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Este pequeño libro —pequeño por su extensión, 141 páginas— no tiene desperdicio, Se puede leer de un golpe, en una tarde de vacaciones. Y todavía sobra tiempo. Pero puede dejarnos una huella y una preocupación que no se desvanecerán, tal vez, en mucho tiempo.

Este autor aborda una serie de problemas fronterizos en los que están implicadas la religión, la filosofía y la ciencia. Porque, pese a los positivistas, el siglo XX ha demostrado que la ciencia tiene implicaciones filosóficas y, en última instancia, religiosas. En el prólogo se puede leer que «buena parte de la filosofía actual volvió las espaldas a cuestiones últimas como Dios, el sentido de la vida, del hombre, de la muerte, del mundo; cuestiones que habitualmente se designaban como «metafísicas». Pero mientras la filosofía las abandonaba, reaparecían, curiosamente, en la preocupación acuciante de los más grandes hombres de ciencia de nuestro tiempo. El demonio que se exorcizaba en una casa encontraba refugio en la otra. Es deseable que en esta apertura a la ciencia, la filosofía recupere su identidad hoy perdida, ésa que constituyó su grandeza desde Heráclito hasta Hegel». Había surgido, así, la filosofía del pensamiento débil, del pensamiento light, que no era nada más que un pensamiento deleznable.

Entre las muchas cosas que nos pueden sorprender en este libro, es que se habla, después de muchos años, de Bergson. Se habla del posible rescate del autor de La evolución creadora. No en vano, en Pensamiento y movimiento. Bergson afirmaba: «Nos gustaría estructurar una filosofía que se sometiera al control de la ciencia y que pudiera incluso hacerla avanzar,,. Hay que esforzarse por constituir una metafísica que tenga fronteras comunes con 5a ciencia y que pueda entonces, acerca de una infinidad de cuestiones, prestarse a una verificación». Cuando el filósofo francés habla de que «la realidad se nos presenta como un brote ininterrumpido de novedad», o que la realidad consiste en «un crecimiento perpetuo, una creación que se prosigue sin fin», o que «el Universo no está hecho, sino que se hace sin cesar», o tantas otras citas más que podríamos aportar, se aproxima al pensamiento profundo de los físicos de hoy.

Otor de los aspectos más sugestivos del libro es su interpretación del principio de CarnotClausius en el cual generaciones de científicos se han formado. Básicamente, la formulación más general del citado principio afirmaba que. esencialmente, las estructuras físicas, biológicas e intelectuales tienden, de forma espontánea, a degradarse y a descomponerse si no reciben información. Pero las investigaciones de Prigogine y Stengers, en los últimos veinte años, han aportado una nueva visión del Segundo Principio de la Termodinámica. Y, en esta línea, han llegado a la conclusión de que si bien es cieno dque «todo proceso de termodifusión debe pagar un precio entrópico, también lo es el hecho de que el «desorden» provocado permite crear un «orden», es decir, una diferencia entre distintos niveles de temperatura, Y esta diferencia se convierte en una «actividad permanente»».

Se pasa revista al pensamiento de Hawking. que, en el fondo, no sale muy bien parado. Las discrepancias con Prigogine y Stengers aparecen de una forma nítida. Lo que sucede es que las ideas del físico inglés y del belga sobre la física son opuestas. Para el inglés, la física aspira a «un conocimiento del orden subyacente del mundo». O sea, que conocer es «percibir un orden» que haga posible la predicción. En cambio, el belga concentra su atención en los fenómenos «lejos de equilibrio», que hacen difícil cualquier predecibilidad, lo que acentúa el carácicr probabilfstico de las leyes físicas.

El libro de Víctor Massuh se nos presenta como una fuente inagotable de sorpresas, procedentes además de la ciencia, en un mundo que parece oscilar entre el terror y el desencanto.

Alberto Miguel Arruti (1932-2011) licenciado en Ciencias Físicas, periodista y escritor; trabajó muchos años en RTVE, donde llegó a ser Director de los Servicios Informativos de TVE y RNE. También fue miembro de la Junta Directiva de la Asociación Española de Comunicación Científica. Impartió docencia en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, así como en las Universidades Europea de Madrid, CEU San Pablo y Universidad Internacional de Andalucía.