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El último Premio Príncipe de Asturias de las Artes, concedido a Krzystof Penderecki, revalida la figura del compositor polaco más internacional y uno de los músicos más relevantes de nuestro tiempo.

Dos aspectos han caracterizado siempre su música, desde las obras más innovadoras de la primera época, hasta las más conservadoras de este segundo periodo: un interés humanístico y una profunda expresividad. Pero también la audacia que en un primer momento se volcó hacia terrenos más experimentales y que en la actualidad le ha movido a profundizar en la tradición romántica, adentrándose en terrenos donde otros contemporáneos no se han atrevido. En palabras del propio Penderecki, «nosotros, los compositores, en los últimos treinta años, tendemos a evitar tanto los acordes de sonido agradable como toda melodía, porque no queremos que se nos acuse de traidores. Yo me siento libre, pienso que no debo hacer sólo lo que la gente espera de mí, o los críticos esperan de mí. A veces la música debe parar y relajarse un poco, para encontrar otras fuentes para poder continuar. A veces hay que mirar hacia atrás y aprender del pasado».

Krzystof Penderecki, nacido en Debica en 1933, pertenece a esa generación de artistas polacos formados en el aislamiento cultural de la órbita soviética, que tuvo que hacer una rápida puesta al día acerca de los movimientos de vanguardia que se habían desarrollado en Europa occidental. Fue a partir de octubre de 1956, cuando Polonia pudo abrirse al resto del continente, y los compositores empezaron a conocer la música del último Stravinsky, el dodecafonismo vienés y el serialismo que se desarrollaba en Francia (Boulez), Alemania (Stockhausen) o Italia (Nono). Ese despertar de la escuela polaca fue tan deslumbrante que produjo grandes frutos en todos los campos artísticos. En la música dio especiales muestras de pujanza creativa, instituyéndose el Festival de Otoño de Varsovia, con especial dedicación a la nueva música, o con la creación de uno de los primeros laboratorios de música electroacústica de Europa. Pero además, y de forma muy destacada, la figura del joven Penderecki vino a confirmar el potencial renovador de esa nueva generación artística.

En 1959 ganó al mismo tiempo con tres obras suyas –Estrofas, Salmo de David y Emanaciones– los primeros premios que concedía la Asociación de Compositores Polacos. Fue la revelación de un músico que tenía mucho que decir. Al año siguiente estrenó con gran éxito Anaklasis en el Festival de Donaueschingen, lo que supuso el comienzo de su fama internacional.

Desde sus primeras obras demostró su afán innovador, buscando nuevas sonoridades a los instrumentos de cuerda, tocándolos de forma poco convencional, produciendo sonidos chirriantes o simples golpes en la caja, para lo cual tuvo que idear una nueva notación. Pero su intención siempre fue expresiva, nunca efectista. En Treno portas víctimas de Hiroshima (1960) para cincuenta y dos instrumentos de cuerda, desarrolló todos estos aspectos, en una composición eminentemente textural, al estilo de las masas sonoras de Ligeti o Xenakts. Las grafías utilizadas en esta obra no sólo son novedosas para la tradición musical, sino que desde un punto de vista gráfico resultan cuanto menos curiosas. Es lo que algunos analistas han definido como notación óptica. Y es que el propio Penderecki cuenta que antes de ponerse a escribir notas dibujaba la partitura, esto es, concebía la música como un espacio, que al hacerse sonoro, se desarrollaba en el tiempo.

Planteándose nuevos retos, a mediados de los años 60, dirigió su atención hacia la polifonía del Renacimiento, y aplicó su propio lenguaje a las formas musicales de autores como Palestrina u Orlando di Lasso. Así nacieron una serie de obras sacras como el Stabat Mater (1965), Dies Irae (1967) y Utrenya (1970). Con la Pasión según S. Lucas (1966), obra encargo de la radio alemana, Penderecki abordó la combinación coralinstrumental, creando un oratorio a la manera barroca, en el que el coro, representando al pueblo, chilla y susurra, de forma tan expresiva como espectacular. Esta obra tuvo una importante repercusión y se difundió rápidamente por Europa a través de la radio y el disco. En 1973 compuso el Magnificat. Era la obra polifónica más elaborada de cuantas había escrito, tras la cual no quiso continuar por ese camino. «Con el Magnificat llegué al lugar donde no podía ir más lejos, todo el complejo lenguaje polifónico -dice el compositor- llegó a ser muy complicado… Después de la triple fuga del Magnificat, pensé que no podía repetir las mismas cosas, ni escribir de forma aún más complicada…no me interesa componer con tanto tecnicismo involucrado».

