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Al borde de los noventa años. Hayek escribió su último libro. La fatal arrogancia, que Unión Editorial acaba de publicar en una excelente edición en lengua española, traducido por Luis Reig y prologado por Jesús Huerta de Soto. Han transcurrido ya seis décadas desde que el economista austríaco pronunció una famosa serie de conferencias en la London School of Economics que le abrieron las puertas del mundo académico de habla inglesa. En los años treinta el entonces joven catedrático alcanzó un prestigio tan grande que llegó a rivalizar con J. M. Keynes por ocupar el puesto de máxima figura de la ciencia económica mundial. Poco más tarde, sin embargo, el gran éxito de la obra de Keynes haría que sus teorías fueran paulatinamente olvidadas y quedaran relegadas al lugar de una curiosidad interesante, pero margina], con respecto a ia corriente dominante en la economía. El Premio Nobel que recibió en 1974 fue un reconocimiento justo, aunque tardío, de una obra extensa y valiosa, que ocupa un lugar muy destacado en el mundo de las ciencias sociales de nuestro siglo.

A partir de la década de los cuarenta se registró un cambio importante en la orientación de los escritos de Hayek. Dedicado al principio a la teoría económica, y en especial al estudio de los precios, el dinero y el capital, siguiendo los caminos abiertos por la escuela austríaca y, más directamente, por su maestro Ludwig von Mises, pasó a centrarse más tarde en el estudio de las instituciones sociales y en la defensa de los principios de una sociedad libre. Así, su obra La teoría pura del capital, publicada en 1940, puede considerarse el último libro de la primera época, mientras su famoso Camino de servidumbre, cuatro años posterior, fue el primero de una larga serie de trabajos que concluye con el libro aquí reseñado.

Mont Pélerin

No se entendería la vida de Hayek a lo largo de los últimos cuarenta años sin conocer su dedicación a la sociedad Mont Pélerin. Esta organización, que él mismo contribuyó a fundar en 1947, ha desempeñado desde entonces un papel relevante en el desarrollo de los estudios de la economía y otras ciencias sociales. desde el punto de vista del liberalismo, y ha ejercido una influencia significativa en la evolución de las ideas sobre la organización social, que tanto han cambiado desde entonces. Fue precisamente en las últimas reuniones de esta sociedad a las que pudo asistir en donde el viejo economista expuso las ideas principales de La fatal arrogancia, libro que, tras sufrir algunos cambios con respecto al proyecto inicial, fue finalmente publicado con la colaboración del profesor W, W. Bartley.

Es éste el tomo primero de un ambicioso plan consistente en la publicación de las obras completas de Hayek, lo que supondrá la edición, a lo largo de los próximos diez o doce años, de veintidós volúmenes que incluirán no sólo todo lo publicado por el autor, sino también algunos manuscritos hasta ahora inéditos. El orden de aparición de los diversos volúmenes no es el cronológico de fechas de publicación de las versiones originales ^ d e hecho, la última obra constituye el primer tomo—, sino que se dejan para el final los libros más conocidos y se ofrecen antes recopilaciones de artículos, documentos y debates, algunos totalmente desconocidos y otros de muy difícil localización en la actualidad.

El libro que comentamos tiene un subtítulo muy significativo, «Los errores del socialismo». Nunca ha sido Hayek persona que haya acusado a sus adversarios de mala fe o de disfrazar sus propios intereses tras una ideología. A diferencia de otros estudiosos de las ideas políticas, no ha creído que quienes las defienden estén justificando su puesto en la burocracia o su poder en una organización. Piensa, por el contrario, que el socialismo es un error intelectual, en el sentido de que sus partidarios no son capaces de entender que una sociedad y una economía modernas no pueden funcionar al margen del mercado.

La economía centralizada fracasa. en su opinión, no sólo por la falta de interés o incentivos de ¡os burócratas, sino sobre todo porque es imposible que autoridad alguna pueda manejar la complejísima información que sirve de fundamento a los actuales sistemas económicos. El capitalismo, en cambio, es un modo de producción en el que las personas usan en su propio interés los fragmentos de información de que disponen. Y el resultado es que este sistema logra que la cooperación entre los hombres pueda tener lugar en forma tal que permita el progreso de la humanidad hacia el bienestar de todos sus miembros.

Capitalismo y selección

Piensa Hayek que la extensión del capitalismo se ha producido mediante un proceso de selección, en pugna con otras formas de organización social menos eficientes. El profesor austríaco es así un evolucionista, no en el sentido darwiniano del término, ciertamente, pero sí en su interpretación de las causas que motivan los cambios que experimentan la cultura y la vida social. En su opinión, la evolución cultural es incomparablemente más rápida que la biológica, y se debe principalmente a la transmisión de hábitos e información a las nuevas generaciones que realizan no sólo las generaciones inmediatamente anteriores, sino también una serie indefinida de antepasados, que han ido moldeando, poco a poco, las formas de la vida social.

Por ello, sus críticas más fuertes van dirigidas contra el racionalismo constructivista, que parte de la idea de que es posible diseñar, desde la razón, un sistema eficiente de organización social. Una de las citas que encabezan el libro, tomada del filósofo escocés David Hume, resume bien sus ideas a este respecto. Las reglas de la moralidad — escribía Hume— no son conclusiones de nuestra razón. Y Hayek añade que no podemos llegar a conocer un sistema de ética que tenga validez universal, ya que nuestra forma de civilización es el resultado de cambios graduales, no buscados, en los principios morales.

Su idea de que el mundo ha progresado sin que nadie pueda saber exactamente cómo, sin que ninguna autoridad haya tomado las decisiones adecuadas para ello, resultará, sin duda, sorprendente a muchas personas. El mensaje de Hayek es, ante todo, una llamada a la humildad, dirigida especialmente a aquellos que nunca han sido capaces de entender el funcionamiento del morcado, del comercio y del capitalismo, es decir, a aquellos que, con más voluntad que luces, piensan que cambiando según sus deseos de justicia el sistema económico tienen en su mano la clave para lograr el bienestar de la sociedad.

La aparición de la edición española de esta obra es oportuna, ya que coincide con el reconocimiento definitivo del fracaso del socialismo en la Europa del Este. Poca duda cabe de que. finalmente. la realidad ha dado la razón a Hayek en muchas cosas. Pero, pese a ello, este libro no dejará de ser polémico. Y lo será no sólo por las ideas que en él se defienden, sino también por las críticas que en él se formulan contra colectivos sociales y académicos prestigiosos. Sus observaciones, por ejemplo, sobre la crasa ignorancia que muchos intelectuales tienen de las más elementales cuestiones económicas. pese a lo que les gusta disertar ex cathedra sobre problemas sociales, irritará seguramente a más de un miembro destacado del gremio de las letras y de la filosofía, pero, esto no es mala cosa. A lo mejor con ello Hayek consigue que nuestros intelectuales estudien algo de economía. De ser así, todos deberíamos quedarle muy agradecidos.

Catedrático emérito de Economía Aplicada de la Universidad Complutense de Madrid y profesor Eminent Senior en UNIR. Fue director del Instituto de Economía de Mercado, Senior Associated Member del St. Antony’s College de la University of Oxford y presidente del Consejo Económico y Social de la Comunidad de Madrid.