Tiempo de lectura: 7 min.

Simon Manley es el embajador de Reino Unido en España. Ayer habló en la sede de UNIR en Madrid sobre La negociación del Brexit y su impacto en las relaciones entre España y el Reino Unido, dentro del marco del foro de Nueva Revista sobre los desafíos de la globalización, que dirige el economista Manuel de la Rocha.

Manley recordó que las relaciones entre España y el Reino Unido ya eran firmes antes de que existiera la Unión Europea (UE), pero que el Brexit tendrá impacto y el impacto dependerá del resultado de las negociaciones. Ciento setenta mil españoles viven en el Reino Unido, hay doce mil estudiantes españoles allí y cinco mil investigadores; grandes empresas españolas del Ibex 35 como Iberdrola, el Banco de Santander o Ferrovial operan en territorio británico. A ello hay que añadir que unos trescientos mil británicos residen en España, diecinueve millones de británicos pasan en la Península Ibérica las vacaciones cada año, el Reino Unido es el segundo inversor en España y las relaciones comerciales son de 58.000 millones al año.

La aduana entre Irlanda e Irlanda del Norte

El embajador sostuvo que el Reino Unido nunca se había sentido cómodo en la UE. Eso no significaba que no fuera a luchar para que la salida no supusiera un trauma. Como un punto singularmente espinoso mencionó la frontera de Irlanda del Norte. Había dos posibles opciones. La primera sería un acuerdo aduanero que utilice «tecnología de vanguardia para simplificar los procedimientos actualmente en vigor en las fronteras», evitando así la infraestructura física. La otra era una asociación aduanera mediante la cual los bienes que entraran al Reino Unido con destino a la UE pagaran un arancel externo, y viceversa. Así se esquivaría el control fronterizo terrestre entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda. Confiaba en que se cerrara «un acuerdo aduanero creativo en Irlanda del Norte para no volver al pasado».

Manley subrayó en varias ocasiones que Londres desea «una relación estrecha y positiva con la UE», porque saldrá de la UE «pero no hemos salido de Europa». Los retos, según él, eran comunes: las mismas amenazas rusas, yihadistas, el cambio climático y la inmigración ilegal.

Imaginar el futuro

Había que dejar primero claro qué tipo de relación futura se desea; eso es algo que se preguntaba Londres y que desde Londres se preguntaba a Bruselas. Su país esperaba seguir trabajando estrechamente en el campo de la seguridad, pero también, «pagando», en programas de educación, cultura y ciencia. El Reino Unido cree «en el poder del libre comercio» como pocos otros países, «es parte de nuestro ADN», y por ello quiere «evitar al máximo las barreras arancelarias». No se conformaría el Reino Unido, pues, con acuerdos como los que la UE ha alcanzado «con Canadá o con Singapur», entre otras razones «porque somos ahora mismo un Estado de la UE con cuarenta años de vinculación, estamos más cerca que Canadá y Singapur y nuestro nivel de intercambio comercial es mayor». Por otra parte, cada acuerdo de la UE con países terceros es diferente. El futuro marco con el Reino Unido tenía que ser más ambicioso, en interés no solo de Londres, sino también de Bruselas, de los trabajadores y de las empresas europeas. Millones de puestos de trabajo en toda Europa dependen de ello.

La Unión Europea, añadió Manley, «es y será el mercado más importante del Reino Unido; nuestro país y España intercambian bienes por valor de 165 millones de euros al día; España es su socio principal para el intercambio de servicios; el superávit comercial que tiene España con nuestro país es de 16 millones de euros anualmente».

Millones de puestos de trabajo dependen del acuerdo entre Londres y Bruselas.

Sostuvo que el Reino Unido seguirá con los más altos estándares normativos tras la salida, por ejemplo, en el campo medioambiental. Confiaban en una «competencia justa y abierta, y en un arbitraje justo y abierto», junto a medidas claras en lo que se refiere a protección de datos. Recordó el papel especial de la City para el sector financiero y que no iban a cerrar las fronteras. Respaldó esa afirmación con las buenas cifras macroeconómicas británicas: un paro del 4,2 por ciento y un crecimiento anual del PIB de casi el 2 por ciento.

En definitiva: el futuro depende del modelo de relaciones que se fijen, y del resultado de las negociaciones, pero que en cualquier caso el Reino Unido desea «una relación profunda»,  quieren una «UE que sea un éxito» y «ser el socio principal de esta Unión Europea exitosa».

Queremos que la UE sea un éxito y ser el socio principal de esta UE exitosa

En el turno de intervenciones el primero en tomar la palabra fue Antonio Hernández García, socio de KPMG, cuya empresa acaba de publicar un estudio sobre La empresa española ante el BrexitDestacó que el 46 por ciento de las empresas españolas consideran que el Brexit les afecta, pero a su vez el 19 de las empresas con exposición al Reino Unido admiten que la salida del país de la UE podría generar oportunidades de negocio. Los empresarios españoles estiman que la depreciación de la libra y la contracción de la economía británica son los principales desafíos inherentes al Brexit. La depreciación de la libra podría tener un especial impacto en los sectores del turismo y del ocio. Si embargo, solo hasta ahora un 22 por ciento de las empresas hispanas habían hecho un plan de contingencia ante el Brexit.

