Es fácil imaginar el espectáculo de rechazo y el estruendoso pateo que provocó el estreno de La Consagración de la Primavera en el París de 1913, que llegó a calificarse como «cataclismo musical» y una «masacre de la primavera», pues hoy, más de ochenta años después, es una obra que aún resulta sorprendente. Y es que la visión de Stravinsky de la primavera difería mucho de la del romanticismo o de la propia de la nueva estética impresionista que tanto había costado asimilar al público francés.
La Consagración de la Primavera, inspirada en ritos y escenas de la Rusia pagana, toma de esas fuentes el impulso vital y se nutre del ritmo trepidante de las ceremonias primitivas. Si para Stravinsky el ritmo y el movimiento son el fundamento del arte musical, en La Consagración es donde el compositor da rienda suelta a ese principio, produciendo definitivamente para la música la liberación del ritmo. El resultado de los constantes cambios de métrica, la sucesión de núcleos rítmicos diversos y el frecuente ostinato, es un efecto de ritmo incesante, percusivo, que sirve de impulso dinámico a toda la obra.
Sin hacer alusión directa a melodías rusas, es una obra de estilo claramente ruso. Los temas de La Consagración, al igual que en Las Bodas, derivan en sus giros y flexiones de canciones populares modales y de cantos de la liturgia Ortodoxa.
Una de las características de la obra de Stravinsky es su afán por no repetirse: en cada nueva obra explora nuevos problemas y aborda nuevas soluciones. Diez años separan La Consagración y Las Bodas (1923), y a pesar de las similitudes que suelen señalarse (el carácter ruso, estar destinadas al ballet o el aspecto rítmico) son obras muy diferentes tanto en la factura como en la audición. Las Bodas es una estilización de una boda rusa, una visión sintética de los elementos que confluyen en ese arraigado rito. Su carácter es glacial y las voces solistas, el coro, los instrumentos de percusión y cuatro pianos tratados como percusión, presentan el espíritu -pero no la descripción- de una boda ortodoxa.
La complejidad rítmica de estas director de orquesta al que le dificulto las cosas». A Vladimir Ashkenazy, gran pianista y ya consumado director de orquesta, su origen ruso le ayuda a la mejor comprensión de estas partituras. Este es obras de Stravinsky se plasma en una escritura difícil. El propio compositor observaba que «es al el tercero de los discursos monográficos de Stravinsky que el director Ashkenazy ha grabado con esta misma orquesta. El resultado es impecable, aunque destacamos sobre todo Las Bodas, la obra más conseguida en su conjunto.