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En el número 176 de Nueva Revista, titulado genéricamente Universidad 2021, el autor ofreció un análisis con cierto detalle del crecimiento posible del alumnado universitario a escala internacional. El objetivo de este nuevo trabajo es enmarcar en ese contexto global la evolución previsible de los universitarios en España: saber cuántos estudiantes vamos a tener y conocer algunos de los rasgos sociodemográficos de esas personas*.

EL CONTEXTO INTERNACIONAL

El número de alumnos universitarios va a crecer en todas partes aunque el crecimiento será desigual según la evolución de la población y el nivel de desarrollo económico. El indicador demográfico básico será la tasa de fecundidad que condicionará el volumen de nacimientos y por lo tanto los alumnos potenciales que pueden ir a la Universidad. A esas cohortes habrá que aplicarles en cada caso la tasa de escolarización que en los países avanzados no subirá mucho porque ya es muy alta y, sin embargo, si lo hará con más intensidad en los países en desarrollo que tienen valores actuales más bajos.

A nivel global, los alumnos de educación terciaria van a pasar de 100 millones en el año 2000 a 377 en 2030. Habrá dos zonas de crecimiento muy fuerte   situadas en el continente asiático (Asia oriental y el Pacífico y Asia meridional y occidental). Tres de crecimiento más moderado en el África subsahariana, América Latina y los países árabes  y tres de crecimiento pequeño o prácticamente nulo (Asia Central, América del Norte y Europa). (C.1).

El fuerte crecimiento de la demanda (126 millones en 10 años) exigirá la multiplicación de las instituciones educativas. Aumentarán las presenciales, pero de una manera especial lo harán las híbridas y las 100 % online en consonancia con el imparable proceso de digitalización.

LOS ESTUDIANTES EN LA UNIVERSIDAD ESPAÑOLA

1. La etapa de la masificación

Hace 100 años España ostentaba uno de los niveles de educación más bajos de Europa con índices elevados de población analfabeta y tasas de educación secundaria y terciaria muy pequeñas. Este panorama cambió en la segunda mitad del siglo pasado y en especial desde la década de los 70 merced al crecimiento económico y a la puesta en marcha de políticas impulsoras que partieron de la Ley de Educación de 1970.

La llamada revolución educativa se realizó primero en la secundaria y después en los años 80 y 90 en la universidad. La Ley de Reforma Universitaria de 1983 fue, en este caso, el instrumento legal bajo el que se produjo el fuerte crecimiento de la demanda que dio lugar a una situación de intensa masificación. En el curso 85/86 había 800.000 estudiantes y a finales de siglo 1,6 millones matriculados en las antiguas licenciaturas y diplomaturas.

Aparte el progreso económico que lo propició dos factores más influyeron en el crecimiento de la demanda: el desembarco en las edades propiamente universitarias de parte de las cohortes del baby boom y un incremento de las tasas de escolarización que partían de niveles muy bajos y respondían a la creencia de muchas familias de que tener un título universitario era un seguro de empleo. La perjudicada por estas aspiraciones fue la Formación Profesional que tardó después muchos años en recuperarse y aún hoy no lo ha conseguido del todo.

2. La ralentización del crecimiento

A comienzos del siglo actual se produjo una desaceleración de la demanda debido a la entrada en las aulas de cohortes más numerosas, aunque se mantuvo la tasa de escolarización. Cuando estalla la crisis de 2008 la población universitaria se había reducido a 1,4 millones. Sin embargo, en los años siguientes, de evolución económica negativa, se produjo una recuperación de la matrícula, pese a su encarecimiento, debida a la falta de alternativas laborales para la población joven.

Este progreso elevó el volumen de universitarios en 2019/20 a 1,5 millones (1,3 millones en el grado y 234.000 en el Máster cuyos estudios se implantaron en el curso 2007/8). Entre los años 2008/20 el factor que propició la recuperación fue el ligero incremento de la tasa de escolarización ya que las cohortes que llegaban a la Universidad seguían siendo pequeñas.

