Desde el Renacimiento y, sobre todo, desde la primera revolución industrial, la ciencia ha ido adquiriendo una progresiva importancia en los campos económico, político y militar. O sea, la ciencia ha abandonado la contemplación de la naturaleza y se ha convertido en un factor de transformación de esa misma naturaleza. Las revoluciones científicas modifican más nuestra vida que las grandes revoluciones políticas, que son, en multitud de ocasiones, unas simples algaradas callejeras comparadas con aquéllas. Bacon es el profeta de nuestros tiempos. «Es aconsejable observar —escribe— la fuerza, efecto y consecuencias de los descubrimientos. En ninguna parte se ven aquéllos más fácilmente que en estos tres descubrimientos que los antiguos desconocieron, y cuyo origen, aunque reciente, es oscuro: la imprenta, la pólvora y el imán. Porque estos tres han hecho cambiar por completo la faz del mundo y el estado de cosas existentes; el primero en el campo de la literatura, el segundo en el de la guerra y el tercero en el de la navegación».
La historia de Klaus Fuchs constituye una prueba de estas relaciones entre la ciencia y el poder. Un informe del Congreso de Estados Unidos afirmaba que «no es exagerado decir que Fuchs por sí solo ha influido en la seguridad de más personas e inferido más daños que ningún otro espía en la historia de las naciones». Nació el 29 de diciembre de 1911 en la aldea de Rüsselsheim, cerca de Frankfurt, donde su padre era pastor luterano. La sociedad alemana que le vio nacer desaparecería antes de que llegase a la edad adulta. Terminado el reinado del Kaiser Guillermo II como consecuencia de la I Guerra Mundial, Alemania entraría, con un régimen republicano, en una de las etapas más convulsas de su historia, que finalizaría con la llegada de Hitler al poder. Es la época de Bertolt Brecht y de Cabaret. Pero el joven Fuchs vivía en un hogar cristiano, con rígidas normas morales y con una clara orientación izquierdista, fruto de las convicciones sociales de su padre. que le llevaron a afiliarse al Partido Socialista Alemán. Terminada la enseñanza media, Fuchs estudió física y matemáticas en la Universidad de Leipzig.
En 1933 llegó a Inglaterra, siendo uno de los primeros de una oleada de refugiados del nazismo. que desembocarían en las costas británicas. Fuchs había tenido dificultades en su patria por ser miembro del Partido Comunista. Se interesó especialmente por la física teórica. Trabajó en las Universidades de Bristol y de Edimburgo. Colaboró en los primeros estudios nucleares, realizados en Inglaterra y Estados Unidos, que conducirían a la fabricación de la primera bomba atómica. Fue en aquellos años, durante y después de la II Guerra Mundial, en los que el físico alemán pasó información secreta a los rusos, hasta que fue descubierto en 1950. Después permaneció varios años en la cárcel y posteriormente se trasladó a la Republica Democrática Alemana, donde murió en 1988. No resulta fácil poder valorar qué cantidad de información y qué clase de la misma fue la que Fuchs consiguió pasar a la Unión Soviética. De todos modos, parece probado que su labor de espía aceleró la fabricación, por parte de Rusia, de la bomba de hidrógeno.
Pero nos encontramos aquí con la parte más sugestiva del libro: las razones que le impulsaron para obrar así. Parece descartarse cualquier compensación económica o material, del tipo que fuese. Probablemente, el drama de Fuchs consistió en que creyó, ingenuamente, como tantos intelectuales de los años 30 y 40, que la Revolución rusa representaba una auténtica conquista de la Humanidad, un Estado de justicia y de fraternidad, como no se había conseguido en Occidente. Por aquellos tiempos, nada menos que Niels Bohr había propuesto que se compartiesen con los soviéticos los secretos de la investigación nuclear. Fue una época de atrocidades y de ingenuidades, como tal vez ninguna otra en la historia. Pero a Fuchs le dio tiempo de contemplar cómo el modelo comunista se desmoronaba en la Unión Soviética y en todo el mundo, ese modelo en el que tantos creyeron y por el que tantos murieron. Por eso, la figura de Fuchs adquiere en estos momentos una trágica actualidad.