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La derrota de la Gran Armada española (1588), a la que los ingleses siempre se refieren burlonamente como la Armada Invencible, supone el culmen de los logros de Isabel I de Inglaterra y el momento fundador de la historia británica. La victoria naval de Inglaterra convirtió en iconos a Sir Francis Drake y sobre todo a la misma Isabel I, la Reina Virgen.

La historiadora, curadora de los palacios reales británicos y presentadora Lucy Worsley (arriba en el vídeo), en este documental de la BBC titulado Royal History’s Biggest Fibs («Las mayores mentirijillas de la historia de la realeza»), enmienda la plana a la versión oficial de la historiografía británica. Según Lucy Worsley, está «llena de exageraciones, distorsiones y hasta de gigantescas mentirijillas…, de fake news«. En su documental pone de manifiesto que la gente cree lo que desea creer, que los vencedores escriben la historia a su antojo y que el auténtico fracaso fue el de la Invencible Inglesa o Contraarmada, es decir, la flota de invasión enviada por Isabel I contra Felipe II en la primavera de 1589, en el marco de las operaciones de la guerra anglo-española (1585-1604).

Lucy Worsley. BBC 4. La Gran Armada. La Armada Invencible. Royal History's Biggest Fibs
Lucy Worsley representando a Isabel I de Inglaterra

Jugando a los bolos

A los niños ingleses se les cuenta que el lobo de mar Sir Francis Drake estaba jugando a los bolos con Isabel I en Plymouth cuando fue divisada por primera vez la Armada. Drake se volvió a Lord Howard, el comandante de la flota inglesa, y le dijo: “Tenemos todavía un montón de tiempo para terminar la partida y después para dar una paliza a los españoles.” Añade Lucy Worsley: «Es la clásica salida británica, la despreocupación bajo el fuego». Sin embargo, «es probable que fuera una completa invención». Ninguno de los primeros relatos sobre la Armada menciona a nadie jugando a los bolos. El primero que alude a los bolos es de 25 años después del suceso, es decir, 25 años después de la derrota de la Armada en 1588. Ese documento histórico habla de los marineros de Plymouth bailando, jugando a los bolos y celebrándolo en la costa. Aproximadamente otros 150 años después, las leyendas locales sobre Drake entraron en los libros de historia y alrededor de 1888, en la cumbre del Imperio británico, el cuento sobre el aplastamiento de los españoles se hallaba en todos los textos. Drake se convirtió en el héroe imperial perfecto para inspirar con su flema a la futuras generaciones.

La fake news de Francis Drake jugando a los bolos atraviesa los siglos y se refleja en esta frase de Winston Churchill, mientras los nazis bombardeaban Londres: «Tenemos que ver las próximas semanas como… los días cuando la Armada Española se aproximaba al Canal de la Mancha y Drake estaba terminando su partida de bolos.»

Felipe II apoyó a Isabel I

Subraya Lucy Worsley que la historia de la Armada Española fue manipulada desde el comienzo. Se presenta como una batalla personal entre dos enemigos acérrimos: Felipe II de España e Isabel I de Inglaterra. En 1588, Felipe II, un católico devoto, tenía 61 años, y era rey de un imperio global. Isabel contaba 54 años, era soltera, sin hijos, y la reina protestante de Inglaterra. La historiografía británica sigue con que Felipe no podía soportar ver a Isabel en el trono. Pero en realidad, en 1554, 34 años antes de la derrota de la Armada, Felipe II se convirtió en parte de la familia Tudor al casarse con María (hija de Enrique VIII y de Catalina de Aragón), la hermanastra católica de Isabel (hija de Enrique VIII y de Ana Bolena). Felipe II, «el gran villano de la historia de la Armada Española», fue durante cuatro años también rey de Inglaterra.

Cuando subió al trono en 1553, María Tudor dio marcha atrás con la reforma protestante y restauró Inglaterra a la fe católica. María pensaba de Isabel que era ilegítima, «la hija de una meretriz». Dudaba de su lealtad. Incluso la encerró durante algún tiempo en la Torre de Londres. Pero, atención, justo Felipe II persuadió a su esposa para que liberara a Isabel I.