Camilia Hillier, José María Beneyto y Joaquín Almunia, al fondo y a la izquierda de la imagen

Joaquín Almunia, ex ministro y ex comisario de la UE, fue el segundo en intervenir. Agradeció al Reino Unido lo que la UE había aprendido del él: el odio a la burocratización y el amor al libre comercio. Pero a su vez recordó que todos los estudios serios señalaban que el Reino Unido había salido beneficiado de su estancia en la UE, y que el ex primer ministro David Cameron conocía estos informes, pero no se emplearon en el referéndum que dio la victoria al Brexit. El resultado de las negociaciones era incierto, pero, según Almunia, «nosotros, los Veintisiete, no podemos ser los perdedores, porque han sido los británicos los que han querido irse». Y si se han ido, «nada va a ser igual». La única manera de que todo siguiera igual sería que el Reino Unido aceptara el modelo noruego, es decir, aceptara todas las reglas de la UE sin participar en las decisiones de Bruselas, algo que evidentemente no ocurrirá, porque para eso no se habría optado por el Brexit. Advirtió contra las divergencias regulatorias: «Cuidado con las divergencias regulatorias, la UE tiene todas las de ganar aquí: en el 27 contra 1 gana el 27». Esto valía igualmente para el sistema financiero británico, porque Bruselas no admitiría ventajas de circulación de capital para el Reino Unidos sin libertad de movimiento de personas. «La única solución sería que el Reino Unido aceptara las regulaciones de la UE también aquí», de lo contrario los costes van a ser muy grandes para Londres. El panorama, pues, era complicado, porque el Parlamento británico mirará con lupa y vetará el acuerdo con la UE si lo considera oportuno, y lo puede considerar oportuno por motivos populistas.

Almunia: los 27 no podemos ser los perdedores, porque han sido los británicos los que han querido irse.

Federico Steinberg, investigador del Real Instituto Elcano, señaló otros problemas: los servicios sanitarios para los británicos en España y al revés; la curiosa alianza que habían hecho los tories británicos con los dañados de la globalización allí, unos ultraliberales y otros ultraproteccionistas; y que la fuerza negociadora del Reino Unido no será tan fuerte. El no ser tan fuerte llevaría a un Reino Unido que tenga que estar pagando por participar en los programas de la UE, es decir, como Noruega, aceptar las decisiones de la UE sin estar en la UE. Ángel Pascual-Ramsay, director de Global Risks ESADEgeo, se preguntó: ¿son los británicos los primeros que han visto que la UE no tiene futuro y que lo mejor es salir fortaleciendo su Estados nacional, o son los primeros que han cometido un gran error?, ¿ha dejado el proyecto europeo de tener sentido? Camilla Hillier, vicepresidenta de Eurocitizens, puso el foco en la gran incertidumbre que hay, porque «el acuerdo de diciembre fue un cierre en falso». También en que están saliendo ya del Reino Unido profesionales muy valiosos, otros no se sentían bienvenidos y la libra estaba bajando. Miguel Ángel Benedicto, presidente del Movimiento Federalista Europeo, se interesó por la opinión del embajador respecto del derecho a veto de España en la cuestión de Gibraltar y la posible soberanía compartida, y si el acuerdo sobre Irlanda afectaría a Gibraltar. También preguntó si el Reino Unido estaba ahora interesado en un «Schengen de Defensa». José María Beneyto, catedrático de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales de la Universidad CEU-San Pablo, dijo que a partir de ahora, con el Reino Unido, lo que habrá será «una negociación permanente», y se mostró escéptico ante «la tecnología avanzada» que pudiera sustituir al control fronterizo en Irlanda del Norte.

Manuel de la Rocha leyó seguidamente algunas preguntas que estudiantes de UNIR hacían al embajador, como si se introducirá visado de trabajo para moverse en España, si la Universidad británica cobrará más a los europeos, o si el proceso era reversible y el Reino Unido al final no se irá.

Manuel de la Rocha, Simon Manley y Miguel Ángel Garrido, editor de Nueva Revista

A modo de epílogo, Simon Manley aseguró: «Sí, saldremos de la UE, no veo una segunda consulta». Entendía la decepción de los europeos por esto, pero era una decisión que había que respetar. E insistió en el motivo central de su charla: «Nos interesa que la Unión Europea sea un éxito». Respecto a inquietudes concretas, Manley señaló que los negociadores eran muy buenos y que se iba a encontrar una solución para todo. En el caso de Gibraltar, recordó que son ocho mil los andaluces que trabajan allí y que se avanza en la búsqueda de soluciones. Tampoco había cambiado el Reino Unido en Defensa. Su posición era siempre de pelear por los valores europeos y por la promoción de esos valores en el mundo, «también en Venezuela», «también en África». Prometió a los británicos que vivan en España que seguirán con la mayoría de los derechos, pero recomendó que se empadronen si aún no lo han hecho. Para el futuro se prevé un sistema sencillo, digital, de inscripción de los europeos en Gran Bretaña, con la correspondiente contrapartida de británicos en la UE. En cualquier caso esperaba que sus paisanos no necesitaran visado ni para trabajar ni para vivir en España.

Director de «Nueva Revista», doctor en Periodismo (Universidad de Navarra) y licenciado en Ciencias Físicas (Universidad Complutense de Madrid). Ha sido corresponsal de «ABC» y director de Comunicación del Ministerio de Educación y Cultura.