A comienzos del siglo actual se produjo una desaceleración de la demanda debido a la entrada en las aulas de cohortes más numerosas, aunque se mantuvo la tasa de escolarización

Interpretar adecuadamente las cifras de este largo periodo (masificación, crisis y recuperación modesta) exige tener en cuenta los cambios fundamentales en el mundo universitario durante este periodo.

1)Para responder a la demanda se crean más y nuevas universidades. A mediados de los 80 las instituciones públicas presenciales tenían el cuasi monopolio de la formación. La única universidad pública no presencial matriculaba muy pocos alumnos; el papel de las privadas presenciales era testimonial y no había privadas no presenciales.

Hoy el panorama ha cambiado. Las públicas presenciales siguen teniendo la hegemonía sobre todo en los grados (74 % de los alumnos) y menos en los másters (58 %), pero se ha producido un crecimiento considerable en las privadas presenciales sobre todo desde 1990 y las privadas no presenciales desde 2010.

El binomio público-privado se sustancia en la actualidad de la siguiente forma las universidades públicas reúnen el 85 % de los estudiantes de grado y el 62 % de máster. Las privadas el 15 % restante en grado y el 38 % en máster. Podría decirse que los grados son, ante todo, públicos y los máster también, pero en éstos últimos las privadas están creciendo de forma rápida.

2)Un segundo rasgo ha sido la fuerte feminización del alumnado continúa a desde que en 1989 las mujeres superan a los varones. En los años 70 había entre 110-120 alumnos varones por cada 100 mujeres. Al día de hoy la razón está en 90 hombres por cada 100 féminas

3)También se ha producido una diversificación de las edades a las que se cursan los estudios: más jóvenes en las presenciales y más elevadas en las no presenciales debido al crecimiento de los estudiantes de Máster.

Estos son los datos y algunas características de la universidad del periodo de gran explosión de la demanda que me suscitan dos reflexiones:

La primera es recordar que la gran revolución educativa de la segunda mitad del siglo pasado no cabe atribuirla a ninguna opción política sino al conjunto de la sociedad.

La segunda es destacar que pese a sus imperfecciones (hubo improvisación en la creación de universidades y en el reclutamiento de profesores y muchos graduados tuvieron dificultades para insertarse en el mercado laboral; se llegó a hablar de la Universidad como una fábrica de parados) fue una etapa positiva porque ayudó a resolver el problema de la escasez de titulados que teníamos hasta entonces. El reto de la cantidad afrontado con recursos insuficientes, produjo resultados que, sin embargo, no podemos menospreciar. No tuvimos (ni tenemos) las mejores universidades del mundo, pero su papel fue fundamental en la formación de recursos humanos, imprescindibles para la transformación social y económica del país.

3. El horizonte 2030-35: volvemos a crecer

3.1  Las proyecciones empleadas

Empezaré diciendo que las proyecciones demográficas no son talismanes maravillosos para dibujar el futuro en sus contornos y dimensiones precisas. Los demógrafos no son adivinos dotados de una bola de cristal mágica para predecir el porvenir. Lo que hacen es simplemente pronosticarlo partiendo de lo que sucede en el momento de la proyección y estableciendo diferentes hipótesis de trabajo

En este caso (proyecciones sobre el futuro de la demanda de estudiantes universitarios) se utilizan las siguientes fuentes de datos. La población por edad y sexo que elabora el INE lo que permite conocer la distribución que habrá entre 2030-35. Y las tasas de matriculación en estudios universitarios que elabora el correspondiente Ministerio (hoy el de Universidades) que se proyectan hacia el periodo 2030-35.

