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El 5 de diciembre pasado se han cumplido doscientos años de la muerte de Wolgang Amadeus Mozart, el más grande entre tos genios de la historia humana que conocemos. Efectivamente, murió en Viena el 5 de diciembre de 1791, sin que todavía sepamos exactamente de qué. Pero qué más da. La cosa es que se murió no excepcionalmente joven para su época (estaba por cumplir treinta y seis años), pero en los umbrales de esa edad que acostumbramos a describir como los mejores años de madurez de una persona.

Wolgang Hildesheimer termina su investigación sobre Mozart con estas palabras: «Cuando el 6 de diciembre de 1791 aquel cuerpo enjuto y consumido íue depositado en una mísera fosa, nadie intuyó que se llevaba a la tumba los restos mortales de un espíritu indeciblemente grande, regalo inmerecido (de Dios) para la Humanidad en el que la naturaleza (y Dios) produjo una obra maestra, excepcional, quizá irrepetible: de todos modos, nunca más repetida».

Músico absoluto

Mozart fue un músico absoluto, no un «músico pintor» en frase célebre de Schopenhauer. Es decir, lo que transmite es exclusivamente expresable con música; no sustituible por otra bella arte o por palabras. El mensaje es algo eterno, un tesoro reservado que embriaga el alma del oyente o del que además ve, en su caso, por ejemplo, las óperas, a través de los sentidos, superando el aspecto físico de éstos. Se produce entonces una perfección indescriptible.

Para recordar la muerte del compositor han tenido lugar en todo el mundo un sinfín de conciertos. Nos centraremos en el comentario de uno de Ibermúsica recientemente celebrado en el Auditorio de Música de Madrid.

Se interpretaron cuatro obras de Mozart bastante atípicas, poco conocidas. Aunque éste no fue el orden, aseriadas cronológicamente fueron: la «Sinfonía n.u 31 en Re Mayor», K. 297, Poris; las «Vispeiae Solemnes de Confessore», K. 339; el «Concierto (24) para piano y Orquesta en Do menor», K, 491, y el «Motete Ave Verum Corpus», K. 618 (esta famosa «K» hay mucha gente que no sabe lo que significa: se trata del catálogo temático cronológico de las cerca de setecientas obras de Mozart, elaborado por Ludwig Ritter von Kochel, con importantes modificaciones establecidas en 1936).

La Sinfonía París como, su nombre propio indica, fue compuesta en esta capital con ánimo de agradar al público. Curiosamente, para ella escribió dos Andantes, estrenados, respectivamente. el 18 de junio y el 15 de agosto de 1778.

La Orquesta del día era la City of London Sinfonía, dirigida por su titular, Richard Hicicox. Se trata de una de esas numerosas orquestas londinenses, que. sin ser excepcional, siempre suena bien, sin duda por la extraordinaria profesionalidad de sus músicos, en general de los músicos británicos. Está además perfectamente ensamblada con el director y se ve tan ensayada que domina cualquier programa, especialmente de música clásica.

La sinfonía interpretada no parece de Mozart, pues le falta el encanto salzburgués o vienes que derrocha el compositor en otras. Intenta agradar, adaptarse al gusto francés, que, claramente no era el suyo, eso se nota. Tal vez por eso. el público, que esperaba un Mozart más clásico, estuvo frío.

«Las Vísperas»

«Las Visperae» proceden de agosto de 1780. Es la época de la música de iglesia, algo posterior a la famosa «Misa de la Coronación».

Las Vísperas es una composición ambiciosa e imponente. La rica escritura a cuatro voces del coro y solistas, ta grandiosa organización orquesta!, de cuerda, con trompeta, fagot, trombones, timbales y órgano, indican el deseo de ampliar su potencial y contienen ya en gran medida su realización.

El coro era el centenario Orfeó Catalá, dirigido actualmente por Jordi Casas, Cautivó.

En obra de gran lucimiento brilló a gran altura, especialmente en el Magníficat, número que cierra la obra. En cuanto a los solistas, me parecieron todos buenos, con clara especialidad y tendencia a oratorios, o bien a óperas barrocas tipo Haendel.

De ellos la que más me gustó fue la soprano Catherine Pierard, que, a pesar del apellido de resonancia francesa, es neozelandesa formada en Inglaterra. Su «Laúdate Dominum» n.11 5, muy lucido y conocidísimo de todo el mundo, resultó espléndido, salvo un pequeño problema de respiración en un momento determinado.

La mezzo, Catherine Denley, igualmente británica, resultó algo apagada como es frecuente en su cuerda.

De los hombres, me gustó más el barítono canadiense Gerard Fínley que el tenor Marfc Tucker, quizá porque la parte de éste es pequeña y no especialmente lucida.

Tampoco el público pareció entusiasmado por esta versión de Las Vísperas, seguramente por ser conocidas en parte pero no en su excelsa totalidad.

Años mágicos

El concierto de piano está escrito en marzo de 1786. junto con el de La Mayor, K. 488. Corresponde a los cuatro años mágicos de la más asombrosa e increíble producción mozartiana, 1784 a 1787. En ellos aparecieron doce de sus conciertos para piano, un concierto para corno, una sinfonía, cinco quintetos para conjuntos instrumentales diversos, entre ellos en Mi Bemol Mayor para piano, óboe. clarinete, corno y fagot, K. 452; cinco cuartetos para cuerda: dos para piano y cuerda; tres tríos; cinco sonatas; dos óperas (Las Bodas de Fígaro y Don Giovanni) y la ópera breve «Der Schansfieldirektor»; varias músicas masónicas y casi todos los Heder. Y si por s¡ eso fuera poco, además otras obras «menores» como el Rondó en La Mayor para piano. K. 511.

El concierto fue interpretado por el pianista finlandés Olí i Mustonen. Estoy obligado a decirles a ustedes que no me gustó en absoluto. Como persona es excesivamente amanerada hasta la exageración, y en tanto que pianista su técnica no es depurada (se retira demasiado del piano en los silencios y, por ello, ataca a veces tarde), y en cuanto al sentimentalismo parece salido de un cerebro que no funciona con normalidad. Además, el concierto es atípico —¿se buscó de propósito que todas las piezas lo fueran?— y poco «mozartiano», como decíamos antes de la sinfonía.

Conviene que la gente conozca al todo Mozart, pero no cabe duda que le gusta oír siempre lo mismo. Conclusión: cierta frialdad a la terminación del concierto.

Finalmente, se interpretó el Motete Ave Verum Corpus, K. 618: se estrenó el 17 de junio de 1791, y es, obviamente, una de las últimas composiciones de Mozart.

La versión oída fue excelente; Orquesta de cuerda y Orfeó Catalá. Si en Las Vísperas hubo algún desajuste, aunque pequeño, entre ambos, aquí el ensamblaje resultó perfecto. Una verdadera preciosidad, tan «religiosa» que tal vez fuera mejor haberla escuchado en el Monasterio de E! Escorial.

Por fin, el público se encontró con algo «de toda la vida».