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Ibermusica, que desde hace años organiza unos magníficos conciertos de música sinfónica, bajo el lema «Orquestas del Mundo», ha traído recientemente a Madrid a la Filarmónica de San Petersburgo, orquesta que ha desarrollado en cuatro tardes-noches sendos programas de música rusa. Tenían de común, además de la orquesta y del director, evidentemente, que en todos los programas se interpretaba exclusivamente música de Tchaikovsky.

No se cuál es la razón de estos programas monográficos que han supuesto la semi integral de la obra o de las obras mis importantes o quizá más famosas y populares de este compositor. Sin duda habrá alguna, que yo ignoro.

Quizá de una parte que ahora está de moda dedicar varios conciertos seguidos a un mismo compositor. Tal vez de otra, que Tchaikovsky murió en 1893 y aunque es obvio que el centenario es el próximo año, estamos ya en una suerte de año pre-centenario. Sea lo que fuere, la cosa es que los aficionados hemos tenido oportunidad de escuchar bastantes obras del maestro ruso y además interpretadas por los suyos lo cual tiene mucha más importancia de lo que de pronto pudiera parecer.

La moda, como decimos, de dedicar varios conciertos a un compositor determinado es, como todo, opinable.

Pensamiento del artista

A mí me parece bien por varias razones: en primer lugar te concentras en el pensamiento de un artista y tratas de desentrañar a través de composiciones de épocas diferentes la trayectoria de su autor; su desarrollo vital, el camino que ha seguido en su maduración un determinado artista; ocurre análogamente con grandes pintores, de quienes se exhiben obras de toda su vida en una muestra determinada. Por ejemplo, la obra del pintor Zuloaga está ahora en Madrid y la de! pintor francés Toulouse-Lautrec en París.

Volviendo a la música, es una ocasión de escuchar obras que quizá por ser inferiores o quizá también por gozar de menos aceptación entre el gran público o incluso entre los aficionados, no se programan nunca.

Así resulta que oímos siempre las mismas composiciones y no ampliamos nuestro acervo musical, ni conseguimos saber por nosotros mismos las verdaderas razones del «desprestigio» de determinadas composiciones que después resultan que se nos antojan magníficas. A esto se podría argüir que se puede acudir al mercado discográfico; pero todos sabemos que no es lo mismo escuchar un disco por bueno que sea que una composición en una sala de conciertos. Aquél es un magnífico sucedáneo pero nada más. El concierto real, el concierto en directo, incluso con los errores que en ocasiones se cometen, tiene un palpito vital, una comunicación entre el oyente y el ejecutante que no tiene nada que ver con el mundo del disco. La emoción que puede sentirse en una sala de conciertos si 1a orquesta y su director consiguen comunicar el mensaje del artista que están ejecutando es algo indescriptible, que no se puede sustituir por ningún disco, por perfecto que sea. o una cabelle, incluso dentro de las técnicas modernas más sofisticadas.

Justicia

La música de Tchaikovsky ha sufrido una evolución por lo demás común en los compositores, salvo en dos o tres genios que son permanentes. Me refiero a que tras una época de esplendor de nuestro artista, considerado como el más representativo de los románticos de la segunda mitad del siglo pasado, hubo otra en que se le condenó al ostracismo y se le consideró superado, una especie de compositor «lacrimógeno y medio loco» que sólo puede dar Rusia.

Ahora se le está haciendo de nuevo justicia y se le vuelve a tener en la estima como un gran compositor, como un excepcional compositor de la etapa romántica de la música.

No olvidemos que Tchaikovsky era ruso. Por eso para interpretarlo nada como la Filarmónica de San Petersburgo. Y esto no es una cuestión baladí; porque en Tchaikovsky se ha exagerado en mi opinión por las orquestas occidentales sus características trágicas o si se quiere patéticas, hasta llegar a edulcorar en exceso su maravillosa música. Nada de esto ocurre con la orquesta citada, a pesar de algún amaneramiento de su director titular Yuri Temirkanov.

El paradigma está en la interpretación escuchada de la Sexta Sinfonía en Si Menor Opus 74 (y última) «Patética». Estamos acostumbrados a que en esta portentosa partitura se exacerbe el patetismo haciendo largos silencios ante los famosos temas, por ejemplo, del primer movimiento. No es así; una cosa es ser romántico y tener una concepción o un concepto trágico de la existencia (por lo demás muy eslavo en todas las épocas), y otra muy distinta esas interpretaciones de esta maravillosa música que en ocasiones hacían llorar pero más por tedio y morosidad que por exceso de «pathos».

En cuatro días, se interpretaron las Seis Sinfonías; el Concierto de Violín (el solista fue Vladimir Spivakov) y el Primer concierto de Piano (el solista fue Rafael Orozco). Me interesa centrarme en el comentario relativo a la Tercera Sinfonía. Es con mucho la menos conocida y yo no recuerdo haberla oído nunca. Es lo que decía antes de que siempre se interpreta lo mismo de los mismos.

¿Qué le pasa a esta sinfonía que al parecer no puede competir con las dos primeras frescas y deliciosas y las tres últimas maduras y geniales de su autor? Mi explicación personalísima es que está escrita en tono mayor (Re mayor) siendo así que las otras cinco están en tono menor.

Es indudable que los románticos, en especial los eslavos, adoraban los tonos menores. Habría mucho que decir sobre eso, pero básicamente porqoe lo consideraban más delicado, o si se quiere más trágico o patético. Como en todo hay opiniones, pero al ser ésta diferente ha quedado como aislada en la producción sinfónica del autor. Además, es larga, tiene cinco movimientos y parece más bien una suite. En una palabra, es menos tchaikovskyana, si se permite la expresión, que las demás.

Pero para nada es menor en calidad. Es sumamente original y en sus pentagramas ya se adivina de un lado a Sibelius y de otro lado a Prokoftev e incluso a Schostakovich, todo ese rusismo musical danzante que a mí me fascina.

En suma, este «revival» de Tchaikovsky en la primavera madrileña me ha parecido muy justo y oportuno y además muy interesante y distinto a lo común.