La primera y principal conclusión del estudio de GEPS es que el número de universitarios va a crecer tanto en el grado (horizonte 2030), como en el máster (horizonte 2035)

Las proyecciones tienen diferentes variantes. En el estudio realizado por GEPS (Grupo de Estudios sobre Población y Sociedad) se utilizan dos: en la primera se prolongan hacia ese horizonte las tasas de matriculación de los 10 años comprendidos entre 2008/09 y 2018/19 mediante una función logarítmica. En la segunda, se proyectan las tendencias durante esos años según una función potencial. En ambos casos, las tasas resultantes se aplican a la población prevista para 2030-35, un horizonte corto -15 años- lo que reduce los errores de las proyecciones a más largo plazo.

La doble proyección da resultados distintos. La que utiliza una función logarítmica es más conservadora ya que se apoya en el supuesto de que el proceso de aumento de las tasas de matriculación tenderá a reducirse en el futuro. La otra opción ofrece resultados más dinámicos al considerar que las cifras de los últimos años se van a mantener. Las dos proyecciones arrojan crecimientos de la demanda y pueden considerarse como una banda baja y otra alta para la población universitaria que habrá en los próximos años. Las cifras así obtenidas se desglosan por sexo, grupos de edad, modalidades de enseñanza (grado y máster con una breve referencia al doctorado) y por tipos de universidades clasificadas en 4 categorías (públicas presenciales, públicas no presenciales -UNED-, privadas presenciales y privadas no presenciales).

3.2 Resultados obtenidos

La primera y principal conclusión es que el número de universitarios va a crecer tanto en el grado (horizonte 2030), como en el máster (horizonte 2035). Dicho crecimiento se va a producir debido a la llegada a la universidad de las cohortes nacidas entre 1997 y 2008 (una década en la que tuvo lugar una recuperación de la natalidad) y es posible también que a un cierto crecimiento de las tasas de matriculación (presencia en las aulas de hijos de inmigrantes). Los crecimientos son distintos según la proyección y la modalidad de estudio (grado o máster) (Cuadros 2 y 3).

Según la función logarítmica los 1,3 millones de estudiantes de grado se convertirán en 1,6 en 2035 con un pico en 2030; y los de máster pasarán de 218.000 a 296.000. En conjunto, grado y máster sumarán 400.000 estudiantes más.

c.2. Proyección total de Alumnos. Función logarítmica.

c.3. Proyección total de Alumnos. Función potencial.

 

De acuerdo a la función potencial, los estudiantes de grado crecerán un poco más, pero los de máster lo harán de manera significativa (de 217.000 a 576.000). La suma de los dos aumentos permitirá un crecimiento conjunto de más de 700.000

En cualquiera de las dos proyecciones los matriculados en grado aumentan hasta 2030, pero disminuyen después porque comienzan a entrar generaciones nacidas después de 2008, una nueva etapa de caída de la natalidad.

El cuadro 4 a y b  recoge el crecimiento de alumnos en cifras absolutas (grado, máster y total) y los porcentajes de aumento referido al curso 2018-19. (funciones logarítmica y potencial)

Finalmente, los cuadros 5 y 6 incluyen las proyecciones de alumnos en grados y máster por tipos de universidades y según las proyecciones logarítmica y potencial. En los grados y en ambas proyecciones el rasgo más destacado es la pérdida de estudiantes a partir de 2030 en las universidades presenciales que, sin embargo, siguen reuniendo tres cuartas partes del total de alumnos de este nivel. En los másters todos los tipos de universidad experimentan crecimientos con distinta intensidad lo cual cambia los pesos relativos de cada modalidad, particularmente en el caso de la proyección potencial según la cual disminuyen  los porcentajes  de las universidades presenciales, se mantienen  los de las públicas no presenciales y se dispara el porcentaje de las privadas no presenciales.

Cuadro 5. Proyección matriculados por tipos de universidad. Función logarítmica.

Cuadro 6. Proyección matriculados por tipos de universidad. Función potencial.

En resumen, la evolución presenta estos rasgos principales:

  1. a) El crecimiento será más intenso en el máster que en el grado.
  2. b) Mayor en las universidades no presenciales que en las presenciales.
  3. c) Más fuerte en las privadas que en las públicas.
  4. d) En 2035 y según la proyección potencial habrá más alumnos de máster en las privadas que en las públicas debido al fuerte crecimiento de las privadas no presenciales.
  5. e) Continuará la progresiva feminización del alumnado.