De quedar sin descendencia, como así ocurrió, las alternativas al trono inglés eran primero Isabel I, después, María Estuardo, reina de los escoceses, pero «María Estuardo estaba prometida con el hijo del rey de Francia. Inglaterra habría sido absorbida por el Imperio francés si María de Escocia se hubiera convertido en reina de Inglaterra; habría llevado a Inglaterra bajo el control de los enemigos de Felipe, los franceses», señala en el documental la profesora Susan Doran, historiadora de la Universidad de Oxford. Isabel era la mejor de las peores alternativas por lo que se refería a Felipe. Además, según la profesora Susan Doran, «Felipe estaba convencido de que podría convertirla en una buena católica. Isabel parecía sumisa, iba a las celebraciones católicas, incluida la misa. Si hubiera tenido el marido correcto, se hubiera conformado o al menos hubiera dejado la Iglesia donde estaba.»

En noviembre de 1558, María Tudor estaba en el lecho de muerte. Felipe sabía que cuando falleciera, su influencia sobre Inglaterra moriría también. De tal manera que envió a su embajador solo para recordar a Isabel cuánto la había apoyado. El encuentro no transcurrió bien. Isabel excluyó por completo de su vida al rey de España. Felipe intentó por última vez salvaguardar católica a Inglaterra. Pidió en matrimonio a Isabel, bajo la condición de que se convirtiera a la fe católica romana. Meses después, ella lo rechazó. Por entonces, Felipe estaba negociando una alianza con Francia, y se casó una princesa francesa (Isabel de Valois). Comenta Lucy Worsley: «Isabel se rió y bromeó. Era clásico de Isabel comentar que Felipe no la habría podido querer tanto si no había podido esperar ni siquiera unos meses a su respuesta. Pero no riñeron por eso. Sus cartas se quedaron en la zona de la paz. Él se refiere a ella como a su hermana a la que amaba. Resolvieron que quedarían como aliados.»

Isabel fue coronada reina de Inglaterra en 1558 y convirtió su país a la fe protestante. El país estaba dividido. Para muchos en su corte, Isabel no era suficientemente protestante, para otros, demasiado. El Papa animó a las católicos a que se rebelaran y ejerció presión sobre Felipe II para que se deshiciera de la reina. Pero Felipe no quería ir a la guerra contra Isabel solo por eso.

España fue agredida primero

La leyenda dice que fue la España católica la agresora, la que quería invadir a Inglaterra justo porque Inglaterra era protestante. Puntualiza Lucy Worsley: «Pero eso es una forma demasiado simplista de presentar los acontecimientos. Para llevar a Felipe a la guerra había que incluir más dimensiones que la religión. Felipe tenía un imperio global. Y el Papa le había dado el monopolio de las rutas a América. En la tercera década de su reinado, Isabel empezó a desafiar la dominación global de Felipe. Animó a marinos ingleses como Francis Drake a que saqueran barcos y puertos españoles en el Nuevo Mundo. Sus arcas se llenaron pronto con oro español. En 1580, Drake volvió de una lucrativa circunvalación alrededor del globo. Isabel lo recompensó con el título de caballero. La investidura como caballero de Drake lo marcó como un símbolo nacional. Pero no gustó a todo el mundo. Para los españoles, Drake no era más que un pirata, un ladrón que había robado oro hispano. Isabel no se podía permitir una guerra en toda regla contra Felipe, pero estaba decidida a frenar el poder español antes de que aplastara a la Europa protestante.»

Vestida de flamenco en el documental, añade Lucy Worsley: «Inglaterra no solo estaba decidida a dañar los intereses de España en el Nuevo Mundo, estaba también aguijoneando a España a sus puertas, en Europa. En territorio de Felipe, en los Países Bajos, la población protestante se rebelaba. Isabel envió un ejército de más de 6000 hombres para ayudar a la revuelta protestante. La reina hizo circular un panfleto por toda Europa para justificar su acción. Decía que no estaba atacando a su hermano y aliado, Felipe, sino que estaba defendiendo a sus vecinos. Para poner las cosas aún peor, las naves inglesas asaltaban a la vez puertos en la costa española.»

Baladas funcionando como fake news

Ante eso, y después de dos años de preparación, la Armada Española finalmente zarpó en mayo de 1588 para invadir Inglaterra. Relata Lucy Worsley: «En la historia habitual de la Armada Española se la presenta como invencible, la mayor flota que nunca había partido para luchar contra Inglaterra. Básicamente, la Armada era Goliat. Mientras tanto, Inglaterra era David, el heroico pequeño desamparado, que luchaba contra un gigante cruel determinado a llenar de sangre las calles de Londres».

Esta imagen tiene bastante de exagerada. «No era la mayor flota que nunca había atacado Inglaterra. Mayores flotas invasoras habían sido la de los normandos en 1066, y la de los franceses en 1545. La flota española tenía unos 130 barcos. La Armada de la reina tenía solo 34 naves. Pero Isabel reclutó un ejército de barcos privados que al final superaba en número a los españoles.»

Las dos primeras mayores pérdidas de la Armada se las produjo ella misma. Una colisión dentro de la flota española permitió a Francis Drake capturar una de las naves dañadas, El Rosario. Eso hizo que prodigaran las baladas populares británicas, como recuerda el profesor Christopher Marsh (Queen’s University Belfast), que entonces jugaban el papel de noticias y comentarios políticos. A los pocos días de la captura de El Rosario, Thomas Deloney había compuesto una canción con esta letra:

Con poder poderoso
Vinieron a nuestra casa
Para invadir nuestro país,
Para presumir y vanagloriarse,
Para desflorar
A nuestras vírgenes a nuestra vista,
Y en las cunas, cruelmente,
Aniquilar al tierno bebé.

En el documental se produce un diálogo entre Lucy Worsley y Christopher Marsh:

—(Lucy Worsley) Parece que este tipo de baladas era moneda corriente, pero si en realidad se mira a las palabras son fake news, ¿no?

—(Christopher Marsh) Sí, sin duda… El énfasis es en el poder de los españoles, en la idea de que eran una fuerza inmensa, una flota inmensamente armada, y la minúscula y desamparada Inglaterra de alguna manera sobrevivió. Lo que no se sabe es el hecho de que El Rosario en cierta manera cayó por sí mismo, al chocar con otro barco español… Pero la balada es más sobre la lucha entre un imponente imperio católico y una pequeña nación protestante.

—(Lucy Worsley) Hay algo en el lenguaje empleado en todo eso. Tenemos a vírgenes que serán desvirgadas y a bebés que serán aniquilados. Es la lengua de los tabloides, ¿no?

—(Christopher Marsh) Indudablemente. Suscita una histeria contra una peligrosa fuerza extranjera. Se diría que la gente ve a través de ello pero es más bien que la gente cree lo que quiere creer.

Más fake news: «El corazón y el estómago de un rey»

La Armada Española continuó navegando por el Canal de la Mancha durante ocho días. Pero cuando llegaron a Calais, no había señal de las tropas españolas de invasión que vendrían de Flandes en apoyo. La Armada tenía que esperar expuesta a ataques.

Es este el gran momento de Isabel. La reina visitó a su ejército en Tilbury, a las orillas del Támesis, donde se había congregado para proteger la ciudad de Essex. Pronunció una impactante arenga a su tropa. Afirmó que ella, ella misma, estaba en medio de los soldados y en el fragor de la batalla para vivir y morir con todos ellos. Dijo:

“Sé que tengo el cuerpo de una mujer débil y enfermiza, pero el corazón y el estómago de un rey, y de un rey de Inglaterra también. Yo, yo misma, tomaré las armas. Yo, yo misma, seré vuestro general, vuestro juez y quien recompense vuestras virtudes en el campo de batalla” (Isabel I de Inglaterra).

En la versión tradicional inglesa de la historia, el discurso de la reina disparó el ataque. Los ingleses incendiaron a ocho de sus propias naves y las lanzaron en medio de la Armada. Ante el pánico, las naves españolas levaron anclas y fueron dispersadas. Tres colisionaron y una encalló. En la batalla que siguió, se perdieron cuatro naves españolas. Entonces, un fuerte viento se llevó a la Armada hacia el norte. Para evitar más pérdidas, los españoles pusieron rumbo a casa vía Escocia e Irlanda.

El cine se recrea con Isabel I en Tilsbury
El cine se recrea con Isabel I en Tilbury, aquí le da cuerpo la actriz Cate Blanchett

Pero cuidado, dice Lucy Worsley: «Parece como si el grito mitinero de Isabel hubiera surtido efecto, pero de hecho la historia de su más famoso discurso está plagada de agujeros y la mayor mentira de todas es la cronología. Cuando Isabel empezó a planear su visita a Tilbury, la invasión parecía inminente. Pero cuando ella pronunció realmente el discurso, la batalla ya había transcurrido. Ese espectáculo en Tilbury tuvo lugar once días después de que se hubiera pegado fuego a aquellas naves. En el momento del discurso de la reina, la Armada Española se había ido y estaba ya en las costas de Escocia. No solo los soldados ingleses no combatieron, sino que muy pronto se les envió a casa. Y eso era porque la reina no podía permitirse pagarles honorarios.»

¿De dónde proceden esas falsedades, pues? Desvela Lucy Worsley: «Un poeta, James Aske, que aseguraba haber estado en Tilbury, escribió versos épicos sobre los ‘triunfos isabelinos’, en noviembre de 1588. Mitifica a Isabel como una reina guerrera y coloca su discurso en Tilbury antes de la batalla, para conseguir un efecto más dramático. Sin embargo, Aske no menciona la más famosa línea de su arenga. La referencia ‘al corazón y al estómago de un rey’ no apareció hasta 35 años después del acontecimiento. La introdujo un capellán protestante que habría estado también el Tilbury, y que tenía muchas ganas de glorificar a Isabel, ya fallecida mucho tiempo atrás. Los historiadores todavía discuten sobre la autenticidad de la arenga.»

El discurso de la reina en Tilbury es ahora parte de la historia británica. Continúa inspirando en el siglo XXI. La actriz Cate Blanchett (arriba, en la imagen) lo ha representado en el cine. Durante la copa mundial de fútbol femenino de 2019, una publicidad lo rememoraba con caras famosas.

Dios de nuestra parte: «Él sopló y ellos fueron dispersados»

Cuenta Lucy Worsley: «Cuando la Armada emprendió su largo viaje de regreso a España, por lo menos 22 barcos se hundieron en tormentas a lo largo de la costa de Escocia y de Irlanda. No fue ni la reina ni sus naves las que suministraron el golpe decisivo a la Armada Española, fue el tiempo. Ese factor era apto también para la narrativa de Isabel. Las tormentas que dispersaron la Armada eran ‘tormentas de Dios’, lo que quería decir que Dios se había puesto de lado de la parte protestante y en toda Europa los protestantes se pusieron de acuerdo para sacar tajada de la circunstancia. Hasta la misma Isabel escribió un verso en el que alababa a Dios que había hecho los vientos y las aguas levantarse para dispersar a todos sus enemigos. En los Países Bajos, se fabricaron medallas conmemorativas», como la que muestra Worsley en el documental y que dice: “Él sopló” y ellos «fueron dispersados» (dissipati, en latín). Inglaterra se transformó en una nación unificada, victoriosa y protestante.

"Dissipati": fueron disipados
Dios sopló y las naves se disiparon («dissipati»)

«Después de la Armada –cuenta Lucy Worsley–, la propaganda protestante continuó. Una carta de un sacerdote católico en Inglaterra, dirigida al embajador español en París, se publicó en toda Europa. La persona que la escribió veía muy lamentable que España hubiera intentado invadir Inglaterra, y subrayaba que hasta los católicos de Inglaterra consideraban que había sido una mala idea, un error a los ojos de Dios. Esos católicos ingleses eran más leales a la reina que al Papa. La palabra que él usa es “addicted” (adictos). Dice que eran adictos a ella, a la reina. Y algunas copias añaden: ‘Aquí termina la historia de la mala fortuna de la Armada Española, que se llamaba Invencible. Invencible. Ja, ja, ja’. Invencible lo escriben con letras mayúsculas, justo para subrayar esta ironía deliciosa. La descripción de la Armada como invencible aparece todavía hoy en nuestros libros de historia, pero nunca fue empleado ese adjetivo por los españoles para describir su Armada. Pero es todavía peor. La carta era falsa. Era una falsificación. La fabricó el maquiavélico William Cecil, un consejero cercano a Isabel. Hay incluso borradores de esa carta de su propio puño y letra. Un éxito brillante de una “fake news”. La gente lo creyó y pensaron que si incluso los católicos ingleses estaban contentos con la reina, entonces ella debería realmente gobernar sobre una nación unificada.»

