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Ainhoa Marín Egoscozábal. Profesora de Economía Aplicada en la Universidad Complutense, y coordinadora de programas en la Fundación Mujeres por África. Ha trabajado como economista en el programa de Naciones Unidas para el desarrollo.

Emilio Lamo de Espinosa. Catedrático emérito de Sociología en la Universidad Complutense. Miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Vicepresidente de UNIR. Fue presidente del Instituto Elcano. Premio Nacional de Sociología y Ciencia Política.


El continente africano está adquiriendo mayor importancia en el orden mundial, debido a tres factores: su empuje demográfico, su desarrollo económico y una mayor presencia en la escena internacional, con instituciones como la Unión Africana.

Estas son las principales conclusiones de la intervención de Ainhoa Marín Egoscozábal, coordinadora de programas en la Fundación Mujeres por África, en una nueva sesión del seminario Pensar el siglo XXI, que dirige y modera Emilio Lamo de Espinosa, catedrático emérito de Sociología, y vicepresidente de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR).

Emilio Lamo introdujo la sesión recordando que «África era el continente sin esperanza», al que se presta escasa atención —y puso como ejemplo, el olvido de una de las guerras más mortíferas de las últimas décadas, la de los Grandes Lagos—, y sin embargo en poco tiempo está concitando el interés mundial por sus expectativas de crecimiento y desarrollo.

La ponente comenzó subrayando que «con una población de 1.400 millones y con las tendencias demográficas más importantes del planeta, África importa y debe preocuparnos». Para el 2100 se calcula que puede llegar a los 4.200 millones de habitantes. Pero mucho antes, en 2050, el 25% de la población mundial será africana, con cinco macro-ciudades, con más de diez millones de habitantes cada una —dos de ellas, Lagos y El Cairo, ya los han superado—. Todo lo cual es «un reto y una amenaza, pero también una oportunidad»

Los países africanos, indicó, son los que más van en crecer económicamente en 2024 y algunos de ellos (Nigeria, Tanzania, Congo, Angola etc.) llevan años apareciendo en el top ten de las economías que más crecen en el planeta, debido, en parte, a la industrialización y al pico expansivo de los precios de las materias primas.

Riqueza paradójica

Dispone de riqueza en recursos naturales, aunque se trate de «una riqueza paradójica, porque genera corrupción, conflictos entre países, o explotación del trabajador» detalló Ainhoa Marín. Y, además, el crecimiento económico, por alto que sea, no siempre se traduce en bienestar de la población, «ya que el ingreso por habitante es pequeño y las rentas per cápita son bajísimas».

Indicó que en las últimas décadas ha cambiado la imagen que de África se tiene en el mundo, como revela la comparación de tres portadas de The Economist: desde The hopeless continent (2001), hasta Africa rising (2011) y Aspiring Africa (2013).

Con la Unión Africana -una realidad desde 2001 que agrupa de 55 estados-, el continente tiene mas peso en el orden mundial. «A semejanza de la Unión Europea, la UA tiene su agenda de desarrollo, la llamada Agenda 2063, con proyectos estrella como una red de trenes de alta velocidad y un Banco Central Africano. Además, los países africanos dejan oír su voz con sus votaciones en la Asamblea General de Naciones Unidas; y dos de ellos —Etiopía y Egipto— ya se han incorporado al grupo de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica)».

Por otro lado, cada vez son más apreciados los recursos naturales del continente, remarcó la experta. Tanto por el petróleo y el gas natural, como «por los minerales críticos (litio, cobalto, grafito) necesarios para la transición energética que quiere la UE».

Finalmente, destacó Marín, la importancia que para el crecimiento del continente representa el Área de Libre Comercio Continental Africana, «que tiene como objetivo derribar barreras arancelarias y convertir a África en un mercado único».