¿QUÉ ESTUDIANTES? LAS NUEVAS GENERACIONES.

Los estudiantes que habrá en el 2030 serán los sucesores de los actuales centennials y tendrás rasgos y comportamientos que no diferirán en exceso de los de esas cohortes (generaciones nacidas entre 1996-2005). Se trata de personas que desde un punto de vista académico comparten características como su condición de nativos digitales, la afición por el lenguaje audiovisual, su falta de obsesión por los títulos, el carácter emprendedor, su deseo de vivir permanentemente conectados o el desinterés por lo que no les motiva.

Los estudiantes piden más flexibilidad para trazar su propia hoja de ruta, pero juzgan que es imprescindible estar acompañados por mentores que les ayuden a seguir su itinerario

Para conocer sus opiniones sobre la universidad actual ya he anticipado que manejaré diferentes encuestas del Innovation Lab de UNIR y de la Fundación Universidad- Empresa. Ambas han sido efectuadas después del primer gran confinamiento y por lo tanto ofrecen una visión post pandemia de la universidad y de la preparación recibida.

En la primera encuesta vierten su opinión sobre cuestiones como los títulos, los profesores, las clases en línea y presenciales, los sistemas de evaluación, la función de las Universidades, los contenidos etc. Éstos son algunos resultados.

Sobre la universidad en general la consideran necesaria, pero no creen en las fórmulas utilizadas hasta ahora para conseguir una buena formación. Piensan además que es una institución rígida, estanca y muy tradicional.

Consideran que muchos de los programas y títulos no se adaptan a sus necesidades e inquietudes y juzgan que tienen una duración excesiva para los resultados obtenidos. Son demasiados años para salir con tan poca experiencia y con tantas dudas sobre la aplicabilidad de lo aprendido. Consideran que es preciso integrar la tecnología para mejorar la formación y apuestan por contenidos cortos y una metodología audiovisual. Les gusta “aprender haciendo” y que lo que aprenden sea aplicable. Piden más flexibilidad para trazar su propia hoja de ruta, pero juzgan que es imprescindible estar acompañados por mentores que les ayuden a seguir su itinerario. Valoran de manera muy especial la figura del profesor, pero también la colaboración con los compañeros en el proceso de aprendizaje.

Dan mucho valor a la experiencia. En general, la enseñanza online durante la pandemia es considerada poco atractiva (escasa preparación de los profesores, volumen abrumador de tareas a realizar, sistemas de evaluación inadecuados). El profesor es la figura clave que condiciona la percepción de esta modalidad de enseñanza. Y en este sentido manifiestan que, con excepciones, una buena parte de los profesores han tenido que improvisar sin los medios necesarios y sin el apoyo de sus centros. Muchos alumnos echan en falta no poder intervenir en las sesiones y una mayor relación con sus compañeros. Asocian las clases on line con un público más adulto que no tiene facilidad para asistir a la universidad presencial. En conclusión, son muchos los que manifiestan una experiencia negativa lo que les hace tener una opinión desfavorable y ciertamente   estereotipada e irreal de esta modalidad de enseñanza.

La segunda encuesta ofrece los resultados del sondeo realizado por la Fundación Universidad-Empresa a estudiantes y graduados universitarios españoles con el fin de obtener “La visión post pandemia de los jóvenes hacia las empresas”. Estas son algunas conclusiones:

-6 de cada 10 estudiantes creen que no están preparados a nivel profesional cuando salen de la Universidad.

-Un 90 % opina que es necesaria una formación adicional para adecuar su perfil a lo que demandan las empresas, pero pocos dedican tiempo (al menos 4 horas a la semana) a una formación complementaria

– El 73 % de los universitarios apuestan por desarrollar su carrera en España. Este dato parece cambiar la tendencia observada en los últimos años en los que se observaba un porcentaje mayor de los que deseaban trabajar en el extranjero.

