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Tad Szulc: «Pope John Paul II: The Biography», Simon & Schuster Ltd, 1995

«Una biografía debe ser más que fechas, sucesos y citas. Debe expresar el corazón de la persona, su alma, sus pensamientos…» -le dijo Juan Pablo II al autor de este libro, hace poco más de dos años, cuando hablaron de su propósito de escribirlo-. Con esas palabras -que representaron, sin duda, un estímulo y un desafío para él-, abre Szulc el prefacio de su obra. Alentado por ellas ha elaborado una biografía del Papa polaco en la que convergen la capacidad de información del periodista, el rigor documental del historiador y la sabia disposición literaria de un escritor experto en construir obras de interés que sean a la vez profundas y atrayentes. (Debo confesar que esta breve nota es el primer fruto de una lectura minuciosa y atenta que me ha llenado de admiración).

Tad Szulc ha publicado casi veinte libros de asuntos de actualidad a lo largo de una brillante carrera de corresponsal de prensa y analista político. Dos de ellos versan sobre España, donde fue corresponsal del The New York Times en la década de los sesenta y donde todavía hay numerosas personas que le recuerdan con aprecio. Es el caso mío, que en aquellos años era director del diario Madrid.

Szulc es un periodista norteamericano con ese estilo «factual» que caracteriza a los buenos profesionales de su nación. Quizá por eso, el Papa, que tanto ha hablado con él y que debe conocerle bien, le previno contra una acumulación lineal y llana de «dates, facts, quotations«. No queda verse aprisionado entre las páginas de un gigantesco artículo de enciclopedia o Who is who? Pero Szulc es un excelente escritor y además, como muestra su propio nombre, es judeo-polaco de origen y posee una particular afinidad emocional con los pueblos de sus mayores y el universalismo propio de un intelectual formado en tres culturas. A lo que se agrega un infrecuente conocimiento, incluso una familiaridad, con la naturaleza, la historia y la estructura de la Iglesia Católica. Además, al leerlo, uno tiene la impresión de que escribe deslumbrado por su biografiado, del que no es exagerado decir que es la persona más conocida del mundo.

Para su empresa, Szulc ha realizado un trabajo inmenso. Ha leído – o más bien estudiado- más de trescientos libros, ha entrevistado -en inglés, en polaco, en francés, en italiano y en español, y de ordinario largamente-, a casi doscientas personas, ciento ochenta de las cuales están explícitamente mencionadas en los reconocimientos y en las notas, mientras que otras han preferido el anonimato. Y no se sabe, ni él lo dice, cuántas conversaciones ha mantenido con el Papa mismo para recabar información, enmarcar sucesos, contrastar noticias, repasar nombres, interpretar acontecimientos, etc. Así es como ha intentado acceder al corazón, al alma y a los pensamientos de Juan Pablo II. Siguiendo cronológicamente, con fechas («dates«), los sucesos («facts«) de la vida de Juan Pablo II, Szulc acierta a situarlos en los tres ámbitos que envuelven su figura histórica: Polonia, la Iglesia, el mundo. Parece advertirse el hilo de un destino providencial que guiase la vida de Woitila: desde la localidad natal de Wadowice a Roma; desde un hogar y una familia que pronto se le deshizo, a los millones de hogares cristianos -y no cristianos- en que hoy son recibidas su imagen y su palabra; desde los problemas políticos y los horizontes culturales de la más larga postguerra de la historia, a los momentos -tan distintos, aunque no menos dramáticos y dolorosos- con que tienen que enfrentarse su acción política y su magisterio pastoral. Del «Lolek» de su infancia y primera juventud al Juan Pablo II de su era de Pontífice.

El Karol Woitila de Szulc ha recorrido ese camino con firme decisión, pero sin ambiciones personales y casi sin planes de futuro. Con naturalidad y con una confianza -que sobrecoge- en que alguien, de alguna manera, encaminaba sus pasos. Manos amigas le conducían y le ayudaban a orientar su vida. Un sastre de Varsovia, verdadero apóstol de jóvenes cristianos, llamado Tyranovski; el párroco de la catedral de Wawwl en Cracovia; después, el príncipe cardenal Adam Sapieha; más tarde Pablo VI. Finalmente los cardenales del cónclave en octubre del 78 -del que Szulc ofrece un detallado relato-, inicialmente movidos por el austríaco König y el americano Krol…; pero también los maestros de la teología y de la espiritualidad, y figuras significativas de la historia de la Iglesia, que prendieron en su espíritu. Szulc destaca entre los polacos al obispo mártir San Estanislao y al hermano Alberto, hoy San Alberto (canonizado por Juan Pablo II) que era de Cracovia y de principios de este siglo; a los franceses Grignion de Montfort -de quien proviene el lema mariano Totus Tuus– y a Garrigou-Lagrange, que dirigió la primera tesis doctoral del sacerdote Woitila; a los españoles San Juan de la Cruz y Escrivá de Balaguer; a la filósofa judeo-alemana Edith Stein, y a eternos maestros de cristianismo como Gregorio Magno, Tomás de Aquino, etc.

Szulc subraya igualmente las paradojas de la vida y de la obra pastoral, doctrinal y de gobierno de Juan Pablo II. Lo que él llama, sin segundas intenciones, el conservatismo teológico y doctrinal, que responde a que el Papa no se siente dueño de una doctrina, sino custodio de un depósito, y a su apasionado empeño en promover la justicia social, que él concibe a escala planetaria. E igualmente remarca el indescriptible appeal de su persona, manifiesto en viajes, ceremonias, y encuentros con la gente, en verdadero calor de multitud, y también las dificultades que halla la puesta en práctica de criterios morales, que son capitales en el mensaje de uno de los mejores «comunicadores» de la historia cristiana.

El biógrafo del gran pontífice no deja de preguntarse sobre la suerte que pueden correr algunos de los grandes propósitos históricos de Juan Pablo II en el seno de la cristiandad e incluso en el interior de la Iglesia. Pero hay que reconocer que la casi encarnizada defensa de la vida -frente al aborto y el birth-control– está operando sobre millones de conciencias como uno de esos katejones de la historia de que se hablaba en la Iglesia primitiva, y que la reiterada voluntad ecuménica del Pontífice, aunque no restaure las divisiones de la historia, está acercando entre sí a muchos espíritus en las diferentes confesiones cristianas.

El de Szulc es un libro que no solo interesará a los cristianos, sino a las personas que quieran entender páginas esenciales de la historia contemporánea y acercarse «al corazón, al alma, a los pensamientos» de una de las más grandes e influyentes figuras del siglo XX.

Fundador de Nueva Revista