Boato y muerte

En noviembre de 1588, la reina Isabel organizó una procesión por Londres. Fue su desfile de la victoria. No obstante, sus promesas en Tilbury de recompensar a sus soldados fueron en realidad retórica hueca. La guerra había vaciado los cofres reales. Los marineros que lucharon para Inglaterra enfermaron, y estaban reclamando inútilmente la soldada. La Corona amenazaba con prisión a esos que «calumniosamente» sugerían que no les habían pagado. William Cecil echó sal a la herida. Dijo: “Bien, si los soldados mueren por enfermedad, entonces por lo menos la Corona no les tendrá que pagar.” A finales de 1588, más de la mitad de los hombres que lucharon en la campaña contra la Armada Española habían muerto, y no los habían matado los españoles, sino las enfermedades y el hambre.

La realidad de la Inglaterra después de la Armada fue una crisis económica y una reina cada vez más impopular. Pero la historia se dispuso a camuflar todo eso gracias a los cortesanos aduladores. Encargaron un cuadro que celebraba a la reina, sus perlas, su virginidad y sobre todo su victoria sobre la Armada. Se conoce como El retrato de la Armada. En el documental lo comenta a fondo la historiadora de arte Allison Goudie. 

Isabel I de Inglaterra. Foto: © Wikimedia Commons
El retrato de la Armada (Isabel I de Inglaterra). Foto: © Wikimedia Commons

En 1592, Lord Howard, el comandante de la Navy que luchó con Francis Drake contra la Gran Armada, encargó diez tapices para su casa de Londres. Reflejaban su relato de la batalla a una escala gigante. En 1616, Howard vendió sus tapices al rey Jacobo. Y se colgaron en el corazón del poder político, en la House of Lords. Al finales del siglo XVIII, los tapices se habían convertido en una parte integral de Westminster. No solo eran un recordatorio de un gran evento histórico. Se usaban también como propaganda por mérito propio. En 1834 se quemó Westminster. Pero surgió enseguida un plan para recrear los tapices como pinturas para el nuevo palacio victoriano reconstruido de Westminster.

Es significativo que se eligiera este episodio histórico, añade Lucy Worsley. Era como si la reina Victoria deseara que le «cayera un poco de esa gloria pasada». Comenta la historiadora Sileas Wood que así se trazaba una línea de continuidad «muy clara entre Victoria misma y todos los antepasados Tudor», justo cuando, en el siglo XIX, Gran Bretaña dominaba los mares.

Aproximadamente 400 años después de la Armada, otra lideresa estaba orgullosa de alinearse con la guerrera Isabel I. En enero de 1976, Margaret Thatcher pronunció un discurso llamado Britain Awake (Gran Bretaña, despierta). Era una llamada a los británicos a oponerse al comunismo y a la agresión rusa. Respondiendo a ese discurso, el diario soviético Estrella roja le puso un mote a Margaret Thatcher que ha hecho fortuna: Margaret Thatcher era la Dama de Hierro. Ella respondió una semana después con otro discurso que se interpreta como una alusión a Isabel I, la del «corazón y el estómago de un rey».

En 1998, el general Pinochet fue retenido bajo arresto domiciliario en Inglaterra. España quería extraditarlo para juzgarlo por crímenes contra la humanidad. Margaret Thatcher se enfrentó a España y se implicó al máximo para que Londres lo liberara. Lo consiguió. Antes de que Pinochet abandonara la capital del Reino Unido, su amiga Thatcher le regaló una placa conmemorativa de la derrota de la Armada Española.

La última gran mentirijilla

En 1589, Sir Francis Drake lanzó un ataque contra España. Sus órdenes eran que destruyera todo lo que quedaba de la flota española, que invadiera Portugal, que entonces pertenecía a España, y que pusiera a un rey portugués en el trono. Pero la expedición fracasó. La Contraarmada de Inglaterra fue un desastre.

Lucy Worsley, en este punto del documental, ya al final, entrevista al historiador español Luis Gorrochategui Santos, autor de Contra Armada. La mayor catástrofe naval de la historia de Inglaterra.