-Si pudieran elegir de nuevo un 30 % de los encuestados estudiaría FP en vez de una carrera universitaria,

-En cuanto a los planes de estudio, un 70 % juzga que los contenidos de los títulos no están adaptados a las necesidades del mundo empresarial.

-Un 95 % asegura que son imprescindibles las prácticas antes de acabar la carrera.

-A juicio de los propios estudiantes las empresas valoran especialmente los perfiles profesionales de los graduados que saben trabajar en equipo, tienen adaptabilidad y poseen habilidades comunicativas y digitales.

Si los cálculos de las proyecciones aquí manejadas son correctos vamos a tener en el corto plazo muchos más estudiantes. Resulta conveniente, por lo tanto, conocer sus opiniones sobre la universidad y la enseñanza recibida y los materiales de éstas y otras encuestas aunque no reflejan verdades irrefutables ya que las muestras no son demasiado grandes, suscitan una reflexión sobre lo que estamos haciendo y si lo estamos haciendo bien. Particularmente sobre la enseñanza virtual recibida durante la pandemia y sobre los resultados del proceso enseñanza-aprendizaje.

El grado de satisfacción de los estudiantes es insuficiente. Y valoran especialmente la adquisición de capacidades y destrezas porque juzgan (acertadamente) que esto es lo que quieren las empresas

Creo que las universidades presenciales, tanto públicas como privadas, han hecho un gran esfuerzo para ofrecer una enseñanza virtual digna. Pero en bastantes ocasiones ni los medios técnicos disponibles, ni la preparación de los docentes han sido los adecuados para una docencia virtual de calidad. Al menos es lo que dicen los propios estudiantes.

Si como todo el mundo defiende la enseñanza en línea ha venido para quedarse, nuestras instituciones (las que no son nativas digitales) deben hacer un gran esfuerzo inversor y en la preparación de sus docentes para mejorar esta modalidad de enseñanza.

En lo que se refiere a la formación recibida también conviene reflexionar sobre lo que dicen los estudiantes. Resulta claro que su grado de satisfacción es insuficiente. No se sienten bien preparados para las necesidades del mundo empresarial. Demandan una formación complementaria. Insisten en una mejor formación práctica. Y valoran especialmente la adquisición de capacidades y destrezas porque juzgan (acertadamente) que esto es lo que quieren las empresas.

Soplan aires de reforma de la Universidad. A veces pienso que tal vez nos perdemos en cuestiones accesorias que regulamos hasta la náusea. Y nos olvidamos de asuntos capitales. Yo dejo dos sobre la mesa: hacer bien la transformación digital de nuestras instituciones y aumentar los niveles de empleabilidad de nuestros egresados con una formación que insista en una formación práctica más cuidada y en la transmisión de competencias imprescindibles.


NOTA

* Los datos internacionales proceden del trabajo de Ángel J. Calderón titulado Massification of higher education revisited que utiliza cifras del Instituto Estadístico de la UNESCO. Los cálculos para España están contenidos en el libro Universitarios en España. Estudio sociodemográfico de su demanda futura (2030-2035) realizado por el Grupo de Estudios Población y Sociedad editado y prologado por el propio Rafael Puyol. La caracterización de los estudiantes españoles que va a haber en el futuro inmediato se realiza a partir de diferentes encuestas llevadas a cabo por UNIR y por otras instituciones, como la Fundación Universidad-Empresa.


REFERENCIAS

-Fundación Universidad-Empresa (2021) “La visión postpandemia de los jóvenes hacia las empresas”.

-GEPS Grupo de Estudios y Población (2020). Universitarios en España. Estudio sociodemográfico de su demanda futura (2030-2035). Editor. Rafael Puyol. Nueva Revista. UNIR. 168 págs.

-UNIR-GEN Innovation Lab. (2020) Generación Z. Retrato de una generación. 57 págs.

Catedrático emérito de Geografía Humana y presidente de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR).