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Los recientes acontecimientos que han sucedido y están sucediendo en la Unión Soviética y en los países del Este representan un cambio total en las estructuras políticas y económicas vigentes desde el fin de la II Guerra Mundial. Pero, además de estos cambios, han significado para la izquierda, no sólo europea, sino mundial, un auténtico revulsivo. Más todavía, la izquierda se ha quedado, de la noche a la mañana, vacía y desmantelada. Su última referencia era, con todas las excepciones y salvedades que se pudieran hacer, la Unión Soviética. Era el país en que había triunfado la Revolución. Y constituía el ejemplo a imitar. El marxismo era, para unos, la verdad, más o menos absoluta. Para otros, era el método, el más adecuado, el más apropiado, el único que podía calificarse como científico, de analizar la realidad. Pero ahora resulta que, de buenas a primeras, todo este esquema, tan trabajosamente conseguido, que había costado sangre, sudor y lágrimas a millones de seres humanos, se ha venido abajo lo mismo que un castillo de naipes.

El problema intelectual, que ahora se presenta, es el de reconstruir la ideología de la izquierda. Es bien cierto que, desde Bad Godesberg, todo cambió mucho. De todos modos, los socialismos y todos los progresismos, en sus diversas y hasta contradictorias formas, acaban siempre mirándose en el espejo de la Unión Soviética. El marxismo, más que una teoría, más que una filosofía, más, incluso, que una cosmovisión de la Historia, se había convertido en una religión. Y, en consecuencia, tenía sus defensores y sus detractores, y hasta sus cismas y sus herejías. Es cierto también que las ideologías han perdido fuerza en los últimos tiempos y que cada día es más difícil distinguir un programa de la derecha o de la izquierda. Aunque, forzoso es reconocerlo, las palabras derecha e izquierda tienen unas innegables connotaciones, claras y patentes en cualquier circunstancia. Además, por simple instinto de supervivencia, los partidos socialistas y progresistas tenderán a elaborar unos programas que los diferencien de los partidos conservadores.

Tres corrientes

A mi juicio, se pueden producir tres corrientes claramente diferenciadas dentro del panorama mundial. En primer lugar, un socialismo, izquierdismo o progresismo de los países del Este, hasta hace muy poco tiempo bajo la bota de Moscú. No parece fácil, de la noche a la mañana, establecer una economía de mercado en donde han transcurrido largas décadas de economía totalmente planificada. Es muy probable que determinados sectores políticos postulen una economía semiplanificada, con una buena dosis de dirigismo estatal. Podría ser una especie de nacionalsocialismo, con una fuerte componente nacional que los diferenciase de forma clara, según fueran las distintas nacionalidades. Hartos del proceso homogeneizador impuesto por el Kremlin, tenderán a fórmulas que realcen sus peculiaridades nacionales. En algún sentido, esta izquierda podría recordar los fascismos, anteriores a la II Guerra Mundial, al menos los más tolerantes y moderados.

Otra modalidad de la izquierda, de color netamente hispánico y cuyo epicentro habría que situarlo en la América de «ínclitas razas, ubérrima sangre de Hispania fecunda», que diría Rubén, hecha a base de teología de la liberación, ribetes marxistas con ciertas gotas de anarquismo, y que pretendería tal vez, en algunas ocasiones con cierto éxito, ser exportada a otros países del llamado Tercer Mundo. Ésta sería una izquierda revolucionaria, agreste y reivindicativa.

Cabría, finalmente, una tercera modalidad del progresismo, para uso y consumo de los países industrializados, entre los que, lógicamente, se encuentran los de la Comunidad Europea. Esta izquierda olvidaría por completo las reivindicaciones obreristas, porque, en una sociedad dominada por la informática y la robótica, carecen casi por completo de sentido. Este progresismo pondría el énfasis en distanciarse lo más posible de la ética tradicional, potenciando soluciones y posturas a determinados aspectos de la persona, de índole íntima y, en muchos aspectos, sexual. Temas como la inseminación artificial, la elección del sexo de los hijos o la experimentación con fetos humanos en el laboratorio podrían ser algunas de sus banderas.

Por si fuese poco, conviene recordar que desde hace algunos años estamos asistiendo a un proceso de tecnificación de la biología y que con toda probabilidad es en esta ciencia donde se producirán los descubrimientos más importantes. Hasta ahora sólo la física había dado lugar a una tecnología. Es cierto que los descubrimientos de esta ciencia han sido muy llamativos e ‘importantes. Pero han sido tantos en número, que han producido una especie de cansancio o de falta de interés en el hombre de la calle. Después de la llegada del primer hombre a la Luna, ¿quién se ha interesado realmente por los importantes descubrimientos de la astrofísica, por ejemplo por las peripecias de Hubble? La biología va a abrir posibilidades inéditas en el mundo de la reproducción y también en el de la muerte, cuyo conocimiento profundo avanza permanentemente. La eutanasia y el sexo pueden ser los polos de atracción de este progresismo de los ricos del mundo.

Alberto Miguel Arruti (1932-2011) licenciado en Ciencias Físicas, periodista y escritor; trabajó muchos años en RTVE, donde llegó a ser Director de los Servicios Informativos de TVE y RNE. También fue miembro de la Junta Directiva de la Asociación Española de Comunicación Científica. Impartió docencia en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, así como en las Universidades Europea de Madrid, CEU San Pablo y Universidad Internacional de Andalucía.