecesarios. No es este el caso, porque estamos ante un originalísimo y profundo estudio de la intuición visual, uno de los temas más importante s de cualquier teoría del conocimiento y, por cierto, uno de los menos estudiados. Más de uno pensará que hablar sobre la visión es hablar sobre algo obvio, entre otras cosas porque la mayoría de las metáforas con que describimos nuestro saber tienen un origen visual y ello nos lleva a dar por supuesto que está muy «claro» lo que es ver.

El libro de Roberto Saumells resulta de una austeridad espartana, porque constituye un análisis minucioso y riguroso de lo que sabemos sobre la visión y de las teorías con que pretendemos explicarlo. La obra está compuesta en dos Libros, de modo que en el Libro I se examinan las cuestiones de la teoría óptica y fisiológica de la visión y en el Libro II se pasa revista a la Geometría que, en tanto teoría de las imágenes, es, en definitiva una teoría de la visión cuyo significado profundo ha sido olvidado debido a una interpretación, que es equivocada, de sus fundamentos. Saumells supone y muestra que la imagen visual es la imagen misma del acto que la aprehende, antes que una modificación subjetiva de un supuesto substrato no visible.

La interpretación corriente, académica y vulgarmente, de la visión parte de dos premisas que casi nunca se discuten pese a su indudable condición paradójica: supone, en primer lugar, que la imagen vista es un «reflejo» pasivo de algo que es de suyo visible, y, en segundo lugar, concibe el espacio visual en tanto que aspecto cualitativo de un espacio táctil y absoluto -de naturaleza más básica y más amplia extensión- en el seno del cual la visión se acomoda cuando hay luz y podemos mirar con los ojos.

Saumells consigue demostrar, mediante el análisis de fenómenos como la diplopia, el punto ciego, la agnosia, la naturaleza y los límites del campo visual o la visión del relieve, el carácter activo de la intuición visual y suministra interpretaciones muy precisas y exactas de los fenómenos que la teoría más extendida no consigue explicar sino a fuerza de paradojas e inconsistencias. Saumells nos dice que no sabemos ver, que hemos renunciado a enormes posibilidades de nuestro sentido más rico al subordinarlo a un uso meramente pragmático en el que la visión queda referida al tacto como sentido que ancla la intuición visual en un mundo más manejable por nuestros intereses. ¿Cómo es ello posible?: pues porque el complemento teórico de esta serie de concepciones insuficientes de la visión se obtiene mediante una indebida intromisión de las supuestas actividades del cerebro, de modo que éste se encarga (de manera un tanto misteriosa) de suplir las funciones mal servidas y de ocultar las paradojas que la teoría vigente provoca.

En el segundo Libro se estudia el fundamento de algunos de los más notables e importantes teoremas de la Geometría, como el de Pappus, el de Euler o el de Monge, examinando detenidamente en qué consiste la esencia de la demostración geométrica y de qué modo la incapacidad para buscar fundamento adecuado a la presencia de imágenes hermosas y enigmáticas ha conducido hasta la Geometría analítica. Esta, como dice Saumells, «significó la consagración científica de la pizarra», es decir, supuso la definitiva sujeción de las imágenes a un plano antes constructivo que visual. Así, se perdió el rastro del significado originariamente visual de los fundamentos de la Geometría, que aún está presente, por ejemplo, en Descartes.

Saumells realiza un esfuerzo verdaderamente titánico para mostrar cómo el fundamento de la inteligibilidad geométrica queda habitualmente mal entendido al referirlo a entidades que nada significan en ese contexto. El análisis de algunas demostraciones especialmente tortuosas de teoremas cuyo significado visual es inmediato, muestra hasta que punto la perversión metódica ha arruinado el fundamento inteligible de la propia Geometría. La razón de todo ello está en el persistente error de considerar que el campo visual no puede funcionar sino como copia subjetiva de la extensión exterior de la materia o del espacio físico. En definitiva, depende de la errónea concepción de la visión que hemos heredado y cuya demolición comienza, sin duda, a partir de este libro singular.

Es posible que esta obra no alcance el éxito que por su calidad merece, es más, es incluso fácil que pase completamente inadvertida: no creo que al autor le preocupe este extremo, porque está convencido de que, frecuentemente por caminos no simples, la verdad acaba siempre por imponerse.

Filósofo. Profesor de la Universidad Rey Juan Carlos