—(Lucy Worsley) Hoy, los ingleses han olvidado la historia de la Contraarmada. ¿Era bien conocida en la época en que sucedió, en el siglo XVI?

—(Luis Gorrochategui Santos) La catástrofe de la Contraarmada fue muy conocida en Inglaterra. La catástrofe fue horrible. Más de 20.000 hombres, más de las cuatro quintas partes de los hombres que participaron en la expedición, perdieron la vida. Claro que fue conocido en la Inglaterra de ese momento. Sin embargo, ya en el verano de 1589, se publicaron panfletos exculpatorios propagandísitos para ocultar la catástrofe ante los ojos de la opinión pública inglesa y de la opinión pública europea.

—(Lucy Worsley) Los panfletos rebajaban el fracaso y cargaban contra relatos negativos de la expedición, calificados de maliciosas calumnias.

—(Luis Gorrochategui Santos) Isabel I supo manejar muy bien la propaganda, mucho mejor que Felipe II.

—(Lucy Worsley) ¿Nuestra propaganda era mejor?

—(Luis Gorrochategui Santos) Sí, desde luego. En aquella época España era un imperio universal, el Imperio inglés aún no había nacido. Para Felipe II no fue importante la derrota de la Contraarmada, tan importante como para Inglaterra la derrota de la Armada Española. España era la primera potencia e Inglaterra un país que quería entrar en la historia. Al revés que ahora.

—(Lucy Worsley) De tal manera que a nosotros, los ingleses, nos gusta pensar en que Inglaterra derrotó a España. Ganamos. Pero no es tan simple, ¿no es cierto?

—(Luis Gorrochategui Santos) No, no lo es. La Armada Española volvió a España y fue reparada; la Contraarmada inglesa, al año siguiente, sufrió una catástrofe que duplica al de la Armada Española del año anterior. De tal manera que no se puede decir que Inglaterra ganó la guerra. No se puede decir que Inglaterra hundió a la Armada Española. Eso fue un mito creado para la forja de una identidad nacional, de un orgullo nacional. Sobre él se ha construido un relato nacionalista, mítico, inglés, totalmente intocable, sagrado. La Contraarmada sería un estorbo para ese relato. La Contraarmada ha desaparecido de los libros de historia ingleses por ese motivo.

Conclusión

Por más de 400 años, la historia mítica de la derrota de la Armada Española ha llenado a Gran Bretaña de un sentido de confianza, ambición y petulante independencia. Recientemente, en plena guerra del Brexit, el actual primer ministro Boris Johnson declaraba: “Nadie en los últimos siglos ha tenido éxito apostando contra el coraje, el nervio y la ambición de este país”.

Concluye Lucy Worsley: «La historia de la Armada Española, como la cuentan los isabelinos, y se vuelve a contar por generaciones desde entonces, es un legado muy potente. Ha sido manipulada por monarcas, artistas y políticos durante siglos. Pero permanece como un mito inspirador nacional que nos reafirma en los tiempos de crisis. Se usa para convencernos de que nuestra pequeña isla puede enfrentarse a superpotencias, que procedemos de una estirpe con unos líderes inspirados y con la cabeza fría, de tal manera que, pequeños como somos, podemos jugar un papel poderoso en el escenario del mundo. Incluso en una era secular como la nuestra parece como si los ingleses, el pueblo británico, se sintiera especialmente marcado para la grandeza. Así, independientemente de que sea verdad o no, el drama o la derrota de la Armada nos da confianza para creer en nosotros mismos. ¿Quién sabe a dónde nos llevará próximamente esta mezcla de hechos, de fantasía y de mentirijillas?»


Créditos:
Presentado por Lucy Worsley
Producido y dirigido por Laura Blount
Productor ejecutivo: Chris Granlund
BBC Studios The Documentary Unit Scotland
© BBC MMXX
Documental histórico
Duración: 58 minutos
[Traducciones del inglés al español en este artículo: © José Manuel Grau Navarro]

Director de «Nueva Revista», doctor en Periodismo (Universidad de Navarra) y licenciado en Ciencias Físicas (Universidad Complutense de Madrid). Ha sido corresponsal de «ABC» y director de Comunicación del Ministerio de Educación y Cultura.