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Sir Ivor Roberts (Liverpool, 1946), ex presidente del Trinity College (Oxford), alumno de esa misma universidad, diplomático, presentó una ponencia en Madrid sobre el modelo británico de universidades (selección del profesorado, tasas, becas, gobierno) el pasado 15 de octubre de 2018, en un foro organizado por Nueva Revista. Ese mismo día Roberts contestó a estas preguntas.

¿Por qué son tan caras las universidades británicas? ¿Puede resumir qué se hace en el Reino Unido para conseguir que alumnos sin medios pero con talento puedan estudiar?

Efectivamente las universidades británicas son caras. El coste de la enseñanza suma unas doce mil libras al año, y a eso hay que añadir los costes de vida en general: alojamiento etc. Muchos estudiantes terminan la universidad con deudas de 70.000-80.000 libras. No empiezan a devolver los préstamos con que financiaron sus estudios hasta que sus salarios alcanzan las 24.000 libras anuales aproximadamente. Estos altos costes se deben en parte al gran número de estudiantes que hoy día cursan estudios universitarios. Según cifras oficiales se prevé que al llegar a los treinta años el 49 por ciento de los nacidos en Inglaterra se habrán incorporado a estudios superiores. Otro factor del coste tan elevado de la educación británica es el hecho de que en Oxford y en Cambridge se mantiene la tradición de la enseñanza individualizada, que resulta muy cara. Mantener sesiones de un tutor con uno o dos alumnos sale naturalmente más caro que dar clases o seminarios con quince o veinte alumnos por profesor. Hay varias maneras de reducir estos costes. Existen exenciones de los costes de matrícula para los alumnos cuyas familias tengan ingresos por debajo de las 17.000 libras al año. También hay una amplia gama de becas para los alumnos más pobres.

Como usted mismo ha señalado, muchos estudiantes se endeudan para estudiar. ¿Considera que esto puede adulterar todo el sentido de ser universitario?

Casi todos los estudiantes británicos se endeudan para pagar sus estudios. La alternativa sería que la educación superior fuera gratuita, con lo cual la estarían financiando todos los contribuyentes, tuvieran o no algún miembro de su familia cursando estudios superiores. Esto sería radicalmente injusto y además una carga abrumadora para el Estado a la vista de la enorme cantidad de estudiantes universitarios. Este año 412.170 personas han comenzado los estudios superiores.

¿Es buena la selección de profesores en el Reino Unido? ¿Es especialmente buena la selección en Oxford y Cambridge? 

La selección de profesores y catedráticos de universidad es muy rigurosa. Yo he presidido muchos tribunales de selección para asignaturas muy diversas: historia del arte, bioquímica, latín, historia, español. En Oxford pedimos a los candidatos que presenten muestras de su obra escrita y, cuando sea pertinente, de sus publicaciones. Preseleccionamos a una media docena de candidatos y los entrevistamos detenidamente. Cada uno debe dar una conferencia abreviada de unos veinte minutos a un grupo de alumnos de segundo y tercer año. La valoración que hacen estos alumnos de la calidad de estas miniconferencias se tiene plenamente en cuenta a la hora de decidir cuál es el candidato elegido. No tengo experiencia de cómo es el proceso de selección en otras universidades en el Reino Unido, pero desde luego Oxford y, por lo que sé, Cambridge, reciben gran cantidad de solicitudes, dado el prestigio que se atribuye a las dos universidades más antiguas del mundo anglófono y que figuran habitualmente entre las mejores universidades del mundo.

¿Qué opina hoy en día del desprestigio de las Letras en muchos ambientes universitarios?

Como yo mismo procedo de las humanidades, no puedo sino lamentar el menor prestigio de que hoy disfrutan estas frente a las asignaturas llamadas STEM («raíz»), palabra formada por las iniciales en inglés de las disciplinas de ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas. En Gran Bretaña parte del problema estriba en la enorme competitividad del mercado laboral para los titulados universitarios en un mundo donde el cincuenta por ciento de cada promoción obtiene un título universitario o de otros estudios superiores. En consecuencia mucha gente considera las humanidades como un lujo y, en el ambiente actual, un lujo que se coloca en segundo lugar, detrás de los títulos que se consideran más utilitarios como las ciencias, las ciencias sociales y la medicina.

¿Cuál es, en su opinión, el fin de la formación universitaria?

El objetivo de la universidad debe ser combinar la enseñanza y la investigación en busca de la verdad imparcial. Aunque el equilibrio entre enseñanza e investigación puede variar, la enseñanza no debería nunca separarse del progreso de los conocimientos ni de la búsqueda de la verdad, puesto que el proceso educativo alcanza su máxima vitalidad cuando se vive como un descubrimiento. Una universidad tiene que ser un foro donde se adquieran habilidades profesionales, pero también debe desarrollar las capacidades generales de la mente para producir no meros especialistas sino hombres y mujeres cultos.

Director de «Nueva Revista», doctor en Periodismo (Universidad de Navarra) y licenciado en Ciencias Físicas (Universidad Complutense de Madrid). Ha sido corresponsal de «ABC» y director de Comunicación del Ministerio de Educación y Cultura.