Tiempo de lectura: 4 min.

El libro que ha publicado Juan María Sánchez-Prieto es el resultado de un ambicioso propósito: el estudio del Imaginario vasco entre 1833 y 1876. Y este estudio ha sido realizado por medio del análisis del censo completo de la producción histórica, y asociando al método cualitativo el método cuantitativo, por medio de un uso riguroso del ordenador. El censo historiográfico está constituido por más de 2.300 títulos, y más de mil historiadores, etnólogos, lingüistas y periodistas.

Se trata de una investigación de historia de la historiografía con el objeto de aclarar el papel que juega la memoria histórica en las representaciones colectivas, y en la política, y con la finalidad de extender la historia de la historiografía a la mitografía y a la politología.

El autor señala que ha sido durante años un lugar común afirmar que «el renacimiento cultural vasco fue un hecho posterior al nacimiento de un nacionalismo político y al servicio de los intereses políticos de ese nacionalismo». Posteriormente se suele admitir un cierto renacimiento cultural previo y se pone en relación con movimientos políticos y culturales de cortos vuelos, y se explica el nacionalismo vasco como un rechazo irracional por parte de una sociedad tradicional a los cambios sociales y económicos del País Vasco en clara expansión industrializadora desde 1876. En este caso, la función desempeñada por la historiografía vasca sería de escasa importancia. La historiografía vasca del siglo XIX sólo habría sido una repetición de mitos históricos fabricados en el siglo XVI. Y, una historiografía vasca sin fuerza lo que hizo fue ceder el paso a la literatura.

La configuración del nacionalismo vasco

Ante esa situación valía la pena estudiar la posibilidad de que los contenidos históricos hubieran podido desempeñar un claro papel en la configuración y proyección del nacionalismo vasco. Esto comportaba el estudio de la producción historiográfica vasca antes de la aparición del nacionalismo político organizado.

Uno de los supuestos metodológicos para este estudio es la consideración de la historiografía, y por tanto de la memoria de la historia, como testimonio por excelencia de la mirada que una sociedad proyecta sobre sí misma: «la historia explica la historiografía» según frase de Ch. O. Carbonell.

El autor señala: «La historia que me propongo narrar tiene esas dos fechas límites: 1833 y 1876. Una historia de la historiografía vasca de ese período, sin rehuir el problema de la nacionalidad (…) pero en el marco de otro problema vasco: el anterior a 1876″.

Según una mayoría de autores, a partir de 1833 se estaría en el País Vasco, bajo el signo de una crisis política, que afecta a toda la sociedad de España. Por tanto, los límites temporales impuestos invitan, según el criterio de Sánchez Prieto, a considerar ese otro problema vasco en la propia problemática del nacionalismo español, e igualmente a considerar la importancia del aporte europeo, que exige situar el estudio en el marco supranacional.

El autor considera, siguiendo a Carbonell, que la historiografía puede ser considerada como el «conjunto de discursos sobre el pasado tenidos por verdaderos por sus contemporáneos». Con ello el campo de la historiografía vasca se ensancha notablemente.

Juan María Sánchez-Prieto piensa que «lo que interesa especialmente en el caso vasco -a mi modo de ver- es determinar la evolución (avances y retrocesos) y el estado de conocimientos históricos sobre lo vasco (en el País Vasco y fuera) antes de la aparición de un nacionalismo político organizado. Determinar lo que es objeto de investigación crítica por parte de las élites estudiosas (y de debate en el seno de esas mismas élites) y lo que no lo es y se tiene por cierto; lo que conforma la cultura histórica en los niveles más amplios de la sociedad y las distancias y cercanías respecto a las élites estudiosas, no pocas veces fundidas en el siglo XIX con la propia clase política; etc.

Una historia no lineal

Son especialmente interesantes, aunque de no fácil lectura en mi opinión, las páginas dedicadas al método (24-43). El libro está dividido en tres grandes partes: La Lógica de los números (el «corpus» de la historia, los ámbitos de la memoria, los ritmos de producción, la sucesión de generaciones); La prosopografía (los entornos socio-profesionales, el laberinto político, los soportes institucionales, la red de relación) y la tercera parte: La reanimación del Imaginario, una selección de textos que viene dada por la lógica de los números y la prosopografía. El autor señala que su historia no es una historia lineal: «El tríptico tiene vocación de poliedro». Las tres partes se requieren y forman un entramado, pero al mismo tiempo bastaría la lectura de cualquiera de ellas para tener una idea bastante completa de la totalidad de lo tratado.

En la sección denominada «A modo de conclusión» el autor expone con brillantez los siete puntos en que se sintetizan sus inquietudes teórico-metodológicas. Y, entre las conclusiones Juan María Sánchez-Prieto señala que «las nuevas coordenadas de la historiografía vasca de los años 1833- 1876 no permiten supervalorar la realidad de la misma. La historiografía vasca nativa en su conjunto, si nos atenemos a un control de calidad al gusto de nuestros días, sigue siendo insatisfactoria. No hay una gran historia, ni tampoco grandes historiadores que puedan encabezar un capítulo de la historia de la historiografía europea. Pero la historia de la historiografía europea del XIX, más que la historia del siglo de la historia, es la de los historiadores en el siglo, y es desde esa afirmación como la historiografía vasca de esos años comienza a cobrar relieve.»

Y es en esa dimensión intelectual europea en la que se inscriben, en mi opinión, las páginas más valiosas de este libro, páginas que invitan a su lectura y consideración.

Profesor de Historia política e intelectual de España (siglo XX) y miembro del Grupo de Historia del siglo XX,Universidad de Navarra