Mientras tanto ya había escrito para la escena operística Los Demonios de Loudon en 1969, de temática exaltada, proclive al uso de las técnicas que ya había desarrollado antes, como los efectos sonoros instrumentales y vocales y el uso de las masas sonoras tratadas como bloques de sonoridades contrastantes. Otras obras escénicas destacadas han sido Paraíso perdido (1978) y Ubu Rex (1983), ésta última de carácter burlesco, al estilo de las óperas bufas de Rossini.

A finales de los años setenta y principios de los ochenta, su lenguaje inició una transformación hacia un territorio teñido de romanticismo: «Mi composición en este nuevo estilo es quizá algo que camina hacia atrás, pero lo hace para poder avanzar. Con todas las complicaciones de los nuevos descubrimientos en música, hemos de parar y pensar en la historia, en la tradición».

Profundizando en el sinfonismo de finales del XIX y principios del XX, empezó a valorar la gran aportación sinfónica de compositores románticos como Sibelius, Bruckner o Shostakovich. Sin emular directamente a estos autores y sin abandonar nunca su lenguaje tan personal, el estilo de Penderecki dio un giro en busca de las sonoridades más conservadoras. Es la etapa en que inicia la composición de sinfonías: la Primera ve la luz en 1973, la Segunda en 1980, y en años sucesivos iría presentando más obras con esta forma, hasta llegar a la Quinta en 1992.

Otro capítulo importante de su producción está dirigido a los grandes solistas, como el concierto que escribió en 1977 para el violinista Isaac Stern y el Concierto para violonchelo (1982), entre otros.

Desde 1972, es director de orquesta y se ocupa personalmente de interpretar sus obras, junto a otras tanto del repertorio tradicional como de autores contemporáneos. En su forma de dirigir, con la batuta en la mano izquierda, impone una autoridad indiscutible: baila al ritmo de la música, salta y se mueve de manera tal que casi sólo a través de los gestos consigue transmitir la emoción de la partitura. Su forma de dirigir tiene un poder de comunicación que hace inteligible su música incluso a los menos receptivos. La interpretación de sus propias obras ha convertido sus versiones en un punto de referencia incuestionable. Es un director muy exigente y su música requiere grandes intérpretes.

En numerosas ocasiones ha venido a España para presentar aquí sus obras. En 1984, estrenó en Barcelona el Requiem polaco, compuesto en solidaridad con el sufrimiento histórico del pueblo polaco. Más recientemente vino a presentar Las Siete puertas de Jerusalén. Ahora se encuentra preparando un Concierto para piano y orquesta que con toda probabilidad se estrenará en 2002.

La gran aceptación que ha tenido su música, tanto de la primera como de la segunda época, se debe seguramente a que ha sabido establecer una intensa correlación con el sentir de cada momento. Es un creador que no ha querido permanecer indiferente a los acontecimientos de nuestra época y su música está marcada por un gran humanismo, y con él entronca, al igual que sus últimas obras sinfónicas, con el más puro sentir romántico.

ALGUNOS DISCOS DE KRZYSTOF PENDERKCKI

Treno por las víctimas de Hiroshima/ Capricho para violín y Orquesta / Partita para clave y Orquesta / Concierto para violonchelo / Sinfonía nº1 / El Sueño de Jacob
W. Wilkormiskaia -Felicja Blumenthal-Siegfried Palm
Orq. Sinf. Radio de Polonia-London Symphony-Coro Filarmónico de Cracovia
Dir.: K. Penderecki EMI CLASSICS 7243 5 74302 7 – ADD (2 CDS)

Sinfonietta para cuerda / Cuarteto parar clarinete y cuerda / Sonata para violín y piano / Benedicamus Domino / Song of Cherubim-Lacrimosa / Concierto para flauta
Rampal-Gadulanka-Poppen-Zhiiin-Kashkashian-Kam
Pergamenshikov-Viardo
Coro Filarmónico Nacional de Varsovia – Sinfonía Varsovia
Dir.: K. Penderecki-Henryk Wojnarowsky SONY SK 66284 – DDD

Profesora de música y periodista